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~Sentado, como estoy, en una de las mesas más apartadas de este café que tantos recuerdos trae a todos los miembros del grupo de amigos que desde la época del instituto seguimos juntandonos, puedo ver como hechos, en principio inesperados, nos cambian la vida.
Las paredes estan abigarradas de fotos que cuelgan y muestran, aparte de la afición a la fotografía de Juán, el dueño del café, un montón de instantáneas de muchos de los que por aquí hemos pasado y vivido momentos que hoy nos parecen tan lejanos y a veces sepultados y tapados por otros más recientes que contradicen a los anteriores.
Aquí, en este café nos juntábamos los viernes tras las clases para tomar una cerveza y desde aquellos días ha sido la "sede" del grupo de amigos, hasta el punto de haber pasado allí más horas que en nuestra propia casa. Por esto, muchos de los recuerdos de nuestras vidas permanecen entre estas paredes, y en algunos casos, inmortalizados en fotos.
En este café fue donde, tras muchos años de ausencia, me reencontré con Jorge. Este reencuentro marcó un antes y un después en mi vida.
Jorge era uno de los primeros amigos que hice en el instituto y uno de los mas populares en la pandilla. Su aspecto rudo, en aquellos años del final de nuestra adolescencia, le hacía ser a veces temido por gente con la que, como creo que todos los jóvenes, a veces las cosas llegan a las manos. Era el mas alto de nosotros y bastante fornido, pero aparte su cara con cejas muy pobladas, barba casi pelirroja y pelo claro bastante largo imponía. A veces le llamabamos "el vikingo".
Para las chicas de la pandilla Jorge sólo ejercía el papel de protector ya que, en su día, la grasa que rodeaba su cuerpo no les resultaba especialmente atractiva. Pero esto para los chicos no suponía ningún problema.
A pesar de su aspecto rudo y de amante de la bronca, Jorge era de los que mejores notas sacaba en clase, a diferencia del resto que íbamos tirando como podíamos para sacar algo mas de un 5.
Había además otra cosa que diferenciaba a Jorge del resto de gente de la pandilla y era el nivel económico de sus padres. Nadie nos explicábamos que hacía el hijo de un francés expatriado que era directivo en una multinacional en un instituto de un barrio de clase media, tirando a baja. Tampoco él nos lo quiso aclarar nunca.
Cuando acabamos el último curso en el instituto varios de los amigos quisimos seguir en la universidad y naturalmente, Jorge también. Pero en su caso su padre logró convencerle de que en vez de quedarse en Madrid, estudiara en la "Ecole Polytechnique de Paris", ya que de allí era su padre y tenía familia.
Tras el verano llegó el momento de la despedida en la que no hubo el más mínimo signo de sensiblería. Al fín y al cabo éramos tíos y ya nos llamaríamos; y en el peor de los casos en Navidades volveríamos a vernos.
Pero llegaron las Navidades y por el café no vimos a Jorge. Supimos que a su padre lo habían trasladado a Francia. Quizás a sabiendas de esto lo había enviado a estudiar a Paris. Sobra decir que con el tiempo perdimos el contacto.
Y así pasaron los años. Jorge quedó en la memoria como alguno más de los amigos que se han quedado en el camino y que a veces recordamos cuando nos vienen anécdotas a la memoria gracias a las fotos del café.
Por mi parte, tras la universidad me casé con Clara, una chica que conocí en 4º curso, y unos años después me divorcié de ella.
Como Clara era bastante mojigata y poco imaginativa en el sexo, después de divorciarme me lancé a una carrera contra reloj por acostarme con cuantas más mujeres pudiera y todos los tipos de experiencia que fuera capaz. Y a fé que lo conseguí ya que la naturaleza me ha dotado con un cuerpo que, y no es falsa modestia, está muy bien.
Como todo en la vida, lo mucho cansa. Y así me sentía con mis relaciones. Últimamente era más por insistencia de las folla-amigas que por propia iniciativa por lo que quedaba con ellas.
Como hoy, una tarde de estas de primavera que se hacen eternas y en las que no sabes qué hacer me pasé por el café y me senté en una mesa a ver pasar el tiempo, por si algún amigo de los de toda la vida pasaba por allí y nos tomábamos algo.
En el local entró un hombre alto, algo más que yo, con la cabeza completamente rapada. Vestía con unos vaqueros bastante ajustados y una camiseta negra que le marcaba todos los músculos de su espalda, que fué lo primero que vi de él. Sus brazos parecían decir que ese hombre vivía en un gimnasio.
Llegó a la barra y giró su cabeza de un lado a otro casi compulsivamente cómo buscando al camarero. En esos momentos, Juán, el dueño, estaba en la trastienda haciendo algo, ya que a excepción de mí, que era de confianza, no había nadie más en el local. Me llamó la atención el estado de ansiedad de éste cliente que al ver que tras la barra no había nadie giró la cabeza hacía el resto del local hasta que vi como clavaba su mirada en mí.
