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~Por educación, lo primero es presentarse, me llamo Juan, tengo algo más de cuarenta años, y como la mayoría de la población estoy en la media de todo, físicamente me cuido lo que puedo y eso me hace sentirme bien, no estoy rellenito, pero tampoco soy un Adonis. Llevo felizmente casado más de diez años, y toda esta historia comienza el verano pasado cuando mis hijos (tengo dos), se habían ido con mi suegra al pueblo, para aprovechar esta circunstancia mi cuñada estaba haciendo reforma en su piso y se vino unos días a casa.
Mi cuñada, ronda los treinta, morena de media melena, sin ser una belleza tiene algo que me ha atraído desde que la conocí, aparte de su culo, con el que he soñado más de una y de diez veces….
Aquella mañana mi mujer había salido, y yo me levanté de la cama para desayunar cuando pasé por delante de la habitación Sara (mi cuñada), la puerta estaba entreabierta y pude verla durmiendo, estaba destapada de cintura para abajo, llevaba una camiseta y unas braguitas que se perdían entre sus cachetes…. Aquello disparó mi deseo y mi polla.
Con mucho cuidado, sin hacer ruido, me acerqué a su cama, sé que me la estaba jugando, pero a veces no pensamos las cosas…. O las pensamos con lo que no debemos… El caso es pude notar su olor, oír su respiración, ver su cuerpo desdibujado por la sábana, aquello fue demasiado para mí. En un momento de arrebato, y con un cinturón que había en una silla, até sus manos a la vez que tapaba su boca, cuando intentó reaccionar ya era tarde, yo era el dueño de la situación y de ella. Até en cinturón a la cama y la pedí que no gritara, que iba a ser nuestro momento… Ella comprendió que había perdido la batalla y se dejó hacer, sin pronunciar palabra… se dejó hacer. Por fin era dueño de aquel culo, lo lamí, jugué con sus labios, y me deleité masturbando sus dos agujeros, era el paraíso. En algún momento ella, comenzó a dejarse llevar y su coño se fue empapando, aquello disparó aún más mi polla que luchaba por salir de mis pantalones, cuando la liberé estaba firme y preparada para horadar lo que hiciese falta. Pasé varias veces la punta de mi pene por sus labios y rocé su ano… Y por fin, muy despacio, la fui introduciendo en su chocho. Sara estaba bocabajo, y eso me permitía separar sus cachetes y ver mi polla entrar y salir de interior y a la vez poder contemplar su ano esperando ser el siguiente en ser invadido.
Poco a poco se fue relajando e, incluso entregándose a mí, cuando decidí sacarla y probar lo que tanto tiempo llevaba esperando…. Cuando empecé a apoyar mi miembro sobre su culo, ella sospechó lo que pasaría y a través del pañuelo que le había puesto para taparle la boca, pude sentirla gruñendo para que no lo hiciera…. Pero era tarde, la suerte estaba echada y sólo pude decirla: “Ahora tu culo es mío”. Y con cuidado, pero con firmeza fui introduciendo milímetro a milímetro, recreándome en cada porción de carne que la entregaba. Ella relajó su esfínter y se dejó llevar…. Con aquello, quise entender que no era la primera vez que algo entraba por allí, eso me hizo acelerar un poco el ritmo… y un poco más… y más… y más. Hasta que sentí vaciarme en su interior, llené aquél culo en cuatro o cinco sacudidas que me dejaron exhausto sobre su espalda… No quería dejarla así, me hubiera gustado besarla y abrazarla, pedirla perdón… Pero no hubo tiempo, mi mujer estaba al llegar y …. La solté, liberé su boca y en ese momento, con una sonrisa extraña en la cara me dijo: “Si me lo hubieras pedido…. Nos habría gustado mucho más a los dos”. Y se levantó, completamente desnuda entrando en el baño, yo me quedé allí, de pie, desnudo, en medio de la habitación, con una sensación de soledad infinita….
Los días pasaron, la obra de su casa se terminó y Sara salió de nuestro hogar. Durante esos días, su comportamiento fue exactamente igual que antes, ni un gesto, ni un comentario entre líneas…. Como si nunca hubiera pasado. Yo por mi parte lo dejé correr, porque entre otras cosas, era lo único que podía hacer….
