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CHANTAJE A MI PUTA MADRE

Mi mamá quiso darle una sorpresa a mi padre cuando volviese de su largo viaje, pues era marino marcante y llevaba más de tres meses fuera de casa. Así que decidió redecorar el piso, para lo que contrató los servicios de un pintor-decorador. Un buen día, al regresar yo del instituto (me presento: soy Pablo y tengo 15 años), me encontré la casa batas arriba, los muebles cubiertos de telas y un fornido operario subido a una escala pintando techos y paredes. El pintor era un muchacho de unos veintitantos años, alto y fuerte, y muy atractivo. Pronto me di cuenta que agradaba a mi madre, que no perdía la oportunidad para charlar con él y obsequiarle con refrescos o café. Me sorprendió enormemente que, en contra de lo habitual, mi mamá me dejase estar largo tiempo fuera de casa, en vez de obligarme a estudiar y a hacer los deberes escolares.
- Pablito - me decía - como hay mucho olor a pintura, puedes ir a dar una vuelta con tus amigos o ir más tiempo al gimnasio.
De esta manera, mamá quedaba más tiempo a solas con el joven pintor de brocha gorda.

Fue precisamente en el gimnasio cuando a las pocas semanas de haber rematado las obras en casa
me encontré con el joven operario. Iba acompañado de un amigo, otro muchacho más o menos de su edad, de raza negra. Una tarde, tras los ejercicios de musculación, coincidimos los tres en la sauna. Pronto el pintor me reconoció y, sin decirme palabra, acercó su boca al oido del moreno y musitó algo que hizo que los dos explotaran de risa. Yo no sabía qué pensar, pero al poco rato el negro retiró la toalla que cubría su sexo y me mostró con todo descaro su enorme poronga larga y gorda, para luego decirme:
- Seguro que a tu mamita le gusta esta polla.
El otro se echó a reír a carcajadas, añadiendo:
- Creo que le gustan más las blanquitas, ja.
Sin pensarlo, me lancé sobre ellos dispuesto a darles su merecido, pero no sopesé que eran infinitamente más fuertes que yo, sus musculaturas eran casi las de un culturista. El negro detuvo mi mano y me la acercó a la estufa de la sauna hasta quemarme la piel y el vello. Empecé a gritar. Entonces el pintor dijo:
- Grita, grita, que pareces tu madre cuando la taladraba con mi cipote y se corría como una perra.
Para luego añadir:
- Has de saber, niñato, que durante el tiempo que estuve trabajando en tu casa, me estuve follando diariamente a tu mamita, que llevaba meses sin que una verga entrase en su coño.
-¡Mentira! - grité furioso.
- Pues para que veas que es verdad, te diré que tu madre tiene el pubis rasurado y justo encima del pliegue del clítoris un lunar negro.¡Las veces que le lamí el botoncito y la hice mojarse!

Cuando pude, abandoné furioso la sauna, me duché, me vestí y me fui para casa. Aquella noche no pude conciliar el sueño. En mi mente resonaban las palabras de aquel hijoputa y más de una vez me pajeé imaginándome a mamá chingando con el pintor y su amigo. Al día siguiente ideé la manera de asegurarme que era cierto lo que decía el pintor: tenía que ver el coño de mamá y comprobar si era cierto lo del lunar.

Papá aún tardaría una semana en regresar, así que estábamos solos en casa mamá y yo. Revolví en el botiquín y encontré unos somníferos que utilizaba papá para adaptarse al cambio horario y su vida fuera del barco. Aquella noche deshice en agua cuatro cápsulas y se las eché a mamá en el yogur líquido que solía tomar antes de irse a dormir. Al cabo de una hora mamá dormía plácidamente en su cama bajo los efectos del tranquilizante. Entré sigilosamente en su dormitorio con una linternita, separé la sábana y allí estaba ella con su camisón y las piernas ligeramente separadas.En verdad tenía un bonito cuerpo para sus cuarenta años. Levanté el camisón y separé hacia un lado sus braguitas. Yo empezaba a empalmarme, pues todo aquello me daba mucho morbo y me excitaba sobremanera. Efectivamente, la concha estaba rasurada como la de una bebita. Era carnosa y suave. Dirigí la linterna hacia el clítoris y entonces pude ver la anunciada manchita que decía el pintor. No dudé en tocarle el clítoris suavemente y noté como se abultaba. Le imprimí más ritmo y mamá dio un suspiro y abrió ligeramente las piernas. La raja rosadita quedo entreabierta y no tardé en meterle un par de dedos masajeándola de arriba a abajo, con especial dedicación en el clítoris que estaba erecto como una pijita. Noté su respiración entrecortada y como mis dedos se mojaban de fluidos vaginales: ¡mamá estaba teniendo un sueño húmedo! Así que me apliqué a fondo y al poco su concha se hinchó, se convulsionó y tuvo un orgasmo entre tímidos jadeos. Ni que decir tiene que allí mismo, sin yo tocarme apenas, me corrí sobre la alfombra del cuarto. Limpié la lefada, recompuse a mi madre como pude, y me largué pitando.

