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x) José y yo, yo y José

Continuación de: El huerto de papá



Los dos íbamos muy excitados y jadeando por la carrera subiendo las escaleras, entramos en mi habitación y José se dejó caer en la cama arrastrándome en su caída.



-¡Joder! Alonso, las ganas que te tenía. -se abalanzó sobre mi besándome poseído por el deseo, pensé que quería violarme por lo apasionado que estaba.



-Eres lento para decidirte hermanito, me tenías para ti en cualquier momento, bésame, ahora me tienes a tu disposición, haz de mi lo que desees. -le gustaba besar y lo hacía con muchas ganas, quería sacar toda su pasión, besando y lamiendo a su hermanito mayor, estaba hambriento y me iba a comer.



-Que rico besas pequeño, cómeme la boca, tómame hermanito. -su calentura me ponía a mil, me acariciaba el pecho desnudo y frotaba el suyo lleno de vello con el mío limpio y delicado, me sobaba el pene por encima del pantalón y no dejaba de besarme la cara, el cuello, y meter la lengua en mi oído como si estuviera poseído.



-Eres como una chica Alonso, tu piel es delicada, deliciosa y tus tetitas me saben ricas. -me mordía las tetillas y las chupaba querido extraer lo que no podían contener. Por mucho que ellos me vieran como una chica tenía un pene y no una vagina.



Quería una guerra de lenguas y me la empujaba con la suya provocador y yo le atendía, metía la mía en su boca donde me la chupaba dejándomela seca, me perforaba la boca con la lengua metiéndola hasta el fondo abriendo mucho su boca y obligándome a que yo también lo hiciera.



Cuando él me la daba se la aspiraba con ganas exprimiéndola como si fuera un caramelo ácido, y se la mordía para provocarle. Con las bocas bien abiertas, cubriendo la una a la otra, y besando fuera y dentro no dejábamos de saborear nuestra saliva. Nos mordíamos los labios llevados de nuestro delirio.



Pasó de mi boca a la cara, a las orejas y el cuello, aquí comencé a gemir, era un lugar tan delicado, tan sensible para mi.



-¿Te gusta? Dime cuando algo te agrade.



-No me dejas José, solo puedo gemir mi amor, eres genial hermanito, sígueme besando. -me abrazó con fuerza uniendo los pechos a la vez que me comía las orejas y yo le hacía lo mismo.



-Desnúdate, quiero tenerte sin ropa. -rápidamente me quité el pantalón y el slip quedando como él quería, él hizo lo mismo. Miraba su hermoso cuerpo de joven macho, húmedo por el sudor, oliendo a hombre viril. Y comenzó a acariciarme las nalgas, y le detuve.



-Quiero ver como te ha quedado la polla, déjame verla. -la tenía dura y tirando líquidos que le salían del prepucio que cubría el glande, se lo bajé y lo lamí para que sus jugos no se perdieran, me sabían ricos. Su prepucio se corría sin problemas, no se le notaba el corte en el frenillo, era un pene precioso y sabroso que lo volví a chupar engolosinado con él.



-Déjame la verga, no me quiero correr Alonso, te la quiero meter en el culo. -comenzamos a besarnos más despacio para no terminar antes de tiempo, sobando con placidez cada rincón de nuestras anatomías, besándole la axila con sus pelos negros y duros, que me encantan como los tienen, casi iguales, mis cuatro hombres.



Le dejé que marcara el ritmo y fuéramos haciendo lo que a él se le ocurriera en cada momento, cogió mi polla, por supuesto más pequeña que la suya.



-Voy a chupártela, quiero probar tu verga, Óliver nunca me dejó que se lo hiciera. -a pesar de que era su primera vez no lo hacía mal y ponía toda su voluntad en comerla, imitando lo que me había visto hacerle, se atragantaba y se la sacaba para lamerla de mil maneras.



-Me gusta, sí, me encanta el sabor y como la siento en la boca. -ya sabía que José no era como mis otros hermanos, lo intuí cuando se la chupé por vez primera y logré meterle el dedo en el ano. Al menos resultaba bisexual y le gustaba hacer de todo, me alegré porque disfrutaría gozando de todas las maneras del sexo.



Rápidamente aprendía, le salía innato, le gustaba y disfrutaba mi polla, cuando lo hiciera con una verga mayor notaría la diferencia, se dio cuenta de que además de la polla tenía mis testículos y comenzó a lamerlos. Me encantaba como se los comía y empecé a acariciarle el pelo al sentir las brutales aspiraciones que me hacía tragándose los huevos.



