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Categoría: Incestos

Mujer Prohibida Parte 5: Riesgos

Domingo 12 de Julio, 2010. 11 y media de la mañana.
 
El Sábado por la noche me había quedado dormido maquinando mi estrategia para llegar a la cuarta posibilidad, por lo cual no me percaté de la llegada de mi mamá.
 
El Domingo me desperté como a las 11, hambriento ya que no había cenado nada. La puerta de mi habitación estaba abierta, por lo que supuse que mi madre había entrado para asegurarse de mi presencia en casa.
 
Salí del cuarto, usando la ropa del día anterior llamándole a mi madre, pero no contestaba. Pensé que había ido al mercado. Seguido llamé a mi papá pero tampoco obtuve respuesta, por lo que deduje que él tampoco había llegado de su viaje de negocios.
 
Ante esta situación me di a la tarea de iniciar la fase 1 de mi plan: Buscar información. Entré al cuarto de mis papás como un bólido y empecé a buscar de manera apurada, pero teniendo extremo cuidado, pistas sobre internados, escuelas militarizadas o algo similar.
 
En el tocador, en los cajones de los burós, debajo de la cama, en los libreros, entre la ropa interior… nada Ni una pista. Sin embargo no di por descartada la situación.
 
Entré al despacho de mi papá y de igual modo inicié mi indagación. Carpetas, registro de llamadas, su computadora, tarjetas de presentación, documentación,… nada tampoco.
 
En la sala, en el comedor, en el mueble del teléfono, en la correspondencia, en todos los lugares posibles dentro de mi casa. Nada. Ni un solo indicio de que pudieran mandarme a un internado.
 
Lo único que restaba era revisar los celulares de ambos. ¿Pero cómo? Pensé por un momento y la única oportunidad que pudiese tener es cuando los fueran a cargar.
 
Tenía que esperar, supongo que era un precio razonable para el objetivo que tenía en mi mente.
 
Pasó una hora, me había hecho de almorzar porque en verdad tenía mucha hambre y me puse a jugar videojuegos. Cuando escuché que se abría la puerta de la casa.
 
Bajé un poco por las escaleras y me percaté que era mamá. Llevaba una playera cuello sport amarilla y una falda blanca amplia que le llegaba a mitad de las pantorrillas y unas sandalias de cuero que se había comprado en un mercado de pulgas.
 
Venía del súper, compró lo que íbamos a comer ese día. Sorpresivamente sería mole rojo que le quedaba muy bien y que no comíamos en meses. Estaba peinada hacia atrás, con una trenza adornada por una dona blanca para el cabello. No sé por qué, pero esa apariencia la hacía verse sexualmente irresistible.
 
Desde la cocina, ella me llamó para saber de mí:
 
- ¡WIIILLL, ¿YA DESAYUNASTEEE?!
 
Yo le contesté con un “SIII” de manera normal y cotidiana para que no sospechara nada. Me preguntó que había comido, le dije lo que me preparé, que si me había dormido con la ropa puesta, que si cené, bla bla bla. Típica conversación madre-hijo.
 
Debía concentrarme en el condenado teléfono. Para mi suerte, mi mamá todavía usaba de esos celulares ladrillezcos que los desbloqueabas con menú más asterisco. La cuestión ahora era, ¿si tendría carga o no?
 
Si tenía aún carga por obvias razones tenía que esperar, pero las ansias de saber me carcomían las entrañas. Pero como un buen Deus Ex Machina, lo primero que hizo mi mamá tras dejar las compras en la cocina fue ir a la sala y poner a cargar su celular. La Diosa de la Fortuna estaba de mi lado y era voyerista porque deseaba que me cogiera a mi madre.
 
Esperé a que se fuera a la cocina y se entretuviera con la comida, unos 15 minutos más menos. Entonces bajé, y como un ninja me dirigí a la sala. Desbloqueé el celular y revisé los mensajes… Nada. Nada que no fueran conversaciones entre sus amigas o sus compañeras maestras de la escuela. Nada fuera de lo normal.
 
Tuve un alivio en ese momento porque la idea del internado se diluía. Pero reaccioné y recordé la llamada misteriosa del Sábado por la noche y empecé a revisar el historial de llamadas y había una a la misma hora de un tal, y cito textualmente, S.R. Nuevo 01 Bueno… Pinches maneras de agendar a la gente.
 
