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Noche de amor

Las estrellas se reflejaban sobre el tranquilo mar, no había luna aunque no mucho antes iluminaba nuestra noche, quizás se escondió para salvaguardar nuestra intimidad, quién sabe? Con ella nunca se sabe. Hacía calor, pero la arena estaba fresca y corría una ligera brisa. La mire y su cara pareció resplandecer en la noche, me deje caer en el abismo de su mirada, lleno de promesas y fantasías mientras su sonrisa entre pícara y traviesa me invitaba a besarla. Lo hice, con ansia, con locura, con amor, saboree cada milímetro de sus labios; mi lengua rompió la dulce barrera de estos y entablo la mas tierna de las batallas con la suya. El combate fue largo y encarnizado, pero a diferencia de otros tipos de combate aquí solo hubo vencedores. Respire a través de ella y ella de mi. Nuestro aire, nuestro aliento fue común, uno solo para ambos, con nuestros labios fundidos a fuego. Mis manos recorrían su espalda, acariciando, reconociendo. Sentí las suyas recorrerme y pequeños escalofríos acompañaron su viaje. La desnude con urgencia, con una necesidad que nacía en lo mas profundo de mi; su cuerpo vibrante y terso estallo ante mis ojos. Bese su cuello, su pecho... mis labios atraparon uno de sus pezones y mi lengua jugueteo con él, lo sentí crecer y endurecerse mientras mis torpes manos aun luchaban con mi enrevesado cinturón. Mi camisa yacía en la arena, hace ya tiempo olvidada, sentía sus manos jugando con el vello de mi pecho. Mis labios impedían que su prisionero escapara, mientras mi lengua no cesaba en sus caricias, saboreando, reconociendo cada una de sus suaves rugosidades, tuve la urgente necesidad de morder, de devorar, de llevármelo conmigo pero resistí a cambio de aumentar la presión de mis labios. Por fin libre, casi note una descarga eléctrica cuando mi sexo rozo la suavidad de sus muslos. Pase de un pecho a otro, acariciando, besando, mordisqueando, succionando y sus gemiditos me llevaban casi a la locura. Mis dedos exploraban con avidez sus rincones mas secretos, su fuente de vida; en mi afán de placer perdí todo pudor, embriagado de texturas y sensaciones, de secretos sabores y aromas, bese sus labios mas íntimos... mi lengua exploro indecorosa muy dentro de ella. Notaba su cuerpo arquearse, pegarse aún más a mis labios y saboree, durante instantes que me parecieron eternos, el momento, en una orquesta de olas y suspiros. Despacio, fui ascendiendo, dibujando con mi lengua caminos a la gloria por su piel; la bese de nuevo y así, con nuestras lenguas acariciándose dulcemente la penetre, muy despacio, notando, sintiendo cada una de las mil sensaciones que ascendían desde los dedos de mis pies y estallaban en mi cabeza. Me movía muy despacio, al principio, pero no pude resistir demasiado, estaba demasiado excitado y mi ritmo se fue incrementando hasta alcanzar una cadencia casi frenética. En nuestra pasión rodamos por la arena y ella quedo sobre mi, cabalgándome, como domando un potro salvaje que solo pretendía elevarla al cielo. Desde el suelo, sintiendo la arena clavarse en mi espalda, acaricie sus pechos, sus nalgas, mientras mis ojos cerrados se negaban a ver el placer en su rostro en un vano intento de alargar el momento. Los abrí, y la magnificencia de la noche estrellada inundó mis retinas, vi el placer inundándola, sentí sus primeros espasmos y no pude resistir mas, con un ultimo y postrer empujón me vacíe dentro de ella, en oleadas de vida, de gloria, mientras la abrazaba muy fuerte contra mi y todo mi cuerpo se contraía en un espasmo de placer tan absoluto, tan bestial, que quede desmadejado, como un muñeco roto sobre la fresca arena, con mi último aliento, busque sus labios y la bese, mientras sentía sobre mi el peso de su cuerpo tan roto como el mio. No se si pasaron solo unos segundos o fueron siglos, pero permanecimos así hasta que ella se incorporo y sin decir palabra asió una de mis manos, levantándome me guío hasta el mar, la seguí casi como un zombi, apoyado en mis aun temblorosas piernas. El agua estaba fresca: fue revitalizadora, microscopicas criaturas marinas se iluminaban con cada uno de nuestros movimientos, como mágicas luciérnagas marinas, como estrellitas mágicas que se negaran a abandonarnos. Fue casi como nadar en el cosmos, en el infinito de la vida. Jugamos, reímos, nos perseguimos y gozamos el momento sabiendo en alguna parte de nosotros mismos que seria único. La atrape, la bese, y mientras acariciaba su húmeda piel lo hice, le susurre al oído...Te quiero...

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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6 comentarios. Página 2 de 2
maricel
invitado-maricel 02-02-2003 00:00:00

Noche que cualquiera quisiera tener.

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