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Categoría: Maduras

Yo y las matemáticas

Mi nombre es Esteban tengo 18 y lo que estoy a punto de relatar me sucedió hace un año. Por ese entonces estaba en cuarto año del secundario, y me iba bastante bien en todas las materias, bueno, en todas menos una, matemática; de ahí que mis viejos, luego de darme la cantidad de oportunidades que ellos creían suficientes para que yo mejorase por mi propia cuenta, decidieron contratar a una profesora particular para que me diera clases de apoyo. La persona que contrataron si así se podría decir era una profesora amiga de mi vieja a quien yo había conocido cuando era más chico y de quien no me acordaba muy bien. Tenía 38 años, estaba casada con dos hijos, uno de los cuales era de mi edad. Mis padres arreglaron para que venga a darme clases a casa dos veces por semana, lunes y miércoles por la tarde, lo cual a mí no me molestó ni me alegró ya que no tenía ni idea lo que posteriormente pasaría.



Llegó el primer lunes, mis viejos le habían pedido que si podía por ese día llegase antes de que ellos salieran a trabajar para así hacer la presentación correspondiente. Y así fue. Eran las dos y media de la tarde y mis viejos estaban ya listos para salir cuando ella tocó el timbre. Mi vieja le abrió la puerta y, luego del saludo de costumbre, me llamó a que la saludara. No puedo comentarles la sorpresa que me llevé al ver esa flor de mina parada al lado de mi vieja, no aparentaba la edad que tenía, y menos el hecho de que ese impresionante cuerpo haya parido dos veces. Era igual de alta que yo, de pelo lacio castaño, con unos hermosos ojos de color verde profundo enmarcados en unos finos anteojos de carey y unos labios bastante apetecibles delicadamente delineados; vestía un traje sastre de pollera y saquito gris, bajo el cual llevaba puesto una delicada camisa blanca con los primeros dos botones desabrochado; sus pechos no eran muy impresionantes, al menos a primera vista, pero su culito redondeado y parado se hacía desear a más no poder. Mi vieja me sacó de mi momentáneo estupor con un cortante " Ella es Sandra", no dejándome otra cosa que decir la estúpida frase "hola Sandra" estrechándole tímidamente su mano, a lo cual ella sólo esbozó una sonrisa.



Una vez que mis viejos se habían marchado, ella se dirigió a mí y con una voz sumamente dulce me preguntó dónde pensaba que era el mejor lugar para ponernos con los libros, a lo que respondí con voz levemente temblorosa que el comedor dado que no tenía comunicación con la calle ni con otra cosa que podría distraerme, además de que por estar pegado a la cocina uno podía ir a buscar si quería algo para tomar, luego agregué a propósito del tema que si no quería tomar algo, ella respondió que por el momento no, "tal vez más tarde". La "clase" siguió normalmente de ahí en más, solo debo decirles que una vez terminada(a eso de las siete), la acompañé a la puerta para despedirla, una vez del otro lado de la puerta, ella se volteó y me dio un beso en la mejilla para luego agregar "acuérdate de los triángulos al hacer la ecuación" y se fue; yo cerré la puerta con llave y me dirigí más rápido que un bombero al baño para descargar manualmente toda la excitación acumulada durante la tarde.



El resto de las clases eran una repetición de aquella primera, salvo por el hecho de que de ahí en más mis viejos no estaban presentes al momento de su llegada, a la vez que a medida que avanzaba el año, nuestro saludo y trato se había vuelto más personal, mucho más teniendo en cuenta que mis notas en esa materia iban mejorando; es más, no solo tocábamos el tema de las matemáticas durante nuestra clase, sino que también conversábamos de diferentes temas como para distendernos un poco. Todo el resto era igual.



