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Vampiros (II)

A la mañana siguiente Sonia empezó a despertarse con los calientes rayos de luz del Sol que entraban por la ventana. La chica, con mucho sueño, pues no pudo dormir demasiado por culpa de haber tenido pesadillas, se levantó y se quedó sentada en la cama. Su compañero Philip no estaba en la habitación, se había levantado antes y ya estaría abajo desayunando.



-Madre mia, que sueño tengo! –exclamó mientras estiraba los brazos y bostezaba. Finalmente se levantó y después de lavarse la cara se dispuso a vestirse rápidamente; hacía bastante frío aunque en la habitación la temperatura no estaba nada mal.



En el comedor comunitario del piso de abajo, Philip estaba sentado en una mesa de cuatro mojando una galleta en un vaso de leche caliente. El chico estaba distraído mirando a una rubia que se encontraba unas mesas más allá, en un grupito de tres. Pero su atención cambió rápidamente cuando apareció Sonia por las escaleras.



-Jodeer! –exclamó Philip boquiabierto cuando la vió. Y es que su asombro no era para menos, la chica iba vestida con un jersei negro, un chaleco rojo y negro a cuadros, una minifalda roja bastante corta y medias negras. Y en las manos traía una chaqueta roja a conjunto. Estaba realmente para comérsela.



-Madre mía cómo me va vestida, con lo que a mi me gustan las minifaldas! –se decía una y otra vez.



-Hola Philip, buenos días! Cuidado, que se te va a caer la baba! –dijo Sonia al percatarse de la mirada embobada del chico.



-Pero cómo te puedes vestir así? No ves que harás que me de un infarto?! –dijo él.



-Calla tonto! Hoy es un gran día para nosotros. Va a ser nuestro mejor reportaje y para eso se debe ir bien elegante –respondió.



-Bueno, si tu lo dices... –dijo Philip mientras se miraba el jersei de cuello alto y los vaqueros que llevaba, viendo que de elegante no tenían demasiado.



Una vez hubieron desayunado, los dos fotógrafos subieron a la habitación para coger el material y después de pasar por la cocina para que les diesen la comida del día, salieron a la calle para ir a casa del herrero.



-Buf! Que frío! –dijo la chica frotándose las manos.



-No me extraña; si llevas casi las piernas al aire! –respondió Philip aprovechando para mirarle los muslos otra vez y el perfil de aquella corta faldita.



Finalmente llegaron a casa del herrero, un hombre con barba y robusto de unos 40 años de edad. Pasaron los tres al comedor y se sentaron en una mesa de madera oscura. Philip y Sonia iban mirando con curiosidad las cabezas de lobo y de jabalí que colgaban de las paredes como trofeos. Max, que así se llamaba el herrero, les dejó unos segundos y volvió con un mapa que desplegó sobre la mesa para enseñarles la ruta que iban a tomar.



-Mientras esperamos al resto de cazadores os iré explicando cómo va a ir la excursión. El camino es bastante bueno así que no habrá mucho problema. Bueno, mirad y así os iréis haciendo una idea –dijo.



Los dos jóvenes miraron el mapa con detenimiento. Max encendió un radiador de aceite que había en el comedor y lo acercó a la mesa. Luego, se sentó con ellos y empezó a explicarles de qué iba toda aquella historia de los vampiros. Philip, que se consideraba bastante incrédulo para estos temas, se tomaba a risa las palabras del herrero.



-Y si les acercamos un crucifijo o algo en forma de cruz, se queman, no? –preguntó Philip medio riéndose.



-No, el único sitio donde no pueden estar es en zonas sagradas, es decir, en una iglesia o algun lugar por el estilo. Eso de los crucifijos es falso, no les afecta para nada, así que si le poneis una cruz en los morros a un vampiro, este ni se va a inmutar. Y por favor, tómate esto en serio, que no es ninguna broma –acabó diciendo Max.



Pocos minutos después llamaron a la puerta y entraron tres hombres de edades comprendidas entre los 30 y 35 años. Eran los cazadores que acompañarían a nuestros protagonistas. Cada uno llevaba en una funda de cuero la escopeta y uno de ellos llevaba colgada de un hombro una mochila bastante grande y aparentemente muy pesada.



-Ei Max, como va eso? –dijo uno de ellos dejando la escopeta en un rincón -. Estos son los que nos harán las fotos matando vampiros? Ja, ja, ja! –acabó.



-Si, chicos, os presento a Philip y Sonia, los reporteros de los que os hablé –dijo Max. Éstos se levantaron y saludaron dando la mano. Los cazadores se quedaron mirando a Sonia, dándole un repaso de arriba abajo. Uno de ellos, que se le quedó mirando las piernas y el perfil de aquella corta faldita, exclamó:



-Joder, vaya bomboncito! A ver si va a venir un vampiro y se te mete por entre las piernas, ja, ja, ja!