Gemía del placer que me daba, mi niño se convertía en un hombre haciéndome gozar, suspirar, gemir y sentirme en el cielo, sentía el cosquilleo en mi abdomen.



Me encontraba con mi hermanito comiéndose mi pija y los huevos y no dejaba de gemir sollozante, le tiraba a veces de los pelos para que me soltara los huevos y los dejara descansar un momento.



En eso descansos volvía a chuparme el pene y resultaba peor, me daban tiritones y tenía que contener las ganas de correrme.



-¿No quieres follarme ya? Me vas a hacer que me corra. -no tenía prisa y dejó tranquila mi verga y los huevos para caminar con la boca hacía arriba, pasando la lengua por los abdominales y chupándome el ombligo, dándome pequeños mordiscos en el abdomen y otra vez a las tetitas, yo le agarraba de las orejas tirando de él para que me dejara y volvió a besarme la cara.



-Quiero lamerte el culo. -me hablaba lleno de lujuria, no creía que José fuera tan sensual hasta querer cosas que no había hecho.



-Sí, mi amor, experimenta conmigo, cómeme el hoyito cariño, es todo tuyo.- me coloqué arrodillado y me abrí el culo con las manos, comenzó a hacerme un trabajo delicioso, gozaba con su lengua lamiendo el ano con fuerza y queriendo penetrarme.



Estaba llegando a límites no pensados, sobre todo con un joven sin experiencia pero que aprendía a pasos agigantados, me tenía atónito, no recordaba que yo fuera así cuando empecé con papá y Juan Carlos.



-Dame la polla amor, tengo el culo esperando por ella. -por una vez me hacía caso y colocó la punta en mi ano.



-Empuja, dale fuerte para que entre. -eché las manos hacia atrás y le cogí de los glúteos, tiraba para que entrara, él titubeaba con miedo, y como la sentía encajada en el conducto tiré el cuerpo hacia atrás y el capullo de su verga entró en mi ano.



.¡Ahhh! cariño, entra más. -se quedó un instante quieto y me percaté de que estaba analizando si sentía algún dolor, me dejo claro que no era así al entrar sin detenerse y encularme todo el pene.



-¿Cómo estás José? -le apreté las nalgas con las manos, tirando para encajarle bien en mi ano.



-Bien, no siento dolor, solo placer y tu culito caliente. -gozaba y le temblaba la voz, era la primera vez que follaba un culo y le gustaba, le notaba regodearse moviendo la verga en círculos, experimentado en el culo entregado de su hermano.



Fueron unos segundos de prueba y enseguida comenzó a entrar y salir mientras yo gritaba de gozo, después de unos minutos follándome, no podía aguantar más y llevé la mano para agarrarle los huevos y apretárselos contra el ano.



-Me corro José, me vengo amor. -y antes de que de mi verga salieran los chorros de semen, notaba como él se convulsionaba apretando, queriendo clavarse más y comenzó a eyacular.



Había sido increíble, un maravilloso placer para los dos y no dejaba de montarme subido sobre mi espalda, con la verga en mi culo y al final fatigado se detuvo.



-Te quiero Alonso, gracias, gracias, gracias. -con cada palabra me entregaba un beso en la espalda, hasta que su verga fue perdiendo rigidez escapándose lentamente de mí culo.



-Mi pequeño hermanito, yo también te quiero. -le acaricié la cara con la mano y la pasé dejándola sobre la espalda.



Estábamos tumbados boca abajo y con la cabeza girada para mirarnos sonriéndonos embobados, le veía tan encantador, tan dichoso.



-¿Lo has pasado bien, te ha gustado?



-No creía que fuera tan fuerte, lo imaginaba como cuando me masturbo y ahora no se como voy a pararlo. -sus palabras hicieron que sonriera, deslicé la mano hasta su redondo culo, la pasé por él notando su vello suave y se lo azoté intentando meter después los dedos en la raja.



-No necesitas detenerlo, al contrario, tienes que gozar todo lo que no has hecho hasta ahora. –al fin introduje los dedos entre sus nalgas, al principio las contrajo cerrándolas, y un segundo más tarde se relajaba y me permitía que le acariciara el ano.



-Quisiera sentir lo mismo que tu, que un hombre me la metiera para poder gozar lo que te he visto disfrutar, pero tengo miedo. -retiré la mano para mojármela en saliva y volví a su ano para seguirle acariciando.