Al cabo de tres semanas del “incidente”, me llamó al móvil, para pedirme si podía pasarme por su casa por la tarde para echarle una mano con un mueble que había comprado, de esos que te montas tú. “Sin problemas”, contesté. A lo que Sara respondió: “Además, Adela (mi mujer), esta noche se queda en el pueblo con los niños, si quieres picamos algo aquí. No sé si vendrán, unos amigos, pero tú ya los conoces, Cristina, Pedro e Inma…. Venga pues cuando quieras yo voy a estar toda la tarde en casa”.
Y por fin llegué a su casa, he de reconocer que había estado todo el día dando vueltas a la situación, pero la presencia de sus amigos, tranquilizó mis calenturientas ideas. Cuando llegué, en medio del comedor había unas cajas, supuse que serían del mueble a montar. Ella estaba radiante, llevaba una camiseta evidentemente sin nada debajo, pues su pezones se clavaban en la fina tela de la camiseta y unos vaqueros cortado apenas unos centímetros por debajo del culo. Me ofreció una cerveza, que prácticamente me bebí de un trago, entre el calor de la calle y el calor interior, estaba deshidratándome. Y aquello fue lo último, que recuerdo, después oscuridad hasta que lentamente comencé a poder abrir los ojos, mis párpados pesaban como si fueran de plomo, y todo lo que acertaba a ver eran sombras, bultos sin definir, así estuve unos momentos hasta que empecé a tener consciencia de mi situación.
Estaba desnudo, atado a un aparato de esos de abdominales, pero boca abajo, con las piernas atadas a lo que normalmente sirve para apoyar los pies, dejando mi culo a la vista y disfrute de quien pasase por allí. Intenté soltarme pero fue esfuerzo inútil. Por fin me decidí a mirar a mi alrededor y allí estaban, en el sofá tumbados Sara, completamente desnuda cabalgando sobre un tipo al que no veía, tan sólo sus pies, sus piernas, sus dos huevos y una parte de su polla que salía y entraba de Sara. Sara estaba de espaldas y la visión de su cuerpo subiendo y bajando siendo taladrado por aquel tipo debo reconocer que me excitó, y mi polla comenzó a cobrar vida propia, en contra de lo que la situación aconsejaba.
No pasó mucho tiempo hasta que se dieron cuenta que yo había vuelto de mi sueño, en ese momento Sara descabalgó y se acercó a mí: “¡Hombre, cuñadito!, ¿ya has vuelto con nosotros?, he debido pasarme con el somnífero, llevas ahí casi media hora, Bueno, lo importante es que ya está aquí. Te presento a Andrés, es un amigo, que como ves tiene derecho a roce, cuando nos viene bien…”. Era una situación rara para hacer presentaciones y no supe que decir, así es que no dije nada y lo miré, se había puesto en pie y él me miraba también. Puede verle bien, era un tipo mayor que yo, creo que podría rondar los cincuenta, fuerte, rozando la obesidad pero con las carnes prietas, con el cuerpo ligeramente velludo, barba de dos días, algo canosa, cuando le vi me recordó al corte de hombre como el actor porno Roberto Malone, e inevitablemente miré su polla, era gorda, sin llegar a los 20 cms de longitud pero con una venas enormes que la recorrían a lo largo y un capullo que aún doblaba su ancho normal… En ese momento vi que Sara me estaba mirando y con un aire de golfa total, se arrodilló ante su miembro y empezó a hacerle una mamada que obligó a Andrés a cerrar los ojos y dejarse llevar. Siguió mamando y masturbando hasta que fue acelerando el ritmo, poco le podía faltar para correrse cuando Andrés le separó la cara e intentó quitarle la mano para terminar el trabajo el solo, pero Sara no lo permitió y lo acercó, hasta que se corrió, tan cerca de mi, que dos chorro de su leche cayeron directamente en mi cara, yo inmóvil y atado, no pude hacer nada por evitarlo, sentí el cálido semen correr por mi cara, y para que no hubiera duda de su intención, Sara restregó por mi cara aquél líquido, introduciendo los dedos en mi boca, con lo que tuve que probar su sabor, entre amargo y salado.
