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CAPITULO 1
EL VIAJE
Haciendo realidad una loca fantasía de viajar al pasado y poder ver a mis antepasados más jóvenes, en especial a Sofía, mi madre.
Siempre influenciado por películas como volver al futuro, he tenido la loca idea de poder viajar en el tiempo y visitar a mis antepasados cuando eran más jóvenes.
En especial hacer unas visitas a la época en la que mi madre rondaba los 40 años, época en la cual recuerdo que, aunque ella, una mujer madura era una delicia a la vista, además también cuando tenía 40, ya que esa es mi edad al momento que relato esto.
Cuando era más joven, siempre quise pode inventar una máquina de este tipo, pero me faltaba conocimientos y dinero.
Al momento de cumplir 40, abandonando la idea de poder cumplir mi sueño, buscaba otras cosas en las que emplear mi vida.
Pero por azar del destino, creo, logré encontrar en un lugar muy recóndito de la casa, nunca me había percatado de eso, una especie de caja del tamaño de un refrigerador, el cual tenía grabadas mis iniciales A. O., lo cual me pareció muy extraño.
Con curiosidad intenté abrirlo, pero me costó un poco hacerlo. Adentro tenía una especie de diario, el cual al hojearlo están escrito con una letra muy similar a la mía, pero algo rara. Lo cual me intrigaba mucho.
Me puse a leerlo y encuentro la siguiente inscripción:
“Deduzco que ahora que has encontrado este diario, debes tener 40 años aproximadamente”
Seguí leyendo y me iba describiéndolas cosas que me habían pasado en la vida con lujo de detalles, pero al final me decía:
“Pero ahora podrás cumplir tu sueño”
Me daba algunas explicaciones de dónde encontrar algunos componentes faltantes para hacer funcionar esta caja, y yo los buscaba, con un poco de cuidado y maña logré hacerla funcionar, pero todavía no encontraba su utilidad.
En el diario me dejaba instrucciones claras como:
“No leas desde aquí hasta que hagas funcionar la máquina”
Y cosas así. Por una extraña razón yo seguía al pie de la letra las instrucciones. Seguí leyendo y hora me explicaba que es lo que estaba haciendo, ya lo presentía, era una caja para viajar en el tiempo.
Resulta que yo mismo me la había dejado en un lugar en el cual yo podría encontrarla exactamente en esta edad y tiempo.
Luego me daba instrucciones de cómo prepararme para un viaje y como físicamente debía seguir una serie de ejercicios y dietas para que los saltos temporales no me afectaran de ninguna manera.
Me auto había preparado poco a poco de tal forma que primero hacia pequeños saltos unos días atrás y podía verme hacer cosas en mi rutinaria vida. Lo importante aquí era que yo mismo no me viera cuando hiciera un salto hacia atrás, sobre todo por el trauma de verme a mí mismo.
Luego me iba indicando cómo conseguir ciertas cosas que necesitaría para viajar al pasado, como dinero, por ejemplo. Para lo cual me había dejado guardado unos cientos de dólares de diferentes épocas a las que quería viajar.
Me explicaba que lo ideal es viajar con dólares para que cuando llegue, los cambie por dinero de la época, y debido al cambio adquisitivo, pues unos pocos dólares podrían convertirme en millonario dependiendo de la época.
Busqué un poco de ropa de la época a la que quería saltar, la cual no variaba mucho de la actual, ya que un hombre que vista zapatos de cuero, pantalón jean y una camisa, no importa la época, luce igual.
Una vez comprobado que mi cuerpo resistiría un salto como el que quería hacer, llegó el día tan anhelado.
Buscaría estar a finales de los años 80 para cumplir mi sueño de conocer a mi madre ahí, para esa época yo tenía unos 15 años, así que no importaba mucho si me topara conmigo mismo, seguro no me daría cuenta que me trataba de mí mismo, ya que ahora llevaba barba e inclusive físicamente había aumentado más que un par de kilos.
Y lo hice. Entré en la caja, fijé las coordenadas y en un momento estaba en el año 87, un día viernes 20 de 1987 a las 05h40, época en la cual yo estaba por cumplir los 15 años. Y mi madre debería tener 39 años exactamente.
Llegué al mismo lugar del cual había partido pero un par de décadas antes, es decir en la bodega de mi casa, en esa época casa de mi madre. Y tuve que quedarme ahí hasta esperar que todos los de la casa salieran a realizar sus labores cotidianas.
Mi hermana iría al colegio, yo de igual manera y debíamos estar a las 7 A.M. cada uno en su respectiva institución.