Un día que aprovechando que no tenía clase me dispuse a dormir un poco más, tan placentero era el sueño en el que estaba que no me di cuenta de que mi vieja me había llamado para que me esté listo para la clase. En eso estaba cuando, de repente, en uno de esos estadios intermedios del sueño escucho un timbre que suena repetidamente. Yo, aún dormido, en un principio creí que era parte del sueño que tenía; pero una vez que sonó ininterrumpidamente por más de un minuto, me di cuenta en el acto de quien era y baje más que raudo a abrirle, con lo no me di cuenta de que mi vestimenta no era la indicada para recibirla, estaba con la camiseta y el short que uso para dormir. Le abrí la puerta pidiéndole disculpas por hacerla esperar, ella, que estaba de espaldas en ese momento ofreciéndome su culo se volteó y sin mira me dijo "creí que no había nadie, estaba a punto de irme", a lo cual respondí disculpándome nuevamente, ella sonrió y dijo "está bien, yo se lo que es para un chico tener la posibilidad de dormir hasta tarde"; acto seguido me dijo riendo "creo que no estás en condiciones de tener una clase" y señaló un gran agujero que tenía en la camiseta, yo miré y me percaté de que tenía razón, por lo que dije "porque no pasas y arreglas todo para que comience la clase mientras yo me voy a cambiar la camiseta"; ella entró y se dirigió al comedor, a la vez que yo subí a cambiarme. Cuando volví, ella ya estaba sentada a la mesa más que dispuesta a empezar, yo presto me senté a su izquierda, aún traía puesto el short. La clase se desarrolló con normalidad hasta que inconscientemente mi vista se posó en su escote, el cual estaba más abierto ya que además de no tener abrochados los dos primero dos botones, el tercero era inexistente; esto me daba la posibilidad de apreciar mejor su pecho, de ahí que pude notar el lado izquierdo de su seno derecho finamente envuelto en un corpiño blanco. Lo que luego sucedió fue mágico, ella se inclinó para indicarme no se que nota en mis apuntes, lo cual me posibilitó ver más cerca y extensamente sus senos; tal espectacular visión fue drásticamente cortada por un "ves lo que....." frase que quedó trunca debido a que yo me sobresalté y levanté la vista, cosa que ella notó dado que se incorporó y me miró a la cara; luego dijo irónicamente "¿estás prestando atención? ¿quieres que paremos?", yo le respondí que no que podía seguir, tras lo cual me recliné sobre el respaldo de la silla para desperezarme un poco sin notar que mi short presentaba un interesante bulto producto de tan hermosa visión, bulto que luego de "descubrirlo" intenté tapar volviendo a mi posición no sin antes percatarme de que ella lo había más que notado. Todo se normalizó parcialmente, ella repitió su indicación inclinada sobre la mesa obteniendo esta vez aunque sea inicialmente mi completa atención.

Faltando algo más de media hora para el final de la clase ella estiró el brazo en busca de su cartera, a lo cual yo me ofrecí a alcanzarle lo que necesitará, ella cortésmente me dijo que no era necesario que lo iba a tomar ella sola, tras lo cual se levantó e inclinó su cuerpo sobre la mesa ofreciéndome un muy primerísimo plano de su culo. Estaba tan sorprendido por lo que estaba ocurriendo que tarde en darme cuenta que mis manos se hallaban apoyadas en la mesa debajo de su torso, el cual sufría una serie de contorsiones con cada intento de ella de encontrar su teléfono(que era lo que buscaba) en su cartera. Una vez que lo halló, llamó a su casa para decir que posiblemente llegaría más tarde, lo cual me extrañó de momento, pero luego pensé que podía ser que tuviera otro compromiso posterior. Daba igual, ella estaba ahí, exhibiendo su deseable trasero desgraciadamente cubierto por la tela de su traje y, quien sabe, de sus ropa interior. Acabada la llamada, ella volvió a sentarse, se veía rara, entre cansada y preocupada, pero que podía yo hacer.



