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"Por fin, ha llegado el día de mi cita con el misterioso Hombre del sur. ¿Cómo será? ¿Cómo me follará?"
Pensaba que volver a quedar con un desconocido para follar sería más fácil esta segunda vez. No lo está siendo. Odio esperar.
Cuando quedé con Gato le esperé en el hotel dejándome llevar por un romanticismo peliculero. Yo interpretaba el papel de la amante secreta que esperaba a su hombre en el hotel. Aunque fue muy morboso, también me puso demasiado nerviosa, así que para esta ocasión decidí cambiar de localización.
Le estoy esperando en la estación de autobuses M.A, paseándome como una leona encerrada por todo el lugar y mirando a cada minuto la pantalla de LLEGADA para ver cuánto le queda a su autobús.
Poco menos de 10 minutos, dicen las brillantes letras verdes. Como se retrase, me va a dar un infarto. Creo que estoy más nerviosa ahora que cuando esperaba a Gato. A él al menos le estaba esperando muy sexy, con esa ropa semitransparente que… ¡Maldita sea, no me he puesto hoy! Ya sabía que algo se me olvidaba… Al salir de casa, estaba tan concentrada en no olvidarme el mapa de mi ciudad, que por otro lado no necesito porque me la conozco al dedillo, que se me olvidó ponerme la ropa interior de putilla, como yo la llamo. Cuando estuvimos hablando, antes de quedar, me dijo que le gustaría conocer mi ciudad. Yo me ofrecí a darle una pequeña visita guiada ya que soy estudiante de turismo. Él aceptó y aquí estoy, esperando y preguntándome qué impresión le causaré.
10 de la mañana y a su autobús todavía le quedan 5 minutos. ¿Es que no puede darse prisita?
Me siento en una de las muchas sillas que hay frente a la pantalla, donde no dejan de pasar ciudades y números hasta que reaparece la suya. 2 minutos. Venga coño. He estado esperando una semana, eso no es nada para mí.
Se me hacen eternos…
Miro mi Whatsapp constantemente hasta que un mensaje suyo aparece en la pantalla de mi móvil: “acabo de bajar del bus. Estoy recogiendo las maletas”
Los nervios de antes no son nada comparados con los que ahora ha provocado ese mensaje. Soy una chica tímida y conocer a alguien nuevo siempre me genera un poco de ansiedad (y excitación, si me lo voy a tirar). Tratar de imaginar como será esa persona mientras chateamos, como será su voz, su cuerpo, como follará… Y luego finalmente descubrirlo, esa es la mejor parte. Liberar por fin todo ese deseo acumulado en la representación real, y muchas veces sorprendente, de lo que has estado fantaseando.
Voy pensando en ello, deleitándome con lo que está por venir, mientras camino hacia la puerta por la que se supone que saldrá Hombredelsur. No sé cómo le voy a reconocer, dado que solo yo le he dicho como voy vestida. Me tiembla una rodilla y me cruzo de piernas con los brazos tambien cruzados bajo mis pechos.
¿Qué pensará cuando me vea? No voy muy arreglada, simplemente llevo ropa cómoda: una camiseta blanca, ancha, remetida en unos pantalones cortos para que remarque mi cintura. ¿Zapatillas? Mis Converse de siempre. Outfit perfecto para dar una vuelta por ahí en verano.
De repente, siento que alguien me observa. Alzo la mirada de mis delgadas piernas y mis ojos se encuentran con los de un hombre de unos 25 años que arrastra una maleta en mi dirección. Lleva unos pantalones piratas marrones y una camisa hawaiana de manga corta. Su pelo negro, tan largo como el mío y rizado, está atado en una coleta, que se balancea de forma graciosa cada vez que da un paso.
¿Es él mi Hombredelsur?
—Disculpa, ¿sabes cómo puedo llegar aquí? —Se saca un mapa arrugado del bolsillo y me lo muestra.
No puede ser. No es él.
Sonrío mecánicamente y le doy las indicaciones señalando en el mapa los trasbordos que tiene que hacer. Me da las gracias y se marcha. Suspiro, ya más relajada y voy a sacar el móvil del bolsillo trasero de mi pantalón para comprobar el Whatsapp cuando una voz a mis espaldas me hace dar un respingo.
— ¿Eres Irene?
Me giro rápidamente para verme reflejada en unas gafas negras de sol. La verdad es que estoy muy mona con el pelo suelto, la camiseta, que apenas deja entrever los dos montículos de mis pechos, y los pantalones cortos.