Por el contrario, mi madre Sofía, entraba a su trabajo a las 8:30
Una vez que todos se fueron, pude entrar en la casa, ya que sabía perfectamente como entrar en casa y donde escondíamos las llaves de emergencia.
En el patio en esa época teníamos una perrita, la cual instintivamente me reconoció, por mi aroma, y se acercó a saludarme, mis ojos se llenaron de lágrimas al ver a mi querida mascota que había fallecido muchos años antes.
Entré en la casa y era como un sueño, encontré los muebles que teníamos en esa época, la casa arreglada al estilo de mi madre, aproveché para visitar los cuartos y ver que más encontraba. Todo era tal y como lo recordaba.
Entré en mi cuarto y encontré cosas que ya me había olvidado tenía, como cuadros, ropa y zapatos. De igual manera fui al cuarto de mi hermana y estaba igual, la sala la cocina, pero me faltaba visitar la habitación de mi madre, ese lugar que tantas veces había sido testigo de innumerables pajas en honor al ser que me dio la vida.
Revisé su ropa como lo hacía antes y todo estaba en su lugar, topar y sentir esas prendas tan suaves, me transportaba a épocas en las que todo era más fácil.
Casi se me va la mañana en estos recuerdos, cuando me di cuenta que debía salir, así lo hice y dejé todo como lo había encontrado.
Lo primero que hice fue ir a un banco y cambiar un par de dólares y obtener dinero de esa época. Luego conseguí una habitación en algún hotel que en mi época actual todavía existía. Compré un poco de ropa y hasta alquilé un coche, me daba el lujo de manejar un auto que en mi vida hubiera siquiera soñado hacerlo.
Visite algunos lugares para recordar la época de mi juventud, todo era un sueño para mí.
En esas estaba caminando por la ciudad como un turista emocionado por ver casas y edificios nuevos, que ahora para mí eran viejos e incluso algunos ya ni existían.
Cuando de pronto por la calle veo que hacia mi venía caminando una hermosa mujer, de anchas caderas, cintura delgada, buenos pechos, cabellera lacia hasta los hombros, un rostro angelical, una mirada dulce, hermosos labios pintados de color rosa, un conjunto compuesto por una blusa rosa sin mangas y una falda de pliegues ancha que hacía ver sus caderas más deliciosas, su inconfundible caminar y el sonar de sus zapatos de taco al tocar el suelo.
¡Por Dios, era mi madre!! Y venía por la vereda justo hacia mí.
Nos íbamos acercando y yo no podía quitar mi vista de su cara, buscando cruzar nuestras miradas, cuando estábamos cerca, un nudo en mi garganta me permitió soltar:
—Muy buenas tardes, dije
—Buenas tardes, contestó, mirándome a los ojos. Como tratando de reconocer quien era, seguramente le parecía algo familiar pero no sabría de dónde. Tal vez me contestó solo por cortesía.
Si, era su voz, su dulce voz. Me sentí morir. ¿Me reconoció? Me preguntaba.
Pero luego pensando bien, si me hubiera reconocido se hubiera detenido y algo de seguro me habría dicho.
Según mi diario, me decía que la mejor forma de acercarme a ella, sería si me hiciera amigo de algún compañero de trabajo que me presentara después, obviamente sin dar mi nombre verdadero. Aunque también se me había ocurrido llegar por la casa de mis abuelos diciendo que soy un sobrino lejano y que quería conocerlos, pero esto me traería más complicaciones ya que me harían preguntas qué tal vez no sabría contestar.
Opté por hacerme amigo de algún compañero de trabajo de la oficina donde trabajaba mi madre, primero fui donde alguien que recordaba trabajaba con ella en esa época Juan se llamaba y le dije que necesitaba su ayuda para un trabajo para que pensaba realizar por el sector, pues mi papel sería el de un contratista que busca realizar algún proyecto. Y luego con suerte coincidiría cruzarme con ella.
