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~~Hacía un tiempo que venía calentándome con la lectura de este foro, y con cada relato pensaba qué bola de suertudos existen allá afuera y yo... felizmente casado con el sexo rutinario, ¡malajos! Lejos estaba yo de saber cómo cambiaría mi suerte.
Hace un par de semanas, después de una sesión de sexo normal con mi esposa, salí a buscar empleo a unos hoteles que se anunciaban en el periódico local. El proceso de siempre: aburrido y tedioso teniendo que sonreír hasta de las más mínimas estupideces. Pues bien, después de esperar por casi 45 minutos, ya estaba un poco molesto pues habían atendido a otras personas que llegaron después que yo y sin darme otra explicación, más que ‘en un momento estaremos con usted’. Cuando finalmente me hicieron pasar con la directora de recursos humanos, me quedé helado: qué mujer tenía yo enfrente, ¡vaya que había valido la pena la espera!
Se presentó como Cinthia, y por primera vez pude expresar de corazón "¡un placer conocerle!" Algunos dirían que es una típica ejecutiva, mas yo la describiría como una escultura que ha tomado vida: con casi 1.70 de estatura, pelo rubio que le llegaba casi al hombro por tenerlo recogido con una liga de pelo, unos ojos seductores que eran buenos acompañantes de esos labios rojos y carnosos que se antojaba para todo. Mientras hablaba, yo me imaginaba a qué sabrían esos labios y sólo me desperté de mi sueño cuando se levantó para encender el aire acondicionado. ¡Jesús! Se disculpo por quitarse el saco que llevaba puesto y bajo la blusa blanca de seda se veían dos pechos sostenidos por un brasier de lencería delicada que más que sostenerlos les impedía salir.
Aparentemente había tenido un día de perros y ya estaba harta, pues la conversación era muy vaga. De pronto, se dio cuenta que no estaba poniendo mucha atención a sus palabras y que con la mirada me estaba saboreando cada uno de esos pechos que deseaba tener entre mis manos y labios. Casi sin avisar, se puso de pie y me pidió que la siguiera, según ella, para mostrarme un poco las instalaciones y ver mi capacidad. Subimos hasta el piso 12, mientras que gracias a los espejos yo disfrutaba de la vista. Si volteaba para arriba, sus dos pechos lucían en el centro del ascensor; si volteaba a los lados, una figura realmente increíble con unas nalgas realmente redondas y duras. Las piernas siendo acariciadas por esas medias obscuras y sus zapatos de tacón alto que le ayudaban a parar aun más ese par de nalgas. “¿Qué piensas? ¿Te gusta lo que ves hasta ahora?”, preguntó dándese cuenta de mi distracción. “Claro, está de primera”, contesté yo, pensando inocentemente que se refería al hotel.
Al caminar por el pasillo, era como si pasaran una charola de alimentos frente a un hambriento, qué manera de mover esas caderas. Por mi, podríamos caminar así el resto del día, pero no fue así. Llegamos a una habitación, ella introdujo la llave y me invitó a pasar. Tal vez por caballerosidad o morbo de seguir viendo el monumento, le pedí que pasara ella primero. Revise la habitación muy rápidamente para ver con qué contaba. Al darme vuelta para quedar frente a frente, noté que había desabotonado aun más su blusa y después de preguntar: “¿y, qué piensas ahora, te gusta?”, no pude más que contestarle: “Si te refieres al hotel, es un buen reto que necesita mucho trabajo, pero si te refieres a tus atributos naturales, lamento decirte que me tienes hecho un idiota, que en lo único que he podido concentrarme por la pasada hora es en cómo tenerte” “Pensé que nunca lo dirías”, fue su suave respuesta y suficiente para lanzarme hasta sus labios.
