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Categoría: Maduras

Vacaciones junto al mar

Bueno, llegó el verano, y con él, las vacaciones, y como cada año desde que recuerdo, el primer mes se dedica a visitar la añorada tierra patria, así que ya me veis junto a mis padres, cogiendo el avión con destino a España, a Andalucía para más detalle.



Hace ya algunos años que mis progenitores adquirieron un apartamento en un pueblecito costero, antaño un remanso de paz y hoy un lugar plagado de turistas venidos de todas partes.



No diré que no me gustase ir, allí viví algunos de mis primeros escarceos y experiencias en el tema sexual con jovencitas de mi edad, pero llega un momento en que uno aspira a mas libertad.



Pero ese año iba a ser muy diferente. Todos los días tenían una rutina idéntica, por la mañana generalmente un rato de playa, a veces con la familia, a veces sólo. Posteriormente, un rato en la piscina del complejo de apartamentos donde nos alojábamos hasta llegarse la hora de comer. En ocasiones después tocaba la tan celebre siesta. Un rato de estudio, y nuevamente a la playa hasta la hora de la cena. Por la noche, según el ánimo me quedaba en el apartamento viendo la televisión o salía a disfrutar el ambiente en alguna terraza de bar o en una discoteca, ya he dicho que con la llegada del turismo, el pueblo había prosperado mucho.



Y fue un día, poco antes de la cena, cuando al volver de la playa, cuando la vi por primera vez. Una mujer bastante normal, de unos 40 y tantos años. No era especialmente guapa, pero si me pareció que poseía un cierto atractivo. Vestía un vestido corto de verano, con tirantes, que dejaba ver unas bonitas piernas y un escote muy sugerente, que al agacharse permitía ver casi por entero sus pechos, bastante grandes. Estaban ella y los que supuse eran su hija y su marido, bajando de un coche numerosas bolsas, maletas, y algunos trastos más, y entrando al portal del bloque donde estaba nuestro apartamento.



Les saludé y me ofrecí a ayudarles, cosa que aceptaron de buen grado, mientras trasladábamos todo el equipaje, me contaron que vivían en Madrid, y que habían alquilado un apartamento para pasar el verano. El apartamento en cuestión era el que estaba justo encima del nuestro, así que cuando me enteré y luego lo dije en casa, todos agradecimos que los inquilinos fuesen una familia y no grupos de amigos como otros años, que siempre son más ruidosos.



Ella se llamaba Natividad, Nati para los amigos, su marido Alberto y su hija Elena. Parecían una gente bastante agradable y hasta la niña, que tendría unos 15 años, ya se sabe como son los adolescentes, era muy simpática.



Al día siguiente, Sábado, me levanté algo más tarde de lo normal, después de arreglarme bajé a la playa. Allí estaban mis padres disfrutando del sol, y justo a su lado se encontraban en el mismo plan tanto Nati como Alberto. Entonces pude apreciar su cuerpo solo cubierto por un bikini fucsia, y me di cuenta de que realmente estaba muy bien para la edad que yo suponía que tenía. Vi unas tetas bastante grandes, como ya había intuido la noche anterior. Apenas un poco de tripa, y unos muslos que todavía se apreciaban duros y en su sitio.



Al oírme hablar con mis padres se giraron y aproveché para presentarles y decirles que eran nuestros nuevos vecinos. Después preferí marchar a dar un paseo por la playa, en tanto mis padres se quedaron charlando con Alberto y Natividad.



Durante la comida mi madre, la ‘espía’ de la familia, me comentó que eran muy simpáticos los nuevos vecinos, y que habían quedado con ellos para ir a la playa por la tarde. También me enteré entonces de que Alberto solo tenía quince días de vacaciones y que durante el otro mes y medio únicamente estaría sólo los fines de semana, quedándose Nati con Elena solas en el apartamento.



Para abreviar os diré que durante la primera semana mi madre y Natividad bajaban casi siempre juntas a la playa, o se encontraba allí, y se hicieron bastante amigas. Llegó incluso a venir a comer a casa algún día que su hija se iba con amigas que enseguida había hecho. Yo, también había coincidido con ella algunas mañanas al ir a comprar el pan y regresábamos a los apartamentos charlando muy animadamente, ya que era realmente simpática. Posteriormente me ofrecí, y ella acepto gustosa, a llevarle el pan, ya que yo iba todos los días a por él, y de este modo podía ir cada día a su casa por la mañana a darle el pan, esto me permitía verla en ropa de ‘estar por casa’, que en verano es ligera y muy escasa. Casi siempre llevaba una camiseta ancha y larga, o bien uno de aquellos vestidos cortos con tirantes, de forma que podía observar sus piernas, y algunas veces que iba sin sujetador notaba sus pezones marcándose a través de la tela.