¡Pues sí que era bien reputa mi madre! Los días siguientes yo estaba recaliente las 24 horas y había en mí una sed de venganza, sobre todo pensando en mi pobre padre que, sin merecerlo, se había convertido en un cornudo. Así que decidí dar un paso decisivo. Procuré encontrarme con el joven pintor y su amigo en el gimnasio. Se sorprendieron de que yo les sonriera y que les dirigiese la palabra, pero aquella tarde en la sauna urdimos un plan inquietante: los dos hombres se iban a follar a mi madre, mientras yo en un escondite de la habitación lo grababa con la cámara de mi móvil. Para forzar la presencia de nuevo del pintor en casa, manché intencionadamente una pared. Lejos de regañarme, mamá se apresuró a telefonear al pintor para que viniese a arreglar el desperfecto aquella misma tarde, la víspera del regreso de mi padre. Pero en aquella ocasión, el pintor se presentó con un ayudante: el gigantón negro.

Mi madre me dio permiso para ausentarme toda la tarde del piso, e incluso me dio una buena propina para que la gastase a mi antojo. Pero lo que hice yo fue esconderme en el armario de su dormitorio. A la media hora, ya estaban los tres en el cuarto. Los hombres se había despojado de sus buzos de pintores y estaban en calzoncillos. Mi madre, enloquecida por el placer, se arrodilló delante del negro, le bajó el slip y se metió la enorme poronga en la boca. Aquella herramienta de casi treinta centímetros fue engullida hasta los mismísimos huevos. Por su lado, el otro ya le había quitado a mi madre el vestido, el sujetador y las bragas y por detrás le introdujo su formidable cipote. Mamá empezó a gritar como una perra en celo. La saliva se deslizaba por la comisura de sus labios mientras lamía el glande gordo y la polla venosa del moreno. Sólo abandonaba esta postura para chuparle los cojones grandes como melones. No tardó el negro en cogerla en peso y echarla sobre la cama. Le abrió las piernas e introdujo todo su miembro de un golpe. Mamá creyó que la rompía al medio, pero al empezar el bombeo dejó de lamentarse y empezó a pedir "más, más, más ." Mientras tanto, el otro pintor le había metido su polla en la boca y le masajeaba sin piedad sus tetas gordas y le pellizcaba los pezones erectos. Cambiaron de postura decenas de veces mientras yo grababa con mi celular en una mano y mi polla en la otra: me corrí varias veces de puro gusto, pues la excitación que sentía era tal que me recuperaba en minutos y mi leche no cesaba de manar. Por fin, decidieron hacer un sandwiche con la pobre mamá. El blanco,tumbado boca arriba, por el orto y el negro por la concha.Mamá atenazaba con sus piernas el culo del moreno para sentir bien adentro su poronga. Aquello fue explosivo. Mamá sudaba y reclamaba más ritmo mientras los hombres bombeaban los dos orificios al unísono. A punto estuve yo de salir del armario y meterle mi pija en la boca, pero me contuve.
Mamá se convulsionó al sentir la lefada de los dos hombres dentro de sí y fue tan intenso su orgasmo que casi pierde el sentido. Cuando los hombres se separaron de ella, observé como raudales de semen salían del coño y del ano y se deslizaban por sus muslos.

Tras su trabajo de pintura, mamá les pagó espléndidamente y los hombres abandonaron nuestro piso. Al poco, yo simulé que llegaba a casa. Mamá estaba en el cuarto de baño dándose una ducha y tratando de vaciar todo el semen que los pintores habían depositado en el útero y en el orto. Visioné en mi computadora la escena grabada y no pude evitar pajearme por enésima vez aquella tórrida escena. Luego guardé muy bien el video del trío, en espera de utilizarlo contra la puta de mi madre cuando fuera necesario.
Al día siguiente, llegó papá cargado de regalos y fuimos todos muy felices .
Datos del Relato
  • Autor: arthur
  • Código: 20809
  • Fecha: 05-03-2009
  • Categoría: Infidelidad
  • Media: 5.74
  • Votos: 78
  • Envios: 2
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  • Valoración:
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Comentarios


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6 comentarios. Página 2 de 2
Jhon_Hatcher
invitado-Jhon_Hatcher 19-07-2016 23:41:43

va a haber una continuacion estaria bueno que use el video para cogersela

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