Ese “nombre” no me decía nada y estuve tentado a marcar, pero no lo hice porque era el celular de mi madre. Si marcaba la persona sabría que de quién se trataba y posiblemente le devolvería la llamada a mamá para saber si le marcó o no.
 
Entonces decidí copiar el número celular en el mío y dejé el celular de mi madre del mismo modo que lo encontré.
 
En este punto la posibilidad del internado había descendido hasta un 20%, necesitaba el celular de mi papá para descartarlo por completo. Sin embargo, el castigo de mi padre se había incrementado al 50%, mientras que el psicólogo se incrementó al 20%, pero la fantasía con mi mamá había ganado en probabilidad, yéndose al 10%. El peligro aún era evidente, pero la situación mejoraba.
 
Subí las escaleras a pensar el siguiente movimiento. Después de todo tenía que revisar el terreno. El plan consistía en obtener información pero a la vez poner a prueba la paciencia de mi madre con las insinuaciones que pudiera hacer de tal manera que ella se diera cuenta de lo que hacía.
 
Tenía que ser gradual, no podía simplemente ir a la cocina, levantarle la falda a jalones y manosearla por todos lados. Ahí sí me llevaba la chingada. No, paciencia. Después de todo, la mejor recompensa viene con la paciencia de por medio.
 
¿Pero qué podía hacer que fuera sutil pero que calmara mi líbido por unos días? Lo más sutil era verle las piernas, como comenzó todo. Pero tenía que ser de una manera más directa, pero no tan directa como la vez de la mesa.
 
Y empecé a maquinar una serie de tácticas que cumplirían con el objetivo. Esperé a que llegara mi papá para saber por dónde atacar y me subí a mi cuarto a seguir con lo mío.
 
Como dos horas después mi papá llegó de su viaje. Escuché que medio saludó a mi mamá, ella le medio respondió y este subió las escaleras. Pasó a mi cuarto, me saludó, lo saludé y se metió a bañar. En ese momento aproveché para revisar el celular de mi papá. Era un celular de moda, más parecido a un grillete, que sabía usar poco o casi nada. Lo abrí y busqué mensajes o registros… Nada tampoco.
 
Podía mandar al 1% el internado pero incrementar al 69% la paliza. Entonces decidí aprovechar la situación. Bajo el pretexto del buen olor a comida bajé las escaleras hasta la cocina y viendo a mi madre cocinar. Le gustaba mucho, tal grado que meneaba un poco las caderas y tarareaba una canción. Se veía de lujo aquella escena.
 
Entré a la cocina y empecé a usar mi primera táctica:
 
- ¡¿Qué estás haciendo? – Le pregunté usando mi entusiasmo por ella para fingir entusiasmo por la comida.
- ¡Estoy haciendo mole de olla, del que te gusta! – Me dijo alegre mientras cocinaba.
- ¡¿Y ya está?!
- ¡Le falta poco, como en 15 minutos! – Me aclaró - ¡Mientras ayúdame con los platos y ponlos en la mesa! – Añadió.
 
Acaté la orden entusiasmado, no por la comida, sino porque la ubicación de los platos estaba cerca de ella, muy cerca diría yo. Esto era esencial para mi táctica.
 
Y es que los platos estaban en una gaveta a la altura de los muslos de mi madre, de su lado izquierdo y cuya puerta abría de derecha a izquierda. Me apresuré a “acatar” la orden. La gaveta se podía abrir con sólo estirar el brazo sin agacharse mucho, pero bajo el pretexto de alcanzar los platos me puse en cuclillas.
 
Con ese movimiento tenía los muslos de mi madre a la altura de mi mirada. Y empecé con mi jugada. Lentamente volteé a verle el rostro para percatarme si me observaba o no. Estaba entretenida con la comida. Bajé la mirada a sus muslos y discretamente tomé el doblez de la falda con mis dedos índice y pulgar derechos. Lentamente y con precisión de cirujano levanté la falda de mi madre hasta que pudiera ver algo de sus maternales y poderosas carnes.
 
Agaché un poco la cabeza y pude observar un poco de aquel tesoro prohibido. Sin embargo, ella se percataba de que me estaba tardando con los platos, lo cual la incomodaba:
 
- ¡¿Qué haces? Sácalos ya! – Me dijo un poco molesta por mi presencia mientras mantenía su vista en la comida.
 