Una noche a la hora de la cena, mis padres decidieron que al día siguiente, irían a ver la vieja casa de mis abuelos en Sevilla, pues estaban pensado en reformarla y poderse trasladar algún día a vivir a ella. Así que al día siguiente me quedé solo en el apartamento. Como todas las mañanas fui a por el pan y después a llevárselo a Nati.



‘Hola Nati, buenos días, aquí tienes el pan’ –le dije yo cuando me abrió la puerta.

‘Hola Alex, gracias. ¿Que tal?, ¿Hace mucho calor?’.



‘Pues la verdad es que sí. Creo que hoy va a hacer un día agobiante. Será cuestión de ponerse a remojo’.

‘Sí. Dile a tu madre que en una media hora paso por casa y nos vamos a la playa’.

‘Mi madre no está. No vuelve hasta la noche. ¿No te lo ha dicho?’.



‘Pues no, no me dijo nada. Vaya, iré sola a la playa’ dijo ella, ‘¿No quieres venirte conmigo?.



En algunas ocasiones yo había ido con mi madre y Nati a la playa, y estaba un rato con ellas sentado en la hamaca leyendo un libro mientras nos tostábamos al sol. La verdad es que ese día hacía mucho calor y me apetecía ir a la playa Así que le dije que sí.



‘Vale. Vamos a la playa’, le dije, ‘Te espero en mi casa’.

‘De acuerdo. Dentro de un rato paso a buscarte. Así hoy podré presumir de pareja y seguro que soy la mujer mas envidiada de la playa, con un chico tan guapo de pareja’ dijo riendo.

‘Ya será menos. Bueno, te espero abajo. Hasta ahora’.

‘Hasta ahora guapo’.



Seguidamente me fui a nuestro apartamento a esperar que bajase Nati, mientras pensaba en lo que había dicho, y mi imaginación volaba. Tenía que ser una broma. No podía ser que se me hubiese insinuado.



A los pocos minutos bajo Nati y ambos emprendimos el camino hacia la playa. Caballerosamente cargué con todos los trastos, y al llegar a la playa plantamos la sombrilla y las tumbonas. Natividad se quitó el vestido ligero que llevaba, y pude ver el bikini que más me gustaba de cuantos tenía. Era color turquesa y le sentaba muy bien al contraste con su piel ya morena, también era el más pequeño que le había visto y el que más enseñaba. Sus pechos parecían querer salir. Ambos desplegamos las tumbonas que y ella, estirándose completamente me dijo:



‘¿Serias tan amable?’, dijo mientras me mostraba un envase de protector solar.

‘Si claro, como no’, respondí tomando el tubo y disponiéndome a aplicárselo.



Ella se soltó el sujetador del bikini y permaneció boca abajo mientras yo, algo nervioso y muy excitado, me disponía untar su espalda de crema solar. Hacia un calor infernal, de modo que al dejar caer la crema sobre su espalda su piel se erizo por el contraste, poniéndose de ‘piel de gallina’ mientras exclamaba ‘¡Que fría esta!. Rápidamente empecé a esparcir la crema por la parte alta de la espalda y los hombros, incluso apretando un poco, a lo que ella lanzó un pequeño suspiro y comentó: ‘Uummm, que bien me iría un masaje relajante, tengo la espalda fatal del colchón del apartamento’.



‘Si quieres luego te puedo dar uno’ dije ya lanzándome a por todas.



‘¿Sabes dar masajes?’ preguntó, ‘Pues esta tarde no te libras de darme un buen masaje’.



Viendo que a Nati también no parecía disgustarle mi atrevimiento le dije entre risas: ‘Vale. Después de comer, pero a cambio has de invitarme a comer, que estoy sólo y así no tengo que prepararme yo la comida’.



‘Perfecto. Prepararé algo ligero para comer. Además yo también estoy sola para comer, Elena se ha ido a pasar el día con una amiga y no volverá hasta después de cenar’.



La situación pintaba ideal. Ibamos a comer en su apartamento, los dos solos, y quería que después le hiciese un masaje. Esa tarde iba a comprobar si realmente estaba dispuesta a algo o simplemente bromeaba conmigo.