Y así lo hice, tuve que repetir la rutina por unos días hasta que por fin ella entró a la misma oficina a dejar unos documentos, y yo embobado viéndola con su uniforme, tal y como la recordaba, falda azul a la altura de las rodillas, un poco más lata tal vez, medias nylon color carne, zapatos de taco, blusa blanca con rayas verticales azules, un pequeño y delicado cinturón que resaltaba su cintura, sus caderas y sus piernas tal y como las recordaba, ese ancho trasero que muchas veces fue el culpable de mis sueños húmedos, sus esbeltas piernas, con la forma perfecta, sobre esos zapatos de tacón negros, sus pecho redondos y firmes, no tan grandes pero que alcanzarían perfectamente en mi mano. Su cabello recogido en media cola, sutilmente maquillada, y sus labios con ese labial rosa que tanto me gustaban. Sus ojos café almendra brillo dos, su voz inconfundible y su caminar embriagante. Con su 1,65 de estatura, una verdadera delicia a la mirada, tenía un cuerpo fantástico que, aunque sin parecer una modelo de revista, fácilmente era motivo de miradas de los hombres al pasar.
—En eso Juan me dice, disculpa Paul (ese nombre falso me puse), si quieres te la presento, pero cierra la boca.
—Por favor, le contesté
—Aunque te advierto que tiene un carácter muy fuerte, me dijo, claro yo recordaba su carácter, había vivido muchos años con ella.
—No importa, intentémoslo
—Disculpa Sofía, le llamó, ven te presento a Paul, él está haciendo un trabajo para un proyecto que desea implementar en nuestro sector y necesita una información, tal vez tú puedas ayudarle. Ni a mí se me hubiera ocurrido ese pretexto, “gracias Juan” pensaba.
—Mucho gusto, me dijo, con su sensual voz, me sentí derretir. Mientras estiraba la mano.
—El gusto es mío, Sofía, lindo nombre, le dije.
—Gracias, me dijo poniéndose un tanto sonrojada, ¿En que le puedo ayudar? Preguntó
—Necesito estos datos, algo que había ido improvisando y maquinando los días anteriores mientras conversaba con Juan y le sacaba un poco de información
—Mmm, si claro, yo tengo esos datos, pero tendrás que acompañarme a mi oficina.
—Por mi encantado, le dije, espero y con esto no le cause molestias. Intentaba tratarla de Ud. para que no creyera que yo era un confianzudo.
—Para nada, vamos
—Mientras vivamos caminando por los pasillos de la oficina, yo me embobaba más por su aroma y lo dulce de su voz, no se diga por su figura y su caminar.
—Me parece conocido, me dijo, su rostro se me hace familiar
—Si, nos hemos cruzado por la calle, la verdad y yo algunas veces me he atrevido a saludarle y por suerte me ha sabido responder.
—A, cierto, me dijo, eso debe ser
—Discúlpeme si fui un grosero y atrevido por saludarla sin conocerla, le dije
—Tranquilo, si le respondí, fue de buen agrado, y sonrió con esa sonrisa dulce y pícara que tenía solo ella.
Estuvimos mirando un poco de información, mientras entre conversa y conversa algo le insinuaba con mis actitudes, como que me interesaba y me caía muy bien, en ella se notaba lo mismo, ya que según me dijo
—Sabe, disculpe que insista, pero me parece que le conozco de antes, no sé exactamente de donde
—Pues tengo un rostro común, seguramente me vio por aquí mismo antes cuando buscaba otra información, o en la calle tal vez.
Y así pasamos la mañana en eso, antes del mediodía, le dije:
—Discúlpeme Sofía, si me paso de atrevido, y en ningún momento quiero ofenderla, pero Ud. se ha portado tan bien conmigo que me gustaría invitarla a almorzar.
—Pues, poniéndose colorada como un tomate y en una actitud coqueta me dice, me encantaría, pero no puedo
—¿Discúlpeme el atrevimiento, pero me podría decir por qué? Le contesté.
—Tengo otros compromisos en casa, mis hijos…
—Oh, lo siento, que atrevido fui, le interrumpí, obviamente debí suponer que Ud. es casada y sus hijos …..
—No, me interrumpió ella ahora, más bien separada, pero ya tengo otros planes, lo siento
—Mire estimada Sofía, yo voy a estar aquí todavía mucho tiempo, le dije, así que todavía tenemos mucho tiempo para que me acepte esa invitación a comer algo.
—Lo pensaré, me dijo.
Conociendo a mi madre como era, no debía presionarla mucho, además no me defraudó, sabía que era muy seria y recatada. Pero yo, tenía mucho tiempo para seguir en mi plan.
Pasaron los días, y algunos de ellos iba a verla con el pretexto de buscar algún tipo de dato, ya no me acercaba donde su compañero Juan, iba directo donde ella, estaba un momento y luego me retiraba, máximo un piropo de que estaba bonita pero nada más. Mucho menos insistirle en salir.
