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Categoría: Parejas

Versión corregida y completa de: La conocí en Internet...

Quisiera relatarles algo que me ocurrió hace ya algún tiempo; y como no puedo comentarlo con nadie por razones que ustedes entenderán una vez leído el texto, he decidido escribirlo como forma de exorcizar esto que me está volviendo loco.

El tema en sí es archí conocido por todos y tiene que ver con el advenimiento de los computadoras y su increíble mundo de Internet. Pero todavía es más que esto, es el mundillo del chat y su sub mundo que vive en los encuentros eróticos y sexuales. Hay toda una proliferación de deseos reprimidos, de soledades rebeladas, de afanes inmoderados de compañía, de afectos soterrados que pugnan furiosamente por emerger.

Y es en este contexto que los encuentros cibernéticos tienen un elevado voltaje puesto que las partes así lo quieren y así lo desean por las ya apuntadas circunstancias.

No estoy descubriendo nada con esto, simplemente quería compartir con ustedes un caso más de tantos, tal vez distinto para mí por las razones que verán después.

Un poco de historia: Vine a la capital para tratar de completar mis estudios; por lo menos era la idea original porque el interés ya lo estaba perdiendo habida cuenta de las necesidades económicas inherentes a un joven de 19 años sin trabajo, sólo con la ayuda de la familia que casi siempre es insuficiente. Y en ese plan ocupé un pequeño apartamento en el centro, propiedad de mis padres, que ellos solían utilizar en sus venidas a la ciudad.

Sin conocer a nadie, sin amigos, con poca habilidad para hacerlos dado mi carácter poco
sociable, las cosas no fueron fáciles. El otro gran problema a resolver era el tema “mujeres”; lo cual tuve que encararlo al principio de dos maneras a saber; 1) prostíbulo, 2) masturbación.

Si bien tenía que recurrir con frecuencia a ambos ítem, no eran de mi agrado y sentía la necesidad imperiosa de una mujer de verdad.

Conocía perfectamente los programas de chats pero nunca me había aficionado a ellos porque me robaban tiempo para el estudio e inclusive a algunos de ellos los había desinstalado de mi PC. Pero ese sábado -comienzo de la historia- me tomé un respiro con los libros y sin tener un programa definido para la noche, me resolví a entrar en el chat con una idea fija: conseguirme una mujer.

Ustedes seguramente recordarán el Freetel – fue mi primer programa de chat – y fue allí que la conocí. Siempre tengo en la memoria aquella pantalla de fondo negro con pequeñas letritas amarillas que se transformaban por sus contenidos en sacudidas eróticas toda vez que el llamado esperado irrumpía con su clásico sonido.

Pues bien, ese sábado no tenía ganas de esperar demasiado y quería ir al punto rápidamente así que ideé un mensaje para poner en mi nick que fuera directo y que no dejara lugar a dudas. Este era así: “Busco mujer casada, madura, para hacer el amor”.

Ustedes me preguntarán porqué tenía que ser casada y madura; pues sí, la mujer casada por sus compromisos matrimoniales no tiene demasiadas posibilidades para presionar luego del primer encuentro y eso deja libertad de acción que en mi caso era muy importante. Y madura era simplemente porque quería experiencia en la mujer para que me guiara por los caminos del sexo con todo su bagaje de conocimientos.

Me adelanto a vuestras críticas diciendo que puede ser este un concepto muy machista en una sociedad que tiende a cambiar rápidamente sus valores en ese sentido. Les doy la razón, pero deben convenir conmigo que el mensaje era trasparente, sin engaños, directo y leal.

Mis expectativas de que alguien me llamara con esa tarjeta de presentación que tenía mi nick, no eran muy grandes.

Sin embargo cuando había ido a buscar los cigarrillos, el cenicero y algo para tomar, pude escuchar desde la cocina, el rinnnngggg rinnnngggg de freetel.

Por un momento pensé que sería algún bromista y vine al PC dispuesto a contestar con buen humor alguna broma que me hicieran; sin embargo, en apariencia era una dama la que me llamaba.

Repuesto de la sorpresa, inicié el diálogo ignorando mi solicitud erótica de los comienzos, ya que esto era parte del plan: hablar de trivialidades sabiendo que el tema de fondo ya estaba expuesto y por lo tanto todo el tiempo que ella permaneciera sosteniendo cualquier conversación iba a favor de mis intenciones.

