~Aún con nuestros cuerpos ardientes y llenos de pasión, salimos de la piscina y nos fuimos a su casa.

Me abrió la puerta para que entrara delante y me encantó pasar tan cerca de su torso, me volvía loca su olor viril y el calor que emanaba su cuerpo. Aún seguíamos con nada más que los bañadores puestos, me miró de arriba a abajo y me dijo: "no quiero que cojas frío" y pasó sus brazos alrededor de mí para desatarme el bikini por detrás. Mientras deshacía el lazo, aproveché que su pecho estaba delante de mi cara para empezar a lamérselo, le chupé un pezón subiendo hasta el cuello y mordisqueé su oreja. La parte de arriba de mi bikini cayó al suelo, puso ambas manos sobre mis pechos desnudos y empezó a acariciármelos a la vez que metía su lengua en mi boca. Nos besamos con mucha pasión, nuestras lenguas jugaban dentro y fuera de nuestras bocas, gemíamos y nos comíamos los labios. Me cogió de las nalgas y de un salto me subí en sus caderas, abrazándole con mis piernas; comenzó a comerme los pezones, a lamerlos y me puso contra la pared helada, mis pezones lo notaron y al instante se pusieron tan duros como una piedra, lo que provocó en él una sonrisa pícara que me volvía loca. Me apretaba contra la pared más fuerte mientras su miembro rozaba mi entrepierna, la tenía tan dura y tan gorda... que no podía dejar de pensar en que me la metiera lo antes posible.

Puso una de sus manos en mi braguita, justo en la entrepierna, la acarició, me miró a los ojos y me dijo: "me encanta que estés tan húmeda para mí". Empujó una puerta y entramos en una habitación, sin dejar de besarnos apasionadamente; yo sin darme cuenta me movía alante y atrás sobre él, sólo pensando en cuándo me la metería. Cada vez tenía la braguita más mojada, su bañador parecía que iba a explotar de lo gorda que la tenía. Me dejó sobre su cama, aproveché para quitarle el bañador, no podía dejar de mirar lo grande que la tenía, sonrosada, gorda y llena de placer para mí. Me quité mis braguitas, se las di y le dije: "me encantaría que me la metieras, hasta el fondo, a cuatro patas" y sus ojos lo dijeron todo, no hicieron falta más palabras. Me giró y me inclinó sobre la cama, yo me arrodillé y separé lo más que pude las piernas, giré la cabeza para verle los ojos y le susurré bajito: "fóllame..." Fue tal la embestida que tuve que gritar, lo deseaba tanto, tenía tantas ganas de sentirla otra vez dentro de mí, estaba tan gorda y húmeda... Mi flujo se derramaba por mis muslos, chorreaba sobre la cama, su verga entraba y salía con fuertes embestidas, no podía parar de correrme, de gemir, de suplicarle que siguiera, que me la metiera más y más adentro, que no parara nunca. Agarraba mi trasero para meterla muy adentro y muuuuy fuerte, mmmmmm. Quería mirarle a los ojos, me encantaba ver su cara de estar gozando, se mordía los labios y jadeaba, me decía que no iba a parar hasta que yo se lo pidiera. Yo sólo podía entrecerrar los ojos, nunca me había imaginado tener orgasmos uno detrás de otro, le decía: "¡sigue sigue sigue!" Su ritmo fue bajando, me la metía muy muy despacio, aquello era una sensación increíble, rozaba cada milímetro de mi vagina. Me preguntó con voz juguetona: "¿quieres que siga?" Yo no quería que parara, pero en ese momento me apetecía hacérselo yo a él, así que me giré y le dije que se tumbara, "es hora de cabalgar" le dije.

Se tumbó, me abrí de piernas sobre él, contoneé mi cuerpo delante de sus ojos, se le salían de las órbitas, me puse de cuclillas sobre su verga, la rocé con mi vagina, sólo un poco, gimió pero no dijo nada, otra sonrisa pícara que me volvía loca. Sólo rocé la puntita de su miembro con mi entrepierna, metí la puntita, la saqué mientras lamía mis labios y me los mordía. Se estaba volviendo loco pero le dije que me apetecía jugar con él. Me dijo: "me encanta que juegues conmigo, niña mala" y me guiñó un ojo. Metí un poco más en mi vagina pero la saqué rápidamente, jadeamos; puso sus manos en mis pezones, empezó a jugar con ellos. Por fin me dejé caer y entró hasta el fondo. En esa posición parecía que su verga atravesaba todo mi cuerpo, era como más la notaba dentro de mi. Me moví alante y atrás, super despacio, sin sacarla de mí, me encantaba hacer eso porque mi clítoris estaba muy sensible y moviéndome de esa forma, lo estimulaba muchísimo, tuve de esa manera un orgasmo increíble, me dijo: "córrete, sí, córrete sobre mí tantas veces como quieras, me encanta sentir tu corrida en mi piel" Después del primer orgasmo empecé a saltar, a cabalgarle como una diosa, me agarró de las nalgas y me embestía más fuerte aún, empujaba mis caderas contra sí mismo y eso fue el éxtasis del placer. Cada vez daba saltos más rápidos y cada vez me la metía más adentro, jadeamos y nos corrimos en un orgasmo intenso y muy fuerte. Yo notaba cómo mi corrida inundaba su verga, chorreaba, y sentir su leche ardiendo dentro de mí fue una sensación indescriptible. Me cogió las manos, se incorporó y me besó, le abracé mientras nos besábamos y mis pezones aún estaban duros y rozaban su pecho. En el espejo de la habitación la imagen era de lo más caliente: desnudos, sudados, abrazados, besándonos, él sentado sobre la alfombra y yo sobre su verga que aún no quería salir de mi cueva. A poco que me movía la notaba, los besos volvían a ponernos a tono, la imagen del espejo, la mirábamos, nos mirábamos, nos reímos... Pero inconscientemente yo seguía allí montada moviendo mi cadera lentamente, notando cómo se ponía poco a poco más dura... La verdad es que lo que veíamos en el espejo nos gustaba y mucho, no queríamos parar... Un espejo y dos deseosos de sexo... mmmmmmmmmm