Para no alertarla mucho solté la falda y seguí buscando los platos, pero en lugar de sacarlos todos, decidí sacar uno por uno. Cuando saqué el primero lo hice de manera “accidental” ya que lo pasé por debajo del doblez de la falda, provocando que esta se levantara un poco y me mostrara esos muslos deliciosos.
 
Ella se dio cuenta de esto, pero no me dijo nada, simplemente se apartó un poco creyendo que ella me estorbaba.
 
Llevé el primer plato a la mesa, y con eso la primera táctica estaba completada. La segunda sería directa pero igual de sutil. Pero requería de un “sacrificio”, si así puedo llamarle.
 
Regresé a la gaveta, me volví a agachar pero esta vez decidí sacar todos los platos de golpe. ¿Con qué objetivo? Para provocar un accidente.
 
Al momento sacarlos, de manera intencional los dejé caer al suelo, haciéndose pedazos. Mi madre volteó a verme con enojo y por lógica me tenía que recriminar:
 
- ¡¿Pero qué hiciste? Ya los rompiste todos! – Me dijo molesta.
- ¡Lo siento! Contesté fingiendo pena.
 
Actuando como si estuviera apenado por romper los platos, empecé a recoger los pedazos y ponerlos en uno que había quedado más o menos intacto, todo mientras estaba en cuclillas. Lo estaba haciendo de uno por uno para que Mary se desesperara.
 
- ¡Haber, déjame hacerlo! – Me dijo fastidiada por mi lentitud.
 
Y entonces ella hizo exactamente lo que quería que hiciera, se puso en cuclillas enfrente de mí y empezó a ayudarme a recoger los pedazos. Pero en su molestia olvidó algo. Sujetarse la falda entre el muslo y la pantorrilla. Al no hacer eso la falda colgaba en el aire mostrando sus muslos en todo su esplendor hasta la curvatura de la nalga.
 
Ella estaba molesta recogiendo los pedazos, fue entonces cuando me le quedé viendo a sus muslos. Fijé mi mirada como la de un depredador ante su presa y me detuve por completo. Quería grabarme esa imagen en mi mente. Después de todo me serviría para saciar mi sed incestuosa.
Pasaron como 30 segundos, de los cuales no aparté la mirada, pero en ese momento mi madre se detuvo. Fue entonces cuando decidí seguir con el plan porque la situación se estaba dando como lo planeé. Levanté la mirada y ví a mi madre observarme de manera detenida y penetrante:
 
- ¡¿Qué estás viendo?! – Me dijo seria mientras se mantenía en cuclillas.
- ¡¿Yo? Nada! – Le dije con un cinismo absoluto.
- ¡¿Estás seguro?!
- ¡Seguro! – Contesté con cierta tranquilidad.
 
Acto seguido agaché la mirada y seguí recogiendo pedazos de vidrio. Ante esta situación, mi mamá no me quitó la vista por unos instantes y con su mano derecha atoró su falda entre las pantorrillas y los muslos para que no se viera nada.
 
Ambos seguimos recogiendo los pedazos de vidrio, los levantamos y tiramos a la basura y seguimos como si nada hubiera pasado. Seguí ayudándola y el día transcurrió de manera normal.
 
Pero lo había logrado, el primer movimiento estaba hecho. Mi madre se percató de que:
 
1.- Le levanté la falda para verle las piernas.
2.- Le vi las piernas y casi las nalgas mientras ella estaba agachada.
 
Con esto ella sabría que volvería a las andadas y se pondría en alerta. Pero eso era lo que quería porque quería llevarla a esa 4ta probabilidad, aunque aún estaba lejos de conseguirlo.
 
Jueves 15 de Julio, 2010. 7 de la noche.
 
Ya habían pasado unos días desde el primer movimiento de mi “Plan Maestro” y para mi sorpresa mi madre no me había mencionado algo sobre ese momento, ni regañado, mucho menos reprendido severamente.
 
Sin embargo, no podía asegurar que la segunda posibilidad se estaba diluyendo, aún no tenía suficientes pruebas de ello. Necesitaba hacer algo más directo para medirle la temperatura a la situación, ¿pero qué?
 
En el entendido de que debía ser gradual, no podía hacer algo tan brusco, pero tampoco ya no tan sutil. Debía ser algo un poco más descarado pero que estuviera en los límites entre el fisgonear y el sobrepasarse.
 