Tampoco era extraño ya que en ese momento era el único cliente y estaba en una mesa bastante apartada que es muy discreta pero a la vez tienes perfectamente controlado el café.
Noté como, según me miraba, el extraño escrutaba mi cara y algo hizo que en la suya, de pronto, notara un gesto distinto y comenzó a andar en mi dirección. Yo, como a quien se sorprende espiando, trataba de mirar a otro sitio y hacerme el distraido, pero por el rabillo del ojo podía ver como el hombre seguía avenzando hacia mí.
- Pegdona, eges Magcos? -me preguntó el extraño con un marcado acento francés.
Giré mi cabeza mirándole y el caso es que algo en él me resultaba familiar pero no lograba ubicarle. Más por educación que por otra cosa contesté.
- Si, me llamo así. Usted cómo se llama?
- No me "geconoces"? Soy Jorge! -dijo casi como una exclamación al tiempo que su rostro mostraba una alegría que yo no lograba entender.
- Jorge? Pues ahora no caigo... -dije.
El extraño miró por un instante las paredes del café buscando algo hasta que fijó su cara en una foto que había cerca de dónde yo estaba.
- Si, "miga" esa foto. Jorge, que me fuí a "estudiag" a France.
- Jorge Mercier? -recordé de pronto el apellido de aquel amigo de hacía años.
- Oui! Georges Mercier, o sea, Jorge, el mismo! - la cara del extraño, de Jorge, era de entusiasmo.
- Pero... -dije dubitativo- ¿Tú eres Jorge? Si no te pareces! -dije al tiempo que me levantaba para saludarle.
En efecto, la imagen que se me venía a la memoria era de un chico alto, sí, pero mas bien gordo y con barba y pelo claro. Lo que tenía enfrente, a excepción de la altura, era la antítesis de Jorge. Era un hombre sin un solo pelo en la cabeza y brazos (a excepción de pestañas y unas muy finas cejas) y sin un gramo de grasa. Además el nuevo Jorge tenía unas gafas que años atrás no tenía y que ahora le daban carácter.
- Sí, he cambiado un poquito. "Pego" tú también las cambiado -dijo.
- Jaja -reí estando ya algo mas confiado con el extraño que no era tal-, sí. Los años no pasan en balde.
Ciértamente, al contrario que él, mi aspecto no había mejorado. Aparte de las dichosas canas que comenzaban a ser cada vez más visibles, mi mirada no era la misma y alguna pequeña arruga en la frente daban cuenta de que ya había pasado los 35 años hacía unos meses. Aparte de la edad, lo cierto es que nunca me he cuidado y a veces he llevado una vida una tanto canalla, y las noches de juerga y alcohol a la larga se pagan.
- Bueno, cuanto tiempo -dije-. Sientate y cuentame! Qué es de tu vida?
Durante un rato me estuvo repasando su historia desde el mismo momento en el que se marchó de Madrid.
Cuando salió Juán de la trastienda se acercó y tras las presentaciones también estuvo un rato departiendo con nosotros.
Al rato, ya sin Juán allí, seguimos charlando y contándonos nuestras trayectorias vitales. Según avanzaba la conversación, el acento francés de Jorga iba menguando y se iba aclimatando al acento local.
Su vida había sido convulsa tras su paso por la universidad, según me contaba. Estudió química (eso ya lo sabía) pero se especializó, ya en el mercado laboral, en temas de tejidos artificiales y había pasado por varios empleos en Paris y Milan, ciudades muy relacionadas con el mundo de la moda. Francamente, la vida laboral le iba estupendamente, no así la vida sentimental. Tras un desenagaño amoroso y una vez repuesto, decidió, según me contaba, tomarse un tiempo libre y retomar viejas amistades.
Por mi parte le conté lo de mi boda y divorcio y le dí unas pinceladas de lo que posteriormente era mi vida licenciosa. Sobre todo a esto último estaba muy atento.
Habíamos tomado ya varias cervezas y el sol hacía rato que se había ocultado. Ese día ninguno de los amigos de la pandilla acudió al café, cosa que cada vez era mas habitual. A esas horas el hambre comienza a hacer aparición y a pesar de que en el café ponen algo de picar, para seguir la conversación decidimos ir a un restaurante cercano que conozco.
Jorge, haciendo gala de su supuesta posición económica no me dejó pagar nada y pagó el todo lo que habíamos bebido.
Paseamos durante un cuarto de hora hasta el restaurante y no parábamos de hablar. La conversación se centraba a veces en mis líos y sobre todo en el hartazgo que a veces tengo de follar con las folla-amigas de siempre. De hecho, recuerdo que la palabra "follamigas" le sorprendió (no la conocía obviamente) y le hizo gracia.
