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Viernes, 7 de junio de 2019: Persiguiendo al Chub perfecto

Este viernes me había planteado realizar uno de mis más extravagantes caprichos. No era difícil, se trataba de joder con un tío gordo, muy gordo. Yo tenía un amigo gordo homosexual, pero no tanto como mi deseo buscaba, lo que yo quería es que fuera extremadamente panzudo, un chubby gordísimo y lampiño o con poco pelo, no buscaba un oso, sino un perfecto chubby.



Le dije a mi amigo Mauro que me presentara un chubby con estas indicaciones y que no tuviera éxito con los chaser(2). Mi amigo tiene su novio, Bartes, un oso muy guapo muy peludo. Entre los dos me buscaron a Milton.



Milton es gordinflón, sexy y consciente de ser ambas cosas. Su cara bonita, con los ojos un poco rasgados y siempre ansioso de tener a alguien en la cama, pero no lo consigue porque es muy inteligente y siempre va proclamando su sabiduría, su boca estaba hecha para besar y chupar, además de no sé cuantas cosas puede hacer de modo que no es aburrido en la cama, sino gordo, muy gordo, más que gordo, su barriga se mueve, tiene un exceso de sobrepeso que se lo cuida porque le gusta ser chubby. Sus hombros anchos, su pecho grande y lampiño porque se lo afeitaba casi a diario, de lo contrario le cubriría todo el cuerpo. Sus pezones, muy grandes y de color morado, eran preciosos porque sobresalían, eran tan grandes como la primera falange de mi dedo meñique. Su gran y firme vientre se eleva por debajo de su pecho y da paso a un bosque tupidamente peludo, que nadie quiere afeitarle nunca, donde cobija un pene realmente largo y delgado, sin circuncidar. Su pene le cuelga sobre un par de bolas encerradas en una enorme bolsa extremadamente peluda y parda. Los muslos del tronco de su árbol y sus perfectas piernas estaban cubiertas de pelo marrón oscuro. Su culo fue el que rompía el corazón de muchos cazadores, pues es grande, redondo, firme y suave como el de un bebé. Es pálido como el alabastro, en contraste con su tez aceitunada.



Aunque Milton es consciente de ser un tío bueno, no es nada arrogante. Sabe su valía y no es tímido para conseguir lo que quería, pero le tienen pánico la mayor parte de cazadores. Seduce fácilmente a los hombres, pero su peso casi asfixia a un cazador desprevenido. El caso es que a Milton le gustan todo tipo de hombres: flacos, suave y de brillante mirada de chico guapo; sementales negros y guapos; gordos como él; brutos de modo que se dejaba golpear por algunos zorros; y también los feos, feísimos. A Milton le gustan los hombres y afortunadamente a mí me gustó Milton, apenas verle.



Mauro y Bartes me llevaron a la piscina donde sabían que estaba Milton para presentármelo, sabedores de que Milton no iba a rechazar la oferta. En cuanto lo vi en la piscina supe que tenía que tenerlo. Su bañador, un enorme slip rojo —que más parecían unas bragas de mujer que un bañador—, apenas podía contener las montañas de carne en movimiento que era su hermoso trasero. Cuando vi esas nalgas rechonchas rebotando arriba y abajo mientras caminaba hacia el bar para tomar una copa, me derretí de gusto. Le silbaron y supo que era Mauro, se dio la vuelta y me quedé sin aliento al ver la parte superior de su pubis y vi cómo sus gordas bolas que su escroto no podía contener se mostraban marcadas por debajo de su polla y se trasparentaban por el material de su simple bañador. Me sorprendió mirándole fijamente y me mostró una sonrisa muy atractiva.



Nos saludamos, miré a Mauro y a Bartes como recabando permiso, lo besé a Milton, él me dejó un beso húmedo y me mostró la punta de su lengua, para indicarme que le quedaban besos que darme. Me gustó esa actitud de conquista frente a un supuesto cazador. El siguió hacia la cafetería y nosotros en dirección a las tumbonas.



Mis rodillas se habían debilitado y no era suficiente sentarme, por eso me acosté en mi tumbona y traté de ocultar mi erección que quería asomar por la cinturilla de mi slip de nylon. Estaba tendido allí fingiendo estar a kilómetros de distancia, se acercó el camarero de bebidas y me ofreció una cerveza. Estuve a punto de protestar porque yo no había pedido nada, pero me dijo que era del "caballero de allá". Mauro me señaló en dirección a Milton y mi corazón dio un vuelco mientras le mostraba mi sonrisa, aceptando su ofrecimiento.



