Conocí a Viggorli en el cumpleaños de un amigo común. Luego de una larga rueda de presentaciones , me senté a su lado. Me llamó la atención su rostro afilado; su pelo largo, lacio, negro con algunos mechones azules; la ropa oscura, de seda.
Para iniciar conversación, le pregunté:-¿A qué te dedicas?
Sonrió enigmáticamente y contestó:-Bueno, lo mío es el slash fanfiction.
Lo miré con el mayor de los asombros.
Viggorli no se inmutó. Creo que estaba acostumbrado a explicar.
-El fanfiction consiste en tomar a los personajes de tu comic o serie favoritos y escribir vos una historia, a tu gusto. En general, los fans escriben cosas de tono erótico.
-¿Y slash?
-Significa “entre hombres”.
Nos reímos los dos.
-Mirá, acá tengo unos trabajos que tengo que llevar a una revista. Es un clásico, muy recorrido. Batman y Robin.
De la carpeta sacó un comic en el que básicamente lo que ocurría era lo siguiente: Batman le apostaba a Robin que sería incapaz de desatar los nudos que el había aprendido de un marinero sueco. Robin aceptaba la apuesta. Batman lo ataba y el Joven Maravilla intentaba desasirse hasta el cansancio, dándose finalmente por vencido. Entonces Batman lo desvestía y lo sometía a todo tipo de jugarretas sexuales, que culminaban en una furiosa penetración. Confieso que los dibujos rezumaban calor y me excitaron un poco.
Viggorli y yo salimos juntos del cumpleaños, que ya había caído en una aburridora serie de exageraciones e histerias. Intercambiamos teléfonos. Yo quería más slash fanfiction.
Tomamos la costumbre de reunirnos regularmente. Por lo general, cuando Viggorli terminaba un comic o un cuento, o bien, cuando surgía la posibilidad de publicar un trabajo viejo, que quizás necesitaba una corrección, me llamaba y quedábamos en encontrarnos en un café. Charlábamos, yo hacía comentarios que a él le parecían útiles. Yo me había trasformado en un admirador de su trabajo, a la par de que con el tiempo y por mi cuenta, profundizaba en las leyes y la estética del fanfiction.
En una ocasión, Viggorli trajo un comic que consistía en lo siguiente: una noche de carnaval Superman y Spiderman acuden disfrazados de si mismos a un boliche gay. Se contactan y parten de inmediato hacia el departamento de Superman, en un altísimo rascacielos. Embriagados de lujuria, se confiesan mutuamente: los disfraces no son tales. Ambos se recelan. Spiderman demuestra su verdad con algunas piruetas, sostenido por hilos de araña como lianas. Superman lo desnuda, se desnuda a su vez para mostrar una generosa erección, penetra a su partenaire y salen en vuelo por el cielo de Nueva York, hasta que un mutuo orgasmo se confunde con el amanecer.
Me divierte el efecto que causa la llegada de Viggorli en los bares donde nos encontramos. Es alto, ese pelo tiznado de azul, la ropa oscura y volátil. Creo que ha hecho de si mismo un personaje más. Su propio nombre esta tomado de un fanfiction, basado en las figuras de Viggo Mortensen y Orlando Bloom.
Así como Manara es el sinónimo de la representación más acabada de las señoritas, Viggorli es un consumado maestro del dibujo de caballeritos.
En otra oportunidad, me ha presentado pequeños cuentos, todos muy divertidos. Por ejemplo: Superman se decide y se casa con Luisa Lane. Los superhéroes le hacen una despedida de soltero: lo pasean desnudo encima del auto fantástico. O aquel otro, también simpático: se arman dos grupos de superhéroes para jugar un partido de futbol. Miles de fans siguen las alternativas. El equipo perdedor se retira abucheado. Los ganadores son asaltados por una horda de fans, que los deja totalmente en pelotas en la cancha, porque todos quieren de recuerdo al menos una parte de los trajes de sus ídolos.
Me llamó la atención que Viggorli me invite a un encuentro nocturno. Luego de muchas vueltas, confesó: es su cumpleaños.
-Ni se te ocurra preguntar cuantos son.
A mi me cuesta deducir. Mi impresión es que se trata de alguien demasiado joven. Pero hoy en día, hay cosméticos suficientes para rebajar el aspecto en un montón de años.
Nos encontramos en un café. Pidió una botella de vino blanco. Le regalé un tomito de dibujos de Tom de Finlandia,. Lo recibió con avidez.
Poco después, me dijo que Tom lo había fascinado. Basado en uno de sus dibujos, realizó un comic en el que Robin (Oh!, que fácil es asaltar al Joven Maravilla) es secuestrado por malhechores, desnudado, atado a un árbol (el pecho contra el tronco) azotado con un cinturón, penetrado por sus captores y finalmente abandonado en esa enojosa situación. A Robin no lo salva ni el chapulín Colorado.
-A mi me gustan los héroes clásicos- me dijo una tarde en la que me mostró su último trabajo: un Trazan zoofílico, revolcado con todos y cada uno de los a nimales de la selva- Esos dibujos japoneses, en fin, hay cosas interesantes, pero de por si tienen tanto sexo y violencia, que ¿qué les vas a agregar? Y tampoco me voy a convertir en un trekkie.
Mi cara, una vez más, sumida en la incógnita.
-Son los seguidores de Star Trek.....o sea “Viaje a las estrellas”.
