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Voy por trabajo a la isla de Lanzarote. Es una de las islas pequeñas del archipiélago. Es temprano y aún voy medio dormido. Por suerte no hay retraso en la salida del vuelo. Vamos pocos pasajeros y hay poca gente en la sala de la puerta de embarque. Sentada enfrente de mí hay una chica. Lo primero que me llama la atención es su llamativo abrigo de color rojo bermellón. Sin proponérmelo cruzamos la mirada y aparece una incipiente sonrisa en sus labios. Es atractiva. La expresión de su cara es sensual.
Tiene la melena castaña y lleva gafas. No sé qué tiene esta mujer pero me resulta interesante. Su pelo castaño. La forma de moverse. Esas gafas que le dan ese puntito sexy. A través de ellas se ven unos grandes y bonitos ojos. Me la quedo mirando cuando se desprende del abrigo. Lleva traje de ejecutiva, falda y americana gris marengo y medias. Tacones. Unos tacones de vértigo. Eso me gusta. Una falda de tubo hasta la rodilla. Con una raja que deja insinuar la continuación de sus piernas. Se desprende también de la chaqueta y aparece una camisa blanca. Recorro su cuerpo lentamente con la mirada. Me fijo y aprecio como se insinúa su sujetador bajo la blanca tela.
-Mmmm -Sexy y atractiva, pienso...
Ahora el cruce de miradas es seguido. Esos ojos marrón oscuro, casi negros, me han cautivado. Son preciosos. Es como si tuvieran una fuerza magnética que me obliga a mirarla. Su intensidad me atraviesa. Sus ojos se posan en mí con mayor interés.
Nos llaman para embarcar. Nos ponemos a la cola y no puedo evitar girarme para ver dónde está. Y no hace falta que busque. Esta solo dos personas por detrás de mí. Su mirada se clava en la mía. De nuevo esos ojos. Transmiten intensidad. Determinación. Diría que hasta poder. Seguridad en sí misma. Me atraen.
Pasamos el último control de billetes antes de meternos en la pasarela. Suena mi teléfono y atiendo la llamada. Me concentro en ella. El trabajo… uuuffff. La cola va avanzando y entramos en el avión. Es temporada baja y aún no hay mucha actividad en la isla, así que no han llenado el avión.
Por un momento no soy consciente que esos ojos me observan. No me quitan ojo de mi espalda. Esos ojos negros sin yo saberlo me están desnudando en su mente. Esa mente trabaja a un ritmo vertiginoso quitándome la americana azul marino. Casi me arranca la corbata. Me arrincona contra la pared. Me desnuda con ansia. Abre mi camisa. Besa mi pecho. Sus manos palpan mi entrepierna. Me provoca. Hace que la desnude a ella. Que abra su blusa desabroche su sujetador y lama sus pechos. Chupe sus pezones. Remangue su falda. La acaricie. Su mano se mete en mi bóxer negro… Hasta que la azafata la saca de su ensoñación preguntándole por su asiento. Ella se lo dice y la azafata le indica que su asiento es junto aquel caballero.
Yo ya estoy sentado y acomodándome. Me ato el cinturón y busco el ebook de mi novela preferida en el móvil para empezar mi habitual lectura en los vuelos. Al poco tiempo ya tengo a mi lado otro pasajero.
Cuando se sienta a mi lado, al desviar la vista de mi lectura, lo primero que veo a la altura de mis ojos es como una falda se sube hasta arriba de una pierna. Al sentarse veo la parte superior de sus medias a medio muslo.
-Mmmmm - eso me gusta. Me atrae. Es mi debilidad.
Levanto la vista y la veo. Es la mujer de los ojos negros. Ahora aquella incipiente sonrisa es ya completa. Nos saludamos y nos deseamos un buen viaje. Noto un ligero sudor cuando sus ojos perforan los míos. La atracción entre ambos es evidente.