¿Qué podía hacer? Sun Tzu dice “Conoce a tu enemigo”. ¿Qué conozco de mamá, qué puedo aprovechar de ella para mi siguiente jugada? Bueno, una de las cosas que sé es que ella siempre lava la ropa en las tardes, por lo que se la pasa en el patio trasero la mayor parte de la tarde, por lo que decidí aprovechar esa situación.
 
Esa tarde de Jueves salí a jugar un poco basket en el patio, esperando alguna oportunidad para mi siguiente táctica. Aún no la tenía pensada, pero supuse que dependiendo de la situación podía imaginar algo.
 
Pasó como media hora, yo seguía jugando y pensando a la vez en posibles opciones, cuando escuché un grito de Mary.
 
Me alarmé un poco y fui corriendo hacia el patio de atrás y cuando llegué la ví sentada en el pasto con su pie derecho descalzo y revisándoselo. Cabe señalar que fiel a su costumbre mi madre traía falda, esta de color blanco con una blusa roja y unas chanclas del baño que usaba para sentirse más cómoda.
 
Me acerqué a ella para ver qué le pasaba, pero con la intensión de aprovechar la situación:
 
- ¡¿Qué te pasó?!
- ¡No sé! – Me dijo con tono de molestia - ¡Iba caminando y de pronto sentí un piquete en la planta del pie! – Señalaba mientras se revisaba.
 
Y entonces la oportunidad se apareció, era perfecto. Aprovechando esto podía manosearla bajo el pretexto de ayudarla con su problema del pie.
 
Rápidamente me acerqué a ella y me senté sobre el pasto del patio enfrente de su pierna. Le dije con amabilidad que me dejara ver qué tenía. Ella al principio se mostró extrañada, pero accedió a que la revisara ya que no tiene buena vista.
 
Extendió su pierna flexionándola un poco. Tomé su tobillo para apoyarme y empecé a revisarle la planta del pie. Debo decir que para trabajar casi todo el día parada, tenía bonitos pies.
 
Empecé a revisarlo minuciosamente, pero Mary estaba molesta porque le seguía doliendo:
 
- ¡¿Aún nada?! – Me dijo molesta por el dolor.
- ¡No, parece una espina, pero no la veo!
 
Y sí, era una pequeña espina que se le había enterrado un poco en el pie y fácil de sacar, pero quería extender este momento lo más posible. Mientras “buscaba” el origen del problema, usé mi otra mano para “sostener de mejor manera” la pierna de mi madre, pero en lugar de apoyarla en el talón, sujeté la parte posterior de su torneada y curvilínea pantorrilla.
 
Al hacer esto, sentí como ella se incomodó por ese movimiento, pero no dijo nada ya que la espina la molestaba más:
 
- ¡Date prisa! – Incómoda y adolorida por la situación.
- ¡Voy! – Dije fingiendo un poco de molesta.
 
Seguía alargando lo más que podía la situación, entonces decidí ser más directo. La mano que sujetaba la pantorrilla la empecé a subir relativamente lento hasta llegar a la parte de la rodilla mientras sujetaba con la otra el pie de mamá, esto con el objetivo de que no se me zafara.
 
Sentía como ella se incomodaba más por ese movimiento que por la espina. Y entonces lo hice, llevé mi mano hasta la parte interior de su muslo y lo apreté con fuerza. En ese momento, ella retiró su pierna rápidamente, no sin antes de que le quitara la espina:
 
- ¡Ya está! – Dije mostrándole la espina - ¡Aquí está el origen del problema! – Añadí con una sonrisa de oreja a oreja.
 
Al verla me percaté que me veía con una mirada de enojo y bochorno mientras se cubría la entrepierna con su falda:
 
- ¡No lo vuelvas a hacer! – Me dijo molesta y abochornada.
- ¡¿Hacer qué?! – Le contesté fingiendo extrañeza.
- ¡No vuelvas a tocarme de ese modo! – Me dijo más molesta! - ¡Soy tu madre por Dios! – Remató mientras se levantaba rápidamente.
 
En un acto de agilidad pura, ella se incorporó rápidamente, se puso la sandalia en su pie y se fue al cuarto de lavabo a sacar la ropa. Me quedé sentado y callado por un momento. Sólo podía sentir la satisfactoria sensación del muslo de ella en mi mano. Pero no podía quedarme ahí. ¿Mencioné que quería hacer esto de manera gradual y sútil? Pues hagan de cuenta que las hormonas le dieron una paliza a mi cerebro en ese momento. Quería comprobar lo de la segunda posibilidad y porque deseaba más. Era el momento perfecto para medir la temperatura.
 