Como dos chiquillos por primera, vez nos besábamos, nos comíamos, explorábamos con nuestras lenguas el interior del otro, mientras la ropa comenzaba a caer una por una. La tumbé en la cama de espaldas y levanté sus piernas para quitarle las medias y su tanguita. ¡Qué humedad, Dios mío! Esa mujer había estado corriéndose por ya buen rato y yo sin notarlo. Al ver su raja completamente rasuradita y esperándome, tuve que sacrificarme y dejar a un lado sus labios y comencé a chuparle entre las piernas, primero los muslos y poco a poco llegar hasta su sexo. El clítoris ya me esperaba con ansias locas de ser chupado, mientras mis manos tocaban sus pechos y pellizcaban sus pezones. Jugaba con mi lengua y disfrutaba de sus corridas una y otra vez, pasando del interior al exterior y unas cuantas chupeteadas a su culito también.
Sus gritos de "¡dame más, así, así, no te detengas… ay me vengo!", me guiaban para darle más placer donde ella lo quería. Desvié entonces una de mis manos y le introduje dos dedos en su vagina para tentar el terreno que iba a disfrutar. Qué cueva más calientita y jugosa tenía en mis manos. Me disponía a dejarle ir mi miembro cuando me detuvo y me pidió que me acostara. “Ahora me toca a mí regresar el favor y quiero que disfrutes”, dijo. Comenzó a chupármela como si quisiera extraer petróleo por una pipa, con caricias suaves y succiones fuertes, sus manos en mis testículos preparaban la leche que dentro de ellos se formaba. En un movimiento me salí de su boca y le dije: “ya no aguanto más, voy a llegar” “Bien, eso estaba esperando”, contestó y se introdujo mi pene en su boca una vez más, ahora haciendo un mete y saca mas rápido. Sentí cómo los fluidos salían de mi verga mientras ella seguía chupando, asegurándose que no se desperdiciara ni una sola gota. Pero, contrario a lo que yo esperaba, ella siguió chupando hasta que mi miembro se endureció una vez más y me dijo: “ahora si, mi concha ya no aguanta más y te necesita. ¡Métemela toda por favor!”
Se montó en mi pene y empezó a cabalgar como si fuera la ultima carrera de 100 metros y tuviera el compromiso de ganar. Al principio, fue despacio y me comentó que le topaba mi miembro dentro de su vagina. Que delicia oír esto. Empezó a tomar su ritmo y a tomar riendas en el asunto, como dicen en México. Brincaba, gozaba, gritaba, sudaba, me besaba, me tocaba, mientras yo disfrutaba de ese par de pechos que saltaban frente a mí. Ya no pude más y tomé uno de sus pezones con mi boca, el cual estaba tan erecto como si fuera de hueso u otro material. Lo chupé sin piedad queriendo succionar de él, parte del líquido que esta mujer estaba produciendo por su vagina, pero en eso me gritó: “me vengo, por favor abrázame fuerte que quiero que nos corramos juntos!” Y así fue. Una combinación de líquidos de ambos comenzó a escurrir por sus piernas y las mías sin importarnos a ninguno de los dos. Nos quedamos así, exhaustos por unos cuantos minutos, besándonos cariñosamente, mientras mis manos le sobaban sus ricas nalgas duras y deliciosas, como si al tocarlas repasara o reviviera los puntos que mi lengua tenía deseos de saborear.
Le comenté a tono de broma: “esta es la mejor entrevista que jamás haya tenido, ¿es así como terminas tus días?” Un poco molesta me dijo que ella no acostumbraba ser así, pero que desde el momento en que entre en sus oficinas, detectó la lujuria salir de mis ojos y cómo mi bulto del pantalón en medio de mis piernas crecía cada minuto. ¡Ups!, pedí perdón, no pensé que hubiera sido tan obvio, a lo cual sonrió y me dijo: “no tienes por qué disculparte, al contrario, gracias por quitarme la calentura que llevaba dentro” Una vez más bromeé: “¡Ah! ¿Ya se te quito la calentura?” Se detuvo un poco antes de contestar y me dijo: “en verdad, no. Continúo con ganas, pero ya han de estar mis asistentes buscándonos por todas partes. Pero para que veas que aun te deseo y que no es normal para mí hacer esto, te ofrezco me quites la virginidad de mi culito”
¿Estaba yo soñando? ¿Era real todo esto? ¿En verdad me estaban ofreciendo un culo virgen? Antes de que se arrepintiera le contesté: “tus deseos son mis órdenes” y la rodeé hacia un lado de la cama, le subí sus piernitas sobre mis hombros y empecé a chuparle su culito. Los gemidos y su respiración rápida regresaron de inmediato. Lubriqué uno de mis dedos dentro de su sexo y se los deslice en el culo. Al momento arqueo su espalda por el dolor y traté de sacar mi dedo, pero ella lo detuvo y con su mano ahora moviendo mi mano, empezó a meter y a sacar mi dedo pasando de los gemidos a los gritos. El segundo dedo entró sin pedir permiso y ya para entonces, ella estaba más excitada que la primera vez.
