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Categoría: Flechazos

VIAJE EN EL AMTRAK

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La señora Rodríguez se quedó mirando a través de la ventana: era una escena maravillosa. – Increíble- murmuró y mientras veía desfilar el maravilloso paisaje de rocas, desierto y montañas. se reclinó en la comodidad del asiento en el lujoso super tren Amtrak.

- ¿Es muy bonito, no? - le dijo a su compañero de camarote, un muchacho joven que parecía todavía estudiante de la universidad.

- ¡Fantástico! La mezcla de colores y el paisaje. A mi también me gusta- dijo el muchacho extendiendo la mano para presentarse.

- Mi nombre es Juan. Juan Gutiérrez.

Tomándole la mano la señora contestó:

- Gusto en conocerlo. Soy María Rodríguez- mirándole a los ojos.

Continuaron observando el paisaje que desfilaba por la ventana del lujoso tren y haciendo comentarios de vez en cuando sobre la belleza del panorama y al ver algo que llamaba especialmente la atención. Pero la mayor parte guardaban silencio.

Cuando el sol comenzó a ocultarse, Juan miró el reloj y dijo:

- Ya es hora de cenar. ¿Le gustaría acompañarme en el vagón restaurante?

La señora Rodríguez echó un rápido vistazo al muchacho y contestó: - ¿por qué no? Con gusto. Vamos ya mismo.

Los dos amigos pasaron las siguientes dos horas y media hablando sobre sus vidas y disfrutando la compañía de cada uno. La señora Rodríguez se enteró de que Juan acababa de comenzar el semestre en la Universidad del Mar, a orillas del mar Caribe, y que estaba de regreso a su hogar para pasar las vacaciones en San Cristóbal mientras comenzaban de nuevo las clases. Ella, por su parte, le hablaba sobre sus hijos, a los cuales acababa de visitar en Barinas. Así que estamos hablando de una mujer ya madura con hijos grandes, conversando con un muchacho que no tenía ni siquiera la mitad de su edad.

La cosa se puso más interesante cuando Juan le tocaba la mano frecuentemente al hacer énfasis en algún punto de la interesante conversación. ¡Aunque ella no lo decía, no podía evitar sentir como una corriente eléctrica, la sensación de algo que le pasaba por todo su cuerpo cuando él la tocaba!

Era increíble y bueno para su ego que un muchacho adolescente invitara a una mujer casada. Así que…¡Comenzó a coquetear con el jóven!

Cuando se tomaron el último vaso de vino, ambos regresaron a su vagón para pasar el resto de la tarde y descansar. Juan se colocó un par de audífonos, se reclinó en su asiento y echó un sueñito (un “camarón”). Mientras ella, algo caliente por el vino y la compañía que había tenido con el muchacho, trataba de dormir sin poder hacerlo, despierta en la oscuridad de la noche. Un frío muy ligero le comenzó a dar. Le hizo señas al porter para que le trajera una sábana. Inmediatamente se cubrió y se puso a dormir.

El movimiento del tren no la dejaba dormir profundamente y constantemente se despertaba cuando el vagón se mecía. Fue en uno de estos momentos cuando le pareció sentir una mano que se le introducía entre los muslos. Luchaba por abrir los ojos pero era envuelta por la oscuridad. No sabía que era lo que ocurría pero cuando sus sentidos se agudizaron se dio cuenta de que tenía razón y su sospecha fue confirmada: Juan había introducido una mano por debajo de la sábana y la estaba acariciando entre las piernas. Cuando quiso decir algo Juan le colocó un dedo en los labios y le susurró:

- Usted es muy bonita y sexy. No pude aguantar tocar su cuerpo. ¿Eso le molesta?

La cabeza le daba vueltas pero el insistente movimiento de los dedos de Juan hacía que la vagina se le excitara. - ¿No se da cuenta de que puedo ser su mamá? - le susurró.

- Ninguna mamá es tan sexy y tan bonita como usted- dijo, mientras con la mano le bajaba la parte delantera de las pantaletas. Tenía la cuca mojada. – Ah, y ninguna mamá se pone tan húmeda como usted.

- ¡Pe…pero oiga! ¿Qué tal si nos descubren?

- Ya son mas de las doce y todo el mundo está dormido. Y esto aquí está muy oscuro. Recuéstese sobre mi hombro y déjeme hacerle cositas.

Ella no contestó nada pero cuando su cabeza tocó el hombro de Juan, se dio cuenta de que ya la tenía lista: estaba demasiado excitada. Juan le metió las manos dentro de la pantaleta y comenzó a meterle el dedo en la cuca suavemente.

- Siempre la tiene así de mojada? He oído decir que las mujeres maduras o viejitas se excitan más que las jóvenes y me parece que es verdad. La señora Rodríguez volteó la cara hacia Juan y sus labios se encontraron mientras los dedos de Juan penetraban su bien lubricada cuca. Ambas lenguas se tocaban y retorcían para darse el famoso beso francés.

Continuará.
Traducido por Marcos Urbina
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Datos del Relato
  • Categoría: Flechazos
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