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Solo dos días tardé en llamar a Mario, justo cuando me desaparecieron las agujetas del anterior encuentro, pues la verdad es que me dejó el cuerpo molido y la excitación de una jovencita en celo.
Nada más coger el teléfono me dijo que estaba muy contento de que le hubiese llamado tan pronto, que estaba seguro de que le llamaría pero que no esperaba que fuese a los dos días; le pregunté por cuando podríamos volver a vernos, fui sincera y le dije que estaba impaciente, Mario me indicó que me llamaría en dos minutos, que tenía que hablar urgentemente con un amigo que había llegado esa misma mañana de Belgrado. Pasados cinco minutos sonó mi móvil y era él, me dijo que me fuese de momento su casa, que me estaría esperando. Durante el camino a su casa la excitación me invadía todo el cuerpo recordando lo que me había hecho dos días atrás.
Llamé a su puerta y la abrió en seguida haciéndome pasar. Me quedé algo sorprendida cuando vi a otro hombre dentro de su casa, Mario nos presentó: “él es mi amigo Vladislav, ella es Ana, la amiga que te dije que le encantaba la música de tu país”, le saludé y me senté en el sofá junto a su lado, me quedé callada observando como tenía Mario adornada su casa, por el desorden se notaba que era el piso de un soltero, combinaba adornos de los más variopintos, sin ton ni son, cosas de lo más modernas con adornos étnicos y rurales. Mario comenzó a quitarse la camisa y nos preguntó “¿a qué esperáis? ¿por qué no os vais desnudando?”; me quedé desconcertada, le pregunté qué era lo que estaba pasando, que cuando pensaba irse su amigo, Mario me respondió: “no se va a ir, le hablé de ti y de lo putita que eras y me dijo que le apetecería follarte, seguro que no te han follado nunca dos tíos a la vez, te gustará”; eso me contrarió, le dije que no pensaba hacerlo con los dos, que o se iba su amigo o me iba yo. Mario me sujetó de los brazos y me dijo que lo que yo estaba diciendo era una tontería, que con los dos disfrutaría el doble y conocería nuevas experiencias, además, me sugirió que oyese una cosa, algo que tenía grabado en su móvil, dijo que estaba seguro de que la guarrilla que se oía jadeando y gritando era una zorrita muy caliente a la que de seguro le gustaría probar dos poyas a la vez; el muy cabrón había grabado el sonido de todo lo que ocurrió en nuestro encuentro anterior; era evidente para mí que al mostrarme la grabación me estaba chantajeando e insinuando que se la podría mostrar a cualquiera, incluso a mi marido. Yo le dije que hiciese lo que quisiera, que era un cerdo y que no dejaría que me chantajeara, abrí la puerta y salí de su casa.
La situación que me había propuesto Mario había sido a menudo una de mis fantasías sexuales con las que me había excitado, pero pensar en que ahora se podían cumplir me daba miedo, aunque muchas veces había deseado probar el que me penetrasen por detrás me daba miedo el dolor que me podía producir; si, muchas veces había fantaseado con eso, pero por ahí nunca me habían follado y estaba segura de que teniendo sexo con dos hombres a la vez al menos uno de ellos lo haría. Tenía miedo, y ese miedo hacía que la excitación que me invadía todo el cuerpo se acrecentara, entonces lo tuve claro, el sado-maso me atraía. No pude aguantar más tiempo, a los dos segundos estaba llamando de nuevo a la puerta confundida, humillada y al mismo tiempo excitada como una guarra.
Una vez dentro de la casa, les dije una cosa que ni yo misma me creía, “una cosa queda claro, os dejo hacer cualquier cosa menos que me folléis por el culo”, los dos se rieron y asintieron, Mario me dijo que estuviese tranquila, Vladislav me dijo con su acento extranjero que no tuviese miedo y que me fuese quitando la ropa mientras él se quitaba la camisa y se bajaba el pantalón, comprobé que estaba igual de bien dotado que Mario, pero su pene era distinto, su glande era desproporcionado, mucho más grueso que el resto de su miembro. Me senté en el sofá desnuda y de repente me hallé delante de dos monumentales penes que se ofrecían a mi boca. ¿Serás capaz de metértelas las dos a la vez?, me preguntó Mario; me costó muchísimo introducirme los dos glandes en mi boca, eran grandísimos y muy difícil lamerlos juntos, preferí ir alternando con cada uno de ellos, saboreándolos con detenimiento, mientras lamía uno masturbaba el otro con la mano y alternativamente los cambiaba. Pensé en que hacía unos días no era capaz de meterme en la boca más de tres centímetros de una polla, y ahora estaba engullendo dos ejemplares enormes introduciéndomelos hasta la garganta.
Cuando ya tuvieron sus miembros completamente duros y erectos dejaron de meterlos en mi boca, Mario me dijo que me relajara, se retrepó desnudo sobre el sofá y me indicó que me pusiera a horcajadas sobre él para ir follándome, me puse en la postura que me indicó, cabalgando sobre su fantástico y enorme falo.
Vladislav me introdujo su pene en la boca mientras Mario me follaba, vi como abrió un botecito de un gel con el que embadurnó sus dedos; sacó su pene de mi boca y aproveché para decirle que ni se le ocurriera hacer lo que estaba pensando, me agarró la barbilla y me dio una fuerte torta en la cara diciéndome en plan macarra: “déjate ya de tonterías putita, que hoy vas a tener poya por todos los lados”. Me entró un miedo terrible por su actitud y su forma de hablarme, entonces me puse a llorar, todo sin dejar de moverme sobre el miembro de Mario. Observe las caras de ambos hombres, se notaba que estaban disfrutando con la situación, y sabían que yo estaba en sus manos.