-Si quieres yo puedo hacértelo, y no tienes que sentir miedo, no necesariamente se siente siempre dolor, solo en alguna ocasión y luego compensa con el place que se siente. –recordaba lo dulce y delicado que fue J.C al desvirgarme.



-Me la quiso meter Rafa una vez, solo fue el glande y me hizo sangrar. -me estaba refiriendo lo mismo que me contó Rafael.



-Yo no soy Rafi mi vida, y mi pene es más pequeño. ¿quieres que lo intentemos?, Iremos poco a poco y si te duele lo dejamos, a mí también me gustaría desvirgar tu culito, es precioso. -no esperé que lo aceptara, mis dedos no habían abandonado su ano y sentía como se iba excitando y vibraba bajos mis dedos.



Ahora era mi turno, tenía que enseñarle el placer que podía recibir con una buena follada de su ano, a que no tuviera miedo para entregarse a los viriles machos que desearían follar, estaba dispuesto a hacerle el beso negro mejor de su vida, a comerle el culito como no se lo volverían a comer. Le pedí que se pusiera en la misma posición que yo adopté para que me fornicara.



Se colocó arrodillado y con el pecho sobre la cama, sus nalgas resultaban muy bonitas adornadas con la sombra oscura de los vellos, en la raja y alrededor del ano tenía más pelo como en los testículos y perineo. Le separé decidido las nalgas para verle el agujero, virgen aunque mi hermano se lo hubiera roto, y en un momento me pediría que se lo volviera a romper sin importarle que hubiera dolor.



Hundí la cara en el manjar que tenía al frente y comencé a pasar la lengua con ganas, apuntando con la punta afilada a la entrada de su ano, mis caricias anteriores había hecho su efecto y tenía el ano relajado, poco a poco conseguí que mi lengua entrara, la sacaba y metía apretando con fuerza y José gruñía y gritaba pidiéndome más, y como a mí me gustaba le atendía volviendo a entrar y salir de su culo, me encantaba.



Aproveché que él se abría las nalgas para agarrarle la polla y los testículos y tiraba de ellos, en otros momentos le mordía sus riquísimas montañas de carne envueltas en suave vello oscuro, Se lo chupé hasta que le quité todo el sabor poniéndolo en el disparadero del deseo, movía las caderas y el culo como si fuera una hembrita pidiendo la verga del semental que la preñara.



Deseaba comerme a mi hermano que me excitaba hasta lo indecible con sus continuos gemidos y roncos chillidos.



-¡Ohhh! Sí, que rico Alonso, me vuelve loco tu lengua hermano, métemela más hondo, quiero que me folles con ella. -comenzaba a estar en el lugar al que deseaba llevarlo, a la entrega total a su hombre que era yo, y me animaba sabiendo que lo estaba haciendo bien y le gustaba.



También le comía la verga, y los huevos haciendo lo que él me hizo para que supiera lo que se sentía al tirar de ellos con los labios. Tenía la polla durísima y hacía movimientos cuando la tenía en la boca queriendo descargarse. Dejé de lamerle el agujero del culo y me puse detrás de él, para que comenzara a sentir mi herramienta y que su culo se acostumbrara a ella, apretando en la entrada sin meterla, en ese momento me chupé un dedo para jugar con él dentro de su ano y se lo fui metiendo, oponía una pequeña resistencia hasta que se relajó, luego fueron dos y entraban y salían sin que se quejara.



Pensaba que había llegado el momento de intentarlo y me puse saliva en la mano para distribuirla por mi polla dura como un hierro, lubriqué bien el precioso hoyito y metí los dedos por última vez.



-Te la voy a meter mi amor, por favor relájate y me dices si te hago daño. -notaba las contracciones de su ano en el glande, como se abría y cerraba como si fuera una boca angustiada.



-De cuerdo, la quiero, la deseo como a nada, pero que sea despacio. -sujeté con fuerza su cadera con la mano izquierda y guié la polla haciendo fuerza. Cerraba el culo y no entraba.



-No hagas eso, te va a doler, tienes que relajarte. -no dejaba de apretar sin mucha fuerza para tranquilizarle y le besaba y acariciaba la espalda y la nuca, hasta que se relajó y abrió el ano para dejar paso a mi polla y entró la cabeza.



-¡Ahhhhh! -fue una exclamación tan fuerte que me alarmó, pero no se la saqué y hacia fuerza empujando para que no me la expulsara.



-¿Te duele?