La clase transcurrió y ella pareció recuperarse un poco hasta el momento que mi mirar volvió a posarse en su escote, momento que tal vez casualmente(yo no lo creo pero) su brazo izquierdo resbaló de la mesa cayendo "accidentalmente" su mano en mi por entonces incipiente erección; yo no me di cuenta del hecho(debido a que estaba embobado) hasta que lentamente su mano rotó y su palma comenzó a masajear el ya prominente bulto, hecho que me sacó de mi abstracción para meterme en un estado de asombro. No podía creer lo que estaba sintiendo, una mujer de 38 años me estaba sobando la verga por encima del short. Lo que más me sorprendió es ver la excitación y el deseo en su mirar que por entonces estaba fijo en mi entrepierna. Sus masajes me estaban excitando en un grado supremo, no podía esperar para hacerla mía, y no tuve que, ya que luego de unos minutos de estar así, se levantó y sin que yo se lo pida me empujó con la silla hacia atrás y se sentó sobre la mesa, no sin antes levantarse la pollera, me miró a los ojos que daban indudable cuenta de mi estado mezcla excitación y pasmo y me dijo " ahora te voy a enseñar el lado práctico de la matemática", se abrió de piernas dejándome ver una preciosa bombacha de encaje que hacia juego con el corpiño, luego agregó "ves este triángulo, .....quiero que descubras lo que oculta tras su figura", a lo cual obedecí haciendo a un lado esa figura de tela que para mi deleite escondía la más hermosa mata de vellos púbicos que pude ver en mi vida, sin mencionar que su raja se veía suculenta. Lo que siguió a esto fue que ella dulcemente posó sus manos sobre mi cabeza atrayéndola hacia sí diciendo "el siguiente paso es trazar una recta siguiendo los puntos que te voy a indicar", acto seguido, apoyó dos de los dedos de su mano derecha en cada punta de tan incitante abertura, moviéndolos de lado a lado, lo cual incrementó la grieta entre los labios que para entonces estaban mas que turgentes, "usa la lengua" me dijo como si faltase aclarar. No hace falta decir lo delicioso que se sentía el arrastrar mi lengua por ese lugar, cada vez más profundamente debido a que ella me tiraba con la otra mano más y más hacia sí; era igualmente delicioso el perfume que despedía su pequeña mata de pelos negros en la que mi nariz se hallaba completamente sumergida. Aún cuando me hallaba completamente inmerso en tan excitante tarea, recorriendo sus labios de arriba a abajo ya sea en línea recta como en zigzag y deteniéndome de tanto en tanto o en su prominente clítoris como en la base de dichos labios, lugar en el que aprovechaba para intentar esporádicamente lamer su orificio anal; aún así podía sentirla gemir en forma aguda y entre dientes, a la vez que me daba cuenta de la sucesión de orgasmos que tal tarea le proporcionaba ya que en cada espasmo a la sazón ella oprimía fuertemente mi rostro contra su entrepierna, sofocándome con sus vellos y la gran masa fluidos que su raja despedía. Habrán sido tres o cuatro los que le produje antes de que me tirara del pelo, separándome de su chorreante montículo y empujando me junto a mi silla hacia atrás para luego deslizarse ágilmente hacia abajo hasta estar de rodillas frente a mí a la vez que decía "es tiempo de pasar a tu siguiente lección, geometría... " y, con la misma gracia, introducir su mano en mi short con el tan esperado fin de liberar de su jaula de tela a mi falo que, debido al estado de erección que por entonces tenía, salió proyectado hacia fuera, dando mi latiente glande contra sus humedecidos y deliciosos labios; éstos, al sentirse tocados por él, se abrieron como de forma automática y lo rodearon para luego dar comienzo a la más maravillosa serie de chupadas y lamidas que un chico de mi edad podía llegarse a imaginar. Lo hacía con arte y una técnica sorprendente, mucho mejor de lo que lo hacen las trolas que aparecen en los videos porno que tengo. En ese momento envidié por un momento a su marido, imaginándomelo ser objeto de tal deleite como mínimo una vez por día. Era algo fantástico, sus labios rodeando mi pene por completo, su cabeza yendo y viniendo dulcemente, tragándoselo por completo para luego de que salía de su abrasadora boca entretenerse con la lengua en mi glande que latía a más no poder a la vez que con su mano derecha me proporcionaba una paja padre, acto seguido, su lengua dejaba mi glande para enfocarse en hacerle cosquillas a mis pelotas que se encogían esporádicamente al sentirse lamidas. Una vez más sus labios tomaban posición en torno a la punta de mi falo para dar un nuevo paseo de la misma por el interior de su boca, llegando al punto tal que mi glande rozase su campanilla. De tanto en tanto ella incorporaba sus dientes al recorrido, causándome las más estremecedoras cosquillas que jamás haya sentido, ocasionando que yo tire mi cabeza hacia atrás y, disfrutando, deje de observar el espectáculo del cual era objeto. Una vez más mis ojos volvían a posarse sobre la melenuda nuca de Sandra que iba y venía sin descanso, o sobre sus ojos que vorazmente acompañaban el recorrido de su lengua sobre mi vara, levantándose de tanto en tanto para chocar con los míos y darme muestra de una excitación incontenible, sentimiento que yo compartía extensamente.