Desasnado, me dediqué a mirar lo que había traído.
Comenté:-Pero mirá que tramposo es ese elefantito.
El dijo:-Bueno, este Tarzán también es bastante picarón.
Viggorli inició una serie con Renato Cestie como protagonista. Yo teníam un vago recuerdo de este actor, que veía en lacrimógenas películas italianas de los ´70.
-Viggorli....¿cuántos años tenés que te acordás de Renato Cestie?
-Che, vos no hacés más que hablar de “El gabinete del Dr. Caligari”, que es del año 1919 y yo no hice comentarios.
-Touché.
Parodiando uno de sus títulos más famosos (“Ultima nieve de primavera”) Viggorli creó “Ultima leche de primavera”, en la que Renato Cestie es un masturbador compulsivo, que cuanto más riesgo de ser descubierto se pone, más goza. Su idea final es hacerse una paja en el medio de una avenida, durante la primera noche de verano. Un auto conducido por borrachos los atropella. Renato Cestie terminaba su paja en el hospital.
-Renato Cestie siempre se moría en sus películas.
-Si- contesté- como Ken, de South Park.
Una suma de elementos se conjugó en el comic creado a partir de la figura de Gilgamesh: las Olimpíadas y la página boytaur ( la que se ven chicos centauro).
Gilgamesh llegaba a la Grecia clásica y asistía a una Olimpiada (Oh, deportistas desnudos, jugando por la eternidad) La ruda hombría de Gilgamesh, enriquecida por el aura de un tiempo sin fin, enloquecía a griegos de cuerpos marcados, breves túnicas y rica filosofía. Se organizaba un festín en el que corría el vino y el semen, hasta el agotamiento general.
Cuando todos se dormían, una manada de exquisitos centauros secuestra al sumerio. Lo llevan al bosque profundo y lo inician en bestiales formas del amor.
-Viggorli, esta es la expresión de un arte superior. Nunca habías llegado tan lejos.
Viggorli, curioso en él, enrojeció.
Viggorli propuso ir a ver “Starsky y Hutch”, versión fílmica de la serie de los ´70.
Salimos y fuimos a tomar un café.
-Yo también voy a hacer una película sobre Starky y Hutch. Terriblemente psicodélica, con aventuras en los dancings saturados de música disco.
-Me imagino que trabajar con Owen Wilson es un aliciente. Pero reemplazaría a Ben Stiller por Adam Sandler.
-Hecho.
_Ben Stiller es muy dulce, pero.....
-Hecho. Hecho. No te justifiques. No hace falta.
Una lluvia violentísima nos sorprendió mientras esperábamos mi colectivo. Nos empapamos inmediatamente. Ni venía el colectivo ni pasaban taxis. Nos refugiamos, inútilmente, debajo de un balcón. Muy muy pegados. Me pareció que Viggorli me había dicho algo que no entendí y al mover mi cabeza, coincidimos y nos rozamos los labios. Una breve confusión nos embargó.
-¿Dijiste algo?
-Si. Venite a casa. Te podés quedar si querés. Por lo menos, vamos a estar secos.
Viggorli vivía cerca. Entramos por una puerta apenas perceptible, entre dos negocios. Un pasillo oscuro. Al final, un ascensor, que nos lleva al cuarto piso. Es una suerte de loft. Un vasto espacio que debe haber sido un depósito. Todas las posesiones de Viggorli están expuestas. La cama, la cocina, ropa colgada de barrales, muchísimos libros, la mesa de trabajo. Columnas de hierro finamente ornamentadas es lo único que parece marcar los límites.
-Desvestite. Te voy a traer una toalla y una bata.
Parece que estuviéramos representado “Los soñadores”, de Bertolucci, pero sin hermana.
Viggorli ha ido desnudándose por toda la casa. Me desvisto, con cierto pudor, dejándome los calzoncillos.
-¿No se mojaron?
-Si.
-¿Y?
Me los saqué. Viggorli me alcanzó una toalla y me sequé junto a una columna, como cubriéndome.
-Dame la toalla, acá está la bata.-Se la entregué. Con una rapidez que me desconcertó, Viggorli se puso a mis espaldas, tomó mis manos, tiró hacia atrás. Sin saber ni como, estoy desnudo y esposado a una columna.
Su sonrisa me hiela la sangre.
Viggorli da vueltas por la casa, recogiendo nuestra ropa y se la lleva..
-Che, bueno, la broma se cumplió.
Se paró frente a mi.
-Arrodillate.
-Pero...
-¿NO ME OIS? Arrodillate y chupámela.
-Pero, ¿qué te pasa?
Me tomó por los hombros y me sacudió.
-¿No me entendiste? Arrodillarse y chupar. ¿O tengo que emplear la navaja? Y ni te molestes en pedir auxilio. En los otros pisos no vive nadie. Podés gritar hasta morir.
Me puse a llorar, pero finalmente obedecí. En medio de la desilusión y la violencia, comencé, de pronto, a excitarme. Viggorli lo notó, y comenzó a masturbarme. Acabamos al unísono. Me desmadejé. Me sentí liberado y caí al suelo.
-Bueno, ya está, ya está. Lo siento, no lo pude evitar. Era la fantasía que tenía desde que te conocí.
Me besó largamente, me alzó en brazos y me llevó a la cama.
Nos dormimos mientras afuera, aún llovía.