Terminé de ponerle la crema solar por toda la espalda, llegando hasta la cintura del bikini pero sin atreverme a ir más allá, también me acerque levemente hasta sus pechos por el costado. Ella no tuvo ninguna reacción, pero tampoco era momento de forzar la situación. Le llegó el turno a ella de ponerme crema y tras pedirme que le abrochase la parte de arriba del bikini, se incorporó y se dedicó a cubrirme la espalda, mientras yo, tumbado ocultaba mi erección.



Pasamos el resto de la mañana tumbados al sol y dándonos algún baño en la playa, hasta el mediodía que nos fuimos a los apartamentos. Al llegar nos dimos un último chapuzón en la piscina y subimos a cambiarnos. Cada uno a su casa, yo le dije que en cuanto estuviese cambiado subiría a comer.



Me di una rápida ducha, me puse otro bañador mas cómodo, una camiseta y unas zapatillas de playa y subí a su casa. Nati me abrió vestida con un vestido de verano muy fino que dejaba apreciar sus pezones marcados sobre la tela, indicando que no llevaba sujetador. Pasé y entré a la cocina a ayudarle a preparar la comida, una ensalada y un poco de pescado a la plancha. Mientras lo hacíamos hablábamos de cosas sin importancia, y teníamos algún que otro roce de manos o de un cuerpo con otro, ya que la cocina era muy pequeña. Además su apartamento, al ser de alquiler no tenía aire acondicionado, la temperatura del día, la plancha y la tensión del momento hacían que el calor fuera realmente insoportable.



‘Hace un calor horrible aquí’, le dije.



‘Si, la verdad es que hoy hace mucho calor. Quítate la camiseta si estas mas cómodo’.

‘Vale’, dije quitándome la camiseta, ‘Y tu también te la puedes quitar si tienes calor’, dije riendo.

‘Claro, mira tu que espabilado, ¿o es que no te has dado cuenta de que no llevo bikini?’, contesto riendo ella también.

‘Bueno, como quieras, solo era una sugerencia’.

‘Ya, ya, que hoy en día los jóvenes estáis muy avanzados’.

‘Oye, que tampoco soy tan joven’ protesté.

‘¿Cuantos años tienes?.



‘19’, contesté ¿y tu?.



‘Yo más que te doblo. Tengo 46’.

‘Pues no los aparentas. Te conservas muy bien’, le repliqué.



Ella se echó a reír y me tachó de adulador, me dijo que sabía tratar muy bien a las mujeres, pero que seguro estaba mintiendo.



Le contesté insistiendo:



‘Que va, que no. Lo digo en serio. Estas estupendamente’.

‘Bueno pues, gracias. Voy a creerte, y a pedirte que me lo digas de vez en cuando, me alegra el día que me digan esos piropos’.



Nos sentamos a la mesa y continuamos charlando, ahora de la juventud, ella me decía que los jóvenes de ahora teníamos mucha suerte, que teníamos más libertad que en su época, que a la hora de casarnos o vivir en pareja ya sabíamos mucho de la vida y de nuestra pareja, antes sobre todo las mujeres, se casaban casi sin saber nada. Envidiaba a las chicas de hoy en día, podían llevar una vida más independiente. Me dijo también que ella no había tenido otro novio que no fuese su marido, y se casó muy joven, ahora sentía que se le habían quedado muchas cosas por hacer, que si hubiese nacido en mi época aprovecharía para disfrutar la vida.



Me preguntó si tenía novia, a lo que contesté que no, que había tenido algunas amigas, pero nada serio.



Finalizada la comida nos sentamos en el sofá del comedor a ver un poco la tele mientras tomábamos un café con hielo.



Ella hizo un gesto de dolor en el cuello y me recordó que le debía un masaje. Deje mi café sobre la mesa, y girándome de lado sobre el sofá puse mis manos en su cuello y comencé un ligero masaje. Nuevamente podía sentir su piel bajo mis manos, y esta vez en la intimidad del apartamento, lejos del gentío de playa. Mi erección fue casi inmediata, y se hizo muy patente debajo del bañador, que por otra parte era lo único que llevaba. En un arranque de atrevimiento y lanzándome a por todas le dije:



‘Así resulta muy incomodo. Podrías echare en el sofá y te lo haría mejor’.

‘Espera un segundo’, dijo mientras se levantaba para tumbarse.

‘De paso podrías traer algo de aceite o crema’.

‘Bueno, voy a ver que tengo en el baño’, dijo mientras salía del comedor.



