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Categoría: Infidelidad

Viaje con sorpresa

“Y si hacemos un viajecito?” propuso mi marido. Se venía un fin de semana largo que yo pensaba pasar con Pedro, mi amante, por lo que la idea me desilusionó un poco. “Claro que podés invitar a Pedro” agregó al notar mi duda. Entonces si, decidida, lo llamé a Pedro para ver si estaba libre y que le parecía.



Hablamos un buen rato mientras mi marido se bañaba, y quedamos en que pasaría esa noche a cenar así arreglabamos detalles.



A las 9 en punto mi marido estaba terminando el asado en el patio y sonó el timbre. Fui a abrir, yo ya estaba toda producida para el encuentro: tanga cola less elegida por mi marido, sin corpiño, remera ajustada para sostener la delantera, y pollera hasta la rodilla. Cuando Pedro me vio no pudo evitar acariciarme una teta por sobre la remera al tiempo que me daba un lindo beso. “Vamos, mi marido está en el patio terminando el asado, podemos empezar a ver a donde vamos, no?” le dije.



Durante la cena elejimos el destino de aquel viaje, una ciudad pequeña del interior de la provincia, lugar desconocido y poco turístico, ideal para ir los tres. La idea era reservar una habitación de hotel por dos noches, con cama matrimonial más cama simple, así habría lugar para los tres. Viajariamos el viernes, pero a mi marido se le ocurrió una buena idea. “Porqué no van ustedes primero y yo llego el sábado?” Me sorprendió un poco la propuesta. “Y nos queda la noche del viernes para nosotros solos?” pregunté. “Claro. Yo llego como un amigo el sábado, y a la siesta me contás como fue todo, mientras Pedro se va de paseo si no le molesta”. Pedro se mostró encantado con la idea, claro que no le molestaría, y el cambio de roles con mi marido le parecía de lo más excitante.



Terminada la cena y todo decidido para el viaje mi marido se fue a bañar mientras Pedro y yo nos sentamos en el sillón. “Habrá un adelanto del próximo fin de semana?” preguntó Pedro. “Supongo que ni se te ocurriría venir a cenar y no darme esa hermosura que tenés entre las piernas, no?” fue mi respuesta mientras lo besaba y le acariciaba el bulto por encima del pantalón. Apenas ser rió, yo ya estaba desabrochando el pantalón, y metiendo la mano por debajo del calzoncillo para rodear con mi mano la pija de Pedro. Él, minetras tanto, me acariciaba una teta por encima de la remera y me besaba. En eso estabamos cuando escucho a mi marido saliendo del baño. “Veo que no pierden el tiempo, no?” lo escuché decir. Venía desnudo, con la copa de vino, y se sentó en un sillón individual frente a nosotros. “Es que esto (le mostré la pija de Pedro) es mi debilidad!” le dije sonriente.



Esto era algo a lo que mi marido estaba acostumbrado. Siempre le hablaba de lo bien que me llevaba con ese pene maravilloso. No era el más grande que hubiera probado, desde luego, pero algo tenía que me volvía loca. Tal vez el ancho justo, tal vez lo bien que Pedro la usaba, lo cierto es que si bien mi marido (a fuerza de conocerme como nadie) me sacaba orgasmos en 10 minutos, con Pedro sentía un placer intenso desde que se la veía hasta que se la guardaba.



“Algún día te vas a aburrir y vas a buscar otra más grande, seguro” agregó Pedro. “Buscar otras seguro, más grandes me encantaría, pero aburrirme de esta nunca” dije mientras me la metía en la boca. Pedro con los ojos en blanco, yo en cuatro entre sus piernas, y mi marido que me levantaba la pollera y corría un poco mi tanga para empezar a lamerme, mientras se tocaba. Poco tarde en estar totalmente mojada. Pero decidí sorprenderlos un poco más. “Hoy quiero placer anal. Me lo preparás para que Pedro me la pueda meter toda?” le dije a mi marido con esa entonación de ruego que tanto calienta a los dos. Me lo mojó, lo lubricó bien, empezó a estirarlo con un dedo y luego otro, mientras yo seguía chupando a Pedro. “Listo” dijo mi marido. “No, mejor metemela un poquito vos por el culo, así cuando entre la de Pedro ya no me duele tanto” le pedi. Me le fue metiendo de a poco, sin problemas porque lo tengo bastante acostumbrado a ese tamaño. Mientras tanto, Pedro me la sacó de la boca, terminó de desnudarse y fue en busca de un forro. Cuando mi marido terminó de metermela bombeó un par de veces y lo detuve. “Ya está, querido, está bien relajado y listo”. No quería que el acabara todavía, ni que mi colita quede demasiado estirada. Salió mi marido y se sentó en elsillón, le puse el forro a Pedro y me acomodé en cuatro en el piso, de frente a mi marido, ofreciendole el culo a mi amante.