- O sea, que ya estás cansado de follar con mujeres? -me preguntó.
- A ver, no es eso -dije-, pero es que al final estas citas son tan rutinarias como con una esposa.
- Y por qué no pruebas cosas distintas?
- Distintas?. Si con ellas hago de todo... pero todo, todo -dije pavoneándome de mi propia experiencia.
- Entonces tendrás que cambiar de amigas.
- Ya lo sé -dije un tanto resignado-. Lo que pasa es que al final es lo mismo.
- Pues chico, o te haces célibe o te dedicas a otra cosa.
Yo no di mayor importancia a ésto ya que acabábamos de llegar a la puerta del restaurante. Abrí la puerta y ambos entramos. Pedimos una mesa y nos sentamos.
A la hora de elegir la cena, y sobre todo con la carta de vinos, se notaba que Jorge, el rudo Jorge de años atrás, tenía un gusto exquisito.
Debido al calor que teníamos en Madrid desde hacía unos días lo cierto es que yo no tenía demasiada hambre por lo que cené poco, al contrario que Jorge. Sin embargo no estuve tan recatado con el vino, que, copa tras copa, cayó casi botella y media, y la mayor parte lo bebí yo.
Después de los postres nos sirvieron un chupito a la hora de pedir la cuenta. Jorge se empeño en pagar y levantando el vasito brindó por nuestra amistad.
Sinceramente, el nuevo Jorge tenía un magnetismo especial. Se le veía seguro de sí mismo, con aplomo, con cierto glamour y alegre. Casi diría que encantador. A diferencia del resto de amigos de la pandilla, Jorge era un tío con clase, pensé.
A la salida del restaurante me dijo que estaba un poco perdido ya que no recordaba muy bien dónde estábamos. De hecho, al café había llegado en taxi gracias a que encontró la dirección buscando en internet. Sin embargo, a esta hora y donde estaba el restaurante no había ni uno solo.
Me dijo cual era el hotel en el que estaba alojado y decidí proponerle dar un paseo hasta allí y acompañarle. Tampoco la distancia era mucha y el poco frescor de la noche haría que la mosca que tenía por el vino se pasase.
Mientras caminamos volvimos a las conversaciones que tuvimos durante la cena, pero Jorge cada vez insistía más en que tendría buscar alternativas para evitar el tedio que, como ya he contado, me causaba las relaciones de siempre.
- Alguna vez has probado con un hombre? -me preguntó.
- Nooo -respondí sobresaltado-. Ni de coña!
- Viendo tu caso, pensé que sería una opción a explorar.
- Ya, tío, pero con un hombre! -dije extrañado de la proposición.
- Si estas cansado de las mujeres, por que es lo que me parece, qué opción te queda?
Me quedé pensativo. Realmente era algo que chocaba frontalmente con todo el entramado de valores y moral que me rodeaba. No me veía enamorado de un hombre aunque el caso es que tengo que reconocer que en ese momento tampoco me veía enamorado de una mujer. Pero el solo hecho de sentir una piel peluda a mi lado me daba un poco de repulsión.
Jorge volvió a la carga insistiendo.
- Un amigo, italiano, le pasaba algo parecido a tí. Ahora es abiertamente bisexual y se le ve feliz.
- Bueno, los italianos... y más si son del mundo de la moda -dije.
- A otra chica de mi empresa, que esta buenísima, harta de llevarse a la cama al hombre que quisiera, un día se la ocurrió un trío con otra chica y un chico. Lo que me contaba después era que estaba contenta de haber descubierto cosas nuevas. A mitad de la noche pasaron del chico y ahora es lesbiana.
- Ja! eso es por que no me la presentaste -dije riendo.
- Al final es lo mismo -dijo Jorge-, tú mismo lo has dicho hace un rato.
- Joder... pues sí -dije cabizbajo.
Estábamos llegando ya a su hotel cuando un camión de baldeo (de estos que van regando las calles) que debió no vernos nos puso perdidos de agua, y lo que es peor, de toda la suciedad que arrastró consigo.
- Coñoooo!!! Que haces! -grité hacia el camionero que hizo un gesto como de pedirnos perdón.
- Estamos empapados -dijo Jorge.
El camionero no paró, y de hecho aceleró la marcha para evitar, supongo, nuestra ira.
- Cómo nos ha puesto el cabrón este -dije mirando a Jorge.
- Encima sucísimos. Menos mal que el hotel esta cerca.
- Ya, joder -respondí-, pero yo tengo que volver hecho una mierda a casa.
Jorge me tranquilizó diciendo que subiera a su habitación para darme una ducha, al menos, y me podría prestar algo de su ropa. Por supuesto, no me pude negar. La verdad es que entre el agua y el cabreo la borrachera se me había pasado por completo.