Los otros también se rieron. A Sonia no le hizo ninguna gracia y presentía que no haría muy buena amistad con aquellos individuos.



Finalmente tuvieron todo a punto y se dispusieron a salir, camino del Bosque Rojo. Philip sacó la cámara y se la colgó del cuello mientras Sonia comprobava que tuviera todo en la bolsa. Eran pasadas las 12 del mediodía; el cielo estaba cubierto de nubes, aunque no amenazaba con llover, de momento.



Largo rato más tarde, llegaron a un sendero que se dirigía hacia el bosque. Philip se giró y aprovechó para hacer un par de hermosas fotografías del pueblo a lo lejos, que desde allí se veía perfectamente. Poco después, los árboles, altos y con grandes copas, empezaron a ser cada vez más numerosos, cosa que indicaba que el grupo se adentraba en el famoso bosque. Philip aceleró el paso y se puso delante de todo, donde estaba Max, para hacerle algunas preguntas y Sonia se quedó unos metros más atrás, con el resto de cazadores.



-Oye, preciosa, qué llevas debajo de esa corta faldita roja? –se atrevió a decirle uno mientras miraba a sus compañeros con una larga sonrisa.



-Y a ti que coño te importa!? –exclamó -. Joder, que descarado eres! –continuó.



-Bueno, bueno, no te pongas así! –le dijo el mismo de antes. Entonces, aprovechando que no miraba, le acercó la mano y rápidamente le levantó la minifalda por detrás, descubriéndole las bragas rosa que llevaba. Sonia se giró y apartándole la mano bruscamente volvió a bajarse la mini y los miró muy enfadada.



-Sois unos putos críos, sabéis?! –les dijo viendo como se reían. Philip y Max se acercaron para ver que pasaba.



-Ocurre algo? –preguntó Max.



-Nada, nada, que tiene unos amiguitos cazadores un poco críos, eso es todo –dijo Sonia. Y girándose continuó andando.



-Chicos, comportaos, por favor –acabó Max.



Hora y media más tarde, llegaron a una clariana del bosque y aprovecharon para parar y comer un poco. Philip puso su tercer carrete en la cámara y Sonia se sentó en un tronco caído, lejos del grupo, para descansar y apuntar sus notas en un bloc. La chica, poco acostumbrada a caminar, se quejaba de cansancio. Los cazadores sacaron unos bocadillos y unas latas de cerveza de la mochila y comieron con un apetito voraz.



Ya con el estómago lleno, se reunieron todos para repasar el mapa otra vez y trazar la ruta que tomarían hasta la caseta abandonada, el lugar donde se decía que se reunían los vampiros. Finalmente, recogieron las cosas y se puesieron de nuevo en camino. Eran las seis de la tarde y el día empezaba a decaer.



El tiempo iba pasando y cada vez había menos luz, cosa que puso un poco nerviosos a los cazadores, y es que por mucho que miraban en el mapa, no acababan de estar seguros del sitio dónde se encontraban.



-Bueno, chicos, quedaros aquí que iré a echar un vistazo por aquella zona, a ver si encuentro la casa –dijo Max -. Alguno de vosotros que vaya por allí, pero que no se separe demasiado del resto.



Así pues, Philip y Sonia se quedaron con dos de los tres cazadores, aunque el tercero no tardó en venir.



-Nada, por allí es imposible pasar, está lleno de maleza –dijo el cazador.



-Joder! Vaya mierda! –dijo otro.



Entonces, el que había estado incordiando a Sonia al principio se la quedó mirando fijamente, de arriba abajo, aquellas piernas, aquella falda tan corta, era algo que hacía crecer en él la excitación. Luego miró al compañero de la chica y se acercó a los otros dos cazadores para decirles algo, en voz baja. Sonia miraba atentamente los árboles que tenía en frente, para ver si veía a Max, y miró a los cazadores, que estaban observándola con algo de obsesión.



-Jolín, si lo llego a saber no me visto así –se dijo mientras volvía a mirar hacia la espesura del bosque.



Después de hablarse, dos de los cazadores se acercaron a Philip y el otro se acercó a Sonia. Los dos primeros se pararon frente al fotógrafo y ante la mirada extrañada de éste, le cogieron de los brazos.



-Eeh! Pero que coño estais haciendo?! –dijo Philip viendo como lo arrastraban hacia un árbol. Sonia volvió a girarse y vió lo que estaba pasando.



-Pero, qué demonios...? –dijo la chica. Y antes de que pudiera ver más, el cazador que se había acercado a ella le interrumpió el paso poniéndose delante.



-Hola, pequeña, dónde vas? –le dijo en tono de pocos amigos.