Cuando apoyó la cabeza ya me corrió un escalofrío. Cuando la empezó a meter me vinieron los primeros temblores. Cuando Pedro me dijo “Ya la tenés toda adentro, putita” acabé entre gemidos y grititos. “Que pija maravillosa, Pedro” le dije cuando pude articular palabra. “Decime que querés que haga, pedime lo que quieras para acabar que te lo hago”, agregué totalmente entregada. “Te voy a dar un poco más por el culo y después, bueno, ya sabés lo que me gusta” dijo mientras agarrandome de mis caderas me movía para adelante y para atrás suavemente. Si, claro que sabía. Aunque siempre decía que cualquier rincón de mi cuerpo era bueno para llenar de leche, su favorito era mi boca. Así que, mientras Pedro me hacía el culo le pregunté si no le molestaba que chupara un poco a mi marido. “Para nada, así vas preparando la boquita también, petera hermosa” me dijo. Mi marido se acercó y me puso su pija en la boca. Suavemente la metía y la sacaba, hasta que noté que estaba a punto. Me la saqué de la boca y seguí con la mano hasta derramar toda la leche de mi marido por el piso.



Pedro salió de mi cola y se sentó en el sillón. “Ahora es mi turno” dijo, y me avalancé sobre su verga, le saqué el forro y no paré de chuparsela hasta que entre gemidos me llenó la boca de leche. La tragué saboreandola, me limpié las comisuras por donde había rebalzado, y lamí mis dedos hasta no dejar ni una gotita. “Es tan rica...” dije en un susurro. Pedro y mi marido rieron, se sentaron a terminar de tomar el vino y yo me fui a bañar.



Cuando salí del baño me acerqué en silencio al living y desde la puerta escuché que hablaban. No pude evitar quedarme ahí, escuchando en secreto. Un poco de alimento para el ego vendría bien si es que hablaban de mi. Escuché que Pedro decía que la había pasado muy bien. “Se nota” dijo mi marido. “Y no es para menos, con lo bien que la chupa tu mujer”. “Tiene bastante entrenamiento” dijo mi marido a modo de broma. “Imaginate que cada vez que se encuentran sin que yo esté presente, desde la primera vez que la cogiste, llega y me cuenta todo con lujo de detalles mentras me pajea y me la chupa. Así que mirá si no habrá chupado!”. Pedro se rió también. “Lo que me sorprende es como la traga toda, no desperdicia nada” agregó. “A mi también me sorprende” dijo mi marido. “Me parece” agregó Pedro “que lo hace para calentarte más a vos”. “Es muy probable” respondió mi marido, “pero también por que le gusta, jaja”. En ese momento Pedro dijo “Ya tengo hablado lo de la sorpresa”. “Muy bien” dijo mi marido. “Se va a volver loca” agregó. “Seguro” dijo Pedro, “te aseguro que es sorprendente”. Y ahí dejaron la conversación entre risas, y yo intrigada.



En ese momento decidí entrar a la sala. “De qué se rien” dije haciendome la desentendida. “Putita tragona” dijo mi marido entre carcajadas. Terminamos el vino, despedí a Pedro (susurrandole al oido “el viernes no te voy a dar respiro”) y nos fuimos a dormir.



El viernes a la tarde pasó Pedro a buscarme. Todavía me faltaba terminar el bolso, así que estuvieron charlando con mi marido. Traté de escuchar, a ver si volían a hacer referencia a la sopresa, pero no entendí muy bien de que hablaban. Cuando terminé de elegir la lencería, que era lo que más me importaba, cerré el pequeño bolso y salimos con Pedro en su auto. Le di un beso a mi marido con un “Mañana nos vemos”. “Bien cojidita vas a estar, no” me respondió. “Por supuesto” dije “si Pedro quiere, claro”. “Mandá mensajes, no seas mala” dijo mi marido sonriendo.



