Definitivamente el tratar con personas impuntuales y aguantar sus informalidades no es mi fuerte, sin embargo no podía rechazar una invitación a una fiesta de XV años, de esas fiestas en las que todo parece ser una despedida, repentinos lloriqueos por haber logrado un año más de vida, que no le veo la diferencia cuando se cumplan 14 o 16…sin embargo el hecho de haber esperado a las demás parejas en una calle para poder irnos juntos hizo que llegáramos dos horas y media más tarde, y cuando la comida ya la habían servido, el clásico spaghetti a la boloñesa, carne con salsa de champiñones y verduras y un flan como postre, el pastel de 5 pisos de chocolate y que a mi gusto no podía haber más cursilería en los adornos del salón que en el pomposo vestido de la festejada, es por demás decir que yo no pedí dicha fiesta a mis papás, cuando cumplí mis quince primaveras bastante bien vividas. No acostumbro comer tanto ni con tantos sabores revueltos y mejor me dediqué a ver cómo actuaba la gente, como iba vestida, cómo se comportaba, uno de los familiares que yo hasta entonces no lo conocía nos ofreció a mi acompañante y a mi una copa de vino, posteriormente nos preguntó, (a mí indirectamente) si me hacía falta algo o si quería un poco más de beber, un muchacho muy atento, demasiado diría yo, sin embargo cuando eran más frecuentes sus actitudes serviciales me llamó más la atención, el no dejó de observarme durante la fiesta, quizá desde que llegué se fijó en nosotros, que cuando más quieres pasar desapercibido por la falta de formalidad más se dan cuenta, sin embargo el no dejó de atenderme, no era muy alto, tenía ojos muy tiernos pero que seguramente detrás de esa ternura había algo oculto, algo que definitivamente tramaba, el estaba sentado del otro lado del salón, que en momentos llagaban a coincidir nuestras miradas, y solo una leve sonrisa, junto al gran salón había un hotel, mi acompañante no había pensado en quedarnos, pero nuevamente la informalidad hizo que fuera imposible regresar después de habernos quedado apenas unas horas y sin haber “disfrutado” del gran baile habitual, cuando mi acompañante fue a apartar una habitación, aquel muchacho no perdió oportunidad y se acercó para decirme que a la hora de tan odiado baile me esperaría afuera, era obvio las intenciones de tan atento muchacho, estaba de sobra el tratar de adivinar qué era lo que deseaba, los nervios empezaron a trabajar a mil por hora, de igual forma la mente al pensar que iba a decir cuando tuviera que ausentarme, sin embargo era más la excitación y la expectativa de lo que vendría que la preocupación de perderme el gran baile. Yo iba vestida con un vestido negro, un poco entallado quizá y con tirantes, sin ropa interior para evitar arrugas antiestéticas que pudiera formar el vestido, zapatos abiertos con una tira que rodeaba mi tobillo y el cabello suelto. El con saco oscuro, una camisa blanca y una loción tan inolvidable que puedo todavía oler al recordarlo, empezaron los bailes desde la famosa “salsa” hasta el “punchis-punchis” que se oye en la disco, pasando por cumbias, rock and roll y merengues, todos los bailé, y entre vuelta y vuelta coincidían nuestras miradas, llegamos a bailar con nuestras parejas juntos, sin que nadie sospechara lo que vendría después. La muchacha que organizaba el evento y que anunciaba las piezas de baile dijo: “Invitamos a todos a tomar asiento y presenciar el baile de XV años de Silvia” el corazón me palpitó, y los nervios aceleraron mi pensamiento para poder tener una excusa y ausentarme en el momento ya que mi “amado” estaría esperando afuera, el calor me saturaba sin saber si era por tanto haber bailado o por los nervios de la futura travesura, sin más, discretamente vacié mi copa de vino sobre mi vestido e inmediatamente me disculpé, me levanté y dije que iría al tocador a enmendar dicha “torpeza”, caminé por detrás de la decoración del salón, y cuando estaba a punto de salir tomaron mi brazo y me jalaron a un lugar oscuro, no se podía ver absolutamente nada, apenas entré se prendió un foco que apenas iluminaba el lugar, era un cuarto donde guardaban los vasos, los cubiertos y lo necesario para dichos eventos, y cual fue mi sorpresa que al ir avanzando, empecé a ver una silueta, olía a perfume, lo cual hizo que me extrañara, ya que en todo caso esperaria oler una locion, y me encuentro frente a mi, a una muchacha, ansiosa de “empezar algo”, yo no sabía que hacer mi encuentro seria con un hombre no con una mujer, empezó a decirme que el muchacho la habia ayudado a que yo asistiera a la cita, pero era ella quien queria estar conmigo, dijo que estaba un poco pasada de copas y confesó que las mujeres le gustaban tambien, me senti halagada puesto que no solo a los hombres les gustaba sino tambien a las mujeres, o al menos a ella, le dije que nos diéramos prisa ya que teníamos como fondo las piezas musicales que la quinceañera iba bailando, empezó a besarme con tal dulzura¡ tenía el cabello lacio, largo, sus labios eran los exactos para los mios, para comerla tan suave, me bajó el vestido de arriba y lamió mis pezones, con gran dedicación, yo sobé su panochita con mi mano y ella levantó su pierna, la recargó en una mesa que estaba por ahí, la cargué y la senté ahí mismo, le besé su panochita tibia, que al igual que yo estaba descubierta, mi cabeza estaba cubierta por su vestido guinda, como de seda, sus gemidos puedo todavía oirlos en la noche cuando la recuerdo, masqué sus pezones duritos, los lamí como se saborea el más preciado de los dulces, mis dedos alcanzaban perfectamente a tocarle lo más fondo de su conchita, a sentir el tope de su panocha que punzaba al sentirme acariciarla, entre los vasos y cubiertos y demás cosas había un cono para decorar con el merengue el pastel y se lo metí poco, a poco, muy suavecito, no quería lastimarla, y lo sentimos tan delicioso las dos, iba entrando desde lo más angosto hasta lo más ancho, varias veces, ella se recargó en sus codos y se reclinó para atrás un poco, era toda mía, con una mano le jalaba sus pezones y con la otra rítmicamente se lo metía, de vez en cuando alcanzaba a darle un beso, pero era tal mi preocupación por hacerla sentir bien que no pensaba en nada más, ella se vino primero, después cambiamos lugares y era ella quien me la sobaba, yo estaba a punto de terminar y lo logré cuando me dijo al oído “eres hermosa”, eso aumentó mi final excitación y nos abrazamos, mientras oíamos, que se cedía el micrófono al papá para agradecer nuestra presencia y yo se la agradecía a ella, todo pasó en 15 excitantes minutos, nos vestimos, nos dimos un último beso apasionado, primero salí rápidamente y me fui a mi lugar donde discretamente me paré atrás de mi acompañante y empecé al mismo tiempo que los demás a aplaudir las últimas palabras de ese evento, supuestamente contagiada de tanta cursilería…y ahora, me pregunto quien la habrá pasado mejor?
super excitante, me encanto hiciste que se mojaran mis panties..... wow