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Me llamo Marta, tengo 41 años y vivo en la provincia de Cádiz en España, si bien soy de la zona norte. Mido 1,74, pelo castaño, no me sobran muchos kilos, pero los años ya van dejando su huella.
Llevo cuatro años divorciada, me casé muy joven con 21 años, y siempre fui un poco mojigata, el novio de toda la vida, postura del misionero, sexo los sábados noche, hacer caso a mi marido, vamos, una más de las que hemos tenido que aguantar a un descerebrado. Me cuesta mucho escribir todo esto, pero me sirve como terapia. Hace unos años me cansé y empecé los trámites de divorcio, que afortunadamente conseguí. Me tuve que mudar de ciudad, por problemas con mi ex, y me fui lo más lejos que pude.
Mudarse, empezar una nueva vida, conocer gente, esto ha sido muy complicado, y más cuando siempre has estado al amparo de alguien que te decía que tenías que hacer y cuando.
Aquí he conocido a gente maravillosa, ya siento enrollarme, pero me tendréis que aguantar un poquito, gracias Lucia, Marisa, Fer, Magdalena, Angustias, Carlos, Juanma y algunos más que me dejo en el tintero, no sabéis lo que habéis hecho para dar la vuelta a esta tortilla que era mi vida.
Me ha costado mucho volver a tener relaciones, y tengo que deciros que yo no sabía lo que era un orgasmo hasta hace poco, aquí sí que Fer te lo curraste muy bien. La vida por el sur es muy distinta a lo que yo estaba acostumbrada, aquí vas en falda y chanclas 10 meses al año, el bikini lo estiras desde abril hasta octubre, la temperatura es fantástica y te invita a salir y pasarlo bien, las personas también son muy "echados palante", o también que tienen mucho morro y desparpajo.
Bueno, ahora creo que ya estoy preparada para contaros una de mis experiencias.
Esto fue hace dos años, en una playa de Barbate, me invitaron a una fiesta en la playa, yo iba con mis amigas Lucia y Marisa, que son dos mujeres maravillosas y las debo mi vida, menos mal que me llevaron en coche, si tengo que ir yo no llego en la vida, tuvimos que bajar por unas piedras de una especie de acantilado y llegamos a una cala.
Un fiestón había allí montado de órdago, música, bebida, hamacas, algunos barquitos y un montón de gente. Yo no conocía a nadie, así que mientras mis amigas saludaban y me presentaban a la gente yo iba "oteando el horizonte".
Estaban los típicos guiris, las cuadrillas locales, los cachas sin camiseta y tableta de chocolate, las chicas, la mayoría con vestidos, pantalón corto y bikini, vamos que estaba bien la cosa.
Yo iba aquel día con un pantaloncito corto de color azul, una camiseta con dibujitos y el bikini de color negro, que nunca sabes donde puedes acabar. Estuve bailando con la gente, bebiendo unas copitas de rebujito, que es una bebida que yo no conocía hasta que me vine a vivir aquí, bailecitos más o menos sensuales, sentaditas por la playa, lo normal en una fiesta. Según iba avanzando la noche, algunas parejitas iban desapareciendo, otras simplemente se ponían allí mismo a hacerlo, que se podía esperar.
En una de estas que fui con Lucia a por una copa, allí estaba, Fer, 1,80, morenazo, treinta pocos, pelo cortito, cachas, pero no de gimnasio, bien bronceadito, con su torso al aire. Para comérselo.
Lucia: A este me lo cepillaba hoy yo.
Yo: Toma y yo, está buenísimo.
Lucia: Pues a que esperas, que ya va siendo hora.
Nos acercamos, allí estaba con sus amigos y le pongo la mano en el pecho y le pregunto «tú eres el que va a saciar mi sed», o algo parecido, no me acuerdo, y bueno, imaginaros la escena, sus amigotes chillando, silbidos, lo normal. Le digo «porque si eres el camarero ponme un rebujito», las risas fueron enormes.
Allí nos quedamos con ellos un rato, de charleta y risas, y por fin me dijo si quería dar un paseo, dios las ganas que tenía que me dijera algo así. La verdad es que hacia tanto que no me sentía bien que no quería que esto se estropeara, me mimaba con su conversación, pero con ese puntito que le dan los de aquí, que te prepara para algo más.
El caso es que nos fuimos de paseíto, detrás de unas piedras, nos sentamos allí, y con la excusa de que hacia un poco de frio, me rodeó con sus brazos y aquello ya no se pudo parar.
Empezamos a besarnos, piquitos primeros, besos, quiero y no puedo, mordisquitos en los labios, me excita solo recordarlo. Yo echada encima de él, besándole como si me fuera la vida en ello. Sus manos estaban en mi trasero y a mí me importaba muy poco. Quería que me hiciera lo que le diera la gana.