-Déjame pasar! Philip, Philip! Pero qué pretendeis? –exclamó la chica.



Mientras, los otros dos, que sujetaban fuertemente a Philip, lo llevaron hasta el tronco de un árbol y allá lo ataron con una gruesa cuerda que sacaron de la bolsa mientras el chico les insultaba y les gritaba sin parar.



-Soltadme hijos de puta! Que coño...! –gritaba, hasta que uno de ellos le dio un fuerte puñetazo en la cara que lo dejó medio inconsciente, al menos durante un buen rato.



Sonia, al ver lo que estaba ocurriendo, se asustó e intentó esquivar al cazador que tenía delante para acercarse a Philip, pero el hombre acabó cogiéndola de un brazo y no la dejaba ir.



-Suéltame! –gritó mientras forcejeaba sin éxito alguno para liberarse. Los otros dos se acercaron finalmente, dejando a Philip atado al árbol.



-Luke, tú vigila que no venga Max, y si viene, ya sabes que hacer –dijo-. Entonces se acercó a Sonia y la miró fijamente.



-Y tu, putita, vas a ver cómo nos haces disfrutar –empezó diciendo -. Bob, sujétala bien, que no se mueva – dijo al que la sujetaba.



Sonia, con mucho miedo y algo desesperada empezó a patalear y a gritar. Las cosas estaban tomando un aire que no le gustaba nada.



-Estate quieta!, putita! –decía el cazador mientras le intentaba sujetar las piernas. Pero Sonia empleaba todas sus fuerzas para intentar escapar de aquellos dos hombres. Hasta que consiguió desequilibrar al que la agarraba por detrás y los dos cayeron al suelo. Al caer, la minifalda no pudo evitar que se le descubriesen las bragas rosa. El cazador, al verlas de nuevo, se excitó aún más y echándose también al suelo, se avalanzó sobre ella, cogiéndole las piernas. Bob, que en ese momento salía de debajo de la chica, le sujetó los brazos, de manera que entre los dos la tenían casi inmovilizada del todo.



-Dejadme! –gritó una y otra vez. Pero por mucha fuerza que hiciera, no la soltaban para nada. La pobre empezaba a estar exhausta de tanto esfuerzo, ya no podía más.



El cazador que estaba cogiéndole las piernas, empezó a acariciárselas, subiéndole la mano por los lados.



-Mmm! Que medias tan finas llevas! –exclamó sin parar de acariciarla. Luego la forzó a separar las piernas, cosa que no le costó demasiado. La minifalda se le subió lo suficiente para que le quedaran al descubierto las bragas. El hombre le pasó esta vez una mano por el interior de un muslo y continuó acariciándolo, hasta que contactó con las bragas.



-Para, por favor! No! –suplicaba la chica notando los dedos de aquella mano hundiéndole las bragas entre los labios vaginales.



Pero el cazador, cada vez más excitado, no paraba de sobarla, frotándole el clítoris con el suave tejido de las bragas.



-Te gusta, eh? Di que si, puta! –dijo con la respiración cada vez más rápida por la excitación.



Mientras, Luke vigilaba ,con la escopeta cargada, que no se acercara nadie, y de vez en cuando iba mirando la escena, cosa que le ponía también caliente. Max, que se encontraba bastante más lejos, dio la vuelta sin haber encontrado nada. Ya se estaba haciendo tarde y era mejor estar todos reunidos, pues los vampiros podrían salir de un momento a otro.



Sonia, desesperada al ver lo que le estaban haciendo, deseaba que al menos llegara Max y la liberara de aquel horror. Pero allí no venía nadie y el cazador, que ahora también le metía mano a los pechos, no paraba de sobarla. La pobre giró la cabeza hacia un lado mientras suspiraba al notar cómo le tocaban sus partes más erógenas.



-Vamos Bob, sujétala bien! Ahora verá lo que es bueno! –dijo el cazador. Entonces se incorporó y después de desabrocharse los pantalones, se los bajó, junto con los calzoncillos, quedándole al aire un enorme pene, que no tardó ni dos segundos en ponerse erecto y duro como una piedra.



La chica, al verlo, intentó levantarse sacando fuerzas de donde fuese, pero era inútil, Bob la sujetaba fuertemente.



-No, por favor, basta! –dijo en tono de súplica tragando saliva, nerviosa y con miedo.



El cazador se puso otra vez entre sus piernas, que volvió a abrir todo lo que pudo. Entonces le separó las bragas a un lado y de un zarpazo le desgarró las medias, quedándole así el sexo al aire. Tenía los labios vaginales enrojecidos por los roces. Bob, que la sujetaba bien, miraba con excitación a su compañero, y notaba cómo el pene le apretaba con fuerza en los pantalones.