—Sí —respondo. Él se quita las gafas y puedo ver un iris tan oscuro como las gafas que los cubrían. Sus labios se curvan en una sonrisa entre su espesa barba negra y se inclina para darme un beso en cada mejilla. Le rodeo levemente con mis brazos mientras lo hace, aspirando el olor de su colonia. Huele muy bien, una fragancia fresca y excitante. Nos separamos y yo hago un gesto hacia la salida de la estación.
—Por allí. Vamos primero al hotel, ¿no?
Él asiente y se vuelve a colocar las gafas de sol.
— ¿Qué tal el viaje en bus? —le pregunto, antes de que él pueda decir nada.
De camino al hotel charlamos sobre su viaje en bus y el tiempo en mi ciudad. Es la típica conversación intranscendente que ambos aprovechamos para observar de reojo al otro y evaluarlo. Lleva un polo de manga corta y unos vaqueros. Su cuerpo es delgado y alto. Me saca más de una cabeza, lo que ya le hace sumar puntos en mi ranking de tíos follables.
No sé si os he dicho ya que me encantan los hombres altos porque yo también soy alta. Mido 1.68.
Me doy cuenta de que solo lleva una mochila al hombro. Supongo que se quedará solo un día. Lástima, me está cayendo bien y aun no me lo he follado.
Llegamos al hotel y subimos a la habitación. La recepcionista apenas nos presta atención. Los nervios se han disipado un poco durante el paseo y cuando subimos al ascensor, y las puertas se cierran, me coloco un poco más cerca de él. Vuelvo a captar su aroma, que me encanta. Él se cuelga las gafas del cuello del polo y me mira. Los ojos se me van a sus labios, enmarcados por esa sexy barba negra, abundante pero bien recortada.
Se inclina para besarme despacio, como evaluando si yo estoy dispuesta a ello. Y obviamente lo estoy. Recibo su beso con ansia. Durante todo el paseo había deseado que llegara este momento, la ocasión de entrar en acción. Poniéndome de puntillas, le cojo de la nuca y le beso intensamente un instante, lo suficiente para dejarnos sin aliento. Nos separamos. Me apoyo en la pared del ascensor. Miro los botones encenderse: queda solo un piso más.
Las puertas se abren y caminamos sin decir nada por el pasillo hasta nuestra habitación. Él abre la puerta y me cede el paso. Entro y voy directa a fisgar al minibar. Estoy sedienta y cachonda. Habrá que empezar a eliminar las necesidades una a una.
Le escucho caminar y dejar la mochila en una de las otras habitaciones, quizá en el dormitorio, mientras en cuclillas busco algo de beber en la pequeña nevera.
— ¿Una Coca cola? —le pregunto.
—Vale, me vendrá bien para espabilarme —responde a mis espaldas.
Me giro para darme cuenta de que ha entrado en el salón. Su entrepierna a par de pasos de mi cara. Quiero saber qué secretos guarda ese paquete.
Me olvido de la bebida y gateo hacia él pero, antes de que pueda poner mis manos sobre él, me agarra de la barbilla y me obliga a mirarle. Se agacha y me besa. Me encanta sentir sus labios sobre los míos, su barba pinchándome cuando atraigo uno de ellos al interior de mi boca.
Paso mis brazos sobre sus hombros, forzándole a arrodillarse frente a mí. Él me succiona uno de mis carnosos labios, lo muerde, tira y lo suelta. Gimo bajito y me acerco a su boca de nuevo para besarle. Paso mí una mano por su pelo, espeso y duro. Lo lleva peinado como un tupé, lo que le da un aspecto juvenil aunque su rostro aparente 30 años. Paso los dedos de la otra mano por su barba. Sus besos cada vez me excitan más e imaginar cómo debemos vernos, comiéndonos la boca el uno al otro en el suelo, despierta todos mis instintos primarios. Vaya, ¿y él no decía que necesitaba espabilarse?
Mientras me besa, me saca la camiseta de debajo del pantalón y cuela las manos por debajo de ella. Me levanta el sujetador y aprieta mis tetas flojo. Las masajea y yo le beso con más intensidad, introduciendo mi lengua en su boca por primera vez. Le tiro del pelo excitada y también porque quiero ver qué hace. Él aprieta mis tetas posesivamente y yo me inclino más hacia él, sentándome a horcajadas sobre su entrepierna. Siento el bulto incluso con el obstáculo de los pantalones de por medio. Me comienzo a frotar y doy un par de saltitos sobre él, provocándole.