La cosa estaba clara para mí, Vladislav me iba a follar el culo de un momento a otro; comenzó a introducir uno de sus dedos en mi ano mojado de ese gel, aquel producto me produjo una especie de ardor en el orificio al tiempo que empezó a relajarme el esfínter, Vladislav fue introduciendo después otro de sus dedos y al poco tres, durante un corto tiempo se entretuvo sodomizándome con ellos; y menos mal que se llevó un rato así, dilatándome el ano con sus dedos, porque cuando los sacó y me penetró con su miembro el dolor fue tremendo, me pareció como si se me rompiera el esfínter, sobre todo al principio, con la penetración de su exageradamente grueso glande, tardó unos veinte o treinta segundos en tenerlo completamente dentro de mí; al poco tiempo de estar follándome por el ano dejo de dolerme y comencé a conocer un nuevo placer, el de ser sodomizada, la presión de las dos grandes vergas follándome a la vez era tremenda y no tardé en tener un grandioso orgasmo. Vladislav sacó su pene de mi culo y se lo limpió con unas toallitas húmedas, Mario se levantó y ocupó la posición que había dejado Vladislav pero penetrándome con su poya por la vagina y con sus dedos por el ano, mientras Mario me follaba estando yo en cuclillas Vladislav volvió y me introdujo de nuevo su pene por la boca hasta la garganta, agarrándome tirante el pelo de la cabeza de forma que casi no podía moverla, sólo lo que él me permitía que prácticamente era nada; aunque se había limpiado bien, se notaba el sabor de haberme penetrando por detrás y eso me producía nauseas, me faltaba la respiración ya que casi no sacaba su enorme miembro de mi boca empujando continuamente hasta la garganta, intenté en algunos momentos apartarme, pero él me lo impedía; de vez en cuando me sacaba su verga de la boca para que pudiera coger aire, otras veces me la metía hasta la garganta y riéndose me agarraba de la nariz durante unos instantes impidiéndome respirar y yo sólo podía hacer algunos pequeños sonidos guturales de desesperación. Mientras ambos me follaban brutalmente hacían comentarios obscenos como por ejemplo: “ves cómo le gusta a la guarrilla que se la follen bien”, “tienes que estar contenta, estás recibiendo lo que el cornudo de su marido no te sabe dar”, “¿estas disfrutando lo tuyo eh, putita?” y más comentarios vejatorios de ese tipo. Casi sin poder respirar, sintiéndome totalmente vejada, humillada y en un estado de excitación tremendo, tuve un segundo orgasmo. Al finalizar mi orgasmo retiraron sus miembros de mis orificios y Mario me ordenó ponerme de rodillas en el suelo frente a ellos. Estando los dos en pie delante mía mostrándome sus formidables vergas Vladislav me ordenó que les fuese lamiendo los testículos mientras ellos se masturbaban, él fue el primero que eyaculó sobre mi cara y al momento también lo hizo Mario depositando casi todo su semen dentro de mi boca y ordenándome que me lo tragara todo. “Mira lo que has dejado caer al suelo”, me dijo Mario, miré y en el suelo habían caídos varias gotas de semen, “límpialo con la lengua y trágatelo”, me ordenó; “ni lo pienses”, le respondí yo; Mario me señaló una fusta de doma que tenía colgada en la pared y me dijo: “¿no me obligarás a usarla?”, de momento comprendí que a Mario no era la equitación lo que precisamente le gustaba, la fusta era para domar mujeres, me sentía tan humillada e impotente que accedí llorando a lamer las gotas de semen que habían caído al suelo. Mario era un cabrón odioso que me tenía completamente dominada.
Tras limpiar el suelo con mi lengua, Vladislav me señaló el lavabo y me preguntó si quería a arreglarme y me dijo: “putita, ¿has tenido bastante por hoy o quieres más?”, yo le respondí gimiendo que no quería más, y entonces él dijo “no nos guardes rencor que esto es sólo un juego”.
A los quince minutos estábamos vestidos y saliendo de la casa de Mario, me pidieron que fuese a tomar una caña con ellos, yo estaba confusa y reticente pero accedí. Llegamos a un bar cercano y nos sentamos en la barra, bueno, yo casi no podía sentarme, tenía el sexo y el ano tan escocidos y dilatados que me costaba mantenerme sobre el taburete. Pensé que sería imposible que volviesen a quedar igual de cerrados como antes de que me follaran con esos monumentales miembros. La cerveza me quitó el sabor amargo a semen que aún mantenía en la boca, nos tomamos las caña y me despedí de los dos con unos amistosos besos en las mejillas, ¿vendrás esta tarde a tomar una copa?, me preguntó Mario cuando les estaba abandonando, “he quedado con tu esposo, ¡ah!, y también vendrá Vladislav... hasta luego”.
Me daba miedo estar con estos dos y mi esposo a la vez, pensaba que se me notaría en la mirada lo que había pasado, pero esa tarde acudí con mi esposo a la cita, Mario nos presentó a su amigo Vladislav al resto del grupo, cuando se dirigió a nosotros dijo: “él es Fabián y ella es Ana, su encantadora esposa”. Vladislav sonreía, seguramente por la situación y también al observar que todavía casi no podía mantenerme sentada.
Durante los días siguientes, raro fue el que no hice el amor con mi marido, lo hicimos cada vez que me él me lo pedía, no quería negarme nunca aunque estuviese cansada, quizás, porque me sentía algo culpable al haberle sido infiel, pero también, porque desde que tuve ese encuentro con mis dos amigos me excitaba nada más pensar con lo que habían hecho conmigo y siempre que lo hacía con mi marido fantaseaba con que me lo estaban haciendo ellos.
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