Al pasar por la recepción del hotel los recepcionistas nos miraron de un modo ciertamente sospechoso. Y es que no era para menos dado que el aspecto que llevábamos era horrible.
Tras explicarles Jorge lo ocurrido se ofrecieron para poner una reclamación al servicio de limpieza de calles pero éste declinó diciéndoles que lo dejaran pasar. No obstante por cortesía del hotel le facilitaban la limpieza de la ropa (la de ambos) de forma gratuita como disculpa de las molestias.
- Se nota cómo cuidan a los turistas -dije en broma mientras esperábamos el ascensor-. Esto me pasa a mí o a alguien de aquí y ni se disculpan.
- No creo que sea por ser turista -dijo Jorge-. Más bien es que tengo una de las suites mas caras del hotel.
- Ah -dije con sorpresa-, pues será eso.
Como dije antes, Jorge era un hombre que a cualquier mujer la hubiera obnubilado. Buen físico, gran conversador y con pasta... que más podría pedir.
Llegamos a la suite y era impresionante. Enorme y una decoración exquisita. Las vistas, nunca lo hubiera imaginado en esta parte de la ciudad, eran espectaculares.
- Vamos, Jorge, que si en vez de dar conmigo en el café das con una de las chicas de la pandilla esta noche te la hubieras follado!
- Por qué dices eso?
- No hay más que verte. Eres un triunfador, chico!
- Pero... me has dicho antes que todas estaban casadas.
Era cierto. Hablando en el café habíamos hecho un repaso de la vida de los que aún quedamos en la pandilla y todas las chicas que había hoy en día estan felizmente casadas, y lo de "felizmente" no es por el dicho sino porque se las ve así, felices.
- Bueno, hablaba por hablar -dije.
Ahí dejamos la conversación ya que dijo que se duchaba él primero, para después, mientras yo me duchase, ir viendo qué ropa me podría prestar.
Según se iba quitando la ropa pude ver con mas detalle su cuerpo musculado y completamente depilado. Sinceramente me estaba dando mucha envidia ya que, aunque trato de cuidarme, ni de lejos se me ve así. Sin saber por qué me quedé como embobado mirándole mientras me sentaba sobre la cama.
Cuando se quitó el slip se dió la vuelta para coger algo y pude ver su polla. Si el cuerpo llama la atención, la polla más aún. Larga (estimo que así en reposo unos 15 centímetros) y algo gorda. Me vió absorto como estaba en su cuerpo y esbozó una ligera sonrisa.
Sintiéndome pillado, reaccioné diciendo:
- Pero tío! cómo te desnudas delante de mí?
- Es que nunca has visto una polla? -respondió sonriente
- Si, joder, en el gimnasio, pero aquí... es otra cosa.
- Bueno... si tu desgana con las chicas va a más, quizás con el tiempo te decidas a ver una polla más cerca.
¿Qué había insinuado? ¿Pretendía decir que yo iba a estar con un hombre? Quedé pensativo y sin darme cuenta mi mirada se fue a su espalda. Sim embargo su torso no me resultaba en absoluto desagradable. El no tener un solo pelo en el cuerpo y tener una musculatura casi perfecta me hacía verlo como una escultura que se movía.
- A ver si esta noche es que quieres probar otra cosa, que me estás mirando mucho -dijo Jorge sacándome de mis pensamientos.
De nuevo me dejó cortado, sin saber qué decir.
Con su mano agarró su paquete en un gesto que me pareció tremendamente libidinoso mientras me miraba y se metió al baño de la suite.
- Sé que te ha gustado verlo -dijo desde el baño al tiempo que se oía como comenzaba a caer el agua de la ducha.
¿Aún estaba borracho yo? ¿Por qué había dicho eso y no sólo no me había ido de la habitación sino que en mi mente seguía la imagen de su polla?
Cuando no se oía el agua de la ducha Jorge dijo desde ella:
- Vete desnudando que estoy a punto de terminar.
De nuevo se oyó el agua y yo permanecía ensimismado no sin cierto asombro por mi parte recordando el cuerpo de Jorge. Al poco rato, éste salió del baño completamente desnudo mientras se secaba. Sin quererlo por mi parte noté una ligera erección que no pude reprimir.
- Pero bueno! Aún así? Dúchate antes que si no, así como estás, no te dejo mi ropa.
Me levanté de la cama hacia el baño para desnudarme, ya que no quería hacerlo delante de él. Según iba hacia me cogió del brazo y me preguntó si me daba vergüenza.
- Joder, un poco sí -dije.
- Y de qué? Entre hombres te da vergüenza? En tu gimnasio también?
- No, allí no, pero es que es distinto.
- No digas tonterías -dijo mientras él mismo comenzaba a tirar de mi polo como queriendo quitármelo.
