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Sonia corrió y corrió sin pararse ni un segundo. Estaba aterrorizada y desesperada. Lo que más miedo le daba ahora era que se encontrara con uno de esos seres. Al cabo de un rato los chillidos de los cazadores y los disparos cesaron; sólo se oían las hojas de los altos árboles moviéndose al son de la brisa y el canto de los grillos. La chica se paró un momento, poniéndose las manos en el estómago, con la respiración acelerada. Estaba casi agotada y no podía correr más. Entonces, en uno de los intervalos en que la luna aparecía entre las nubes, pudo ver a mano izquierda y a unos veinte metros una vieja caseta cuya puerta estaba entreabierta. Se acercó decidida a buscar algún sitio donde esconderse, almenos durante la noche, y pensó que podría resguardarse en la casa.
Así pues, con paso decidido, se acercó a ella. La temperatura ambiete había bajado considerablemente y el frío se le enganchaba terriblemente en las piernas; la chica empezaba a estar también helada.
Ya en la entrada de la casa, empujó la puerta despacio, abriéndose ésta sin dificultad pero emitiendo un chirrido. No se veía nada en el interior, estaba completamente oscuro. Sonia, todo y saber que podría llamar la atención de los vampiros, abrió su bolsa, única cosa que pudo coger antes de escapar, y rebuscando en ella sacó una pequeña linterna. La encendió apuntando al suelo y luego dio una rápida repasada al interior de la caseta. Había varios muebles viejos dispuestos a lo largo de la pared junto con una mesa vieja a la que le faltaba un canto. Encima de uno de los muebles había dos candelabros con velas puestas y medio gastadas. Por el suelo había arena y podían verse varias pisadas. En otra de las paredes pudo ver una ventana con los marcos de madera arrancados y los cristales rotos. Del techo colgaba una bombilla rota de la que salía un largo y retorcido cable que, después de un corto recorrido, desaparecía por dentro de la pared. Al fondo se veía otra puerta que daba acceso a una pequeña habitación. Sonia se acercó lentamente y después de entrar vió que en el suelo había varios tablones de madera y al final una plancha también de madera y con los bordes reforzados con un oxidado metal colocada de forma que tapaba una especie de agujero.
En el exterior de la casa el viento continuaba soplando, esta vez con más fuerza. A lo lejos varios lobos aullaban. Sonia, al oirlo, se estremeció y saliendo de la pequeña habitación se sentó en un rincón, apagó la linterna y rodeándose las rodillas con los brazos, agachó la cabeza y se puso a llorar en silencio. Estaba desesperada y tenía mucho miedo.
Poco después le vino a la cabeza algo en lo que no pensaba:
-El móvil! –exclamó. Y buscando de nuevo en la bolsa sacó su teléfono, lo encendió e intentó llamar. Pero por desgracia la cobertura en aquel lugar era totalmente nula y aquella pizca de esperanza que tuvo en encontrar ayuda desapareció por completo.
-Joder! Y ahora que hago? –se decía mientras se frotaba las lágrimas de la cara.
De repente, en la habitación adyacente se oyó un ruído, era de maderas golpeando unas con otras. Sonia se quedó muy quieta y callada pensando en la plancha que había visto y en el agujero que posiblemente había debajo. Fuera, el canto de los grillos cesó, oyéndose únicamente el chocar de las copas de los árboles movidas por el viento. En la habitación se seguía oyendo ese ruído de tablones moviéndose. A la chica se le hizo un nudo en la garganta y se moría de miedo, sobretodo cuando pudo divisar una sombra que apareció justo delante de ella, en la entrada de la habitación.
Estaba temblando de pánico mientras seguía con dificultad a la sombra, que empezó a moverse hacia la derecha, en dirección a los muebles. Entonces, se oyó el abrir de un cajón. Aquella sombra, fuese lo que fuese, estaba manipulando algo pequeño; entonces, de repente, la caseta se iluminó vagamente con la luz de una cerilla.
Sonia vio entonces, enfrente de ella y de espaldas, a un individuo grande, de 1.80 m más o menos. Llevaba unos pantalones tejanos desgarrados por abajo y una camiseta de tirantes negra que le dejaba al descubierto unos brazos que aparentaban estar muy musculados. En la cabeza, una larga cabellera despeinada y negra, le caía hasta los hombros.
El personaje dirigió la cerilla hacia los candelabros y una a una fue encendiendo las velas ante la aterrada mirada de Sonia, que permanecía en el suelo temblando. Pocos segundos después, el ser se giró y la miró. Su rostro era igual de terrorífico que el de los otros; era sin duda, otro vampiro!
-Mmm... Hola preciosa. Bienvenida a la entrada de nuestra guarida. Es todo un placer para mi que hayas venido a visitarnos –le dijo con un tono dulce y amable. Entonces sonrió enseñando los dientes y Sonia pudo ver los largos y afilados colmillos que tenía.