Él alza mi camiseta y deja de besarme para meterse en la boca uno de mis pechos. Pasa la lengua por mi pezón, que no tarda en inflamarse y enrojecer. Entonces pasa a mi otra teta y repite el proceso. La aprieta con la mano, llevándosela a la boca, succionando todo mi pezón, incluso la zona morenita que lo rodea, como si lo fuera a devorar. Lo muerde suavemente con los labios haciendo que se me escape un gemidito. Me pone tanto mirar cómo me come las tetas. Pone su cara entre ellas mientras yo sujeto mi camiseta para no perderme el espectáculo, y aprieta mis tetas contra sus mejillas. Su barba pincha la piel sensible de mis pechos. Me doy cuenta de que sus manos los abarcan completamente sin problemas. Mis pezones, sonrojados, asoman entre sus dedos.
No he parado de frotarme contra el duro bulto de su entrepierna en ningún momento y siento que mi vagina está muy mojada. Incluso me duele un poco de la excitación.
Me masajea las tetas, juntándolas de vez en cuando como si aplaudiera con ellas, intentando comerse las dos al mismo tiempo. Suelto la camiseta, concentrada en disfrutar de su delicioso jugueteo, que cae cubriendo mis tetas. Él vuelve a levantarla rápidamente, esta vez subiendo la camiseta por encima de mi cabeza, tapándome la cara con ella. Sorprendida, casi me caigo de espaldas, pero Hombredelsur me agarra por la espalda y me tumba lentamente en el suelo, colocándose sobre mí. Lo veo todo blanco a mi alrededor excepto por una tenue sombra frente a mí. Me embarga el miedo, la inseguridad de qué hará a continuación. Instintivamente, llevo una mano hacia mi cara para liberarme de la camiseta, pero él agarra mi mano al vuelo.
—Tranquila, no te voy a hacer nada… —titubea unos segundos antes de añadir: — malo.
Inquieta, muevo la cabeza hacia los lados pero la camiseta no se suelta.
Él acaricia mi piel con sus dedos, comenzando en el cuello, pasando entre mis tetas, sin parar de descender, recorriendo mis costillas hasta la cintura del pantalón. Se detiene. La caricia ha logrado su objetivo y estoy más tranquila.
La repite con la otra mano, como si con ese paseo quisiera conocer todas las curvas de mi cuerpo, y un escalofrío atraviesa mi columna vertebral.
Me recorre con las dos manos a la vez, disfrutando de la suavidad de mi piel. La carne se me pone de gallina porque el suelo está helado y sus manos muy calientes. Agarra mis tetas y va pasando de una a otra con la boca. Gimo bajito, un gemido ahogado por la tela de la camiseta. Cierro los ojos he intento relajarme y disfrutar plenamente de lo que sea que vaya a hacer con mi cuerpo. Trato de confiar en él aunque no lo conozca. Me intento convencer de que no me va a hacer daño… Sin mi permiso, al menos.
Pasa la lengua por mi estómago. Su barba me hace cosquillas y me agito pero él me tiene bien agarrada. Siento como baja la cremallera de mi pantalón. No consigo recordar qué ropa interior llevo. Espero que sean unas bragas bonitas.
Comienza a bajarme un poco el pantalón, obligándome a juntar las piernas. Luego busca mi clítoris con una mano y lo localiza sin problemas por encima de las bragas. Lo acaricia, presionándolo levemente. Mi piel reacciona a sus caricias, los muslos me tiemblan un poco cuando sus dedos aumentan la velocidad y la presión de las caricias. Gimo bajo la camiseta y él me la quita, al fin, de la cara. El aire de la habitación refresca mis mejillas coloradas. Me mira, como valorando si estoy bien, pero sin parar de tocar mi clítoris. No soy capaz de sostenerle la mirada durante mucho tiempo. Cierro los ojos, un poco intimidada, avergonzada de que me vea tan cachonda y sonrojada, y gimoteo bajito. Siento su aliento sobre mis labios cuando se inclina para besarme. Al mismo tiempo, coloca la palma de la mano sobre mi pelvis y la va deslizando lentamente hasta colarla bajo mi ropa interior. Mi clítoris se inflama, anticipando la caricia de sus dedos, pero no es allí a donde estos se dirigen. Siguen para abajo, abriendo los labios de mi vagina hasta detenerse a la entrada. Traza círculos sobre ella, despacio, jugueteando con mi agujerito, obligándome a alzar las caderas hacia sus dedos mientras gimo de frustración contra sus labios. Entonces siento como sus dedos me invaden, obligándome a separar las piernas. No puedo abrirlas mucho por el pantalón y sus dedos entran justos, apretados por mis muslos y los labios de mi vagina, abriéndose paso hasta el fondo.
Oprime mi coño con la mano usando los dedos como agarre. Me inmoviliza contra el suelo, con los pantalones manteniendo juntas mis piernas y su mano evitando que levante mi cintura.