-No, no, la siento dentro, sigue. -su esfínter cedía lentamente y no hacía fuerzas, solo gemía y supe que le dolía, a pesar de que no quería que me detuviera, estaba dispuesto a aguantar como todo un macho confiando en mi y el premio que le había prometido.



Mi polla iba entrando centímetro a centímetro en su recto hasta que se la clavé entera, hasta que mis testículos quedaron pegados a él.



-Ya está mi amor, ya eres mío. –el sentimiento de posesión me salía del alma, entendía muy bien el sentimiento de un macho ante su hembra rendida y entregada. Comencé a acariciarle la espalda y a darle besos para calmarle con todo mi inmenso cariño, sabía que me había mentido y que tuvo cierto dolor para soportar mi verga dentro de él.



-Tranquilo bebé, te quiero. –y me dolía lo que le estaba haciendo, totalmente necesario para que pudiera experimentar a pleno su naturaleza homosexual, y era mejor que fuese yo y no otro.



Estando abrazado a su espalda, empecé a moverme lentamente para terminar de dilatarle el ano y que la verga pudiera resbalar dentro de su recto, su ano comenzó a participar envolviendo y apretando mi verga, experimentando la sensación de sentir mi pene en su interior.



-Alonso, te siento dentro, tu polla está muy rica, me muero de gusto. – dejó salir un hondo gemido y empezó a mover la cintura probándose así mismo lo que pudiera hacer. Mi hermanito estaba comenzando a disfrutar de un pene en su culo y sabía como moverse, terminaría siendo una buena hembra con aspecto de macho peludo, que deleitaría a muchos hombres cuando se vaciaran dentro de él.



Le dejé que él mismo se fuera trabajando el culo, tan húmedo, y tan ardiente, y que nunca había tenido una verga dentro de él y ahora sabía lo que se podía gozar.



Me enardecía y necesitaba moverme, empecé a meterla y sacarla jugando a la vez que él, lentamente al principio y después me lo cogía con ganas dejando salir la polla y entrando hasta el fondo. Me encantaba escucharle gemir sin poder hablar, girando la cabeza para ver al machito que lo montaba y le daba placer.



Mi polla, al no ser muy larga y con la violencia de la follada, se me salía de su culo y él mismo la cogía para enchufársela. Quería cambiar de postura para mirarle la cara cuando se corriera y le pedí que se diera la vuelta sacándole la polla, me miraba con cara lastimera pensando que todo había acabado.



-Quiero mirarte precioso, ver tu hermosa cara cuando te llene de semen. -subí sus piernas a mis hombros y se la volví a meter, ahora sin miramientos, a lo bestia y gritó, de placer y de dolor, pero no me rechazaba, me sujetaba de las nalgas para que entrara más, necesitaba que le llenara.



-Me voy a correr amor.



-Yo también, aguanta un poco. -le sujeté la polla para masturbarle y precipitar su venida y no fue necesario, me apretó el pene con el ano y se convulsionó sacando latigazos de semen que le llenaban el pecho.



Me clavé en su culo y sentí que me moría vaciándome los huevos llenándole el recto de leche. Caí sobre José, sobre su abdomen y pecho cubiertos con su blanquísimo y espeso semen.



Le acariciaba y besaba sintiéndolé desfallecido debajo de mi. Estábamos abrazados, con mi verga dentro de su culo formando una unidad, no quería sacarla de su desvirgado culo pero se fue ablandando y su culito la expulsó. Habíamos quedado completamente llenos de semen y fui pasando la mano extendiéndolo por su pecho y el mío, admirado de la cantidad de esperma que había echado.



Nos quedamos rendidos después de la doble sesión de sexo, con mi mano sucia de semen sobre su pecho.



-¿Qué te ha parecido?



-¡Brutal! ¡Magnífico! Follas divinamente y me has hecho gozar, voy a querer repetirlo. -nos reíamos los dos mirándonos a los ojos.



-José, mi amor. ¿Te ha dolido?



-El placer lo ha compensado, eres delicioso y tu polla divina no como la de Rafa.



-Te equivocas, la de Rafael es buenísima y de la Óliver y papá lo mismo, lo que os pasó fue que no tuvo paciencia o no sabía, ahora lo hace diferente. Tienes que probarlas mi vida, cuando tu culito esté preparado lo vas a pasar genial con sus vergas y ellos con tu culito.



De momento me sentía satisfecho con el resultado obtenido, mi hermanito había probado las dos cosas, y si además le gustaban las chicas, como parecía que era, tendría una vida plena de placeres.



