Tengo fuego en el cuerpo, y necesito apagarlo. Marco el numero de telefono de Cristián, pero no me contesta. A los veinte minutos, me devuelve la llamada y nos citamos directamente en su casa.
Sin más contemplaciones, Cristián y yo nos metemos directamente en la cama, en silencio. Me coge la cabeza entre sus dos manos y me da lametazos sobre la boca, la nariz, los ojos, el cuello. Las sensaciones de placer son como golpecitos en plena cara, de un corazón que late demasiado fuerte. De vez en cuando baja y luego sube, ofreciéndome mi propio néctar, besándome a bocados. ¿Te gusta? me susurra al oido, excitado. Si, me gusta, le contesto entre gemidos.
Otra vez caigo rendida de placer, y cojo con mi mano su glande mojado que voy bajando y subiendo, mientras el está explorando con un dedo mi sexo humedo y caliente. Me gusta, y le gusta a él tambien. Nos corremos los dos a la vez, extenuados por las posturas tan raras, como si de eso dependiera la intensidad de nuestro deseo.
Pasadas unas horas-no sé si fue real o un sueño-noto las nalgas de cristian. Me susurra al oido "ahora penetrame tu".