Llegamos a la ciudad elegida, no lejos de La Plata, y fuimos directamente al hotel. Como habíamos convenido, era una habitación con cama doble y una cama simple, lugar para los tres, que sería necesario al día siguiente cuando llegara nuestro “amigo”. Mientras tanto, Pedro y yo eramos como una pareja cualquiera en un lugar desconocido. Al llegar a la habitación Pedro sacó una bolsa de un sex shop. “La sorpresa” pensé. Y Así lo dije “Qué sorpresa, un regalo para mi”. Pedro sonrió. “Para que uses vos, pero es un regalo para mi, jeje”. Al abrirlo enocontré un conjunto negro de encaje con portaligas, medias, bombacha y corpiño, con la particularidad de que era de esos que tiene agujeros en lugares estratégicos: atrás para hacer la cola, adelante para la conchita, y en los pezones. “Te lo vas a poner hoy, así estrenamos” dijo Pedro. Inmediatamente saqué foto y se la mandé a mi marido con el mensaje “Mirá que linda sorpresa, lo que voy a estrenar hoy”. Me respondió “Qué bueno, me imagino que eso no será todo”. Enigmático, pero no pregunté nada. Nos vestimos para salir a cenar. Yo llevaba, además del conjunto de estreno, una pollera blanca ajustada que transaparentaba levemente el negro del conjunto, y una camisa negra con transparencia, desprendida lo suficiente como para hacer deseable el escote.



Fuimos a un restaurant cercano, y al poco tiempo de sentarnos y mirar la carta para ver qué peiriamos apareció alguien que saludó a Pedro. “Hola, cómo estás? Tanto tiempo, que hacés por acá?” dijo el desconocido, un muchacho algo más jóven que Pedro (unos 35) un poco más alto, y, para ser sincera, bastante atractivo. “Hola, Marcelo” saludó Pedro sorprendido, y hasta parecía algo nervioso. Es que el plan era que nadie nos conociera. Pero en fin, pronto se pusieron al día, se conocían de la secundaria, y Pedro lo invitó a compartir la cena con nosotros, presentandome como “una amiga”. Para mi no estaba mal, pero la verdad es que esperaba algo romántico con mi amante. Al sumarse un desconocido las cosas serían distintas. Marcelo nos contó que andaba de viaje, que pasaba por ahí para seguir a la ruta al día siguiente y que no sabía dónde podía parar. Para mi sorpresa, y ahora si que desconcertada pero empezando a sospechar algo, Pedro le dijo “Nosotros tenemos habitación para tres, ya está pago, así que si no te molesta, supongo que a Ceci no le importará que te hagamos un lugar”. Marcelo se mostró sorprendido, vio mi cara de desconcierto y rechazó la oferta. Pero Pedro insistió varias veces, hasta que Marcelo dijo “bueno, puede ser”. Me relajé, decidida a que esto no estropeara el fin de semana, y después de varios vinos Pedro le preguntó a Marcelo si aún seguía con aquella novia de secundaria. “No, hace rato que ando solo” contestó él. “Que raro” dijo Pedro “teniendo en cuenta tu fama”, y largó una carcajada. Me soprendió un poco el comentario, pero como el vino ya había pasado en buena cantidad no me inhibió. “Bueno, no es para tanto” dijo Marcelo modestamente, con algo de timidez. “Bueno, no sé, eso lo debería decir alguien con experiencia en el tema, jaja” dijo Pedro mirandome de reojo. Quedé más sorprendida aún, pero ahora con una curiosidad que me carcomía. Cuál sería la fama? Imaginaba un tamaño interesante, una resistencia poco habitual, una habilidad particular. Y me dieron ganas de averiguarlo.



Tratando de sonar inocente pregunté “Famoso porqué?”. Pedro contestó: “Dicen que el tamaño sorprende a la más experimentada”. Decididamente, esto estaba planeado, era la sorpresa, y yo estaba dispuesta a todo después de los vinos que habíamos tomado. “Que bueno que vamos a compartir habitación entonces” dije. “Tal vez tenga suerte y al menos pueda espiar algo, no?” No hizo falta mucho más para que Pedro pidiera la cuenta y salieramos para el hotel. En el camino le escirbí a mi marido: “Linda sorpresa”. La respuesta confirmó que estaba todo arreglado “Ya la viste toda”. “Todavía no, estoy a punto”. “Que la disfrutes toda. O toda la que puedas, ja”, respondió.