Evidentemente no dejé que me quitara la ropa, pero tampoco esperé a llegar al baño para comenzar a desnudarme. Cuando me fui a bajar el pantalón caí en la cuenta de que tenía una ligera erección, no muy dura, pero no estaba en reposo mi polla.
Muerto de vergüenza comencé a quitarme el pantalón tratando de ocultar mis partes y Jorge, como si lo hiciera de forma inconsciente, según se secaba el paquete me dejaba ver su polla, la cual tenía a menos de un metro de mí.
Cuando me bajé el boxer vi que Jorge no quitaba ojo de mí. Mi polla saltó un poco dando a entender que no estaba en reposo. Su cara acusó esto y su gesto cambió. Rápidamente me fui hacia la puerta del baño y noté como cuando me escapaba me dió una palmada en la nalga.
Me metí en la ducha y puse el agua todo lo fría que podía resistir tratando de bajarme la calentura que era evidente que tenía. Conseguí que la medio erección que tenía bajase un poco, pero al rato Jorge irrumpió en el baño.
- Esta camisa te gusta? -preguntó enseñándome una camisa un poco estrambótica.
Me giré (estaba de cara a la pared) y ahí estaba Jorge aún desnudo con la camisa y sin darme cuenta llevé mi vista a su polla. Dije un sí para salir del paso pero sin querer mi polla reaccionó. No entendía qué me estaba pasando ni que tipo de influencia ejercía Jorge en mí, pero su cuerpo me estaba hechizando.
De nuevo me giré de cara a la pared. Tenía una lucha interna si volver a mirarle o no, ya que seguía ahí.
- Te has puesto cachondo viéndome? -me preguntó con cierta sorna.
- Calla, por favor! -dije-. No sé qué me está pasando.
- Yo sí que lo sé -dijo-, sientes curiosidad por como sería hacértelo con un hombre.
Dicho esto se marchó, pero la idea caló en mi mente. Seguía sin entender qué me estaba pasando pero era cierto que por mi mente pasaba la idea de qué se sentiría tocar el cuerpo de Jorge. Era un cuerpo que, indudablemente, no me causaba ningún tipo de repulsión y sí un poco de curiosidad.
Terminé la ducha y cuando buscaba la toalla vi que no había ninguna a mano. Tendría que salir desnudo a la habitación. Esto no sería problemático de no ser porque Jorge estaba ahí.
Muy despacio y tratando de pasar desapercibido salí de la ducha y me dirigía a por la toalla que estaba sobre una mesa en la habitación cuando Jorge, que estaba de espaldas, se volteó y me cortó el paso hacia las toallas.
- Vaya, ya sales. Y veo que aún sigues excitado.
Era cierto que mi polla estaba en erección y como pude me la tapé con la mano. Estaba completamente cortado y temía su reacción a verme en ese estado. Yo no era gay y me aterraba que Jorge pensara eso de mí a pesar de lo que le había contado de mis amoríos.
- Lo siento, no sé que me pasa -dije queriendo excusarme.
- No pasa nada por que estes así, es algo normal -me contestó.
- Sí, sí que pasa -dije compungido casi con una lágrima en mis ojos.
- Hazme caso -dijo en un tono muy tranquilizador-. No tienes que culparte. A mí incluso me halaga que a un hetero le pase eso.
Echó su mano sobre mi hombro queriendo consolar lo que parecía que iba a ser mi llanto. Y en efecto, sus palabras (dijo que era hetero) tuvieron un efecto que me tranquilizó, quizás por que no le importase mi erección. Notar el calor de su mano sobre mí y su despreocupación consiguió que mi polla se pusiera mas dura aún. No llegaba a estar empinada a tope pero a esas alturas ya desafiaba la gravedad.
En ese momento Jorge pasó su mano por mi espalda y me echó hacia él para abrazarme. Yo, reconfortado por sus palabras, no evité el abrazo e incluso eché mis manos a su espalda abrazándole y noté que cuando nuestros cuerpos desnudos se juntaron su pene comenzó a tomar consistencia.
Movido por la curiosidad comencé a mover mi mano por su espalda notando sus músculos. Su piel, tan suave como la de las chicas con las que había estado me invitaba a seguir y mi polla me decía a gritos que siguiera.
Estaba embelesado palpando ese cuerpo que, secretamente, un rato antes había envidiado y deseado tocar. Él tampoco tenía sus manos quietas que se deslizaban por toda mi espalda llegando a tocar la parte alta de mis nalgas. Mis sensaciones eran contradictorias. Por una parte mi inconsciente deseaba seguir con ese juego de caricias pero mi parte consciente me decía que me estaba adentrando en algo que no era correcto, que eso iba mas allá de la simple amistad.