Habremos estado en esa posición unos cinco a siete minutos, que para mi fueron los mejores que había tenido en mi vida hasta el momento. Digo hasta el momento por lo que pasó luego. Ella que seguía sumergida en esa tarea tan placentera, de pronto apoyó su mano derecha al lado de mi pierna, se incorporó un poco, me tomó de la nuca con la otra y, trayéndome hacia sí, aprisionó mis sorprendidos labios con los suyos e introdujo salvajemente su lengua en mi boca entreabierta. Podía sentir como recorría mi cavidad bucal por completo, enfrascándose en una libidinosa pelea con la mía. También me era posible sentir sus pechos y entrepierna notoriamente excitados contra los míos y sus manos repartidas entre la tarea de presionar mi cabeza contra la suya como de guiar a una de las mías a que tome posición de sus expectantes senos, previo despojo de tanto el brassiere como de la camisa cuyos botones fueron desabrochados en secuencia por el paso de nuestras manos. No puedo decir la sorpresa que me llevé una vez que noté el tamaño real de sus pechos, a la vez que no entendía el porque los llevaba tan aprisionados. Eran más grandes que mi mano, de color más claro que el resto de su pecho(esto lo noté luego) clara evidencia de que no era practicante del topless; eran sumamente suaves al tacto y el tamaño de sus pezones que escapaban entre mis frenéticos dedos hacía que en mi mente se formara el incontrolable afán de levantarla en andas y llevarla a algún otro sitio para luego mamárselos como un poseso. Tal iniciativa por mi parte no fue para nada necesaria, ya que ella de pronto se puso de pie y se encaminó hacia la cocina llevándome asido por mi erguido miembro. Una vez allí, me soltó, se acercó a la mesada y sacándose la pollera junto con la estirada bombacha, dio un salto y se sentó encima. Yo ni lerdo ni perezoso me aproximé a ella y la besé en la misma forma violenta en que ella me lo había hecho, a la vez que con mis manos la despojé de las pocas ropas que le quedaban, desabotonándole la camisa y aflojándole los tirantes del corpiño para bajárselo hasta la altura del ombligo y de ahí en más disponerme a sobarle aquel impresionante busto. Mis labios dejaban los suyos de a momentos para realizar una recorrida por su pecho acompañando a mis manos en esa deleitable tarea. Mi lengua hacía el camino desde el mentón hasta sus senos, recogiendo a su paso parte de ese mar de sudor salado que despedía del cuerpo y que saboreaba como si se tratase de un licor fino; llegado a ellos, dibujaba pausadamente su contorno, haciendo círculos cada vez más pequeños hasta llegar a mi destino final, sus pezones, los cuales succionaba y mordisqueaba suavemente, logrando que ella se arqueara de placer, a la vez que llevaba sus manos a su vagina para comenzar a masturbarse de manera frenética. Así iba yo de seno en seno alternadamente, quedándome con cada uno hasta que ella tenía uno esos espasmos orgásmicos y mares de fluido emanaban de su raja, mojando la mesada de la cocina. La mano que no se hallaba acompañando mis labios en el "masajeo" de sus senos, se dirigía ya sea a sus gimientes labios, que al ser tocados por sus dedos se abrían del mismo modo que lo hicieron cuando fue mi pija la que los tocó y chupaban