Yo aproveché para apurar el café y ver si su refresco me bajaba la calentura.



Al poco tiempo regresó con un frasco de leche corporal y se tumbó boca abajo en el sofá.



‘Toma, es lo único que tengo, supongo que servirá’.



‘Si, está bien’.



Aparté el cabello hacia adelante, dejando su nuca despejada y comencé de nuevo el masaje sobre sus hombros y la parte alta de la espalda. A medida que duraba más el masaje ella se relajaba y respiraba más profundamente. Cuando intenté bajar mis manos para acceder a la parte media y baja de la espalda, encontraba la limitación del vestido, así que con voz suave y acercándome a su oído le dije:



‘Nati, así es muy difícil llegar mas abajo, ¿porque no te quitas el vestido?’.



‘Si, estaré más cómoda, y total, tampoco veras nada más que en la playa. Anda, ayúdame a quitarme el vestido sin levantarme’.



Ya os podéis imaginar la situación. Una mujer bastante mayor que yo, casada y con una hija, estaba casi desnuda delante de mí esperando que le diera un masaje. Mi erección era ya más que evidente y estaba casi seguro de cómo iba a acabar la historia, pero quería ir poco a poco, disfrutar el momento.



Cogí su vestido desde abajo y empecé a subirlo mientras ella elevaba su cuerpo para que pudiese pasar por debajo. Ante mí fue apareciendo su cuerpo poco a poco, sus impresionantes muslos rematados por su firme trasero cubierto por el bikini, luego el resto de la espalda, finalmente el vestido quedo arrugado alrededor de su cuello, y ella terminó de quitárselo. No hace falta que os diga que todo esto lo hice sin prisa, recreándome, y aprovechando para acariciar con mis manos su cuerpo, sus muslos, su espalda, ….



‘Continua el masaje por favor, me encanta’, dijo con voz susurrante.

‘Claro, ahora mismo’, dije mientras ponía más leche corporal sobre su espalda y comenzaba nuevamente el masaje.



Yo continuaba mi masaje, cada vez llegaba más a la parte baja de su espalda y a los laterales de los pechos. Mi pene estaba aun más duro que antes y parecía querer romper el bañador. Mis manos cada vez presionaban menos su cuerpo y el masaje había pasado a un segundo plano para dedicarme a acariciar su cuerpo. Dejé su espalda y desplace mi acariciador masaje a las pantorrillas, comentándole que iba a darle un masaje integral. Por única contestación escuche un insinuante ‘Haz lo que quieras, pero no pares’.



Así pues, mis manos se desplazaban acariciando sus piernas, descendía incluso a sus pies, para después volver a subir poco a poco por sus muslos, incluso los acariciaba por la cara interna. Ella separó un poco las piernas para facilitarme el masaje a sus muslos y pude ver como el bikini comenzaba a estar empapado por los flujos que destilaba su sexo. Mis manos subían lentamente acercándose a aquel tesoro y casi alcancé a rozarlo. Su respiración parecía ahora bastante agitada. Notaba que Nati también estaba excitada.



Me quité el bañador, y acercándome a su cuello comencé a besarlo suavemente, mientras me situaba, totalmente desnudo, sobre su cuerpo. Mi pene, más duro que nunca quedó situado sobre su trasero, aun cubierto por el bikini, mientras seguía con suaves lametones y mordisqueo en su cuello y nuca. Con mis manos intentaba alcanzar las tetas, pero la posición las hacía muy difíciles de abarcar, por ello tras un rato de besos y haciéndole notar claramente mi estado de erección sobre su culo me levanté y le dije:



‘Date la vuelta’.



Ella, despacio, de forma indolente, se dio la vuelta. Quedaron ante mis dos tetas preciosas, sobre las que pronto me abalancé. Pasaba de una a otra, chupando, mordiendo, besando, las amasaba con mis manos y pellizcaba ligeramente jugueteando con sus pezones, duros como piedras. Su respiración era más entrecortada y daba pequeños gemidos. De vez en cuando la besaba en la boca, jugábamos a entrelazar nuestras lenguas, rodeaba con mis labios los suyos, volvía al cuello, y nuevamente descendía hasta sus pechos. Mientras una de mis manos seguía acariciando sus tetas, con la otra inicié una suave exploración de otras partes de su cuerpo. Aparté ligeramente el bikini a un lado y pasé mis dedos por su pubis, la raja estaba totalmente húmeda.



‘Aaaaahhh’, gimió Nati al sentir mis dedos entre sus piernas.