Juan Carlos vino para pasar la Navidad con sus padres, pero solo fueron tres días y no pudimos estar mucho tiempo hablando, no había hecho el viaje por mi y tenía otros compromisos, al menos pudimos comer un día los dos solos para que me contara como veía su nuevo trabajo.



En principio vivía en la casa de su socio, era un señor mayor que estaba solo y que adiviné, mal pensando, que mantenían algún tipo de relación además de la profesional y de trabajo. Era su vida y no tenía que darme explicaciones si no lo deseaba.



Estaba mirando casas para comprarse una, no sabía si lo decía como disculpa y no tenía motivos para hacerlo, sabía cual había sido su vida hasta ahora, no me extrañaba que siguiera con sus costumbres y se follara pasivos y mujeres si le apetecía hacerlo, yo también lo hacía sin remordimientos, y a mi pesar, sentí que deseaba a mi amigo en lo sexual como antes.



Había cogido unos días de descanso y me había olvidado de la fiesta de Alex cuando Davy me llamó para ir los dos juntos, se celebraría en su casa y sabía donde vivía, pero la verdad, que prefería ir con Davy y no encontrarme solo.



Hacía dos días que Juancar se había ido y me sentía mustio, triste, notaba que me dejaba así cuando se marchaba, y recibí la llamada de Davy con alegría, deseaba divertirme y olvidar lo que sentía por culpa de J.C.



Quedamos para ese día 29 de Diciembre, dos antes del último del año. Le dije a mi padre que seguramente no volvería esa noche, para que se quedara tranquilo le hice saber que sería una fiesta en la casa de Alex y que estaría mi jefe, a pesar de que tenía más de veinte años continuaba preocupándose de mí, porque pudiera pasarme algo malo, cosas de padres.



Me invitó a comer para que estuviera con los chicos, los cuatro eran tranquilos, pacíficos, y no causaban problemas, pero también, con la confianza de sentirse queridos, se volvían revoltosos. Juan, Lara y el resto del personal de la casa los adoraban. La casa, cementerio de granítica piedra, se convertía a veces en ruidoso y cálido hogar.



Cuando llegué jugaban en el jardín tirándose bolas de nieve entre ellos, y contra un inmenso muñeco que habían construido a base de dos gigantescas bolas del blanco elemento. Me recibieron, como era de esperar, haciendo que tomara el puesto del muñeco y siendo blanco de su certera puntería.



Eran cuatro contra uno sin contar a Davy que, a veces sin lanzarla, me amenazaba con tirarme la que portaba en la mano, hasta Guay y el viejo chucho de las orejas grandes me ladraban, como si yo fuera el enemigo y todos hicieran causa común contra el extraño.



Me encantaba el grupo a pesar de ser el gran perdedor, la nieve era de la noche pasada y ahora, en algunos momentos, salía un mortecino y triste sol. Tuve suerte al tomar Misha partido por mi causa y terminar siendo él el bombardeado por traidor entre gritos de protesta.



Estuvimos un buen rato jugando y los chicos no se cansaban, deseaban continuar hasta que Juan apareció por la esquina de la casa para buscarnos. Terminaron totalmente mojados y tenían que bañarse y cambiarse de ropa, mientras tanto Davy me enseñaba como había quedado la reordenación del jardín interior.



Los grupos de jardineras que formaban conjuntos florales diferentes habían sido desmontados, y dispuestos en filas a los largo de las cuatro paredes de columnas del enorme patio, y el centro lo habían dejado libre para que los chicos tuvieran espacio para sus juegos, el invierno estaba resultando de una crudeza inusitada este año, con abundantes nevadas que impedían que los muchachos salieran al jardín y zonas de juegos.



Miraba a Davy ilusionado por su labor y disfrutando de lo que hacía, cada vez me reafirmaba más en mi convicción de la excepcional persona que era, lo conocía de dos años solamente y no dejaba de sorprenderme, no por el dinero que empleaba para ello, y que no tenía importancia para él, era por su decidida entrega a su labor.



A veces, al pasar por la puerta del salón de música, le escuchaba en los ensayos, y es cierto que parecía enfadado en ocasiones puntuales, y se le escapaba un exabrupto o salida de tono en su regular forme de comportarse, y como luego sufría malhumorado al no encontrar la manera de disculparse por la brusquedad empleada. No podía evitar sentir sumisa admiración ante su fuerte personalidad.