La chica se levantó de un salto y miró hacia la puerta. Quería salir de allí corriendo. Pero entonces, la puerta se abrió de golpe y entraron dos vampiros más, que se la quedaron mirando con ojos penetrantes. Sonia dio un grito de terror. Estos últimos llevaban el rostro manchado de sangre.
-Mmm! Aquí está la zorrita que nos faltaba! –gruñó uno relamiéndose un colmillo. Y se acercaron a ella lentamente.
-Basta! Apartaos! Esta presa es mía! Vosotros ya os habéis alimentado! –murmuró el vampiro de las greñas. Entonces, los otros dos, haciendo caso del que parecía ser su jefe, se apartaron hacia un lado, aunque sin quitarle la vista de encima a la chica.
Sonia se lanzó de golpe hacia la puerta para escapar, pero el vampiro jefe, por llamarlo de alguna manera, la agarró del cuello con una extraordinaria rapidez y habilidad y la empujó contra la pared, sin soltarla. Sonia tosió por la presión que ejercía aquella fría mano en su garganta. Entonces le agarró con ambas manos la muñeca al vampiro intentando soltarse. Pero fue del todo inútil.
El vampiro la miró entonces fijamente a los ojos. Los suyos brillaron momentániamente con un color rojizo. Sonia, que por una extraña razón no podía apartarle la mirada, sintió que las fuerzas la abandonaban y a continución, aquella sensación de terror y dolor fue desapareciendo y la chica empezó a sumirse en un total estado de bienestar: el vampiro había conseguido hipnotizarla. Éste la soltó finalmente del cuello. La chica se aguantaba de pie con dificultad, le temblaban las piernas, y era totalmente consciente de lo que pasaba pese a no tener ya miedo.
-Mmm... que bien hueles pequeña –le dijo cogiédole del mentón y acercándosela a la cara. Después de esto, bajó una mano y, pasándosela entre las piernas, empezó a acariciarle el interior de un muslo y siguió ascendiendo, subiéndole a la vez la minifalda, hasta que contactó con las bragas, que presionó con los dedos hasta hundirlas entre los labios vaginales. Sonia dejó caer la cabeza sobre el hombro del vampiro y emitió un largo suspiro, notando aquella mano entre sus piernas.
Después de haberle acariciado durante unos segundos el sexo, y ante la mirada de los otros vampiros, el jefe la tomó por la cintura y levantándola del suelo la puso tumbada sobre la mesa, con las piernas colgando.
-Mmm... Hoy vas a experimentar algo que nunca olvidarás pequeña –le dijo acercándose de nuevo a su cara. Entonces le giró la cabeza y empezó a chuparle el cuello, lentamente, pasándole la lengua de arriba abajo. Hasta que levantó los labios superiores, mostrando los colmillos, dispuesto a clavárselos en la yugular, pero prefirió esperar a tan dulce bocado. En lugar, pues, de morderla, le cogió el cuello del chaleco y de un fuerte tirón le arrancó todos los botones. Después clavó una de sus largas uñas en el jersei negro y también de un tirón se lo desgarró de arriba abajo, quedando la chica con los pechos únicamente cubiertos por el sujetador, una prenda que el vampiro no tardó en quitarle. Así quedó pues, medio desnuda de cintura para arriba.
Ya con aquellos redondos pechos a su entera disposición, el vampiro se dispuso a cogerlos y a manosearlos, hasta que acercó la boca a uno y empezó a chuparle el pezón, haciendo círculos con la lengua, succionándolo de vez en cuando. Sonia empezó a suspirar de nuevo. Aunque estaba sumida en un estado confuso, la chica podía sentir placer. Poco después, el vampiro abandonó los pechos y fue bajandole la lengua por el vientre, hasta hundirla en el ombligo; finalmente llegó a la cintura de la minifalda. Se dispuso a arrancársela también, pero vio que era más práctico abrirle las piernas hasta que la prenda roja le quedó toda subida. Lo que si acabó también en el suelo hecho trizas fueron las braguitas rosa que llevaba, que le quitó facilmente de un tirón.
Y así, Sonia quedó con las piernas abiertas, a total disposición de aquel ser. Los otros vampiros emitieron un gruñido de excitación viendo aquella maravilla de cuerpo, deseándolo también para ellos. Pero era del jefe, y bien sabían que no era aconsejable acercarse.
Momentos después, el vampiro colocó la cabeza entre las piernas de la chica y empezó a separarle los labios vaginales con la lengua, hasta acceder a su clítoris, que lamió golosamente sin parar, tambaleándolo de un lado a otro. Sonia gimió de placer. La chica estaba excitándose cada vez más, todo y que en el fondo sabía que estaba en peligro.