desenfrenadamente uno a uno mis dedos, o iba en "auxilio" de sus manos, participando también de ese arrebatado manoseo, momento en el cual, y debido a que al parecer ellas ocupaban casi completamente el espacio necesario para tal trabajo, llevaba tal asignación hacia la parte trasera de Sandra, sobándole alocadamente sus alucinantes nalgas, abriéndoselas e intentando introducir uno de los dedos en aquel orificio anal que ya para esa altura se hacía desear. Una vez más mi boca se dirigía a la suya que en ese momento se hallaba sumida en la succión y lengüeteo apasionado de mis dedos. Ahí fue cuando la tomé en andas y la bajé al piso donde, una vez sentada contra la pared, ella, como sabiendo que seguía, se abrió de piernas; yo me tiré boca abajo en el piso, de modo de tener frente a mí aquel monte y disponerme a repetir aquello que había hecho en el comedor. Esta vez, sin embargo, tal "ejercicio" duró poco, debido en buena parte al alto grado de excitación que ambos habíamos alcanzado. Es por eso que tras el mismo, me puse de rodillas y, tirando de sus piernas, la acosté sobre el piso y, sin que mediara más que una mirada de aprobación entre ambos, introduje mi deseoso miembro en su expectante cueva que palpitaba de manera desbocada a la vez de hallarse por demás lubricada. Lo que siguió fue más que glorioso. Yo ahí de rodillas, con sus piernas extendidas sobre mis muslos y mis manos aferradas a ambos lados de su cadera acompañando el desenfrenado meneo en que nuestros cuerpos se hallaban sumidos y que para mi mayor excitación inducían a que sus senos se sacudan como dos preciosas gelatinas masajeadas eróticamente por sus manos, cuyos dedos no paraban de jugar con los pezones, presionándolos y asiéndose fuertemente de ellos. En eso estábamos cuando de pronto le vino otro de sus espasmos, a lo cual elevó aún más su cadera tirando su cabeza hacia atrás, a la vez que rodeo firmemente mi cintura con sus piernas y "exprimió" sus pezones, induciéndose un gemido que escapó fugazmente por entre los dientes superiores que en ese momento se posaban tensamente sobre su labio inferior. Mi respuesta a tal reacción no fue otra que incrementar la velocidad y el frenesí de mis movimientos, que para ese entonces eran absolutamente desbocados. De ahí a que no tardé mucho en sentir que el fin estaba cerca, cosa que se la hice notar por la desaceleración de mis movimientos y a lo que sorprendentemente respondió incorporándose para luego, tomándome de los hombros, acercar su boca a mi oído y sensualmente susurrar "hazlo", acto seguido fue ella la que incrementó el ritmo, asiéndose a mí por medio de sus brazos entrelazados en mi cuello y oprimiendo sus senos contra mis sudoroso pecho. Como era de esperar, no me quedó otra que estallar dentro de su cuerpo. Fue algo increíble, ella encima mío, nuestros cuerpos hechos uno, nuestros sudores mezclados y su cabeza echada hacia atrás con los ojos cerrados, lo que me dio la oportunidad de recorrer su húmedo cuello con mis labios y mi lengua, para luego ir en busca de sus labios, destino al que llegué una vez que su rostro volvió a estar frente al mío y que sin perder un segundo induje al más salvaje beso que jamás me hubiese imaginado dar a alguien en mi vida.