En cuanto entramos a la habitación, Pedro me abrazó besandome y Marcelo se puso atrás mio, apoyandome levemente. Notaba que no había erección todavía, así que decidí darme vuelta y empezar a desnudar a Marcelo. Si algo me fascinaba era ver como las pijas pasaban de reposo a erección. Al bajarle el pantalón pude ver que el bulto del calzoncillo era más que considerable. Casi con desesperación liberé el miembro, y cuando quedó al aire entendí la fama. Estaba apenas empezando a endurecerse y ya era más grande que la de mi marido en plena erección. Pedro se estaba desnudando, y a pesar de su buena dotación no tenía nada que hacer ante tamaña verga. Acerqué mi lengua al glande y lo lami suavemente. La pija de Marcelo dió un salto, con lo que entendí que además de grande era bien activa. La agarré con una mano levantandola un poco y la besé en la punta, como si la saludara. Un beso, otro, y otro, y abrí la boca para empezar a meterla. Desde luego, en pocos segundos había crecido considerablemente, y ya no alcanzaba a rodearla con mi mano.



Pedro empezó a desnudarme, primero me sacó la camisa, después la pollera, mientras yo no dejaba de chupar esa pija que no sólo era enorme, la más grande que hubiera tenido, sino que además tenía muy rico sabor. “Tenés la mejor pija que vi en mi vida, Marcelo” dije con la respiración entrecortada, percatandome que sonaba a desesperación. Totalmente erecta impresionaba. Toda esa carne apuntando al techo, parecía un monumento. Bajé hasta sus huevos, totalmente depilados, y los besé, los lamí, me metí uno en la boca, mientras no dejaba de masturbarlo. Mientras tanto, Pedro se ocupaba de lubricarme, chupando y acariciando mi conchita y mi culito. Se levantó, me sentó en el borde de la cama, y ambos acercaron sus pijas a mi boca. “Supongo que no te vas a olvidar de esta, no?” dijo Pedro. “Para nada. Esta sorpresa merece el mejor premio. Voy a tragar toda la leche que quieras, podés hacer conmigo lo que se te ocurra” le dije, todavía maravillada por la sopresa que me habían dado con mi marido.



En eso estabamos cuando sonó mi teléfono. Mi marido, claro, impaciente. Atendí mientras masturbaba a Marcelo y chupaba a Pedro. “Querido, no te imaginás lo que tengo en la mano”. “La verdad que no me imagino, que tenés?”. Entre chupadas a uno y a otro contesté “la pija más hermosa que vi en mi vida. Es enorme. No sé como voy a hacer, pero hoy me la meto toda. Mañana tal vez esté un poco estirada, espero no te moleste”. “Si no te duele, hacé lo que quieras, no te quedés con las ganas” contestó mi marido. Pero yo ya estaba chupando con desesperación otra vez la pija de Marcelo. Dejé el teléfono al costado para que mi marido escuche lo que quiera y la agarré con las dos manos (que no llegaban a cubrir el largo). Pedro aprovechó el cuadro para sacar una foto que le mandó a mi marido. A todo esto, Marcelo no decía nada, se limitaba a bombear muy suavemente en mi boca. Hasta que finalmente habló. “A ver, putita, poneme un forro y ponete en cuatro que te voy a abrir la concha como nunca te la abrieron”. La órden no sonó tan autoritaria como parece. En todo caso, era lo que estaba esperando. Con alguna dificultad (por el tamaño) le puse un forro que él mismo había traido (creo que los que tenía yo no le hubieran entrado), y me puse en cuatro con Pedro delante mio para saborearle la pija mientras Marcelo me la metía. Fue muy despacio, muy suave, apoyando primero la cabeza, forzando un poco, sacandola, y después otra vez un poco más. Se notaba que tenía experiencia en eso de hacerla entrar, porque tardo casi 10 minutos pero finalmente me dijo “Si querés le doy un empujón más así sentís cuando entra toda, le quedá apenas un pedacito”. Para entonces sentía que tenía pija en todo el cuerpo. El ancho estiraba mi concha como nunca, y por el largo sentía que ya no había lugar para más. Desde luego, no paraba de gemir, a pesar de la pija de Pedro en mi boca. “Metemela hasta el fondo ya mismo” dije entre desesperada y convencida. Y lo hizo. Acabé inmediatamente. Temblaba todo mi cuerpo, la concha latía, se contraía apretando la enorme pija de Marcelo, que empezaba a bombear cada vez más rápido, pero siempre con suavidad.



