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Categoría: Masturbación

Viendo a mi prima masturbarse

En estos momentos tengo 38 años, pero la historia que voy a relatar marcó profundamente mi personalidad sexual.

De niño, más o menos a los 8 años, toda mi familia vivía en el Sur, en el trópico, el calor, la vegetación, los olores deliciosos del ambiente. Como mis padres trabajaban todo el día decidieron traer a una de mis primas a que cuidara de mis dos hermanos y de mí después de salir de clases.

Mi prima, mi primer símbolo sexual, tenía por entonces 15 años. Era una mujer blanca chiquita, muy delgada, pero para su edad era dueña de unas impresionantes nalgas bien paradas y bien duras, así como de un hermoso par de tetas bastante generoso. Por lo mismo del clima tropical, ella gustaba siempre de un vestido de algodón estampado, muy delgado, de una sola pieza, ajustado a su cintura y muy escotado, además de sandalias abiertas de carnaza que mostraban sus delicados deditos sin un solo vellito. El pelo lo traía largo, negro azabache, muy lacio y siempre recién lavado. Era bonita de rostro, aunque de rasgos algo orientales, como japoneses, que hacían más llamativa y misteriosa su hermosura. Casi no hablaba, sólo se limitaba a echarnos una ojeada de vez en cuando mientras realizaba sus labores escolares.

Una tarde de esas, en que la primavera cuece todo lo que hay alrededor y la pertinaz lluvia sólo eleva la temperatura convirtiendo el ambiente en vapor, habíamos terminado de comer y, después de cepillarnos, extendimos el tapete favorito para recostarnos a juguetear. Mi prima, como siempre, frente a nosotros, en su mesa de trabajo concentrada en sus deberes. Al poco rato, según puedo recordar, nos quedamos dormidos los tres hermanos, no sé cuánto tiempo, pero yo desperté. "Algo" me dijo que lo hiciera con sigilo, levanté el rostro y por encima de mi hombro y los de mis hermanos dormidos, eché una ojeada a mi alrededor.

Mi prima no estaba en su mesa, estaba sentada en el piso, con los ojos cerrados ¿dormida? yo no sabía, pero permanecí en silencio. Así, con el rostro lánguido, mi prima estaba recargada en la pared, con las piernas blancas, suaves y lampiñas extendidas a todo lo largo del piso y un poco abiertas. Yo podía ver por entre la falda, el abultado centro que encerraban sus calzoncitos de seda blanca.

De pronto ella empezó a chupar uno de sus dedos, el índice. "Se lo habrá herido", pensé. Lo introdujo todo lo que pudo entre sus labios, como si estuviera embarrado de dulce, lo sacaba y lo volvía a meter. Luego, con la otra mano se empezó a tocar el seno izquierdo, sobre el vestido, en movimientos circulares. De cuando en cuando apretaba en medio de la tremenda teta, como pellizcádose. Instintivamente, sus piernas se abrieron todavía más, la falda del vestido se subió hasta la mitad de los muslos dejándome ver perfectamente la sombra de la raja adornada por miles de vellitos (ya largos para ese entonces) en la parte superior del monte. La mano derecha de mi prima bajo al muslo, lo acarició suavemente de arriba hacia abajo, haciendo énfasis en la parte interior, luego la izquierda acarició el muslo propio. Para entonces, ella había recogido las piernas, estaba sentada, con las rodillas cerca de las tetas, ambos pies separados sobre el suelo fresco; podríamos decir que era lo más parecido a la posición de flor de loto.

 

 

Ahora la mano derecha frotaba el centro de su calzoncito, yo podía ver perfectamente cómo el dedo anular subía y bajaba por la sombra oscura de su raja, la mano izquierda seguía masajeando la teta derecha. Su respiración se hacía más acelerada. De súbito, la mano que sobaba el bulto de entre sus piernas, se metió dentro del calzón de seda, su semblante cambió, apretó los párpados, abrió un poco los labios como diciendo "Ohh". La mano trabajaba arduamente por entre el calzoncito. Desde mi puesto, yo tenía la mejor vista para observar cómo el dedo índice volaba sobre la parte superior de su monte y luego bajaba lentamente a todo lo largo de su delicada rajita.

De un movimiento inesperado que me hizo vacilar un momento, arrancó el calzón de su cuerpo y lo arrojó a un lado, volvió a estirar las piernas sobre el piso, las abrió todavía más y subió el vestido hasta el vientre, sacó ambas tetas del escote y las dejó fuera del vestido. Para entonces yo sentía un extraño ardor en mi verguita infantil, los huevitos estaban durísimos, me hormigueaba el estómago y las mejillas. Apenas pude contener mi respiración y los latidos de mi corazón. Me relajé y seguí observando. Ahora mi prima (deliciosa primita de todos mis recuerdos!) se agachaba para verse la concha, se inclinaba sobre sí para escudriñar en lo más recóndito de su volcán en erupción, yo veía claramente su rajita, adornada por una mata de vello grueso, negro, lozano. El color rosa de sus labios vaginales adolescentes contrastaban con el blanco de sus piernas.

Ella chupaba un dedo y lo tallaba a lo largo de su rajita, luego lo introducía hasta la mitad de su coño, lo sacaba, lo olía y lo volvía a chupar. Al mismo tiempo se daba masaje en sus tetas al aire, las apretaba contra sí, jalaba sus pezoncitos oscuros, las amasaba como si estuviera haciendo pan, las levantaba y trataba de lamerlas pero no podía. De repente se recostó a todo lo largo del piso, con las piernas flexionadas abiertas frente a mí, en un hermoso close up, digno de cualquier película porno, metiéndose cada vez más el dedo anular, mientras que el pulgar masajeaba su furioso botoncito. Por la parte interna de sus muslos resbalaba algo que yo confundí con sudor, pero que tiempo después identificaría con el líquido más íntimo y más seductor que lleva toda hembra en celo. Ahora metía dos dedos. Arriba, en sus tetas, ella se daba gusto sobándose, jalándo hacia arriba sus pezones, gemía, sollozaba, jadeaba. De pronto, sus muslos empezaron a temblar, su mano apretó todo lo que pudo sus tetas como si éstas se le fueran a escapar, cerró las piernas con su mano derecha dentro, se volteó de costado, dio un par de brincos más y luego se quedó quieta, aflojando todos sus músculos.

Yo no lo podía creer, ahí estaba yo, presenciando el primer espectáculo sexual e íntimo de mi vida, con mi primita de 15 años como tremenda protagonista. Poco a poco ella se fue levantando, se acomodó el pelo revuelto, se puso sus calzones y las sandalias, se levantó para alisarse el vestido y regresar las tetas a su lugar, se limpió las manos con la falda del vestido, tragó saliva, respiró profundo, echó una ojeada a los tres cachorros "dormidos", y volvió a ocuparse de sus deberes escolares.

 

 

En mi vida han pasado muchas mujeres, de todo tipo y temperamento, gozo muchísimo haciéndoles el amor, pero lo que realmente disfruto es verlas masturbándose, observándolas en silencio, siendo partícipe secreto de su calentura. Me he dado unas masturbadas bárbaras mirándolas. Mis videos porno favoritos son los de onanismo femenino, y mis relatos predilectos son los de autosatisfacción femenina. Saludo a todas mis bellas compañeras de foro que disfrutan mucho de sus cuerpos y que comparten con todos nosotros sus experiencias. Las amamos a todas.

Datos del Relato
  • Categoría: Masturbación
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