Nos quedamos entrelazados en ese beso por un rato, hasta que inesperadamente ella se soltó y levantó su pierna izquierda, pasándola por encima de mi cabeza, era bastante atlética, (otra razón para envidiar a su marido) y haciendo que mi pene, por ese entonces medianamente flácido, dejara la confortable cueva en la que había residido; mas no se paró, que era lo que yo creía iba a hacer posteriormente a tal movimiento. Por el contrario y para mi mayor sorpresa, ella se puso de rodillas frente a mí a corta distancia y comenzó a sacudir y sobarse el torso a la vez que me decía " es hora de pasar a tu próxima lección... rectas tangentes a la curva". Yo sólo amagué a responder poniendo cara de extrañeza ante tal frase, extrañeza que ella notó ya que sonrió un poco cómplice y, apoyando sus puños sobre el piso, se acercó a gatas hasta mí y, tras darme un breve beso en la boca, se abocó a la reanimación de mi flácido miembro, lamiéndolo primeramente todo a lo largo para, luego de que haya recobrado parte de su firmeza, engullirlo y dar comienzo a una corta serie de mamadas similares a las que me había propinado en el comedor. Después de que ella dio por terminada la serie, volvió a darme un beso un poco más duradero y se recostó boca arriba sobre el piso en forma transversal a mí con su cabeza apuntando a mi izquierda. Una vez en esa posición, tomó mi rejuvenecido pene con la mano izquierda, trayéndome hacia sí hasta colocarlo paralelo a sus labios e inclinarlo en dirección a éstos en función de tenerlo a su merced y lengüetearlo con ganas hasta dejarlo completamente embadurnado en saliva, tras lo cual, aún asido por su izquierda, lo llevo a nivel de sus pechos que por ese entonces se encontraban sobados por nuestras manos derecha y lo refregó en forma circular por sobre el pezón derecho al tiempo que me hacía una de esas pajas de ensueño. En eso estábamos cuando súbitamente, como cortando mi ascendente excitación, ella me dijo "¿estás listo para tu clase?". Yo respondí afirmativamente con la cabeza debido a que me encontraba tan absorto que me era imposible articular palabra, a lo cual ella siguió, soltando mi vara y palmeando su costado izquierdo, "pasa tu pierna izquierda de este lado y verás...". Yo lo hice sin dudar, apoyando mi rodilla en el punto exacto donde ella me había indicado con su mano izquierda. Ya estando en posición, ella volvió a tomar mi pene, esta vez suavemente, con su mano izquierda y lo posicionó entre sus dos vibrantes tetas para luego ceñirlas en torno a mi latiente pene y dar comienzo a un meneo frenético por su parte y al cual no me quedó otra que unirme. Era una sensación única el ver mi pija atrapada firmemente entre esos dos montículos de carne coronados por dos pezones que en ese momento me parecieron más erectos y puntiagudos que nunca; el ver como mi glande aparecía y desaparecía salvajemente de entre esas moles, momentos los primeros donde de tanto en tanto recibía uno que otro lengüetazo por parte de Sandra. Mis manos entre tanto se hallaban o proporcionándole placer a su ya prominente clítoris o, igual que antes, enfrascados en el intento de introducir aunque más no sea un dedo en el único orificio que restaba explorar. Uno tras otro se iban encadenando los espasmos de Sandra, lo cual le agregaba mucha más excitación al conjunto de movimientos que ya desaforadamente realizábamos. Cuando me tocó el tiempo de venirme no pude creer que luego de haber acabado aquella primera vez del modo en que lo hice aún me quedase con que para esta segunda. Es más, fue con esa idea en la cabeza junto con el hecho de que no existía ninguna clase de riesgo que al momento de sentir que ya estaba "a punto de" me tomé apretadamente de sus hombros y di rienda suelta a lo poco de insania y descontrol que quedaba por liberar, bombeando en forma tal que parecía como que mi vida dependiese absolutamente de eso. Y estallé tirando mi cabeza hacia atrás en un grito grave que hizo eco por toda la cocina, descargándome en sus senos y su rostro, que para ese momento se había incorporado para darle un lengüeteo más a mi glande y que quedó asombrosamente embadurnado. La imagen que vi al volver la vista abajo fue como salida de una película porno; mi pija levemente flácida goteando sobre su pecho, su lengua barriendo todo resto de semen que podía haber en torno a sus labios o que sus dedos podían aproximarle, sus verdes ojos sumidos en una mirada de disfrute empañada ligeramente por las manchas de esperma que se deslizaban por los vidrios de sus anteojos.