Es curioso como a veces la mente humana puede recorrer caminos sinuosos a pesar de tener una idea fija preconcebida para llegar a destino: y cómo casi nunca se prefiere la línea recta.

La charla derivó por los caminos convencionales ya consabidos; todo se repetía como un calco y las preguntas eran las de siempre. Parece que estuviera vedada la creación, el ingenio, la sutileza fina, y tantas otras cosas que enriquecen una conversación.

Pero cuando se desarrolla una charla entre un hombre y una mujer en un chat (o en la vida real) en la misma siempre esté presente subyacente o no, el erotismo.

El nick de ella decía supuestamente la edad (45+) así que me imaginé una señora de 50. No me importaba demasiado puesto que a esa edad hay mujeres que se mantienen en excelentes condiciones y debo decirles que la diferencia tan grande conmigo favoreció mi morbosidad.

Porque reconozco en mí y les pido a ustedes lectores que hagan lo propio, que la morbosidad es un componente maravilloso del instinto; que se retroalimenta con él, que lo azuza, lo predispone, lo proyecta con toda su fuerza a la consecución del objetivo.

La sexualidad es el instinto más potente del reino animal porque asegura la preservación de la especie ; sin embargo la educación trata de minimizarlo, de esconderlo, de soslayarlo, cosa que es absolutamente imposible y es así que nacen la mayoría de los traumas y frustraciones de nuestra vida.

Y en virtud de esa represión nace el morbo, ese deseo imparable de acceder a lo prohibido a como de lugar.

Hecha esta pequeña digresión, volvamos al tema que da origen a este relato.

Creo que a esta altura debería darle un nombre a la protagonista, sea éste: Ella.

Ella según surgió de las charlas primeras, era un mujer casada, de 45 años; aunque todos sabemos que a la edad declarada siempre hay sumarle algo más (tanto para mujeres como para hombres).

No voy a detallar los diálogos porque sería llover sobre mojado; son todos iguales.
Las preguntas; las clásicas; la respuestas ídem.

Y naturalmente llegamos a la tradicional: “¿Tenés fotos?”. Y por supuesto le envié la mía sin pedirle nada a cambio porque yo sabía que por regla general la otra parte se ve obligada a hacer lo propio.

Y efectivamente así fue.

Fue una sorpresa agradable; sí, sería una mujer de 50 años pero no exagero nada si digo que era muy atractiva para su edad: bonita trigueña de ojos celestes, buena figura, aunque en la primera foto no estaba de cuerpo entero, pero en ese medio cuerpo dejaba ver sus hombros desnudos redondeados y bien formados, y unos bien desarrollados senos que se erguían desafiantes debajo de su blusa blanca con sus dos botones superiores desprendidos en un azar estudiado para la foto.

Acusé el impacto; en honor a la sinceridad me excité tremendamente con esa foto, no porque tuviera nada de especial, sino por todo lo que prometía todo esto que había comenzado ya tan bien.

Con ese grado de excitación obviamente no justificada pero que se explica por lo apuntado anteriormente creí haber cometido una torpeza inexcusable.

Le dije en un momento de entusiasmo: “cómo me gustaría admirar esos hermosos pechos totalmente desnudos”.

No obtuve respuesta.

Maldije mi apresuramiento y mi ansiedad que todo lo había echado a perder.

Fue un largo e interminable silencio.

Me alejé del PC desesperanzado y frustrado por el error cometido, es por ello que ustedes podrán imaginar fácilmente la sensación que en mí produjo la señal fónica anunciando la llegada de un mensaje luego de aquel silencio.

Corrí hacia el computador con la esperanza de ver un mensaje de Ella, pero nada había en la pantalla.

Me senté al PC y resolví tomar este hecho como una experiencia negativa que en el futuro trataría de evitar; por lo que decidí ser muy prudente desde ese momento en el trato con las damas.

Cuando fui a salir del programa, me di cuenta de que había algo casi imperceptible en la pantalla de Freetel; ¿saben qué era?: pues esto:

:-)

Demás está decir que pasé de la depresión a la euforia en una fracción de segundo. ¿No es curioso que la lectura de un solo símbolo pueda producir un cambio tan radical en el estado de ánimo de una persona? Fue como un golpe de corriente en el cerebro que reactivó todas mis neuronas.