Entablamos una conversación sobre temas habituales como motivo del viaje, a donde íbamos, en que trabajas, como nos llamamos, etc.
-Jazmín.
- Bonito nombre...
Al poco tiempo se le cae el móvil al suelo y cuando me agacho para cogérselo puedo ver bien de cerca sus piernas. Eso hace que mi cuerpo reaccione.
Esta mujer me atraía. No pude evitar mirar su escote. Se veía y se adivinaba la continuación de ese canal sugerente de entremedio de sus pechos. Vi parte del encaje de su sujetador. Todo eso unido al brillo de sus labios se juntó para provocar mi erección. El calor recorría mis venas. Imaginaba sus labios sobre los míos.
La semitransparencia de su blusa blanca. Lo zapatos de tacón de aguja. Las medias. La falda adherida a sus caderas. Sus curvas. Todo se juntaba y coincidía con mis gustos. Las uñas pintadas de un color granate... Igual que sus labios. Empecé a sentir un poderoso deseo hacia ella. No sabía que me ocurría. La excitación se apoderaba de mi cuerpo.
No sé qué ocurrió que se le volvió a caer el móvil. Cayendo hacia mis pies. Esta vez se agachó ella. Y sin duda tuvo que percatarse del bulto de mi entrepierna. Era imposible que no lo viera en mis pantalones. La cuestión es que una de sus manos la apoyó en mi muslo para incorporarse y eso para mí fue casi irresistible provocando un agradable cosquilleo en mi cuerpo. Se me aceleró el pulso. En ese momento bajaron las luces del avión. La iluminación era muy tenue. Quedo todo en penumbra.
Me dijo que perdonara por ello. Le conteste que no tenía importancia. Que incluso que me gustó. Se rio. Le dije que no pensara mal de mí por ello.
Coincidía que en toda nuestra fila solo estábamos los dos sentados. Pedí una manta para taparme ya que tenía algo de frio. Me ofrecí a compartirla. Y aceptó.
No pude evitar la tentación de deslizar mi mano bajo la manta hasta rozar su muslo con el dorso de mi mano
Tenía miedo de su reacción. Pero al ver que no decía nada avance posándola sobre su pierna empezando a acariciarla.
Ahora sí que note su reacción. Note su mano sobre mi pierna, sobre mi muslo. La metió entre mis piernas acariciando la cara interna de mi muslo. Cerré los ojos. Es mi parte más sensible. Que me toquen ahí me excita mucho. Su tacto no me calmó los nervios. Al contrario, me electrizó. Ella a su vez separo sus muslos. Su perfume flotaba en el aire llegando hasta mí. Me inundó llegando hasta mi cerebro.
No hizo falta decir nada. Nos fusionamos en un largo beso. Profundo. Intenso. Mi lengua entro en su boca y se enlazo con la suya. Ambas lenguas danzaron dentro de su boca hasta saciarnos el uno del otro a la vez que sentía como acariciaba mi pene por encima de mi pantalón.
Cuando saque mi lengua de su boca fue ella la que continuó besándome pero metiendo la suya en mi boca. Eso me gusto. Su iniciativa me sedujo. Que invadiera mi boca buscando mi lengua me calentó. Mucho. Mmm...
La combinación de los besos con sus caricias me puso muy cachondo, provocándome una ola de calor que recorrió mi cuerpo, intensificándose entre mis piernas, por lo que mi mano fue acariciando ahora sus muslos buscando su tanga a la vez que la otra acariciaba uno de sus pechos
Note como su respiración se aceleraba. Nos contagiábamos la excitación. Abrí los botones de su blusa. Y bese sus pechos por encima del blanco encaje. Note como endurecían sus sensibles pezones. Mi lengua los lamio sobre la delicada tela y notaba como se ponían erectos. Mi mano noto su humedad sobre la fina tela del tanga. Lo aparte a un lado. Y empecé a explorar su vagina. Con cuidado. Estaba mojada. Pude ir metiendo despacio un dedo a la vez que se me mojaba de sus jugos. Eso me permitió meter un segundo dedo. Esta chica era puro sexo. Estaba tremendamente excitada. Después de moverlos muy despacio hacia fuera y adentro masturbándola saque los dedos y acaricie suavemente su clítoris. Haciendo círculos. Hacia arriba. Y abajo. A la vez que los besos eran cada vez más intensos y húmedos. Muy húmedos...