Después de que los muchachos estuvieran más de un año con él no se lo tomaban en cuenta, o rápidamente lo olvidaban.



Comimos para pasar después a ver una película de dibujos animados, estuvimos un rato con ellos y los dejamos allí para ir a prepararnos, en realidad yo lo estaba, solamente Davy se dio una ducha y se colocó ropa más elegante y cómoda. Le veía guapísimo y sumamente interesante.



Llegamos a la casa de Alex, llevó un coche, aunque podríamos haber ido andando si no hubiera sido por la nieve acumulada en las aceras, mientras las zonas asfaltadas estaban más despejadas.



Estaban una veintena de personas, María y Mikel entre ellas y me entretuve hablando a su lado, Davy nos dejó para hablar con otros y vino Alex con quien, a pesar de no haberle visto desde hacía tanto tiempo, recordaba muy bien. Me besó como saludo delante María y su novio.



-Quería presentarte a Fabricio. -el hombre me dio la mano, sabía que también me reconocía, por la profunda mirada de su oblicuos ojos que parecía se le iban a escapar de la cara. En otra persona sus ojos hubieran resultado un tanto extraños, en sus rasgos encajaban haciéndole parecer interesante y sensual.



-Nos hemos visto una vez aunque hace mucho tiempo. -lo que yo hablaba en voz alta, él lo confirmaba moviendo divertido la cabeza, viendo la cara de María que debió recordarlo en este momento y soltaba una cristalina carcajada.



-Claro, ahora lo recuerdo, pero si fue solo un momento. -sí, un momento para ella, para mi resultó muy largo, encontrarme con aquellos dos hermosos hombres tan apuestos y guapos, aunque a Alex lo hubiera visto en otras ocasiones su amigo para mí era nuevo, exótico, llamativo, y además quería escapar de su hermano en aquel momento.



Hablaban de lo que él hacía en Italia y por supuesto de sus correrías con Alex, los años que pasaron estudiando allí, para mí todo resultaba desconocido y extraño, no llegaba a comprender la relación que los unía entre ellos, no pertenecía a su mundo y me limitaba a escuchar y sonreír cuando algo resultaba gracioso.



Davy regresó y se unió al grupo, todos se alternaban unos con otros y a alguno me los presentaron, había otras chicas además de María, y el grupo se componía de gente bastante joven, pero María su novio y yo éramos los de menos edad.



El salón de la casa de Alex era enorme, ahora que estaba con público lo apreciaba mejor que cuando lo vi vacío. Arrastraron a Davy hasta el piano, lo veía de lejos como se resistía hasta que al final cedió y se sentó ante la tapa cerrada del teclado, la elevó y se quedó indeciso.



Cuando las primeras notas de la sonata Moonlight de Ludwig llenaron el salón la gente dejó de hablar, recogidos en un silencio espectral; recordarían, quizá, otras veces, cuando le escuchaban interpretar en sus conciertos. Interrumpió repentinamente la interpretación para iniciar una serie de diferentes melodías ligeras, algunas desconocidas para mí, sus amigos aplaudían cuando las notas de una nueva melodía se iniciaba hasta volver a retomar la primera en el punto exacto donde la había interrumpido.



Después de una media hora de escucharle y en el momento más triste del Moonlight, dejó de tocar cerrando la tapa con un seco golpe.



-Se acabó, por hoy ya es suficiente. -una chica le llevó una copa y todos brindamos por él. Le veía algo triste rodeado de sus amigos felicitándole y dándole abrazos.



-Vuelve a ser él otra vez. -miré a María que no ocultaba las lágrimas.



Habían encargado una cena fría y dos camareros traían de la cocina bandejas pasándolas entre los invitados. Alex alzó la voz pidiendo que le escucháramos.



-Quien quiera cenar de verdad puede pasar a la cocina. -Alex lo tenía bien organizado, yo me conformaba con lo que los camareros ofrecían sin cesar, solamente unos pocos se encaminaron a la puerta que les dirigía a la mesa de viandas de la cocina.



Ahora podía entender, en parte, el sufrimiento de Davy, por un lado sus padres que le habían dejado, y creo que tan importante resultaba no poder interpretar la música como lo hacía antes del accidente.



En un momento que quedé solo con Fabricio me ofreció la comida de un plato que traía de la cocina, me encontraba satisfecho y al principio no acepté.



-Deberías de probarlo, son canapés de salmón y están tan ricos como tú. -me sonrojé ante el cumplido y el hecho de que me comparara con comida.


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