Me voy de viaje.

Ramon y yo somos amigos y residentes en distintas ciudades.

Nos conocimos en un viaje a egipto. A partir de ahí, el solía llamarme bastante por teléfono e intimamos bastante.

Un día paseando vi un viaje en el escaparate de una agencia de viaje que me gusto.
Llame a Ramon y le informe sobre el viaje. Al día siguiente me llamo y me dijo que había reservado habitación ¡ya!, así, que yo hice lo mismo y quedamos en que nos veríamos allí.

Es de noche y Ramon está conduciendo hacia los cerros de Lima.
- ¡Para el coche! - le digo.
- ¿Cómo? – desacelera un poco y vuelve su cabeza hacia mí.
- ¿Qué te pasa? – me pregunta.
- Deseo que me quieras ahora mismo.
- ¿Qué? – está casi riéndose.
Veo que comprende lo que quiero decir pero no se atreve a pensar que pueda llegar a tener tanta cara.
- Ámame ahora mismo, aquí, en medio de la carretera - digo, esforzándome en abrir
la puerta del coche. Salto del asiento y me pongo delante de los faros para que Ramon me pueda ver mejor. Quizá le despierte la libido.
Al poco rato, Ramon sale también del coche y se sitúa detrás de mí. Con una mano, me empuja contra el capó y me levanta la camisa. Empiezo a sentir el roce de la punta de sus dedos, dibujando sobre mi espalda pequeños ochos. El signo del infinito. De vez en cuando, moja con su lengua un dedo, y vuelve a dibujar esas acuarelas hasta llegar al principio de mis nalgas. Desabrocha, impaciente, el botón de mis pantalones que se van cayendo. Con sus dos manos, levanta mis glúteos para que mi sexo hambriento esté a la altura de su falo, que se erige en la oscuridad (como un todopoderoso). Ramon empieza su vaivén y entre dos gemidos míos, noto que está a punto de dejarse llevar. No se lo impido. Me gusta que no pueda resistir. Y se deja. Me acuerdo de la estrella fugaz en la que se convirtió Cristián. Dejo escapar un grito que se oye sobre la colina.
- Hazme fotos, así, con los pantalones bajados.
Ramon no se hace de rogar, y armando su potente flash, dispara su tercer ojo sobre mi silueta.
- ¡Vámonos ya! - le ordeno cuando ya estoy cansada.
Subimos los dos al coche y seguimos nuestro camino.