Aunque no me hubiera gustado Milton por ser gordo, peludo, fornido y semental, él se salió con la suya. Vino, me habló y me pidió sentarse a mi lado. Sin palabras, porque no me salían, le indiqué que sí. Me pareció el tío más encantador que me había tropezado y me sentí importante. Ambos sabíamos lo que queríamos, yo ignoraba cómo lo sabía él, luego me enteré que Bartes se lo había explicado.



Me encontraba en una situación excepcionalmente privilegiada que deseaba alargar casi hasta la eternidad, pues me sentía tan bien por haber captado su atención, al mismo tiempo que estaba comenzando a descubrir la belleza que encerraba aquel enorme cuerpo, que trataba de adivinar cómo sería su polla por lo que a través del bañador había captado, pero el modo de mirar, su permanente sonrisa, las palabras tan acertadas en cada momento y sus movimientos hacían de Milton un auténtico experto, que convertía al cazador en cazado.



— Me voy a dar un chapuzón rápido en la piscina, —me dijo.



Deseaba unirme a él para mantener la conversación, pero también quería ver cómo se veía mientras salía, mojado y goteando agua. Valió la pena esperar. Su bañador estaba aún más bajo mientras salía del agua y pude ver la parte superior de su polla. Solo fue como un destello de piel pálida que luego desapareció porque se acomodó su bañador. Todavía vino, se paró ante mí y dejó que el agua fría goteara sobre mi pecho. Podía sentir mi polla tiesa y no hice nada para ocultar mi sentimiento.



— Quizá te gusta mantener las formas en público, —me decía Milton— pero no me importaría en absoluto si me arrestaran por arrodillarme y hacerle a esa polla caliente que llevas lo que quiero hacer.



— Por mí ya mismo —le dije— necesito tenerte de inmediato.



— Tendrás que esperar hasta que te lleve a casa, —dijo.



Diez minutos más tarde estábamos en su casa. En cuanto se cerró la puerta de entrada desde la calle, ya estaba yo en sus brazos, besando sus labios de cereza con sabor a caramelo. Sus besos eran de otro mundo. Me sentí literalmente débil mientras su lengua peleaba con la mía y sus grandes manos me estrechaban cerca de su peludo vientre. Mis propias manos se extendieron y agarraron toda esa enorme masa de hombre que tenía conmigo. Lo notaba sólido a la vez que suave y flexible al mismo tiempo. Le di un masaje en sus fornidas nalgas a través del suave nylon de su bañador antes de deslizar una mano por dentro sobre sus nacarinas nalgas que aún estaban frías y húmedas de la piscina.



Besarlo era una delicia, pero su trasero una gozada y no podía mi paciencia esperar más. Dejé de besarlo, me arrodillé y tiré hacia abajo su bañador. Salió su esbelto pene de poco más de 20 cm., y le golpeó sobre su abultada barriga. Es una verdadera belleza, una polla perfectamente recta y pálida, con una corona rosada. La tomé con mi mano y la admiré por un momento antes de metérmela en mi boca. Le acaricié su peludo escroto mientras me metía y sacaba el fuste de aquella polla de la boca, mientras él gemía suspiros de placer y gemidos de pasión. Tras unos cinco minutos mamando aquel tesoro me puso de pie y me levantó en brazos para llevarme al dormitorio donde me arrojó sobre una enorme cama.



En un tris me había arrancado el bañador y se había tragado mi verga palpitante. Sus grandes manos me acariciaban los muslos y me ahuecaban las pelotas. Sentí que un dedo se extraviaba en mi grieta y pinchaba mi pequeño agujero de zorra. Milton estaba gorgoteando(3) profundamente en su garganta como si fuera a morir de lujuria o algo así. Rápidamente me dio un golpe y sentí su lengua raspar sobre mi capullo de rosa. Grité como un rayo de placer que me atravesó. Su mano izquierda se deslizó bajo mis pelotas y agarró la base de mi polla. Creo que nunca me han comido así. Yo era una ruina temblorosa cuando él se alejó y sentí su delgada punta de flecha rozar contra mi agujero mojado.



Estaba tan desesperado por él que me eché atrás para que me penetrara. Me dio un suave empujón y ya estaba dentro de mí, gimiendo suavemente y diciéndome lo cálido y apretado que estaba. Puso todo su peso sobre mi espalda durante uno o dos minutos y me sentí como si fuera el hombre vivo más protegido. Entonces empezó a follar. Ambos estábamos tan cachondos que no había forma de detenerlo. Me follaba duro, y cuanto más fuerte follaba, más lo quería. Mi culo estaba vivo al clavarme su delgado pene y la sensación de ser acariciado por sus enormes pelotas y su pubis peludo cada vez que chocaban con mi culo. Pronto oí que su respiración cambió y chillaba como un jabalí herido mientras esas grandes bolsas de esperma comenzaban a descargarse en mi hambriento trasero.