Luego de que haya pasado el tiempo suficiente para que tanto mi corazón volviera a su ritmo natural como para que sus manos y su lengua den por culminada la limpieza superficial de su rostro, ella, empujándose de mis muslos, se deslizó hacia a atrás para luego de incorporarse decirme entre golosos lengüetazos y fricciones de labios "me podéis indicar donde está el baño que quiero limpiarme un poco y.. " mirando su reloj "porque no darme una ducha rápida"; está última palabra la dijo dándome una mirada de reojo entre cómplice y sugestiva que mantuvo hasta que, una vez que le respondí " arriba, tercera puerta a la derecha", alcanzó el dintel de la puerta y emprendió el ascenso por la escalera. Yo entre tanto permanecí de rodillas en un estado entre pasmado y dubitativo, ya que no me era concebible el hecho de que me haya dado la mirada que me dio luego de lo que había pasado(una vez más la envidia hacia su marido se hizo presente en mi mente) y menos que haya sugerido el tomar una ducha como punto de inicio de tal escena. La explosión del calefón dio fin a toda mi divagación mental, ya que daba cuenta de que hablaba en serio sobre lo de la ducha. Menos de un segundo me llevó incorporarme del piso y subir los escalones hasta la puerta del baño, en donde me detuve a tomar un poco de aire(mi capacidad pulmonar no es para nada envidiable) y tranquilizarme un poco, para luego golpear e "ingenuamente" preguntar "¿necesitáis algo?"; al no recibir respuesta de adentro, reformulé mi pregunta "¿está todo bien?" y agregué "¿no necesitáis una toalla?". Como tampoco recibí respuesta esta vez, giré el picaporte de la puerta para, luego de abrirla lo más despacio posible(hasta el momento no puedo explicar el porqué lo hice así), entrar y acercarme sigilosamente a la mampara. Una vez allí, golpeé suavemente y volví a preguntar lo. Mi pregunta tuvo su respuesta casi inmediata; ella abrió de una vez la mampara y con su mano izquierda tomó la mía que aún se hallaba en posición de golpe para de un tirón introducirme en la bañera de un modo tan imprevisto que fui a dar de bruces contra su más que acolchado pecho que aguardaba húmedo y expectante la llegada intempestiva de mis labios. Inmediatamente después de esto, su otra mano terminó de introducirme en el cubículo al formar parte de un abrazo que me unió aún más a su cuerpo. Por otro lado las mías, que hasta entonces se hallaban aferradas delicadamente a sus hombros, se soltaron, dirigiéndose casi instintivamente a sus nalgas que empuñaron una vez llegados para luego sobarlas con el objeto de apartarlas lo más posible como para que, en ese momento, el índice de cada una se dispusiese alternadamente a intentar un ingreso temporal. A su vez, mi rostro se arrastró a sus anchas por ese chorreante pecho que con cada respiración se convulsionaba, llevando mi excitación hasta un nivel similar al antes experimentado, a la vez que disfrutaba a pleno de esa catarata de agua y sudor que la recorría por completo y que mi lengua se esforzaba por captar aunque más no sea un poco; entre tanto frotaba mi tiesa vara contra su goteante raja, pasando entre sus piernas entrecerradas que me masturbaban de un modo único. Luego de un rato en esa posición, comencé a deslizarme hacia abajo, manteniendo mi rostro contra su cuerpo, hasta el punto en que su raja se hallaba a merced de mi lengua, siendo objeto del mismo hecho que anteriormente había entablado con su pecho. Mas esta vez fui más lejos, ya que intercalaba lamidas con penetraciones e intentos de rozar su ano. Esa mezcla de sudor, agua y fluidos me resultaba tan deliciosa que en ese momento desee que nunca terminara, a la vez que pensaba en como disfrutarla más a pleno. Así fue como se me ocurrió sentarme, pasando mis piernas retraídas por entre las suyas, de modo de situar mi boca directamente bajo su entrepierna, rodear por completo tal abertura con mis labios y libar tan suculento néctar sin desperdicio, al tiempo que posibilitar que mi lengua inspeccione más "profundamente" tanto este como el otro orificio. En eso estaba cuando ella levantó su pierna derecha, apoyándola en el borde de la mampara a mis espaldas, hecho que me facilitó en gran forma la tarea, juntamente con darme la posibilidad de rotar sobre mis nalgas y seguir sorbiendo su jugo desde una posición trasera y, porque no, enfocarme en la raja que ahora se encontraba más a mano. Cosa que hice y en que forma; parecía como si la lujuria se hubiese