Uno de los otros dos vampiros acabó marchándose en busca de alguna otra presa para calmar su sed de sangre, pero el otro se quedó allí, mirando con excitación. El jefe no paraba de chupar el sexo de la chica mientras iba acariciándole las piernas. La respiración del vampiro era cada vez más rápida, hasta que en un momento dado se paró y alzó la mirada hacia el techo. Entonces volvió a enseñar los dientes y empezó a gruñir. Los ojos, que parecía que se le fueran a salir de las órbitas, estaban inyectados en sangre, era como si estuviera haciendo mucha fuerza. A los pocos segundos, los colmillos le crecieron un par de centímetros, quedándo mucho más largos y puntiagudos como agujas. Finalmente miró a Sonia y bajando la cabeza de golpe la mordió en un muslo, cerca de la ingle.
La chica dio un bote sobre la mesa y gritó de dolor al notar el mordisco. Poco a poco su sangre estaba siendo succionada por aquel ser, sediento de ella. El otro vampiro, también sediento y excitado a la vez, se atrevió a acercarse aún más. El jefe no dijo nada, pues estaba como extasiado bebiendo del muslo de Sonia. La pobre, sintiendo cómo le vaciaban su líquido vital, perdía cada vez más las fuerzas y se sentía cada vez más débil, aunque la cosa no terminaría allí.
Pocos segundos más tarde, el jefe dejó de succionar y le sacó los colmillos. De las heridas que le provocó salió sangre, y la chica se habría desangrado de no ser por las medias, que hacían más o menos la función de compresión. A continuación, el vampiro jefe la miró mientras se desnudaba de cintura para abajo. Sonia, muy debil pero con las suficientes fuerzas para girar la cabeza, miró al vampiro y esta vez asustada vió lo que le colgaba entre las piernas: un pene que empezaba a ponerse erecto. El cuerpo del miembro estaba todo cubierto por un entramado de gruesas venas de color oscuro, y al final, el glande, también de color oscuro, cubierto en toda su superficie por una especie de bultos que terminaban con un agujero.
El vampiro volvió a poner los mismos ojos de antes mientras se le ponía la polla cada vez más dura y erecta. Finalmente se acercó a la chica y le separó bien las piernas. Se cogió el miembro y la penetró de golpe, cogiéndole las caderas.
Sonia dio un grito seguido de un largo y fuerte gemido al notar la violenta penetración. Arqueó todo el cuerpo y tiró la cabeza hacia atrás, apretando los ojos y gimiendo con la boca abierta. Entonces, el otro vampiro, aprovechando que el cuello de la chica se había puesto tan a tiro, se avalanzó sobre ella y le mordió en la yugular, clavándole los colmillos hasta el fondo.
El jefe, ajeno a su monstruoso súbdito, seguía penetrándola con rápidas y fuertes embestidas. Sonia, que tenía los ojos desorbitados, empezó a tener palpitaciones, notando dolor en el cuello y sintiéndose penetrada. Entonces le pasó algo indescriptible, algo que parecía imposible: entre aquella sensación dolorosa y desagradable empezó a sentir el enorme placer de un orgasmo, recorriéndola de arriba abajo.
Al cabo de unos minutos así, el jefe, sin dejar de follársela, agarró del pelo al otro vampiro y entre dientes le dijo:
-Déjala ya! No quiero que muera. Si nos bebemos toda su sangre acabará como todos los demás. Esta chica es especial, y he decidido dejarla vivir, aunque aún no he saciado mi sed.
El otro ser la dejó sin estar demasiado conforme y dándose la vuelta desapareció por la pequeña habitación. Así pues, Sonia quedó sola con el jefe vampiro, que seguía embistiéndola una y otra vez. Finalmente la penetró a fondo y se quedó parado así durante unos segundos. Entonces se acercó a su cuello y le lamió las heridas bañadas en sangre que le había dejado el otro.
-Mmm! Estás deliciosa! –exclamó -. Y diciendo esto los ojos se le volvieron a inyectar en sangre y soltando un fuerte gruñido se agarró con fuerza a las caderas de la chica, manteniéndole el pene en una profunda penetración.
A continuación el cuerpo de la chica volvió a convulsionarse. De nuevo notó una fuerte sensación dolorosa. Pero esta vez no venía de otro mordisco del vampiro, venía del interior de su vagina! De los agujeros repartidos por todo el glande del vampiro salieron una especie de agujas que se clavaron en ella, y mediante las cuales se podía también succionar la sangre, como si se tratara de agujas hipodérmicas. De esta manera el vampiro siguió tomando sangre. Sonia, al borde del desmayo, notaba como aquel pene en su interior se estaba haciendo cada vez más grande y cómo estaba cada vez más caliente gracias a su propia sangre. Volvió a gemir con fuerza, con las últimas fuerzas que le quedaban; hasta que se desmayó.
A la mañana siguiente un grupo de rescate del pueblo encontró a la chica, casi muerta, tirada en un rincón de la caseta. Un helicóptero la llevó rápidamente al hospital más cercano. Sonia estuvo una semana en coma y al despertarse no se acordaba de nada. Max y los cazadores fueron encontrados sin vida en el bosque y respecto a Philip, nunca encontraron su cuerpo... FIN
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