Después de un rato así le pedí que se acueste, quería montarlo. Pero sobre todo, quería sentir otra vez como se deslizaba de a poco tremenda verga por mi concha. Así lo hice, poco a poco la fui metiendo, y cuando estubo toda adentro otra vez le recordé a Pedro que mi bombacha tenía espacio también para entrar por atrás. Le brillaron los ojos. Me alcanzó un forro, se lo puse entre besos y caricias, y le dije “Ahora si, partime el culo que la concha la tengo bien llena”.



Pedro se acomodó atrás mio y mientras me separaba las nalgas y abría la bombacha me mojó el agujero del culo con lubricante. Con Marcelo nos quedamos quietos un instante, mientras Pedro me emtía un dedo, luego dos, luego tres, notando que con tal excitación estaba de lo más penetrable. Apoyó la cabeza de su pija en la entrada y me agarró de las caderas, e hizo algo que no me esperaba: me la metió toda de golpe hasta el fondo. Lancé un grito de dolor que se debe haber escuchado en todo el hotel. Pero nos quedamos quietos un instante y enseguida noté que mis dos agujeros estaban perfectamente acostumbrados ya. Así que entre gemidos empecé a moverme, suave, como una gata, y a pedirles que no paren.



“Te gusta como te hago el orto putita?” me susurró Pedro. “Si, me encanta”. “Te gusta como te rompo la concha, putita?” decía Marcelo. “Si, me encanta”. “Así que querías una pija grande, putita?” me preguntaba Pedro. “Si, nunca pensé que tendría una así”. “Mañana, cuando venga tu marido, te la voy a meter en el culo, putita linda” dijo Marcelo. “Ay, no me imagino que pueda entrar semejante pija por ahí” dije algo asustada pero caliente y deseosa de probarlo. “Vas a ver como te la hacemos entrar, putita” respondió Pedro. Y así, entre gemidos, acabé otra vez con una serie de orgasmos encadenados que me dejaron exahusta. Pedro y Marcelo bombearon un poco más, pero al notar mi cansancio decidieron un cambio. “Ahora nos vas a chupar la pija a los dos y te vas a tragar toda la lechita, como buena puta que sos” dijo Pedro. Se pararon al lado de la cama, me senté en el borde, y casi con desesperación les saqué los forros y empecé a chupar y pajear a dos manos, esperando ansiosa las acabadas. “Mirá que te la teneés que tragar toda, eh” repitió Pedro. “Si, lo que me pidas, denme su leche los dos”. El primero en acabar fue Marcelo. Mientras lo pajeaba a él y se la chupaba a Pedro noté como se ponía tenso. Inmediatamente puse mi boca delante de su pija esperando la descarga, metiendome apenas la puntita entre los labios para que la leche no rebalzara. Noté como brotaba la leche y se me iba llenando la boca, hasta que la enorme pija de Marcelo empezó a relajar y ya no le quedó nada. Con la boca llena de leche seguí masturbando a Pedro. “Tragatela, putita”, me dijo. La saborié lentamente y poco a poco me la tragué. Inmediatamente Pedro me dijo “Abrí la boca y tragate esta también, perra”. No tardó ni un segundo más en descargar su rica leche en mi boca. La tragué, les limpié a los dos las pijas ya en reposo con la lengua, saboreandolas, y me desplomé en la cama. Había sido larga la noche, y me esperaba un día aún más largo. Pedro se acostó a mi lado, abrazandome, y Marcelo en la cama simple. Así nos dormimos, y así nos encontró mi marido al día siguiente cuando llegó.