Mientras no estaba con eso, me dedicaba a recorrer la ciudad y ver cosas de mi juventud, me traía muchos recuerdos, visité almacenes, tiendas, parques, todo era como lo recordaba, veía mucha gente que ya a mi entonces había fallecido.
Se me vino la loca idea de toparme conmigo mismo y de pronto prepararme para las cosas del futuro, para tener una mejor vida y evitar muchos inconvenientes y problemas que tuve, pero eso es otro relato.
Un día de esos, pasé cerca de una floristería y me vino el deseo de enviarle un ramo de flores a mi madre, a su oficina, con una tarjeta que diga “muchas gracias por su ayuda, tenemos un almuerzo pendiente, no lo olvide” sin remitente ni nada. Y así lo hice.
Dejé pasar un par de días, y me presenté casual en su oficina, cuando aparecí, sentí unos cuchicheos por ahí, que me llamaron la atención, me dirigí a su oficina y ella al verme, se sonrojó, una clara muestra que sabía que era yo el responsable del ramo de flores.
Ella estaba hermosa, falda negra hasta las rodillas, que cuando se sentaba permitían ver un poco de sus perfectos muslos, medias de nylon negro, zapatos de taco negro, blusa de manga larga blanca, un cinturón muy delgado en su delgada cintura, su cabello sujeto en cola y un mechón cayéndole al costado, como siempre maquillada solo lo suficiente, un labial color rojo de intensidad muy baja extremadamente sensual.
Me acerqué a su escritorio y la notaba nerviosa, la verdad yo lo estaba mucho más.
—Hola Sofía, cómo está mañana, por cierto, permítame decirle que está muy bonita, mucho más que otros días, le dije
—Muchas gracias, como si ya no se pudiera poner más sonrojada, también muchas gracias por el detalle, no debía haberse molestado.
—No es molestia, es todo un placer. Además, como ya acabé de recolectar toda la información que necesitaba, necesitaba un pretexto para ver si por fin acepta mi invitación a almorzar.
—Mmmm, está bien, cuando sería? Me contestó.
—¿Le parece hoy mismo?, contesté.
—Esteee claro, porque no
—Perfecto, le espero a la una su hora de salida, afuera del edificio para que no se sienta presionada
—Je je, muchas gracias, me dijo, con una sonrisa entre coqueta y nerviosa.
Luego salí y me quedé esperando a la hora de salida como un joven enamorado a la salida del colegio de su novia.
Llegó la hora esperada, la una de la tarde, vi a sus compañeros de trabajo salir, cuando de pronto allí venía ella, tan sensual, tan perfecta, tan ella.
Se acercó a mí, y la sorprendí dándole la mano a la vez que la saludaba y le daba un saludo con beso en su mejilla.
—¿Hola Sofía, que tal tu trabajo?
—Hola Paul, estresante como siempre, mientras respondía el saludo, con algo de inseguridad.
—Disculpa, ¿fui atrevido al saludarte con beso en la mejilla? Le dije
—Tranquilo, solo que no me lo esperaba, contestó.
—Y, ¿a dónde vamos ir a almorzar?
—No conozco muchos lugares de aquí, pero, me indicaron un lugar que podría ser perfecto.
Claro que conocía todo lo de mi ciudad, y había escogido uno de los mejores restaurantes que sabía existía, uno que tiene una vista a un lago, y donde por lo general va gente de dinero.
Yo siempre atento con ella, le ayudaba a subir y bajar del auto, el cual, al ser un auto no muy ostentoso, si era grande y muy alto, lo cual me permitió ver disimuladamente sus piernas cuando la ayudaba.
Ya en el lugar, le pregunté que le apetecía, yo escogí lo mismo, y mientras esperábamos nos sirvieran la comida conversábamos de los mismo que cuando íbamos hacia allá, que de donde era, a que me dedicaba y yo le contestaba tratando de explicarle una historia que había venido trabajando muchos días ya.
De la misma manera yo le preguntaba, como si no lo supiera, cosas de su vida, y me hacía el sorprendido de muchas cosas que me contaba, pero que por obvias razones ya conocía.
Una perfecta salida a almorzar, definitivamente, terminamos de almorzar y la llevé a su trabajo, y al dejarla le pregunté si podría repetirse la salida, ante lo cual ella me contestó que a pesar de pasarla muy bien, lo pensaría.
Mi madre conociéndola como la conocía, jamás caería en el juego de un amor fortuito, o pasajero, donde el único interés sería el pasar un buen rato o solo basado en el sexo.
Por eso, me di cuenta que mi trabajo era más complicado, tendría que enamorarla si quería lograr estar con ella.
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