Como otras muchas veces en mi vida, hice caso a mi polla, ya que aunque se trataba del cuerpo de un amigo, las sensaciones táctiles eran las ya conocidas al tocar a una mujer, aunque no las formas. La forma de acariciarme de Jorge me estaba dejando sin argumentos para pararlo y por contra ya mi polla estaba a tope, e igualmente la suya, la cual notaba contra mi pierna.
Nos movimos un poco y nuestras pollas chocaron y en ese momento sentí como una descarga que derribó todos mis prejuicios y miedos. Bajé al instante mis manos para poder tocar su culo, duro pero al tiempo suave como el de una mujer.
Noté de pronto como Jorge me besaba en el cuello. Esto era algo que sin duda no me esperaba pero que terminó por encenderme. Eché mi cabeza atrás dejándole hacer. Al separarnos un poco, aprovechó para con una mano coger al tiempo nuestras pollas, dejándolas muy juntas mientras con un movimiento oscilante masturababa a ambos.
En un breve lapso de tiempo recapacité que eso estaba mucho mas allá de las fronteras de la amistad y dudé si parar, pero las sensaciones que venían de mi polla me impidieron reaccionar.
Al poco rato, la mano de Jorge me masturbaba sólo a mí mientras su boca bajaba de mi cuello al pezón izquierdo, en el cual se entretuvo un instante que me supo a poco. Continuó bajando y cuando se acercaba a mi púbis emití un ligerísimo "Para" que Jorge no oyó o no quiso oir. Un segundo mas tarde, su lengua se paseaba por el tronco de mi polla.
Emití esta vez un suspiro. Estaba vencido, a su merced, aunque disfrutando del momento. Su lengua recorrió mi pene hasta situarse bajo mi prepucio. En este momento sentí como sus labios abrazaban mi polla de un modo magistral. Mi excitación era tal que ya no atendía a razones y por más que pensara que eso que estábamos haciendo no era correcto no quería perderme ese momento.
Jorge, de rodillas ante mí estaba proporcionándome una mamada que ninguna chica había conseguido darme. Me sabía llevar a ese punto de máximo placer y dejarme bajar la tensión para de nuevo volver a excitarme.
Estuvimos cerca de cinco minutos así hasta que Jorge se levantó y cogiéndome de la mano me llevó hacia la cama. De un empujón me echó hacia atrás y caí boca arriba y como un felino se lanzó de nuevo sobre mi polla a mamármela de nuevo. Al igual que antes, me estaba llevando a cotas de placer que pocas veces había alcanzado. Su lengua hacía diabluras al tiempo que sus labios apretaban mi polla.
Otros pocos minutos estuvimos así en los que no dejó que me corriera, aunque estuve a punto muchas veces.
Sacó su boca de mi polla y un hilillo de saliva la mantenía unida con sus labios.
- Ves como hay otras alternativas? -dijo.
Su lengua volvió a recorrer el camino de mi polla a mi cuello, aunque esta vez se detuvo por más tiempo en ambos pezones. Su mano mientras seguía masturbandome muy suavemente y haciendo que mi excitación no decayese ni un ápice. Después se entretuvo con sus labios en mi cuello y subió a mi cara. Sin apenas darme cuenta estaban sobre los míos y su lengua intentaba entrar en mi boca para encontrarse con la mía. También esta vez me dejé hacer y al poco rato nos estábamos besando intensamente.
Mi malsana curiosidad me llevó a querer tocar su polla y allá fue mi mano, que la tocó primero con la yema de los dedos y después la abrazó. La sentía caliente y suave a la vez que poderosa. Comencé a masturbarle léntamente tal como Jorge me hacía a mí y noté como exhalaba un suspiro mezcla de placer y satisfacción por notar como yo cogía su polla.
Cuando despegó su boca de la mía separó un poco su cabeza y con una amplia sonrisa dijo:
- Déjate llevar, lo estás pasando bien.
- Sí pero... -contesté titubeando.
Jorge apretó un poco mi polla meneándola algo más rapido.
- Pero? -preguntó.
- Pero nada, sigueeee -dije excitadísimo.
- Y te apetecería follarme el culo? -preguntó tras un breve silencio.
- Síii, ufff, sí.
Estuvo un rato más meneándome la polla hasta que levantándose un poco se puso a gatas sobre la cama. Me dijo que me situara detrás de él. Con mi polla enfilé hacia su ano pero justo antes de empujar le pregunté:
- Estás seguro?
- Síi, vámos, fóllame.
Empujé y al comienzo me costaba un poco meterla. Jorge se agarraba con fuerza a las sábanas para tratar de aguantar el dolor pero en ningún momento me dio que parara. Poco a poco mi pene iba entrando en su ano, si bien trataba de meterlo despacio.