Era cerca del mediodía cuando sonó mi teléfono. Era mi marido, avisando que había llegado. Avisé en la recepción que lo dejaran subir a la habitación y lo esperé como estaba, aún con el conjunto de ropa interior de la noche, estrenado con mi amante y un nuevo amigo. Pedro y Marcelo se habían ido, supongo que de paseo, para dejarme descansar. Cuando llegó mi marido y me vió así se sonrió. “Flor de cojida te han pegado, no?”. “Ay, no te imaginás. Vení, sacate la ropa y acostate acá que te cuento”. No tardó un segundo y ya estabamos en la cama, yo contandolé cada cosa que había pasado, con lujo de detalles, mientras lo pajeaba muy suavemente, y él excitado como nunca lo había visto. En el momento cúlmine, cuando le conté cómo me había tragado la leche de los machos, cerró los ojos, me la metió en la boca y acabó entre gruñidos. Le sonreí, dejé que la leche se derrame completamente por la comisura de mis labios, y me fui a bañar. Cuando salí, estaba listo para ir de paseo, pero antes lo llamé a Pedro. “No te preocupes, nos encontramos a eso de las 8 para ir a cenar, Marcelo decidió quedarse una noche más, anda a pasear con tu marido y después nos vemos”. Salté de emoción “Ay, querido, no sabés, Marcelo se quedó, esta noche lo voy a tener de nuevo, y vos me vas a poder ver!”. “Veo que te pone contenta, no estarás muy putita?” se rió mi marido. “Re puta” le contesté besandolo. “Y no sabés cuanto me calienta pensar que me vas a ver metiendome todo ese pedazo” agregué.



Salimos de paseo, anduvimos toda la tarde, y a eso de las seis y media nos eoncotramos con Pedro y Marcelo en un pub, a tomar un café. Preferí mantener un mínimo de discresión y mantener la historia como venía del día anterior. Pedro mi pareja, mi marido un amigo, Marcelo otro amigo. Así que sentada junto a Pedro no perdía oportunidad de acariciarlo, besarlo, abrazarlo, y notar como se encendía mi marido. Debía estar a punto de estallar debajo del pantalón.



Después de la cena propusieron ir a tomar algo, pero me opuse terminantmente. “No quiero perder más tiempo, quiero otra vez tu pija” dije mirando a Marcelo, en un susurro que apenas escucharon ellos tres. Estallaron en risas y nos fuimos al hotel. Mi marido estaba alojado, supuestamente, en una habitación contigüa, así que subimos como si cada cual fuera a su habitación, pero desde luego, terminamos todos en la misma. Pedro y Marcelo se acostaron en la cama grande a esperarme, mientras yo iba al baño. Cuando salí, mi marido estaba sentado en la cama simple, así lo primero que hice fue besarlo, desnudarlo, darle un par de besos a su pija, para dejarlo bien caliente. “Me voy a disfrutar de la mejor pija del mundo, mi amor” le dije. “Espero no te moleste, después vengo a chupartela otro poquito”. Mi marido me besó, con la mirada demostró su excitación, y respondió “Dale, putita, a ver si es cierto”.



Esta vez andaba con un vestido largo pero sin ropa interior, cosa que ninguno de los tres sabía. Así que parada a los pies de la cama grande dejé caer mi vestido para quedar completamente desnuda “No quiero perder tiempo en pavadas hoy. Quiero pija” dije. Y me avalancé sobre Pedro, primero, para desnudarlo completamente, y luego a Marcelo, que ya había comenzado a desvestirse. Una vez desnudo, agarré su pija, aún en descanso, y mostrandosela a mi marido le dije “Mirá lo que es esto, nunca había visto algo así, y no sabés como me la puso anoche”, y empecé a chuparla, en cuatro, mientras Pedro otra vez me empezaba a preparar por atrás.



No tardó mucho la pija de Marcelo en ponerse en su mejor estado, y esta vez no tardé mucho en ponerle el forro. Mi marido miraba desorbitado y excitado cuando finalizados los preparativos me lo monté a Marcelo y empecé a meter toda su pija en mi concha. Despacio, de a poco, pero con una facilidad que hasta al propio Marcelo le sorprendió. Ni hablar de Pedro, que exclamó “Ah, pero mirá a la putita esta, como le gustó que ya se la mete toda”. No tardó mucho en acercarme su pija para que se la chupe, así que mientras cabalgaba a Marcelo lo chupaba a Pedro y gemía como loca.



“Ahora vas a ver otra sorpresa” le dije a mi marido. “Pedro, haceme el orto como ayer, quiero tenerla toda adentro de mi culo” dije entre gemidos.