Y me detengo sólo un instante aquí para analizar con ustedes; ¿no será que la sumatoria de estos pequeños estados de conciencia fortuitos pero muy gratos hará que: integrados los mismos en un conjunto indefinido e irreconocible de sensaciones similares determine un estado final temporario que se conoce como felicidad? Tal vez sí, algo de eso pueda haber.

Pero sigamos recordando porque querrán saber seguramente cómo siguió todo. Pues bien, las cosas se hicieron mucho más fáciles a partir de ese momento. Ya contaba prácticamente con el aval sutil de Ella para arriesgar un poco más y así quería hacerlo pero no sabía cómo.

Obviaré la descripción de la conversación que no aportará nada a lo que todos ustedes pueden imaginar fácilmente.

Fíjense ahora qué interesante la situación: Las cartas estaban sobre la mesa totalmente vistas: clara mi intención y ya otorgada la aceptación por parte de Ella con aquel simpático símbolo. Sin embargo faltaba lo más difícil para mí: la concreción, habida cuenta que no había lugar para otro error.

Pero la experiencia de ella obró de puente y de catalizador .

Hablábamos de música y de lo notable que era ese nuevo programa Napster que nos permitía bajar temas musicales y formar así nuestros propios CDS. Nos comentamos los temas que cada uno de nosotros teníamos grabados y como coincidíamos mucho en los gustos y las preferencias musicales, Ella sugirió intercambiar CDS.

:-)

La cité en mi apartamento; la idea era escuchar buena música, tomarnos unos mates , charlar ; algo así como compartir soledades.

Claro que esto merece una aclaración, porque ustedes estarán pensando: “pero si ella no estaba sola: era casada”.

Efectivamente ella era una de las tantas mujeres que al igual que muchos hombres están en compañía pero se sienten en medio del desierto; nada nuevo estoy diciendo con esto.

Así fue que planificamos lo siguiente: el día que su marido se fuera en sus habituales viajes a Punta del Este a controlar sus negocios inmobiliarios, sería el de nuestro encuentro.

Tendríamos “todo un día a nuestra disposición”, según comentó Ella, aunque yo les digo con entera confianza que no me seducía eso de “todo el día”, ya saben porqué.

De todas maneras esperé el momento con gran ansiedad, y había suspendido mis actividades de corte sexual reservándome –por las dudas- para Ella, aunque a decir verdad no confiaba demasiado en el desenlace de la situación.

Saben ustedes que cuando algo tan deseado viene saliendo bien desde el comienzo, uno comienza a dudar del final, por aquello de que no existe la felicidad completa y me venía a la mente una de las leyes de Murphy: “ si algo puede fallar, fallará”.

Llegó el día; acomodé como pude el apartamento, y aunque no me lo crean lavé los pisos, cambié las sábanas y hasta puse desodorante ambiental en el living. Fui hasta el supermercado y compré bebidas y algunas pizzas y me preparé para el encuentro.

Estaba nervioso, tanto que puedo decir que temblaba un poco.

Vendría después de almorzar; así que me duché, me afeité prolijamente –aunque no tengo mucha barba- , comí livianito y me puse a ordenar los CDS, y aparté aquellos que había grabado con temas bajados del Napster. Me preguntaba si a Ella le gustaría esa música aunque descontaba que sí porque ya me lo había comentado.

Ahora bien, qué pasaría si la persona que llegaba no era exactamente la de la foto; debería prepararme para saber como actuar ante una situación así.
Conozco muchas historias de chats en las que se vivieron situaciones como esas, en donde la realidad era muy distinta a la fantasía desarrollada por Internet, y esa realidad era triste, desagradable, desgarradora.

¿Y si me pasara eso a mí? ¿Cómo lo resolvería?
Bueno, no quise pensar más en eso, y me dije que fuera lo que el destino quisiera, yo ya estaba jugado a ese encuentro.

Pasados ya veinte minutos de la hora acordada y cuando ya casi había perdido las esperanzas, vi, cruzando la calle, a una bella dama, trigueña, con un andar elegante y cadencioso, con su cabello suelto pero bien peinado;"ojalá fuera ella".

Venía hacia la acera de mi edificio de apartamentos, y al subir a la vereda ya no la divisé más y calculé el tiempo que debería transcurrir hasta sentir el timbre de mi apartamento. Serían escasos segundos; pero no sonaba, tal vez me había confundido.