No era la primera ver que me follaba un culo, pero sí el de un tío. Debido a la total ausencia de vello la impresión desde mi punto de vista era similar a las veces que había enculado a una tía a excepción de la cabeza, que Jorge la llevaba completamente rapada.
Pasado un rato el dolor debió ceder ya que Jorge comenzó a moverse como queriendo profundizar en mi penetración. Le agarré por la cintura y comencé a moverme despacio entrando y saliendo de su culo. Sus jadeos ya eran continuos y por veces me pedía mas intensidad.
Forcé la máquina y le daba polla con más fuerza y en consonancia sus gemidos iban en aumento. Al poco rato le follaba a un ritmo bestial y él no paraba de pedir más.
Llegó un momento en el que no me pude contener y le avisé de que me correría en breve. Como un resorte, Jorge saltó saliendo de mi polla y se giró para abrazarla de nuevo con su boca. Fue la gota que colmó el vaso ya que me corrí intensamente mientras él recibía todo mi semen en su boca succionando.
Ambos no tiramos rendidos sobre la cama. Yo no acababa de creerme lo que había hecho y los remordimientos volvían a mí. Jorge creo que era consciente de esto y me dijo:
- A que lo has pasado bien?
- Sí, eso sí, pero no sé si hemos hecho bien.
- Claro que hemos hecho bien -dijo Jorge.
Se produjo el silencio entre nosotros durante un rato. Mis pensamientos iban sobre todo por habérsela metido a Jorge ya que en parte me estaba preocupando por él. Al fín y al cabo, yo era el que había dado, pero al pobre Jorge le había abierto el culo, aunque se le veía feliz, eso sí.
Noté como su mano de nuevo recorría mi cuerpo.
- De veras te ha gustado? -pregunté.
- Que si me ha gustado? Y mucho! -contestó entusiasmado.
- Pero... te la he metido por el culo.
- Ya lo sé -dijo con una plácida sonrisa-, o te crees que no me he dado cuenta?
Su mano en este momento acababa de hacerse con mi polla que unos instantes mas tarde recuperaba su consistencia. Yo no acababa de entender su respuesta de antes y mientras cavilaba sobre ello notaba como la boca de Jorge avanzaba de nuevo hacia mi polla. Pensé que posiblemente Jorge ya hubiera tenido en alguna ocasión una relación como esta, o incluso que fuera gay, aunque me extrañaba ya que en la adolescencia era de todos los amigos el que menos nos lo hubiéramos imaginado.
Sus labios a estas alturas ya abrazaban mi glande mientras recibía chupaditas de su lengua. Poco a poco fue excitándome más y mis pensamientos se fueron evaporando.
Sin dejar de mamarme la polla se fue girando hasta que su polla estuvo muy cerca de mi cara. El movimiento de su pelvis indicaba que buscaba de mí que hiciera lo mismo, pero yo solo cogí con la mano su polla y me resistía a otra cosa.
- Vamos, por favor -dijo Jorge sacando mi polla de la boca.
No sé que tiene Jorge que no me pude negar a lo que me pedía. Acerque mi lengua y con ella toqué el tronco de su polla. Poco a poco mi lengua iba abarcando mas superficie hasta que literalmente la estaba chupando como un helado. Sus suspiros me animaban a ir a mas y decidí probar de verdad su sabor. Por fín me metí en la boca su polla.
Procuraba no lastimarle con los dientes aunque a veces sin darme cuenta notaba como un respingo suyo. No sólo no me estaba desagradando el tener su polla en mi boca sino que me estaba excitando al notar su vigor dentro de mí y como por momentos tomaba mayor consistencia.
Durante un buen rato estuvimos en un 69 entre suspiros y jadeos (el cabrón de Jorge la chupa de maravilla) hasta que noté como un dedo suyo se posaba sobre mi ano. En un principio no le dí importancia pero tras varias caricias suaves alrededor notaba como pugnaba por entrar en mí.
- Relájate -escuché decir a Jorge.
Al relajarme un poco y centrarme en su polla que tenía en mi boca apenas noté que su dedo entraba en mi ano. Una vez dentro, con un movimiento suyo, sentí de pronto una descarga de placer que correspondí comiéndosela con mas intensidad. Al poco rato ya eran dos dedos los que profanaban mi entrada trasera. Pero ni con esas me saltaron las alarmas, ya que alguna vez alguna amante había hecho lo mismo. Era tal el placer que me estaba haciendo sentir que le permitiría cualquier cosa.
¿Cualquier cosa?, pensé, ¿Y si quiere follarme? Al fin y al cabo yo me lo he follado.
Mis interrogantes tuvieron respuesta al poco rato ya que me dijo que estuviera quieto y se levantó. Sacó de su mesilla un bote, que supuse de lubricante, y me embadurnó el ano. Se colocó entre mis piernas y llevó mis tobillos a sus hombros. Increiblemente, yo me dejaba hacer hasta que noté como la punta de su pene se posaba sonbre mi ano.