Pedro se puso un forro (esta vez él mismo, porque yo estaba muy ocupada cabalgando a Marcelo), me mojó bien el ano, y cuando estuvo listo apoyó la cabeza de su hermosa pija en la entrada. Miré a mi marido y quedandome quieta acostada sobre el pecho de Marcelo le dije a Pedro “Dale, enterramela hasta el fondo, papito”. Y pedro la enterró. Entro igual que el día anterior, deslisandose aún más fácil, con menos dolor. Quedé estática, con la boca abierta, conteniendo la respiración, hasta que Pedro, con toda su pija dentro y acostado sobre mi espalda me susurró “Ahí la tenés, putita”. Lancé un gemido largo, y empecé a moverme al compás del orgasmo que estaba teniendo, largo, intenso, encadenandose con el siguiente, con todo mi cuerpo vibrando. Marcelo empezó a moverse otra vez en mi conchita, y sentía los dos agujeros llenos de pija como nunca antes, mientras mi marido miraba extasiado.



Y otra vez, entre Pedro y Marcelo, me volvieron loca con sus palabras, mientras me taladraban con sus pijas. “Te gusta, putita?”. “Me encanta”. “Te calienta que tu marido te vea ensartada por los dos agujeros?” “Me re calienta”. “Te vas a tragar toda la lechita otra vez, putita?” “Si, lo que me pidan, con todo este placer, hago lo que me pidan”. Y entonces llegó el momento: “Muy bien” dijo Marcelo “entonces te voy a hacer el orto yo”.



Lo estaba deseando, sin dudas, y no me iba a perder la oportunidad. Pedro salió de atrás mio, se sacó el forro y empecé a chuparlo desesperada por su leche. Al mismo tiempo, Marcelo salió de mi conchita y también se sacó el forro para que se la chupe un rato. Pedro no tardó en inundarme la boca, y me tragué toda su leche, mirando a mi marido que ya no podía parar de masturbarse. Luego de un par de chupadas más a Marcelo, me dijo “Ponete en cuatro, putita linda, que te voy a llenar el culo de pija como nunca te lo hicieron”. Desesperada por sentirlo, me acomodé para recibir todo ese aparato. Me mojó bien, y ya que todavía estaba un poco abierto de la buena pija de Pedro, apoyó su glande en la puertita, presionando para entrar. “Pará” le dije, “El forro”. “No te gustaría sentir como te lleno de lehe el culo”. Ni lo pensé. Necesitaba eso, esa enorme pija desparramando su semen en mi cola. Mi marido, al borde de la explosión, se puso delante mio para que se la chupe, mientras Marcelo empezaba su tarea de penetrarme. Era la primera vez que sentía una pija tan grande en el culo, y la primera vez que sentía piel con piel, sin forro, de una que no fuera la de mi marido. No había entrado la cabeza aún cuando tuve el primer orgasmo.



Increiblemente, fue entrando toda, muy lentamente, y así, lentamente y con suavidad, Marcelo me estuvo cogiendo por un rato. Pasaron varios orgasmos hasta que noté que la pija se hinchaba aún más en mi culo, Marcelo se aferraba a mis caderas y me la metía aún más adentro. Miré a mi marido con su pija en mi boca, y le susurré “Me va a llenar el culo de leche”. Y así fue. Mientras Marcelo se tensaba, se arqueaba, grunía, yo sentí la descarga de leche caliente en mi culo y lancé un gemido agudo e interminable, que no se interrumpió ni con las descargas de leche de mi marido que salpicaron toda mi cara.



Cai rendida.



Ahí mismo sentí que me dormía totalmente relajada, inevitablemente. Sentí la tremenda pija de Marcelo saliendo de mi culo, sentí que mi marido me acomodaba en la cama, y así quedé. Y así desperté al día siguiente, con Marcelo abrazandome a mis espaldas, apoyando su tremendo tronco en reposo, Pedro acostado en la cama simple, y mi marido que no estaba. Se había ido a dormir a la habitación contigüa.



Mientras desayunabamos, Pedro y Marcelo se despidieron, porque se tenían que ir algo más temprano. Mi marido y yo quedamos en silencio un instante. “Que puta hermosa que sos”, me dijo. Sonreí. “Y lo quiero seguir siendo” contesté. “Puedo tener a Marcelo también como amante fijo?” pregunté haciendo pucherito, sabiendo la respuesta de antemano. “Claro” contestó mi marido. “Si tanto te gusta esa verga y te la aguantás, por supuesto. Pero también tendrá que estar de acuerdo Pedro, no?”. “Eso ya está asegurado” le contesté. “Prometí tragar toda la leche que él quisiera, así que no habrá problema.”. “Que puta hermosa que sos” repitió mi marido con una sonrisa.


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