Nos giramos y él se puso encima de mí mientras me besaba el cuello y los labios con mucha pasión, empezó a tocarme un pecho, os juro que estaba húmeda, tenía tantas ganas que aquello me parecía que iba súper deprisa.
Nos incorporamos y me quitó la camiseta, empezó a besarme el cuello, el pecho, la tripa, me mordía la cadera, empezó a darme besos en los muslos, pero sin acercarse ni siquiera a mis pantalones y yo no hacía más que disfrutar, estaba ardiendo. Me desabrochó el pantalón, y con mucho cuidado, como si de un juego se tratara, me lo bajó despacito.
El paquete de su pantalón abultaba demasiado, se notaba que se preparaba lo mejor, yo estaba un poco sin saber qué hacer y simplemente dejándole, empezamos a besarnos de nuevo y con su mano llevo la mía a su paquete, aquello parecía una piedra, por encima de su bañador se notaban las venas de aquel pene. Metí mi mano por dentro y empecé a tocarle. En un momento ya tenía su polla fuera y yo haciéndole una paja. Allí descubrí que mi ex tenía una buena polla, pero no tenía ni idea de usarla.
Me puse encima de él, empecé a besarle, los labios, la cara, su cuello, su pecho, mientras seguía meneando aquel regalito que tenía para mí, con la lengua le chupé los huevos, me los comía, estaba depiladito, que eso ayuda mucho, y pasé mi lengua por su polla, como le gustaba. Empecé a chupársela, primero despacito, luego un poco más deprisa, sin dejar de masturbarle claro. Me gusta meterla en mi boca y jugar con la lengua con ella, a Fer le encantaba.
Mientras sin saber cómo Fer, me había quitado el bikini y tenía un dedito en mi rajita, estaba chorreando. Yo se la chupaba y él me masturbaba, un auténtico placer. Me tumbé, él metió su cabeza entre mis piernas y me hizo la mejor comida de coño que me han hecho en mi vida, chupaba mi clítoris, me lo mordía, me pegaba besos en los labios, yo sujetaba su cabeza, no quería que se moviera de allí, me metía y sacaba los dedos con tanta velocidad, mientras me chupaba el clítoris que tuve un orgasmo que pensaba que me moría. Le llené con mis fluidos la boca.
Se puso encima de mí y apuntó su polla hacia mi cuevecita, que lo esperaba con ganas, «despacito por favor» le dije. Y él muy despacito me la fue metiendo, que maravilla, poco a poco terminó por metérmela entera, yo me moría de placer, me pegó tres meneos un poco más rápidos y me fui otra vez, arqueaba la espalda de placer, se me iban a salir los ojos de las órbitas. Él esperó un poco a que me relajara y empezó a pegarme unos empujones que eran una delicia.
Me estuvo follando como un poseso durante un buen rato, era la primera vez que me follaban de verdad. Me puse en perrito, estaba yo a mil, me dijo que me agachase y pegase la cabeza en la arena, para que mi culito estuviera bien en pompa, yo pensaba que me la iba a meter por el culo y le dije que no, pero me dijo «tranquila que no es para eso». Así que yo me puse con el culo en pompa, y él me la metió desde arriba y aquello fue una barbaridad, un cúmulo de placer y dolor, porque la postura era un poco más complicada, y Fer empujando con toda la fuerza que podía, yo masturbando mi clítoris, él me la sacaba casi entera y me la metía de golpe, se me saltaban las lágrimas, pero quería más.
Allí estuvo un rato clavándome hasta el fondo aquella polla, se tumbó en la arena y me senté yo encima, yo ya no podía más, os juro que me dolía todo, pero nunca había disfrutado tanto, me puse a cabalgar aquella polla como si fuera lo último de mi vida, mis tetas botando, que de eso sí que tengo, yo le veía la cara de placer y me ponía más cachonda, me agarraba los pezones y me los pellizcaba.
«Me voy a correr», me dijo y yo, con lo poco que me quedaba me moví más deprisa aun, y noté aquel río calentito que me inundaba por dentro, su cara un poema, yo sin poder parar. Me desplomé encima de él, seguí moviéndome un ratito más para disfrutar lo que quedaba hasta que su erección desapareció. Nos pusimos a besarnos, estaba sudada, cansada, pero satisfecha. Nunca en mi vida me habían echado un polvo como aquel.
Nos quedamos un ratito besándonos y él fumando un cigarrito, el sol ya empezaba a despuntar, me lavé un poco en el mar, estaba que no podía tenerme en pie, nos vestimos y me llevó a casa. Un besito de despedida y un hasta luego.
Y hubo un luego, pero eso para más adelante, bueno si os gusta decírmelo, y si la cosa va bien, os contare más de mis andanzas.
Un beso para repartir.
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