Por fin escuché el timbre del portero eléctrico que fue para mí como una música celestial.

¿Y saben ustedes en qué pensé ahora?

Que se invertían los papeles increíblemente. Yo había comprobado poco antes a través de la ventana que Ella era hermosa y atractiva, pero yo: ¿qué impresión le podría causar? ¿Y si no le gustaba en absoluto? ¿Si me veía como era, realmente un imberbe para ella? Todos estos pensamientos me asaltaron al levantar el tubo del portero eléctrico.

Se anunció y le abrí la puerta de entrada del edificio: “no toques el timbre en el apartamento, sólo empuja la puerta ¿ok?”

Terminé de decir eso y me dije a mi mismo: “otra vez la inmadurez, eso no debí decirlo nunca, simplemente la hubiera esperado con la puerta abierta y listo”

Ya era tarde para lamentaciones y en esas cavilaciones estaba cuando ella entró y me dijo con una hermosa sonrisa: “Hola; aquí estoy”

No sé si era mi necesidad, o la alegría de tener una mujer allí con tantas posibilidades abiertas con su compañía, que la vi hermosa, mucho mejor de lo que esperaba. En la foto no había apreciado sus labios: eran muy atractivos, carnosos, de un rojo intenso, deseables; su mirada era deliciosa y cargada de sugestión; y les confieso algo que para mí fue toda una revelación: la atracción que produjeron en mí sus brazos desnudos cuando se quitó la chaqueta; hermosos, sensuales; y en ellos apoyé mis manos, una en cada uno, suave y respetuosamente cuando le dije: “gracias por venir”.

Ella me dijo: “qué lindo tienes el apartamento” ; un lugar común para romper el hielo y eso fue suficiente para darme pie a mi para que la invitara a conocerlo. Y aquí en honor a la verdad debo decir que recordé una pequeña treta que me enseñó un amigo, de los pocos que tenía, esta era: tomarla de la mano casi como sin intención y decirle: “vení que te lo muestro”

Esto que en sí mismo pueda parecer una inocentada, a mí me ayudó mucho puesto que con ese gesto pude perder mi cortedad inicial.

La tibieza de su mano irradió en todo mi cuerpo más que una sensación, una certeza, un deseo pleno irreversible, dominante, subyugante; total.

Pero... siempre hay un pero, ¿qué pasaba con ella? ¿qué pensamientos vagarían por su cabecita?

Sin pensar demasiado en ello, la invité a sentarse en el living luego de la recorrida por la casa, y le pedí que seleccionara música a su gusto mientras preparaba algo para tomar.

Era la primera hora de la tarde y fui a subir la cortina veneciana para que entrara más luz y me dijo: “no, dejala así que está bien”.

“Vení , sentate aquí y escuchemos música y mientras contame algo de vos” me dijo ella viendo que yo aún estaba un poco tenso.

“No tengo mucho para contar, me gustaría que me hablaras de tus cosas, tu vida afectiva, en fin de lo que quieras” le respondí.

- Mirá la relación afectiva con mi marido desde hace ya mucho tiempo está en el congelador. Como siempre ocurre, la rutina mata el fuego del amor y si a eso le agregás un trato indiferente y frío, todo se pierde, se desvanece como si todo lo lindo que te ha ocurrido con tu pareja hubiera pertenecido a otra persona.

La observé y tenía una mirada triste, perdida; no quería verla así.

La música no ayudaba porque ella había puesto música clásica y eso la predispuso a la melancolía.

Saqué el CD y por las mías puse música bailable. Le tendí la mano sin decirle nada y ella se incorporó.

Bailamos.

Fue un momento lindo, sin palabras, los dos pensativos, nos dejamos llevar por la música. En determinado momento nos miramos y nos sonreímos en silencio.

Y, sin hablarnos, Ella apoyó suavemente su cabeza en mi hombro.