‘¿Te gusta?.



‘Me encanta, acaríciame ahí bajo, por favor’.



Sin pensarlo dos veces bajé mi cabeza hasta situarla entre sus piernas, comenzando a chupar la hermosa vulva que se mostraba ante mí. Tenía el vello púbico arregladito y unos labios muy grandes, que me entretuve en lamer y besar. Ella empezó a gemir más fuerte, agarraba mi cabeza y la dirigía hacia los lugares que más deseaba que estimulase, finalmente llegué sobre su clítoris, y comencé a chupar con más fuerza, mientras lo sujetaba entre mis labios y lo acariciaba con la lengua.



‘Aaaaahhh, siiii, sigue, que gusto, me voy a correr, sigue, sigue’, mientras sus manos asían con fuerza mi cabeza empujándome más y más profundamente.



‘Aaaahhhh, aaaahhhhh, siiiii, sssssiiiiii’, en tanto quedaba empapado de sus jugos y poco a poco la presión sobre mi cara se hacia mas ligera.

‘¿Te ha gustado?’, pregunté.



‘Me ha encantado’, dijo, ‘Ven, ahora te toca a ti’.



Me sentó en el sofá y se sentó sobre mis piernas, mi pene, erecto, quedó aprisionado entre su vientre y el mío. Comenzó a besarme profundamente, a recorrer mi boca, recogiendo y degustando el resto de su propio fluido que aún me quedaba, siguió lamiendo todo mi cuerpo mientras descendía por él, hasta quedar arrodillada entre mis piernas. Agarró con firmeza mi pene y mirándome a los ojos, procedió a introducirlo enteramente en su boca, aquí empezó una mamada fantástica. Sus manos acariciaban los testículos mientras subía y bajaba con lentitud su boca sobre mi órgano, los labios apretados y la lengua jugueteando con mi glande.



‘Si sigues así no voy a aguantar’, acerté a decir, mientras ella aceleraba el ritmo y conseguía que me corriese en su boca mientras me miraba a los ojos.





‘Aaahhhhh, me corro, siiiii, sigue Nati, sigue …’.



Os puedo jurar que fue una de las mejores corridas de mi vida. Vaciarme en su boca, viendo como ella me miraba con unos ojos de zorra viciosa, y sentir como mi semen entraba en su boca y se escurría por las comisuras de los labios.





Dejó de chupar mi pene, todavía bastante duro, y cogiendo un vaso que había sobre la mesa escupió todo el semen en él. Estaba exhausto, y en cuanto pude recuperar el aliento le dije que había sido fantástico, que me había encantado, Nati sonriendo, me dijo: ‘Pues ahora será aun mejor’.



Volvió a ponerse mi órgano en la boca, que ya estaba algo flácido, y sin llegar a aflojarse del todo, al sentir de nuevo su lengua en mi capullo, reaccionó poniéndose otra vez a tono. Era una maravilla como me comía el pene. Se le notaba experiencia, que sabia donde chupar, donde apretar, … . Me lamió los testículos por completo, e incluso pasó un par de veces la lengua por mi ano, descubriéndome una caricia hasta ese momento impensable para mí, pero tan agradable como sorprendente. Ni que decir tiene que en pocos minutos mi verga estaba de nuevo lista para la batalla.



Entonces Nati, al ver que tenia de nuevo el arma preparada para el segundo envite, comenzó a subir, lamiendo mi cuerpo hasta que llegó a mi boca, a la vez que con una mano cogía mi pene y lo llevaba a la entrada de su vagina, que ahora manaba como una fuente. Se lo restregaba a lo largo de su raja, sin llegar a metérselo, se acariciaba el clítoris con el mientras gemía.



‘Aahh, como me gusta. Que polla más rica tienes, aaahhh.



‘Pues entonces venga, métela ya, necesito ‘follarte’ ya’.



‘Si cariño, yo también quiero que me poseas, disfrútalo’, y diciendo esto se dejó caer sobre mi pene, que entró en su vagina como un cuchillo en la mantequilla.



‘Aaaahhh’, gemimos los dos a la vez, mientras quedaba ensartada sobre mí.

‘Que ‘chochito’ mas rico, que caliente, me encanta’.

‘¿Te gusta?, pues ahora veras como te exprimo’, y comenzó a moverse lentamente. 



Empezó una cabalgada lenta moviéndose en círculos y arriba y abajo sobre mi pene. Mis manos agarraban sus tetas, acariciando sus pezones, o bien sus caderas acompañando el movimiento. En ocasiones ella se tumbaba sobre mí y me ponía las tetas en la boca para que pudiese comerlas.