Finalmente, el hombre se cogió el miembro y dirigiéndolo bien, lo puso entre los labios vaginales de la chica y la acabó penetrando con algo de dificultad.



Sonia dio un grito y siguió con fuertes gemidos, notando cada centímetro de aquel pene entrándole en la vagina.



-Oooh! Sii! Que chochito tan caliente tienes! –dijo jadeando y embistiéndola sin parar, adentro y afuera.



Momentos más tarde, apareció Max y al ver lo que estaba pasando se acercó corriendo.



-Pero que coño es esto?! Que estais haciendo?! –gritó mientras miraba cómo el cazador se follaba a Sonia.



-Max! Quieto ahí, va, no nos cortes el rollo! –le dijo Luke encañonándole con la escopeta.



-Pero que rollo y que ostias! –gritó. Y se acercó más.



-Max! Te digo que no te muevas! –insistió Luke.



-Luke, que no se mueva, o le disparas! –gritó el cazador que estaba con Sonia, entre suspiros de placer, sin parar de penetrarla.



-Malditos cabrones, ya me dijeron que no se podía confiar en vosotros! –dijo. Y levantando la escopeta, apuntó a uno de ellos.



Luke, viendo la amenaza, acabó disparandole. El estruendo del disparo resonó por todo el bosque. Max cayó al suelo antes de poder disparar también; estaba herido en un hombro y chillaba de dolor mientras la sangre empezaba a mancharle el chaleco y la camisa.



-Hijos de puta. Aargh! –gritó sujetándose el hombro con dolor.



-Mierda! Tenemos que marcharnos de aquí cuanto antes! –exclamó Luke.



-Espera, espera, uf! Que ya acabo! –dijo entre suspiros el cazador que seguía follándosela. Y así, pocos segundos más tarde, el hombre la penetró a fondo y se corrió de gusto. Sonia abrió la boca y gimió notando el semen cómo le inundaba la vagina.



-Oooh! Que polvazo! –gritó mientras le sacaba el pene-. Oye Bob, seguro que no quieres probar tu ahora? Je, je! –dijo.



-Pues, con lo empalmado que estoy..., va un polvo rápido! Ven, sujétala tu ahora –acabó diciendo. Y una vez que Sonia volvió a estar bien agarrada, Bob se sacó el miembro y se dispuso a penetrarla.



De repente algo se movió por entre las copas de los árboles. Luke, que lo había visto, se acercó a sus colegas corriendo.



-Mierda! Chicos, vámonos de aquí! Esto no me gusta nada!



El Sol se había puesto hacía rato y la luna llena aparecía y desaparecía entre las nubes. La visibilidad era bastante pobre ya, y no se veía más allà de unos cuantos árboles.



Bob, que se moría de ganas de follarse a Sonia, se quedó quieto sin saber que hacer. Entonces, del árbol más cercano, algo saltó con fuerza hasta caer sobre Luke.



-Aargh! Ya están aquí! –gritó aterrorizado Luke.



El ser que le saltó encima tenía cuerpo de hombre, aunque más musculoso de lo normal, y en la cara, las facciones las tenía resaltadas por grandes arrugas y pliegues, dándole un aspecto monstruoso. Y en su boca, unos enormes colmillos asomaban entre el resto de una amarillenta dentadura. Sin duda alguna, era un vampiro!



Luke intentó quitárselo de encima, pero el vampiro le dio un manotazo y le destripó media cara con las garras de la mano. La sangre saltó de su faz y Luke, cayendo al suelo, acabó disparando su arma. Los perdigones acertaron de lleno en el estómago del vampiro, que salió disparado unos tres metros hacia atrás, cayendo entre los arbustos. Pero volvió a levantarse.



Bob, al que ya se le habían ido las ganas de follar, miró perplejo la escena y justo cuando se disponía a coger su escopeta oyó los gritos del primer cazador:



-Bob, detrás de ti!



Bob se giró y vió que otro vampiro se avalanzaba sobre él, tirándole al suelo, hasta que consiguió morderle en un hombro. El cazador que sujetaba a Sonia, la soltó y agarró rápidamente su escopeta. Entonces apuntó y disparó al vampiro que mordía a Bob, alcanzándole en la cabeza. Bob aprovechó para quitárselo de encima. Unos metros más allá, entre los árboles, dos vampiros más se acercaban sigilosamente. Un nuevo disparo se oyó, en dirección a ellos, aunque fallido. Sonia, más asustada aún, se levantó y bajándose la falda, miró a Philip, atado al árbol, y a los vampiros que se acercaban. Estaba aterrorizada, muerta de miedo, casi paralizada. Finalmente se puso a correr hacia el lado del bosque donde aparentemente no se veía a nadie, mientras oía los gritos de los cazadores, que caían uno detrás de otro en las zarpas de los vampiros.


Datos del Relato
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