Andrés por su parte sonreía: “Quizás quieras limpiármela, ahora que ya conoces su sabor”. Y acerco su polla hasta apoyarla en mis labios, la notaba palpitante y caliente, chorreando los restos de la corrida, pero no abrí mis labios, fueron unos segundos eternos, con su miembro en mi boca. “Está bien – dijo Sara – si él no quiere lo haré yo. Tú te lo pierdes”. Y se puso a lamerla, hasta que la dejó reluciente, ¡era muy buena!
Cuando terminó, se fue gateando hasta ponerse detrás de mí y comenzó masturbarme, mi polla no se había quedado indiferente a lo que había pasado y estaba receptiva a cualquier estímulo, así es que no necesitó mucho para ponerme a cien. “Pues yo creo – comentó Sara – que por tu polla te hubieras comido la de Andrés sin ningún problema.” Andrés seguía allí, enfrente de mí, con su polla mirando al cielo, como si no hubiera pasado nada. Estaba pensando en esto cuando noté un líquido templado correr por el canalillo de mi culo y acto seguido, sin darme tiempo a nada un dedo invadiendo mi ano, esto empezaba a no gustarme nada, poco a poco aquel dedo se fue haciendo dueño de mi culo, y en pocos minutos un segundo dedo estaba dentro de mi. La sensación era muy extraña. No dolía pero tampoco me gustaba, aunque tampoco me disgustaba. Y al cabo de cierto tiempo un tercer dedo irrumpió dentro de mí. Ahora si dolía y no me gustaba nada, pero tampoco podía hacer nada, salvo ver a Andrés disfrutar del espectáculo. Y decirme: “Quizás ahora si quieras un poco.” Y aprovechando que tenía la boca medio abierta, metió su enrome tranca de un golpe hasta mi garganta, estuve a punto de ahogarme cosa que pareció hacerle gracia pues lo volvió a hacer… Pude apreciar su sabor, no movía mi boca, sólo permitía que entrase y saliese de ella, y a él le gustaba. Sólo esperaba que no se corriese dentro porque a esa profundidad me lo iba a tragar todo… Pero mis deseos no se cumplieron y finalmente Andrés se vino en mi garganta, y todo lo que soltó su polla fue a parar a mi estómago. Mientras mi cuñada seguía con sus juegos en mi ano, se acercó a mi oído para decirme: “Ahora tu culo es mío.” Andrés desapareció de mi vista, aquello me tranquilizó, hasta que le sentí detrás de mí. “¡Oh que suerte! Un culito virgen. Estoy hay que remediarlo!” y me soltó un azote en cara cachete. Las risas de ambos fueron estruendosas, aunque a mi no me hizo ninguna gracia. “Pero será dentro de un momento – dijo Andrés – incluso yo necesito recuperarme.” Nuevas risas.
Sara se sentó delante de mí y me ofreció su sexo, con mi cabeza entre sus manos me “obligó” a lamerla entera, se inclinaba para atrás para que llegara a su ano, y lo recorriera hasta casi su ombligo. Estaba empapada, y gemía, metiéndose de vez en cuando un par de dos en su vagina. A mí me estaba volviendo loco, quería que me soltasen y penetrarla y hacerla mía, y correrme en su interior y sentirme parte de ella. Pero nada de eso sucedió. Durante este tiempo, Andrés se había recuperado, y volvió a aparecer a mi vista, con su polla morcillona y buscando una boca que la animase, fue Sara, quien la cogió, mientras yo seguía jugando con su sexo, ella chupaba y ponía en forma a Andrés. En pocos minutos, ya volvía a lucir su miembro pletórico. Se acercó a mí y me dijo: “Ha llegado el gran momento…”
Se colocó detrás de mi, y dejó escurrir un nuevo chorro del líquido que antes había usado Sara, se tumbó sobre mi espalda para susurrarme al oído: “Voy a hacer que disfrutes con un buena polla en tu culo, y si tenemos suerte al final me pedirás que no la saque y que te folle como todos nos merecemos, al menos una vez en la vida…”. Y dicho esto, apuntó su verga hacia mi ano, la apoyó firmemente, yo sentía mi ano palpitar, Sara lo había dejado relajado y abierto, pero nunca había tenido nada metido y aquello que luchaba por entrar no era precisamente pequeño. Resistirme era inútil, además debo reconocer que no se si sería el lado bisexual que todos llevamos dentro, los resto del somnífero, la propia situación, o mi manera de sentir, el caso que algo en mi interior deseaba probar esa sensación de sentirte invadido y no tuve que esperar mucho… Andrés comenzó a apretar fuerte, Sara me abría los cachetes y escupía sobre la polla de Andrés, en un momento dado sentí partirme en dos, el dolor era muy fuerte, cuando oí a Andrés decir: “Ya tienes el capullo dentro y lo has aguantado bien ahora hasta el fondo…”Y dicho y hecho, de un solo empujón sentí su tripa contra mi culo y su polla llegando hasta lo más profundo de mí literalmente. Ahí se quedó: “Disfrútala, es toda para ti.” Me dijo Sara, “Ahora si que tu culo es nuestro.” Y volvió a reir.