Se salió y me abrazó; en muy pocos minutos se durmió profundamente. Me quedé allí tumbado, sintiéndome muy contento y escuchando su suave respiración. No estaba seguro de si escaparme o quedarme. Después de todo, aún no había conseguido lo que realmente quería, que era su trasero.



A la media hora se despertó y me sugirió que deberíamos bañarnos. Fue increíblemente gentil mientras me enjabonaba y luego me secaba. Me dijo que quería prepararme una comida y accedí de inmediato. Unas horas más tarde, después de una buena comida y una buena botella de vino tinto, estábamos listos para la segunda ronda.



Nos besamos y abrazamos en el sofá un rato hasta que mi dolorida polla exigió algo de acción. Le pregunté si podíamos ir al dormitorio y me llevó cariñosamente de la mano. Viéndolo desnudarse me golpeó la lujuria una vez más. No sé cómo describir lo hermoso que era Milton. Le dije que quería darle un masaje y se acostó en la cama y pasé una media hora muy agradable dejando que mis manos se pasaran lentamente por toda su cálida carne. Entonces la belleza de su trasero me afectó. Le di un masaje a esas gordas y descaradas nalgas y suspiró suavemente. Las separé para revelar su cálido agujero marrón. Se parecía a una trufa bastante grande por las abundantes arrugas de su fruncido. Presioné mi nariz contra su ojete e inhalé profundamente; la embriagadora mezcla de jabón perfumado y su propio almizcle poco convencional de hombre llenaron mis fosas nasales e hicieron despertar mi lujuria a tope. Estaba deseando cada centímetro de ese enorme cuerpo de Milton.



Mi lengua lamía las arrugas de su culo antes de sumergirse. Milton separó aún más sus musculosos muslos para permitirme un mejor acceso y realmente estaba en lo que deseaba. Era como si me olvidara de todo lo demás en el mundo, incluso de mi propio nombre; todo lo que importaba era comerme ese culo sexy. Me lamí el pulgar y lo metí en su caliente agujero. Su culo me apretó el pulgar y me rogó que me lo follara. Le pregunté dónde estaba el lubricante, me indicó dónde encontrarlo. Con los dedos temblorosos lo engrasé y le apliqué una porción abundante con mi propia polla gruesa. El gel me impresionó y me puso a cien.



La cabeza de mi verga se calentó de inmediato cuando la presioné contra su arruga y sus esfínteres se rindieron alrededor de mi verga; entonces enterré mi palo profundamente dentro de su grueso cuerpo. Me moví lentamente, saboreando la deliciosa sensación a lo largo de todo mi cuerpo y sobre la sensible cabeza de mi verga.



— Este culo…, este culo…, está más allá de la perfección, —exclamé.



Deseaba yo que nuestro polvo durara siempre, una eternidad, pero ¿cómo podía contenerme contra el calor sedoso de su interior, y la sensación de su poderoso esfínter que me sujetaba abrazando mi polla junto con el poder de todo lo que pasaba dentro de mi cabeza? Estaba tan excitado que me costaba respirar y mucho menos aguantar. Cada embestida fue mejor que la anterior, llevándome cada vez más cerca del final.



Cuando mi gordo y fornido Milton, al que le gustaba que le insultaran de gordinflón para calentarse, empezó a retorcerse debajo de mí y a rogarme que le inundara las tripas con mi lefa, sólo pude responder haciéndolo. Me sorprendió la fuerza de mi orgasmo; creo que me desmayé por una fracción de segundo cuando mi pene dolorido encontró alivio al bombear una carga masiva. Cada chorro me hizo sentir un escalofrío de placer en todo el cuerpo y cuando terminé de chorrear me desplomé sobre la amplia espalda de Milton y permanecí jadeando durante unos minutos.



Nos dimos otro baño caliente antes de meternos en la cama. Hasta la mañana del sábado estuvimos follando los dos.



Milton me aseguró:



— Ya no necesito buscar más, me cazaste.



Yo estaba feliz y quedamos para la noche del lunes. Escribo hoy lunes para publicarlo y ya estoy pensando en lo que ocurrirá hoy, os prometo contarlo en otra ocasión en que abra una sección de relatos que podríamos titular «Los lunes eróticos». Ya veremos.



¡Que gran chico es este Milton!


Datos del Relato
  • Categoría: Gays
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