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Categoría: Lésbicos

Vivir la vida

¿Cómo la conocí?, ¿Cómo la perdí?, son dos cuestiones muy sencillas pero son la base de esta historia...

Fue hace algunos años, era más inmadura de lo que ahora soy. Mis intereses eran vanos, ya saben, salidas, fiestas, viajes, paseos, amistades, romances, etc. En el lugar donde yo estudiaba no existían esas divisiones que se acostumbran ver en las películas o que probablemente existen en ciertos colegios; no había populares, ni rechazados, no había góticos o hippies, simplemente éramos jóvenes con intereses afines, unos más extrovertidos que otros pero al fin era lo mismo.

En ese tiempo, se realizaban constantes intercambios con finalidad educativa y ayuda social, fue en América dónde un suceso nos impactó, queríamos ayudar, aportar un mínimo para obtener un máximo, sin embargo, no fue posible por razones que no valen la pena mencionar. Ese pequeño obstáculo hizo que acudiéramos a un sin fin de grupos (ONG), o grupos de cualquier índole con la única finalidad de ayudar.

La respuesta más favorable fue por medio de un grupo apostólico, honestamente, tuvimos que pensar mucho antes de aplicar, debido a que nuestra religión y educación no era la misma. Al final, se decidió acudir con ese grupo, puesto que el objetivo era ayudar sin importar el resto.

Fue la mejor elección, ahí la conocí. Las tareas que tenía cada equipo eran variadas,  la mayoría de los equipos tenían un fin religioso, sin embargo, mi equipo difería así que nuestras tareas eran en el exterior; regresábamos al campamento cuando el sol se ponía y debíamos acudir por respeto y apoyo a las últimas sesiones del día. El principal objetivo era brindar orientación a las personas que lo necesitaban de una forma apegada a la religión; para mí era fascinante ver como las personas actuaban impulsadas por su fe, aunque no entendía nada de eso.

Era ella, esa hermosa persona quién dirigía ese equipo, quién orientaba a las personas, les daba ánimo pero sobretodo les fortalecía su fe. La vi un par de veces durante el viaje, era una joven atractiva pero nada extravagante ni fuera de lo común. Me limité a verla y dejarlo pasar puesto que en “casa” había mujeres más atractivas y con mis mismos intereses, pero al verla hacer su labor fue “flechante”.

La manera en que sonreía era fascinante, era una sonrisa honesta, serena, divertida y no les voy a mentir, era muy sexy también. La forma en que se dirigía a las personas era tan sutil, suave pero cargada con una extraña fuerza. Su voz era dulce, ronca, tenue, clara y decidida; pero la verdad, lo más impactante era su mirada, no saben qué tipo de mirada, era fuerte, penetrante, decidida, misteriosa, era hermosa… era tan embriagante, tan adictiva que era imposible dejar de verla y pensarla.

Fuera de su rol social era muy callada, reservada, seria y discreta. Era muy correcta, responsable, no rompía ninguna norma, hacía las cosas con sumo detalle y nunca tenía algún problema. Es gracioso porque resulta ser que yo fui su mayor problema y la causa de muchos otros.

Comencé a acercarme a ella, el pretexto era que deseaba saber un poco más acerca de las personas a las que estábamos ayudando y era necesario comprender sus creencias religiosas y era ella la indicada para eso. Tengo que admitir que mi “Gaydar” no funciona, soy pésima para darme cuenta de las “señales” correctas, por lo tanto, me cuesta un  poco más de tiempo el descubrir si podré o no ser correspondida. Con ella me tarde mucho, mucho tiempo, más del que usaría con otra persona.

Cabe mencionar, que durante el tiempo que estuvimos en ese lugar pudimos entablar una bonita amistad. El periodo de ayuda acabó y debíamos regresar a nuestro lugar de origen; la próxima misión (con ella) era dentro de mucho después, así que el único medio para seguir en contacto era Internet.

Pasó el tiempo, ella me tomó confianza, me contaba todo acerca de ella, de su familia y amigos. Sus padres le controlaban el tipo de amistades que tenía, las actividades a las cuales acudía y por supuesto, tenía prohibido tener alguna distracción, eso incluía noviazgos, vacaciones, o algo similar. Tenía pocas amistades, debido a que sus padres no aprobaban a todo tipo de personas, así que ya se imaginaran en cuanto a relaciones; tuvo un novio pero su madre se dio cuenta y por un conjunto de situaciones le hicieron terminar su relación, así que esa era su experiencia amorosa.

Comenzaba a sentir cosas más fuertes por ella, quería verle, quería estar con ella. Desde un inicio le confesé mi preferencia sexual, quizás le costó un poco asimilarlo pero el tiempo fue mi aliado. Aunque el interés por ella comenzaba a crecer, mi estilo de vida era el mismo, eso trajo fuertes consecuencias y todos los viajes (escolares, altruistas y particulares) fueron cancelados, me quitaron todo aquello que era “importante”, por lo tanto debía de realizar las actividades que me solicitaban y cumplir con los objetivos que se me pedían para regresar a lo mismo.

Tenía dos opciones, ambas eran como “vender mi alma”, una de ellas era trabajar para mi Padre y la otra era trabajar para mi abuelo, ambas eran trabajo, la primera opción era trabajar en lo que siempre me he opuesto y en la segunda era sacrificar mi tiempo libre. Obviamente se podrán dar cuenta que elegí la segunda opción; poco a poco, fui recuperando lo que me habían quitado pero ya no tenía tiempo para disfrutarlo.