Andrés no se movía, parecía querer hacer que su polla fuera parte de mi. Pero yo seguía sintiendo que aquel trozo de carne estaba abriéndome por la mitad. El dolor no cesaba y Andrés no se movía, Sara por su parte, decidió dedicarme una sus famosas mamadas, tumbada en el suelo, se fue tragando mi polla de esta manera, yo relajé todo mi interior, acostumbrándome al invasor que tenía dentro. Este relajamiento fue aprovechado por Andrés que con mucha maestría sacó la polla y de un solo golpe volvió a ponerla donde estaba segundos antes. Y repitió la acción un par de veces más, mientras la boca de Sara era la dueña absoluta de mi verga. ¿Qué pasó en esos minutos? No lo sé, pero al poco tiempo el dolor estaba dando paso a un placer inesperado, la polla de Andrés entraba y salía de mí con total libertad, acomodándose a mi interior. Me tenían hirviendo, había perdido el norte ya hacía un tiempo, y ellos lo sabían, era un juguete en su verga y su boca, cuando de repente Andrés sacó su rabo de mí lo dejó fuera, a la entrada de mi culo, quieto, sin entrar de nuevo. “Tendrás que pedirme que te folle, que siga metiéndotela, ¡vamos quiero que me lo pidas!”. Yo no estaba dispuesto a tal cosa, pero él no estaba dispuesto a mover su polla de la puerta de mi ano, yo inmóvil por fuerza mayor y el inmóvil por deseo. Sara masturbándome y diciendo: “¡Vamos pídeselo!, lo estás deseando, dile que te folle, te llevaremos al paraíso…, ¡vamos pídeselo!.” Aquella polla seguía sin moverse y mi culo quería, necesitaba ser profanado de nuevo, y esa boca engullendo mi sexo, era demasiado locura. “¡Métemela!”, susurré. “¡No te oigo!, ¿has dicho algo?” – respondió Andrés. Ya veía su juego, tenía que gritárselo, que me sintiera como una auténtica perra suplicando para saciar su pasión. Me dejé llevar. “¡Métemela! – grité- ¡Reviéntame, te quiero dentro de mí!”. Casi no pude terminar de decirlo, cuando volvió a invadirme, de nuevo hasta lo más profundo. Pero esta vez, su ritmo era brutal, le oía jadear a mi espalda, y Sara exprimió mi polla, no podía dejar de correrme, mientras ella seguía masturbándome y me decía. “Nunca te habías sentido así, eh?, Estás aguantando bien, porque te está dando con todo.” El ritmo se hizo frenético, hasta que se quedó quieto, apoyado sobre sobre y empecé a sentir mi culo inundado de semen, al igual que yo, él tampoco podía dejar de correrse y seguía entrando más y más… Por fin, sacó su verga de mi interior, resopló y se incorporó. Aun con la polla bien tiesa, se puso enfrente de mi y la acercó a mis labios. “Ahora si que me la tienes que limpiar”. Y sin decir más, abrí mi boca comencé a lamer aquel trozo de carne que me había descubierto otra forma de gozar del sexo, jugueteaba con mi lengua alrededor de su capullo, y de vez en cuando la introducía hasta la garganta; por su parte Sara, nos dio de beber y sentándose en el sofá, abriendo sus piernas, mostrando su belleza interior, dijo: “Recuperaros un poco que esto no ha terminado….”
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