Nati manejaba el ritmo de la penetración, se movía más rápido o lento según le apetecía. Mientras la penetraba me iba diciendo cosas como: ‘que buen rabo tienes’, ‘me encanta como lo haces’, ‘no dejes de sobarme las tetas’, ‘te voy a sacar hasta la ultima gota’, y cosas por el estilo, a las que yo respondía con frases similares.



Llevé una de mis manos a su vulva y empecé a masturbar el clítoris mientras ella seguía moviéndose. Aumentó el ritmo y empezó a jadear más fuerte. Yo seguía masturbándola y sobándole los pechos, mientras ella se movía, ahora ya, de modo frenético, con mi pene en su vagina y mis dedos en su clítoris.



Notaba que se acercaba el final, aumenté el ritmo de mis dedos, y comencé a dar enormes golpes de cadera para que se sintiese penetrada hasta el fondo. Nati saltaba sobre mi pene. Sus tetas eran un espectáculo como se movían, y también su mirada entre extasiada y perdida. De repente, echándose hacia atrás se corrió entre gemidos de placer y palabras de lujuria, para posteriormente venirse hacia delante y abrazarse a mí.





Permanecimos así unos instantes, pero yo aun no me había corrido, y quería hacerlo. Así que sin sacársela, la levanté en brazos y la puse encima del sofá, llevé sus piernas a mis hombros y comencé a moverme más fuerte y rápido. Nati se recuperó pronto de su orgasmo y me animaba a penetrarla más y más fuerte.



‘Vamos, eso es, ‘fóllame’, métela hasta los huevos, que te quiero sentir muy dentro’.

‘Toma, ¿te gusta?’.



‘Me encanta. Sigue así hombretón, vas a conseguir que me corra de nuevo’.



‘A mi me queda poco, estoy a punto de correrme’, decía mientras mis huevos golpeaban su culo a cada embestida.



‘Aguanta un poco, que me voy a correr otra vez’.

‘Casi estoy Nati, me voy a correr, me voy a correr, me corrooo, aaahhh, ssssiiiiii, que bueno, que gusto, aaaahhhhh’.



‘Sigue, sigue, córrete, eso es, que caliente, córrete pero no pares, que me queda poco’.



‘Sssiii, que bueno, que gusto’.



‘Vamos, no pares ahora, por lo que más quieras’, decía Nati.



Así que haciendo verdaderos esfuerzos, estaba rendido, seguí bombeando mientras mi pene se reblandecía, hasta que en menos de un minuto Nati alcanzó también el clímax.



‘Sssiiii, aaahh, Dios que gusto, que bueno, me ha encantado, que bueno’.



Entonces me salí de dentro de ella y quedé a su lado en el sofá. Estábamos los dos rendidos. Se abrazó a mí, apoyó su cabeza sobre mi pecho, descansamos un rato en silencio hasta que me dijo que le había encantado, que lo había pasado muy bien, y que si quería lo íbamos a repetir muchas veces. Imagináis, una mujer madura, toda una experta y muy viciosa en la cama me proponía sexo para todo el verano. Por toda contestación le di un profundo beso mientras acariciaba sus tetas.



Eran casi las siete de la tarde, así que nos metimos en la bañera para darnos una ducha y refrescarnos. Nos enjabonamos mutuamente y con el roce nos pusimos nuevamente calientes. Nos besábamos y le acariciaba las tetas con pasión. Nati me estuvo masturbando lentamente mientras yo introducía un par de dedos en el vulva, finalmente se arrodillo y comenzó una suave mamada con su gran maestría. Verla allí, de rodillas con mi pene en su boca mientras clavaba sus ojos en los míos, de vez cuando lo sacaba para pasarla por sus tetas, era todo un excitante espectáculo.



Al final me senté en la bañera y ella nuevamente se sentó sobre mí para introducírsela hasta el fondo y comenzar una lenta cabalgada que nos llevó a ambos a un nuevo orgasmo.



Tras este último polvo me fui a mi casa muy contento y satisfecho. El resto del verano fue increíble.



Pasábamos todo el tiempo posible en la cama, fornicando sin parar. Los días que no estaba su marido siempre encontrábamos un hueco para hacerlo, e incluso alguna vez lo hicimos estando el también en el pueblo. Pero eso es otra historia que os contaré otro día.


Datos del Relato
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