:-)

Le pasé la mano por el pelo, y la conduje al sofá.
Le levanté la cara apoyando mi mano en su mejilla y simplemente la besé.
A este primer beso siguieron otros, en orden creciente de temperatura e intensidad. Los labios se fundían una y otra vez sin descanso y el sabor de su saliva me excitaba sobremanera.
Mi lengua buscó la suya con pasión, ya en un desenfreno total.
Me sentía explotar; no estaba preparado para una respuesta tan inmediata.
En determinado momento tomé su mano, la llevé hacia mi entrepierna y ella acarició mi sexo por encima del pantalón, con suavidad, con delicadeza extrema que me hizo volar de excitación.
Quise corresponder tan extraordinaria caricia y desprendí su blusa, ella su sostén y sus hermosos pechos saltaron hacia mí.

Tomó mi mano con las suyas y las apoyó en tan delicado tesoro.

Qué hermosos pechos, erguidos, bien formados, con una textura y suavidad dignas de una jovencita.

Me acerqué a ellos, rocé con mis labios uno de sus pezones que se endurecieron en mis labios que lo contenían. Mi lengua pasaba suavemente sobre él; ella gemía de placer echando su cabeza hacia atrás. Yo había logrado una erección muy fuerte y sin esperar más abrí la cremallera para que saltara al ruedo mi sexo enardecido que ella tomó delicadamente entre sus manos.

Creí enloquecer de placer cuando ella descendió con su cabeza hacia mi pene que besó con inusitado ímpetu. Su lengua pasaba una y otra vez por todo mi sexo, desde el tronco hasta la cabeza, y su lengua jugueteaba con él en un baile frenético de lujuria arropado de saliva y jugo.

Quería hacerle todo sin pérdida de tiempo y le pedí que se incorporara, que me diera la oportunidad de libar de ella todo su riqueza interior.

Y se desnudó totalmente, se reclinó sobre el sillón y yo con amor le abrí las piernas y empecé a besar sus muslos imaginando el placer que sentiría al llegar a su sexo, totalmente empapado.

El olor de su sexo me enloquecía. No pude esperar más y llegué a él. Lo besé con desesperación, recorría sus labios como un hambriento a quien le ofrecen un manjar y no puede guardar las formas y come desordenadamente.

Recorrí con mi lengua toda su vagina, lamí su clítoris erecto, una y otra vez, mientras ella me gritaba “¡más!", "¡más!", "¡más!”, “sigue”; “sigue”: “sigue”.
Su sexo se abría como una flor en primavera, y yo bebía el fluido maravilloso que provenía de sus entrañas que vibraban al igual que todo su ser. Bebí con desesperación todo su jugo que me ofrendaba, mientras le reclamaba un orgasmo.

Ella gemía de placer como jamás había imaginado que podía hacerlo una mujer.

Acabó en mi boca; yo saboreé su orgasmo como un elixir de vida. Era delicioso; nunca lo había hecho y me pareció algo hermoso, bello, poético.
Pero cuando aún la besaba me pidió en un grito : “¡cojeme por favor, cojeme mucho que hace años que no acababa así!”

Y ella mismo se puso en posición y la penetré por la vagina pero desde atrás; fue un momento glorioso por cuanto ella gritaba de placer al igual que yo.

Nos cojimos como dos posesos y acabamos al unísono.

Cansados nos tiramos en el sillón y ella aún excitada me chupó el resto de leche que manaba de mi pene.

Lo lamió con amor, saboreando el semen como si fueran las últimas gotas de agua de la cantimplora de un sediento en el desierto.

Cansados, transpirados, nos abrazamos y nos dimos un hermoso beso de lengua todavía con el sabor de nuestros sexos en la boca.

Descansamos; y luego de un buen rato en el que permanecimos abrazados ella prefirió irse porque debía atender a sus hijos.

Nos despedimos.

“Nos hablamos”; “ok”; “cuídate” ;“tú también”; “fue un día maravilloso”; “también para mí”.

“chau”, “chau”.

Nunca más la vi, ni tuve nunca más noticias de ella, porque tampoco apareció más por Internet.

Después de mucho tiempo de transcurrida esta historia , me arreglé con una chica en la facultad, la que ahora es mi novia.

Hoy fui a su casa a conocer a su familia.

No puedo seguir con ella.


Por eso quería comentar con ustedes esto que me pasó, que no es ficción, que es un acontecimiento de la vida real.

Lo peor de todo esto, es lo que ahora les voy a confiar.

Estoy enamorado de su mamá; jamás la pude olvidar pero tampoco quiero hacerlo.
Datos del Relato
  • Categoría: Parejas
  • Media: 5.68
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