- Espera, eso no -dije.
- Tranquilo. Déjame a mí, que lo vas a disfrutar.
Traté de zafarme pero sin demasiado convencimiento ya que tras agarrarme la polla y masturbarme un poco le dejé que continuara. Noté como mi ano se abría para recibir su polla al tiempo que, muy despacio, él iba empujando. Pero llegó un momento en el cual notaba molestias y un segundo después algo de dolor.
- Para! me duele.
- Aguanta -dijo por única respuesta.
Se detuvo un momento hasta que mi ano se dilató y acto seguido empujó un poco más. Al igual que antes ante mis quejas paró y esperó, el igualmente al rato volvió a la carga.
Así estuvimos durante un rato que se me hizo eterno. Mi pene seguía siendo masturbado por él por lo que yo seguía estando excitado al tiempo que me iba sintiendo cada vez mas lleno.
Poco rato después su capullo ya estaba dentro de mí. A partir de ese momento comenzó a empujar menos pausadamente y yo notaba como me abría por dentro pero sin ningún dolor, aunque sí algo de molestia. Unos minutos mas tarde me dijo que la tenía toda dentro.
¿Seguro? ¿Toda? No había sentido dolor y él, y casi todas las chicas a las que había enculado, sin embargo si que lo habían sentido.
Despues de una pausa empezó a moverse atrás y adelante. Las molestias que tenía se iban desvaneciendo y al tiempo ba notando sensaciones cada vez más placenteras. Incrementó la velocidad y con ello mis jadeos aumentaban.
- Ya no te duele? -preguntó socarronamente.
- Ufff, nooo, no duele.
- Y que te pasa entonces?
- Ahhh, que me gustaaaa -respondí.
Siguió dándome cada vez mas fuerte. Sus embestidas se correspondían con sacudidas que daba a mi pene y con gemidos míos. Me estuvo follando durante un buen rato hasta que, por su cara, vi que se podía correr. Empujaba casi con violencia, lo que me producía intensas ráfagas de placer, pero al tiempo me meneaba la polla apretándomela y estaba logrando que yo también estuviera a punto de correrme.
Cuando me anunció que se iba a correr me dio no sé qué que lo hiciera dentro y le pedí que sacara la polla. Según la sacó me dió unas sacudidas en la mía y al tiempo nos corrimos. Como estaba tumbado el resultado de las dos corridas embadurnó mi pecho. Jorge se lanzó como un poseso a chuparme para acaparar todo el semen con su boca. Al poco rato tenía el pecho limpio de semen aunque húmedo de su saliva.
Se echó sobre mí y me ofreció su boca. No tuve por más que corresponderle. Nos fundimos en un beso en el que pude saborear mi semen y el suyo.
Unos minutos más tarde estábamos los dos tumbados al lado sobre la cama.
- Te ha gustado? -me preguntó.
- Sí, me ha gustado -dije un poco avergonzado.
- Si te ha gustado, por qué te avergüenzas?
- No sé, Jorge, esto es mas propio de gays, no?
- Sí, claro, de hecho yo lo soy -me confesó.
- Joder! Ya decía yo! -dije incorporándome sobre un brazo.
Efectivamente, todo lo que había pasado desde la llegada a su habitación del hotel indicaba eso, pero yo me había resistido a creerlo e inconscientemente había caido en sus redes. Pero ahora, ahí estaba, recién follado y sin el menor remordimiento.
- Desde cuando? -pregunté.
Me estuvo contando algunos detalles de su vida que había omitido cuando hablábamos en el café, entre otros que la pareja que le engaño era un italiano guapísimo, según me contó, pero lo que tenía de guapo lo tenía de cabrón, aparte que nunca llegó a estar enamorado de él ya que más que gay era bisexual.
- Ah! el de la historia que me contaste antes? -pregunté.
- Sí, el mismo.
- Puesss... yo creo que soy igual -dije un poco a la defensiva.
- Lo sé -dijo riendo-, además sólo me gustas para un polvo. Somos folla-amigos.
Ambos reímos un buen rato.
Como se me hizo bastante tarde Jorge me invitó a que pasara la noche allí, pero me era imposible ya que a primera hora de la mañana tendría que ir a mi trabajo, así que me ofrció algunas prendas suyas y me vestí para marcharme.
Nos despedimos con un beso quedando en vernos al día siguiente por la tarde. Avisaríamos al resto de la pandilla ya que le apetecía ver a todos.
Mientras bajaba llamó a recepción para que me pidieran un taxi. Ya en el taxi me apunté en el móvil un recordatorio para que no se me olvidara pasar al día siguiente por su hotel para recoger mi propia ropa, y ya que estuviera allí...
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