Ella no perdió el tiempo. Aflojo mi cinturón, bajo mi cremallera, metió su mano bajo mi bóxer y saco mi pene. Joder que sensación más gustosa fue sentir su suave mano sobre mi polla y notar sus suaves caricias
Me tenía a mil. Me estaba gustando lo que me hacía. Su mano solo me rozaba. Acariciaba mi sensible piel con las yemas de sus dedos. Me estaba enloqueciendo esa caricia tan delicada. Yo deseaba más contacto. Que abarcara todo el tallo de mi pene. Desde abajo hasta mi glande. Pero lo que me hacía... la delicadeza y la dulzura que empleaba en su caricia me estaba matando. Mmm... tuve que ahogar mi jadeo besándola.
Luego paso a acariciarme con toda su mano. Realmente ahora empezó a masturbarme aunque muy muy despacio. Los dos nos dábamos placer con nuestras manos y acallando nuestros gemidos con largos y húmedos besos.
Llego un momento en el que ella empezó a tensarse. A temblar. Apretaba mi polla con fuerza. Insistí en mis suaves caricias sobre su clítoris. Y note como su mano se posaba sobre la mía apretándola contra ella. Y exploto en un orgasmo tremendo. Ahogó su jadeo contra mis labios a la vez que se tensaba su cuerpo y estrangulada mi pene con su mano. Fue tremendo verla así. Sentirla correrse bajo mis caricias y regalarme su silencioso orgasmo de aquella manera.
Una vez que su pecho pareció relajarse después de su explosión de placer saco la manta de encima de mis muslos y acerco su cabeza a mi entrepierna. Me tenía a tope. A puntito de correrme. Su mano me había masturbado a conciencia. Pero cuando sentí que desaparecía el contacto de su mano y era sustituida por la punta de su lengua sobre mi glande fue una sensación maravillosa. Volvía a repetir las suaves caricias que había hecho antes con la punta de sus dedos. Pero ahora sentía la humedad de su lengua recorrer todo mi pene. Dios santo que gusto me daba esta chica. Mmm... tenía que tener cuidado de no expresar en voz alta mis gemidos. Acaricie su melena castaña mientras se la metía en su boca. Esa calidez. La humedad de su saliva. Me estaba llevando al séptimo cielo. Mmm... y así siguió durante unos minutos que me parecieron eternos. Jugaba a la vez con mis testículos. Los acariciaba. Me los chupaba para luego volver a mi pene. ¡Dios mío! ¡Que gusto!
Me volvía loco. Siii. Hasta que ya no pude más. Estaba a puntito de correrme. La avisé.
-Me falta poco- le susurre. Asintió con su cabeza sin parar de chuparme. Hasta que empecé a sentir esa maravillosa sensación que es sentir como empieza a salir el semen de mis huevos, discurre a lo largo de mi pene y explota saliendo en varios chorros que se estrellaron en su paladar. No paro de chuparme hasta que no salió más y quede rendido. Luego pude ver su sonrisa con una gota en la comisura de sus labios. Le pase la mano por su mejilla y la atraje hacia mí para besarla. Ahí vi de nuevo el brillo de esos ojos cautivadores.
La besé intensamente. Intensamente agradecido por el placer recibido.
Aprovechamos la semioscuridad para cerrar un rato los ojos y relajarnos después del caliente encuentro. Lo que sucedió en el hotel de Lanzarote esa noche formará parte de otra historia.
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