Ya ustedes han de saber, que la distancia y los medios para comunicarnos hoy en día son una moneda al aire, debido a que pueden traspasar barreras y fronteras pero así mismo pueden surgir mal entendidos. Era verano, ella estaba de vacaciones así que podía acudir a otras actividades que sus padres le habían sugerido; en una de esas actividades conoció a un chico y como cualquier amiga lo haría, acudió a mí para contarme acerca de ese Joven. La forma en que lo entendí fue errónea, ella intentaba expresar otra situación y emociones, en cambio mi interpretación fue otra.

Era la primera vez que me daban celos, para serles sincera, yo era de las típicas personas que criticaban o juzgaban esa clase de acciones, ese día me inundó una ola de coraje, impotencia, tristeza y estupidez. Actué muy mal, ambas perdimos la cordura, discutimos y lo dejamos así. Ese mismo día tenía que irme a un viaje con mi Padre, era un seminario en el cual él iba a participar y yo debía estar ahí. No se tenía permitido usar  algún dispositivo electrónico dentro del seminario, quizás en otro momento hubiese sido el acabose para mí, pero por mi estado anímico de ese momento creí que me iba a servir para sacarla de mi mente pero no de mi corazón.

Pasaron los días y estaba de vuelta a mis actividades cotidianas, moría por hablarle, escuchar su voz, saber de ella… Tenía miedo de hablarle y  ser chazada, tenía mucho miedo y estaba llena de inseguridades pero ella… ella era todo lo que a mí me faltaba, ella tomo valor, coraje y determinación para hacerme llegar el mensaje que  cambió mi vida y el inicio de todo.

No sabía que decir, ni que  responder, así  que tomé un vuelo y fui a verla. Moría por abrazarla, por besarla, por tenerla conmigo pero estaba con sus  Padres, me presentó ante  ellos y aunque nunca tuve trato directo o personal, ya sabían de mí  por medio del apostolado. Todo se confabuló para que estuviéramos un momento a solas y así formalizar lo nuestro. Fue mi novia, fue la persona que tomo mi mano para guiarme a un nuevo camino, fue quien guió mi vida hasta un nuevo comienzo.

Pasó el tiempo, nuestra relación era más solida cada día, no había problemas ni mal entendidos, no había peleas ni disgustos, siendo sincera, ella era quién hacía que lo nuestro funcionara, me tenía una infinita paciencia, me entendía, comprendía, me conocía mejor que yo. Ambas estábamos en un punto en el cual ya no podíamos seguir en aquella situación (a distancia), nos necesitábamos, nos amábamos.

Ella era menor que yo, para ese momento ya se encontraba cursando su carrera profesional, en mi caso, había terminado de estudiar pero me encontraba terminando mi especialidad. Así que tomamos nuestra primera gran decisión. Fui a consultarlo con la persona (junto con ella) más importante de mi vida, le conté los planes que teníamos y las dificultades que se nos avecinaban y aunque trabajaba para mi Abuelo, y mi Padre aun solventaba mis gastos económicos, necesitaba un poco más de ayuda, ya que ella debía continuar estudiando y quería darle la vida que merecía.

Él nos apoyó, nos aconsejó, nos encubrió y nos protegió. Era el momento más feliz de mi vida; las mañanas eran deliciosas, las tardes exquisitas y las noches maravillosas. Ver su cuerpo a mi lado al despertar, sentir su calor en las noches, su olor en mi cuerpo, tocar su piel, quitar sus cabellos de su mejilla hasta la parte trasera de su oreja. Estar con ella me daba paz, seguridad, tranquilidad, felicidad, lo tenía todo, la tenía a ella.

Recuerdo el día de nuestra primera vez, para ella era todo nuevo y en cierto modo para mí también. Esa chispa, esa descarga de emociones al tocar su piel era como un mechero de una futura explosión, nuestros cuerpos se reconocieron, parecía como si fueran viejos conocidos, sentir cada reacción de su cuerpo con cada caricia, escuchar su respiración cada vez más profunda, oír su voz cada vez más débil, esa mirada que me tenía posesa  me transmitía todas aquellas emociones que estaba sintiendo con tan solo verla y si había alguna duda con todo esto, su cuerpo era el encargado de decirlo, ya que no sabía mentir.

Éramos jóvenes e impulsivas, viajamos, conocimos, disfrutamos, hicimos tantas cosas… Me fascinaba, la quería tener todo el tiempo conmigo y aprovechaba cada tiempo libre para hacerle el amor, para hacerle saber cuánto la amaba. Vivimos tantas cosas, hoy que se los platico me da alegría recordarlo y tristeza haberlo perdido.

Le propuse matrimonio, lo hice del modo en que ella siempre soñó, fue sencillo hacerlo debido a que ella me lo había contado en nuestra época de amigas. Habíamos compartido tantas cosas, fuimos de la mano enfrentando cada momento, si caíamos nos levantábamos con el impulso de la otra, me enseñó tantas cosas, maduré, crecí, me volví una mujer a su lado. Aunque nuestra edad era muy corta éramos un matrimonio al que solo le faltaba ser reconocido ante la ley.

Pero llegó el día en que la perdí… Ella decía: “Dios le manda grandes retos a grandes personas”, al día de hoy no entiendo para quién era el reto. Supongo que es para mí, porque ella ya no está, su misión aquí terminó y ahora comienza otra. Ahora ella es el ángel que cuida y guía mi camino. Soy joven, tengo una vida por delante, una vida que le prometí tener, una vida que le debo, una vida que le pertenecía.

Después de sentir ese vacío, ese dolor, esa angustia, incertidumbre, esa confusión, enojo, después de sentirme perdida y no saber a dónde ir ni qué hacer, me he dado cuenta que necesito ser un poco cómo tu, enfrentarme a la vida, cumplir mis promesas, mis sueños y dejarte ir…

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