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Categoría: En el Trabajo

Ya es la hora de la salida

Ya es la hora de la salida, a comer para mí, a descansar para ti. Por esos extraños azares del destino hoy te tocó estar durante la tarde en las oficinas del noveno piso y coincidentemente, hoy no tienes que ir por tus hijos, así que no te corre prisa por salir.

A las 3 coincidimos en el elevador, nos saludamos como siempre, con un dulce beso en la mejilla. El elevador, para no variar, funciona a su máxima lentitud, para abrir las puertas, para cerrarlas, para cambiar de piso, y, nada extraño, se encuentra con la mitad de sus luces fundidas.

Al mismo tiempo que tu se suben algunas compañeras tuyas. En el piso 8, se sube más gente, de tal forma que comienza a llenarse. Llegamos al piso 7 donde es tanta la gente que el elevador se llena a su máxima capacidad, con lo cual el espacio entre nosotros se redujo a su mínima expresión.

Con el fin de evitar suspicacias de cualquier tipo o los malos decires de la gente a nuestro alrededor, te diste la vuelta dejándome a tu espalda y comenzaste a conversar con tus compañeras, sin embargo, entre la lentitud del elevador, la media luz y el espacio tan reducido, discretamente te recargaste en mí, dejándome sentir tus atributos posteriores unidos a mi atributo frontal.

Sin poderme hacer para atrás intenté moverme a un lado, sin embargo, en el piso 6 entró más gente, de tal forma que ya no pudimos separarnos y con los movimientos de acomodo y el cariño que siento por ti, la sangre haciendo su trabajo, terminé por extenderme. Al sentirme, tu primer impulso fue apartarte, sin embargo, ya no había espacio, y no te quedó otra opción que relajar tu peso sobre mí, con lo cual, mi erección se fortaleció y sentí una mayor presión de tu parte.

Con el fin de disimular tu respiración que comenzaba a agitarse, comentaste “hace falta aire aquí”, a lo cual, tus compañeras asintieron, sin sospechar el ligero roce que de mí en ti.

Transcurrió el viaje por el quinto piso, el cuarto… el tercero… nuevamente se abrió la puerta y alguien salió, lo que aligeró la carga de gente, sin embargo, si te moviste fue únicamente para acomodar tu cadera sobre mí.

Piso dos, primer piso… finalmente, planta baja. Comenzó la lenta salida de la gente y yo, por obvias razones permanecí en el interior del elevador. Al salir, pretextaste el olvido de tu cartera y regresaste al interior conmigo. Las puertas se cerraron y, una ves solos y habiéndose cerrado el elevador, nos fundimos en un apasionado beso.

Subimos hasta el piso 10, en mi oficina, aprovechando que ya todos salieron a comer. Entramos, cerramos la puerta con llave, y allí, comenzamos un juego de caricias sobre y bajo la ropa, acompañadas de largos besos que recorrían las partes visibles de la piel, su sentada en mi sillón, yo, de rodillas frente a ti.

Después, cuando las respiraciones agitadas nos lo exigieron, subí tu falta hasta llegar a tu pequeña ropa interior, la cual suavemente deslicé hacia abajo, hasta dejarla colgando en uno solo de tus tobillos.

Mis labios y mis manos recorrían tus piernas, a veces con lentitud, a veces con rapidez y finalmente, mis labios se posaron sobre tu pubis, sintiendo el bien recortado y rasurado bello, entonces, mi lengua comenzó a buscar tu clítoris, jugueteando con tus labios exteriores e interiores. Jugueteo que se extendió en el tiempo hasta que tu respiración se convirtió en una profunda exhalación.

Con una sonrisa me hiciste sentar en la repisa frente a la ventana, seguías sentada y te flexionaste al frente, de tal forma que tus manos comenzaron a recorrer mis piernas, hasta llegar a la hebilla del cinturón, la liberaste, abriste el pantalón, bajaste un poco el calzoncillo y finalmente liberaste, suavemente mi miembro palpitante.

Las suaves caricias de tus manos me hicieron sentir mil cosas, en tanto, siempre con lentitud, posaste tus labios en mí, tu lengua comenzó a juguetear sobre el glande y a recorrerme en toda la extensión… tu boca hábilmente recorría cada centímetro de mi miembro, hasta que finalmente te pusiste de pié y te sentaste en mí.

Apenas sin movimientos, muy leves, la penetración fue total y al cabo de unos minutos, nuevamente llegaste al clímax, al tiempo que yo explotaba dentro de ti.

Un nuevo beso, largo y suave. Nos arreglamos la ropa y salimos con la sonrisa plena y llenos de emoción.
Datos del Relato
  • Categoría: En el Trabajo
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