Hacia solo un mes que me había trasladado a vivir al campo aprovechando que me despidieron de trabajo cuando las cosas se pusieron mal en la empresa por la crisis del Covid. La verdad es que la empresa se portó muy bien, pidieron voluntarios para causar baja incentivada y me apunté el primero. Estaba harto de vivir entre documentos y siempre había deseado emprender una nueva vida en el campo.
Encontré una finca rural en venta en uno de los últimos pueblos de la Comunidad de Madrid, lindando con la provincia de Guadalajara. Cuatro mil metros cuadrados de parcela y una casa en perfectas condiciones, totalmente equipada. Tan solo tuve que ampliar el número de placas solares para ser prácticamente autosuficiente y no depender de las eléctricas. Un motor de gasoil me garantiza el suministro en caso necesario, cuando no hay sol durante varios días.
Mis vecinos son un matrimonio joven. Él es médico en el consultorio del pueblo y ella se dedica a la producción de miel en colmenas en su propia parcela. Desde el principio conté con su colaboración en cuanto se enteraron de que quería poner gallinas, mi propio huerto y unas cabañas prefabricadas de madera para alquilar los fines de semana a familias con niños y hacer talleres didácticos sobre el campo.
Una tarde vino a Mati buscarme para decirme que era el cumpleaños de Pablo, su marido. Quería invitarme a cenar con ellos para celebrarlo. Entre los dos decidimos asar un cochinillo a la leña para darle una sorpresa y acompañarlo de una ensalada de su propia huerta.
A las nueve escuché desde casa el motor del coche de Pablo, esa era la señal para que me presentara en su casa con el cochinillo, una de sus comidas favoritas, listo para degustarlo. Su sorpresa fue mayúscula cuando quité el papel de plata que lo cubría y vio lo que había debajo.
Lo trinchamos en la misma bandeja y nos sentamos a comer en la mesa que Mati ya tenía preparada. Pablo sacó una botella de vino especial de su bodega y ella trajo la ensalada. Después de la cena bridamos con cava y nos sentamos en los sofás al lado de la chimenea con una copa de coñac.
Al poco Mati se levantó y dijo que iba a por el regalo de Pablo. Apareció en el salón cubierta con tan solo un conjunto de lencería transparente y una batita corta del mismo tejido. Yo me quedé cortado, pero Pablo se echó a reír y le dijo que era el mejor regalo de cumpleaños que podía haberle hecho. Se levantó y la beso al tiempo que le acariciaba un pecho.
Me miraron los dos y fue él quien me dijo que le ayudara a desenvolver su regalo. Me quedé más perplejo aún, si es que era posible. Mati se acercó a mí y me tendió la mano para que me levantara y me arrastró hasta donde estaba Pablo.
Este me cogió la mano y me la puso sobre un pecho de Mati al tiempo que hacia lo mismo sobre el otro pecho. Ella nos pasó los brazos por el cuello a ambos y me besó en la boca. Cuando se separó hizo lo propio con su marido y dijo que esa noche íbamos a hacer que Pablo cumpliera su fantasía, follárnosla entre él y otro hombre hasta dejarla exhausta.
El marido le quitó la bata y le soltó el sujetador de atrás. Me dijo que hiciera los honores y se lo quitara dejando sus pechos al aire. Lo retiré y Pablo empezó a chuparle un pecho diciéndome que el otro era para mí. Cuando lo tomé entre mis labios ya lo tenía contraído y duro.
Con un acto reflejo le puse la mano en el pubis y la retiré inmediatamente al encontrarme con la de Pablo. El mismo volvió a ponérmela sobre el coño y me dijo que la penetrara con dos dedos que él se ocupaba de su culo.
Palpé la entrada y descubrí que estaba empapada. Al meterle los dedos le entraron sin dificultad. Supe cuando Pablo hizo lo mismo en su culo porque soltó un leve gemido y echó el pubis hacia delante. Empezamos a follarla manualmente hasta que entre espasmos se corrió.
Se deslizó hacia abajo hasta quedar de rodillas y nos bajó a los dos los pantalones junto con los calzoncillos. Primero se metió la polla de su marido en la boca y después la mía. Una vez las dos pollas bien duras le dijo a Pablo que se sentara en un brazo del sofá y ella se sentó encima de él, introduciéndose la polla por delante. Una vez acomodados me pidió que se la metiera por detrás, advirtiéndonos que teníamos prohibido corrernos, ese era un privilegio solo para ella. No tardó en correrse por segunda vez.
Nos incorporamos, cogió un paquete de toallitas húmedas y me limpió la polla para después metérsela en la boca y chupármela hasta que me corrí mientras me pasaba la lengua por la punta del capullo.
Me vació totalmente y empezó a chupársela a Pablo metiéndosela hasta la garganta y sacándola cuando necesitaba coger aire. Repitió la operación hasta que él se corrió directamente en su garganta. Nos juntó las pollas y se dedicó a jugar con la lengua sobre ambos capullos.
Nos servimos otra copa de coñac y esperamos el tiempo suficiente para recuperarnos nosotros, ella no tenía ese problema y antes de follárnosla de nuevo se sentó en la mesita del salón y nos brindó el espectáculo de verla haciéndose una paja con los dedos.
Media hora más tarde estábamos de nuevo los dos dentro de ella, esta vez me tocó a mí por delante. Nos dijo que no paráramos hasta llenarla de leche por ambos orificios y si uno se corría antes que el otro siguiera follándola hasta que los tres nos hubiéramos corrido. Ella alcanzó dos orgasmos más antes de nos corriéramos nosotros.
Ya eran más de las dos de la mañana cuando decidimos que era hora de acostarnos. Me dijeron que su cama era suficientemente grande para dormir los tres juntos, así que me acosté con ellos. Ya había amanecido cuando noté que el colchón se movía más de lo normal. Abrí los ojos y me los encontré haciendo un sesenta y nueve. Mati, al ver que me había despertado me cogió la polla con la mano y empezó a meneármela.
Por los jadeos supe que ambos se habían corrido, aunque no se incorporaron. Mati se metió mi polla en la boca y Pablo siguió chupándola. Se corrió de nuevo en el momento que sintió mi semen. Permanecimos con la polla dentro de su boca hasta que ambos nos recuperamos.
A partir de entonces, de vez en cuando, repetimos la fantasía de Pablo.