Me levanté y fui al cuarto de lavabo. Al entrar me fijé como ella estaba inclinada y sacaba la ropa de la secadora, mostrándome ese hermoso culo que hacía que la falda se sacudiera de manera muy sensual.
 
Tragué saliva y me acerqué colocándome detrás de ella y en un acto de instinto salvaje puro, le levanté la falda rápidamente y le estrujé las nalgas como lo haría un amante con su hembra.
 
Ella, impactada por la situación, se volteó rápidamente, con un movimiento de su mano derecha me sacudió ambas manos alejándolas de sus caderas y con la izquierda me soltó una tremenda cachetada que hizo que me volteara un poco.
 
Me quedé en shock, si bien el termómetro para la opción 2 estaba en lo más alto, por mi espina me sacudió un escalofrío que me hizo temblar de miedo.
 
Observé a mi madre y ella tenía una mirada de enojo, pero combinada con otra sensación que no pude identificar.
 
Se pegó lo más que pudo a la secadora manteniendo su espalda hacia ella, sin quitarme la vista ni por un momento… y no hizo más. Estaba ahí, parada, en defensa permanente y viéndome a los ojos con una mirada penetrante. Incluso podía escucharla respirar de una manera agitada, como si estuviese bramando del coraje.
 
Y lo único que hice fue retirarme mientras me sobaba la cara del madrazo que me puso. Me fui a mi cuarto y me encerré en él, prendiendo la computadora y distraerme de la situación. Y es que en mi interior sentía que mis horas estaban contadas. Vaya, manosee a mi madre, estaba hecha una furia, no le pedí perdón,… todos los elementos estaban para que se diera la opción 2 y mi padre me reventara la crisma en múltiples pedazos.
Después de ese momento, la casa estuvo en silencio. Pasó como media hora, mi madre había entrado a la casa y escuchaba su movimiento abajo, pero nada más. Al poco rato mi padre llegó de trabajar. Escuché algo de movimiento y después los pasos de él subiendo la escalera.
 
Y yo entre mí pensando “bueno, ya me llevó la chingada”. Estaba resignado a recibir un brutal castigo, pero cuando mi padre terminó de subir la escalera, simplemente se metió a su cuarto a ver la televisión, como todos los días… y yo incrédulo por la situación.
 
Volví a tragar saliva y como si fuese al paredón entré al cuarto para hablar con mi papá. Él estaba acostado viendo la tele, me volteó a ver, me saludó como de costumbre, lo saludé, me preguntó sobre mi día, le dije que todo bien y me salí. Al caminar en mi interior quería gritar del júbilo porque no estaba jodido, pero tenía que controlarme
 
Les soy sincero, en ese momento no sabía si estaba increíblemente feliz porque mi padre no me había molido a palos, ni enterado estaba de la situación, o por el hecho de haber sentido a mi madre de ese modo.
 
A pesar de mi júbilo, bajé cautelosamente las escaleras y me dirigí a la cocina y en el umbral ví a mi madre lavando los trastos. Ella me volteó a ver de reojo, con la misma mirada de hace rato, pero no dijo nada. Se volteó y siguió con lo suyo.
 
Yo me retiré a mi cuarto. Me encerré y lo primero que hice fue tirarme en la cama, sacarme la verga y pensar en la sensación de las nalgas mamá en mis manos. Y es que la opción 2 se había ido al demonio junto con la baja probabilidad que quedaba de la uno.
 
¡Ella no le dijo nada a mi papá! Nada en absoluto. ¿El por qué? Lo sabría más adelante, para ser más precisos dos días después, ya que ese Viernes fue el día en donde todo cambió entre ella y yo.
Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 9.25
  • Votos: 4
  • Envios: 0
  • Lecturas: 4853
  • Valoración:
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Comentarios


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8 comentarios. Página 2 de 2
invitado
invitado-invitado 22-12-2017 18:19:47

ya es hora del próximo capítulo, con la misma calidad,pero, más largo

invitado
invitado-invitado 20-12-2017 00:42:41

Seguir asì, pero mas seguido, no bajes, esperamos otros capítulo esta semana

invitado
invitado-invitado 17-12-2017 16:53:06

Has puesto la directa. Dos relatos en tan poco tiempo es una gozada, ha merecido la pena la espera.

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