Le pedí se pusiera en cuatro, como de perrito y de inmediato cambió de posición, pidiéndome que no le quitara los dedos de adentro de su culo. Los retiré rápidamente contra su voluntad y los cambié por mi pene erecto al máximo, el cual se deslizo sin ningún problema. Cómo gozaba, pedía más y yo sumiso, sólo pensando en complacerla. Disfrutaba cada vez que estrellaba sus nalgas contra mí y mis manos jalaban de sus caderas. Distraje una de mis manos para sobarle el pecho y se corrió inmediatamente. Yo ignoré esto y seguí bombeándole sin interrupción. Por el cansancio, ella dejó caer su cabeza en la almohada y su trasero respingó, lo cual aproveché para cambiar de posición y pararme un poco, dejándole caer la verga con más fuerza. No aguantamos más y nos corrimos otra vez, sujetándole las caderas y disfrutando de esa vista que era realmente increíble.
Nos dimos un regaderazo rápido, siguiendo con las caricias y los besos, pero me pidió que fuéramos rápido para eliminar más sospechas. Ya vestidos, salimos de la habitación y fue cuando regresé en mí y comencé a pensar: ‘¿y la habitación? ¿Quién la limpiaría? ¿Las ama de llaves nos reportarían?’ Todo esto me lo contesto con una sonrisa y un leve: “no te preocupes, yo veo cómo hago” Finalmente llegamos a su oficina nuevamente, tomó el teléfono y llamó a la Gerente General. Sólo alcancé a escuchar parte de la conversación donde le decía: “tengo al candidato perfecto y sé que te va a encantar, lo voy a citar para que se entreviste contigo en estos días y poder pasar a la contratación, chiao”
Con la mirada le di las gracias por todo y contestó: “prepárate, ya tienes tu cita con la Gerente y presiento que te va a ir igual que el día de hoy. Las dos estamos recientemente divorciadas y en realidad no hemos tenido sexo desde que nos separamos. Yo por lo menos ya lo tuve el día de hoy, pero los días que faltan para tu entrevista con la jefa, son días que aumentaran sus deseos y desde ahorita te digo, quedarás contratado y vas a tener que ayudarnos a las dos a satisfacernos sexualmente, pero aunque ella tenga mayor rango en la empresa, no debes olvidar nunca quién te contrató y fue tuya primero” Me levante para despedirme de ella con un beso y mi mano se deslizó por debajo de su falta para tocar su rajita nuevamente. “No lo olvidaré y si eso es parte de mi trabajo, lo acepto”, dije convencido y le di un beso intenso y largo, como de amantes que se despiden para no volver a verse.
Los 30 minutos de tráfico para regresar a casa, me ayudaron a revivir cada momento y esperar con ansias los siguientes. Al llegar, mi esposa me preguntó: “¿cómo te fue, cariño?” Sólo pude esbozar con poco aliento un “bien, muy bien diría yo” “Qué bueno, porque yo aquí, con un dolorón de cabeza que no aguanto” “No te preocupes, esta vez vengo tan exhausto que ni siquiera te molestare”, dije yo. Cenamos tranquilos y yo con mi mente preparándome para el arduo trabajo que me esperaba.
Seguro estoy que de aquí saldrá mucho más y ustedes estarán enterando...
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