hecho carne en mí. Lamía, chupaba esa raja, hundiendo mi lengua en su ano como arrebatado. Mis manos que hasta ese momento se habían mantenido al margen se dirigieron una a sus nalgas, manteniendo una abertura suficiente entre ellas como para que pudiese "trabajar" libremente, y la otra a su vagina, acariciando su erectísimo clítoris. No pasó mucho tiempo hasta que me incorporé y, aprisionando su pecho contra la mampara, comencé a frotar mi pene entre los cachetes de aquel culo que tanto me tenía enloquecido desde el día en que la vi junto a mi madre y que me disponía a perforar como poseso. Por supuesto que me tomé mi tiempo para dar comienzo a la penetración, ya que no sabía si alguna vez se repetiría y además quería gozar de esa escena tan soñada; yo colocado tras ella frotando mi pene en sus nalgas, con mis brazos alrededor de su cintura, mi cara junto a la suya recibiendo las caricias de su mano derecha, besando una y otra vez el recorrido de su cuello a su oreja, la cual mordisqueaba suavemente; ella con su pecho aplastado contra la mampara, su mano izquierda masturbándola y su cabeza tirada hacia atrás disfrutando de mis besos. Mas nada es eterno. Por eso era lógico seguir con el "paso 2" del método iniciado. El mismo consistió en, una vez que mis manos se trasladaron de sus cintura a sus senos, aprisionándose entre éstos y la mampara, que mi pene comenzara el tan ansiado ingreso. Acá también(como era de esperarse) me tomé mi tiempo. Mi corazón latía con más fuerza con cada milímetro que lograba traspasar aquel estrecho portal, a la vez que mis manos se aferraban más firmemente de su melones. No pude creer(y aún no puedo) el momento en que mis testículos se hicieron tope. Me resultó tan irreal en un principio el hecho de que mi pene haya sido completamente engullido por su culo. Aún así, me dispuse a disfrutar del momento, dejando que mi pija se acostumbrase a ese encierro más que placentero antes de iniciar el posterior meneo del modo desenfrenado en el que lo hice. El sonido de mis bolas rebotando contra su cuerpo y de mi pelvis contra sus nalgas era incrementado por el estado de constante humedad en el que estábamos, a la vez que sus gemidos no encontraban el obstáculo de sus labios y sus dientes, saliendo desaforadamente acarreados por uno que otro grito de placer. Mis dedos, entre tanto, jugaban como podían con sus punzantes pezones. Tal situación se prolongó por un largo rato. Era lógico que después de haber acabado dos veces, la tercera se hiciese esperar, lo cual me vino al pelo ya que pude gozar a más no poder de tan maravilloso momento de locura y excitación suprema. Una vez que se me hizo más que evidente la venida del fin, no atiné a otra cosa más que atraer su cuerpo hasta el mío y, luego de que nuestros labios se entrelacen en un profundo lengüeteo mutuo, incrementar lo más que pude la ferocidad y el ritmo del bombeo que trajo aparejado el estallido final coincidente con el punto en que mis testículos chocaban por última vez con su cuerpo y al cual acompañó un grito por parte de ella que fue ahogado por un profundo beso de lengua que en ese momento le propiné. En esa posición permanecimos por un largo rato hasta que, abriendo la mampara, ella se dirigió a mi pieza a vestirse mientras yo permanecía bajo la ducha aún atontado por lo recién sucedido.



Luego de que ambos estuviésemos ya vestidos, la acompañé a la puerta para despedirla, no sin que antes me confesara que siempre había tenido la fantasía de hacerlo con alguien más joven pero que como a los únicos jóvenes que conocía eran a los amigos de su hijo y a sus alumnos, nunca se había atrevido a hacerlo por temor a perder ya sea su familia o su trabajo. Tal fantasía, según ella me contó, había nacido del hecho de que hacía rato que no lo hacía con su marido debido a que siempre llegaba cansado a casa o se encontraba de viaje en viaje debido a su trabajo(esto hizo que aquella envidia que le tenía desapareciese por completo). Una vez que le aseguré que de mi boca no saldría palabra alguna, nos dimos un beso corto aunque apasionado y se fue. A los diez paso, se volteó y dijo "nos vemos la próxima, estudia los ejercicios que hicimos hoy". Y así lo hice; me pasé todo el tiempo que hubo entre la despedida y nuestro reencuentro recordando una y otra vez lo sucedido, teniendo sueños con eso y pajeándome en su nombre.



Espero que les haya gustado el relato.


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