Para de besarme. Nuestros labios están húmedos, lo que provoca que solo quiera besarle más mientras hace lo que sea con mi coño. Le veo mirar su mano bajo las bragas, con los dedos profundamente metidos en mi vagina… Y entonces comienza a follarme con los dedos, presionando mi clítoris con la palma de su mano. Los mueve lo poco que se lo permiten mis bragas y mis muslos. Me besa de nuevo y luego desciende para besar también mi cuello. Mis uñas tratan de arañar el suelo. Si sigue mucho más voy a correrme.
Siento sus labios atrapar uno de mis pezones. Sus dedos retroceden, recorriendo el interior de mi vagina a la inversa, y salen dejándola vacía y dilatada.
Su lengua se pasea por mi estómago. Su barba me hace cosquillas en el ombligo. Sigue hacia abajo, deslizando mis bragas por mis piernas hasta dejarlas, junto con los pantalones, a la altura de mis tobillos. Abre mi coño con los dedos y su lengua se cuela entre mis muslos. Lame mi clítoris, ya muy sensible por las caricias de sus dedos y la palma de su mano. Lo succiona, dejándome al borde del orgasmo, y hurga intentando llegar a mi orificio pero no lo consigue. Una parte de mí se alegra, porque me da mucha vergüenza que me coman el coño. Su boca abandona mi vagina y me siento muy tentada de tocarme hasta correrme, pero él tiene otros planes.
Levanta mis piernas, colocando mis rodillas a la altura de mis pechos. Apoya sus manos en mis muslos y noto sus labios en mi coño una vez más. Me penetra con su lengua. Casi chillo, pero me muerdo los labios y solo se me escapa un ronco gemido nada femenino pero cargado de excitación. Deseo correrme pero él parece que realiza cada movimiento para dejarme al borde del orgasmo. Abro los ojos un segundo, pero no le puedo ver con mis piernas de por medio, lo que resulta un alivio. Ver a un hombre con su cabeza enterrada en mi coño siempre me ha dado tanta vergüenza como placer.
Alargo una mano para cogerle del pelo y obligarle a dejarle terminar, pero no me lo permite. Se levanta. Veo su pelo despeinado asomarse por encima de mis pies, aun enfundados en mis zapatillas. Sus ojos brillan lascivamente, sus labios están mojados por mis fluidos. Me muero de vergüenza y aparto la mirada, bajando las piernas un poco para que mi coño no siga estando expuesto en esa postura tan obscena. Él vuelve a cogerme con una mano del muslo, para que no siga bajando. Sus dedos se clavan en mi piel, haciéndome un poco de daño. Escucho bajar la bragueta de sus pantalones y entonces se inclina hacia mí, forzándome a que vuelva a levantar las piernas, que ocultan de mi vista su rostro.
Siento la punta de su pene abrir los labios de mi vagina, que mis muslos mantienen cerrados. Restriega su polla contra mi coño, que está empapado, y finalmente me penetra. Gimo fuerte, y le escucho gemir a él también. Vaya, sí que estaba deseando meterme la polla.
Apoya su cuerpo contra mis piernas, introduciéndose, lenta pero inexorablemente, más y más dentro de mí. Retrocede hasta sacar su polla del todo.
—No… — escucho mi voz suplicante, temblando de excitación.
Por suerte, vuelve a penetrarme y me folla un par de veces para luego volver a parar. Golpea su pene contra mi coño, un agradable pollazo, y vuelve a hundir su polla en mí.
Ahora sí que empieza a embestirme con ganas.
Se sujeta a mis muslos, apretándolos. Mis piernas aplastan mis tetas y, levantando mi culo del suelo, me comienza a follar realmente fuerte. Siento su polla chocar contra lo más profundo de mi vagina. Mis gemidos son casi gritos y al final me corro agitando las piernas, que por suerte él no había dejado de sujetar, obligándome a quedarme quieta y follándome un poco más hasta que él también llega.
Se queda quieto unos instantes, me suelta y luego se retira de mi interior. Los dos tenemos la respiración acelerada, el aliento entrecortado. Dejo caer mis piernas al suelo. Las huellas de sus manos se marcan en mis muslos. Me quito los pantalones y las bragas del todo. Me duele un poco la espalda cuando Hombredelsur me ayuda a ponerme en pie.
Nos miramos y siento el impulso de besarle como recompensa por el orgasmo al que me ha llevado, pero justo en ese momento él rompe el silencio.
— ¿Nos arreglamos y te invito a comer?
—Genial, me muero de hambre.
Cuando me encierro en el baño para arreglarme, pienso que realmente tengo ganas de otra clase de comida de la que él supone.
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