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Me llamo Juan, tengo 32 años, soltero y trabajo de jefe de ventas de una empresa cercana a Barcelona. No me considero un tipo muy guapo, pero mi facilidad de palabra me ha supuesto bastantes alegrías con las mujeres.
La historia en la que estoy inmerso, empezó hace unos 2 meses de forma accidental. En la pequeña empresa en la que trabajo, solemos hacer, de vez en cuando cenas algún viernes por la noche y normalmente nos juntamos todos los de la oficina (los departamentos comercial, de administración y de compras), en total solemos ser unos 10, de los cuales, 8 son mujeres. Los dos únicos hombres somos yo y mi compañero que lleva exportación y esta casado y tiene dos hijos. Las mujeres que involucra la historia, son 2, una trabaja de secretaria en mi departamento (el comercial), pero se ocupa mayoritariamente de temas de exportación (con mi compañero), aunque trabajamos a menudo juntos y tenemos bastante relación profesional. Ella, se llama Andrea, tiene 23 añitos, está soltera y sin ser una modelo de pasarela, es una mujer atractiva, mide alrededor de 1,65m, rubia, cara agradable, con unos labios que dan ganas de besar y de cuerpo, debe tener unas tetas de la talla 90 y un buen culo, durito y respingón. Lo malo, es que por su forma de vestir, no suele mostrar mucho, siempre lleva tejanos ajustados (le marcan un culito que dan ganas de sobar hasta hartarte), de cintura alta (rara vez, incluso cuando se agacha se les ven las bragas), las pocas veces que he conseguido ver por encima de la cintura de los pantalones (y por lo que se intuye con sus tejanos ajustados) lleva, normalmente tangas, pero bastante simples (de estos sin costuras) y poco sexy. Sus camisetas suelen cubrir más de lo que yo desearía y los escotes no son para nada habituales. En resumen, es una tía a la que le echarías un polvo sin ningún tipo de problemas, además, al tenerla cerca y por su simpatía, se me había antojado poder tirármela. De todas formas, cómo ya he dicho, no soy un Adonis y pensaba que al ser compañeros de trabajo tenía poco que hacer, ya que su actitud conmigo era de mantener las distancias.
La otra chica que juega un papel importante en esta historia, sexualmente hablando, no existía para mí, ella tiene 19 años, se llama Lourdes, sale con un chico des de hace 6 años y trabaja en el departamento de compras de mi empresa. Es bajita, de unos 1,55m, está gordita (a mi las chicas me gustan con curvas, pero Lourdes tiene algo mas que curvas), de cara es una chica del montón, con grandes tetas (de eso si me había fijado) aunque las esconde detrás de jerséis amplios, un grandísimo culo y de muy buen humor siempre. Cómo ya he dicho, nunca me había fijado en ella para compartir mi cama, y daba la sensación de sólo tener ojos para su novio.
Como ya he dicho, solemos hacer cenas con todo el personal de la oficina. En la última, después de una semana movidita estábamos pocos, éramos seis y yo era el único hombre. Ese día, yo iba con ganas de guerra, ya que llevaba más de un mes sin mojar, pero de los que estábamos, sólo yo y Andrea estábamos sin pareja. Además, estando entre compañeros el intentar con alguna algo se antojaba difícil. Durante la cena y debido a la ingestión de alcohol y el hecho de ser el único hombre, las frases con doble sentido entre yo y varias de mis compañeras eran constantes. Durante la cena no pude intentar nado con Andrea, ya que nos sentamos en sitios opuestos en la mesa. Una vez terminamos de cenar salimos a tomar unas copas a un pub cercano.
En una de mis idas al baño, me tropecé con Andrea que volvía del baño con cara de cansada y masajeándose la nuca. La paré y acercándome a su oído (por el volumen de la música) empezamos a hablar:
Juan: ¿Cansada?
Andrea: Un poco, ha sido una semana dura, además me duelen las cervicales
En ese momento, vi un poco de esperanza en mis posibilidades con Andrea, ya que uno de mis hobbies es dar masajes (es una afición que aprendí con una de mis ex, con la que aprendí mucho de cómo excitar a una mujer sólo con las manos).
Juan: Si quieres te puedo dar un masaje, aunque no puedas tumbarte puedo ayudarte a calmar tu dolor y así alargamos la noche.
Andrea: ¿No me digas que sabes dar masajes?
J: Se me da algo bien, es una de las aficiones que tengo, cuando quieras te lo puedo demostrar en algún sitio mas adecuado, pero ahora te puedo hacer un apaño.
Le guiñé un ojo y vi una sonrisa de complicidad. Parecía que podía tener alguna oportunidad con ella.
Andrea: Algún día lo comprobaremos… pero no me vendría nada mal un masaje ahora.
Juan: Vamos a un sitio un poco mas tranquilo.
A: Juan, que sólo te pido un masaje (me dijo riendo).
J: Ya lo sé que de momento sólo me pides un masaje, pero ya que no estamos en un sitio muy adecuado déjame hacerlo lo mejor que pueda.
A: Vale, vale…
Nos apartamos un poco de la parte mas bulliciosa del bar y nos fuimos a unas butacas que había en una zona mas tranquila, para parejitas aunque a esas horas aún estaba muy tranquila. Hice sentar a Andrea en una de ellas y yo me coloqué detrás de ella, me froté las manos (para tenerlas a buena temperatura, aunque no era necesario), aparte sus cabellos rubios y quedó a mi disposición un bonito cuello, con piel blanca y suave. Empecé a masajear sus cervicales durante un rato. Me acerqué a su oreja para decirle si podía quitarse el fino jersey que llevaba, ya que así podría darle un masaje por los hombros. Aproveché, para aspirar su olor, a pesar de llevar ya un rato en el local, olía muy bien, a algún perfume que recordaba pero que no logré identificar. Andrea, sin contestar, se quitó el jersey y se quedo con un top blanco ajustado, que mostraba un generoso escote. Yo pensé, por que no podía llevar ese atuendo a la oficina, ya que le sentaba de maravilla. Seguí con el masaje, pero ampliando el radio de acción, ahora empecé a masajear sus hombros, su cuello y suavemente, detrás de sus orejas. Sé por experiencia que muchas mujeres pueden excitarse sobremanera con un buen masaje en sus hombros y en su cuello. Supuse que habría cerrado los ojos, ya que vi que se relajaba. Estando así, aproveche para echar una ojeada sin ningún disimulo a sus tetas, encajadas dentro de un sujetador de encajes que mostraban un canalillo que me estaba haciendo perder la cabeza y crecer la polla.
En un último paso para hacerla caer, acerqué mi boca a su cuello y…ella al sentir mi aliento caliente en él se levantó de golpe, miró el reloj y me dijo:
Andrea: Uff…llevamos mucho rato aquí, nos van a echar de menos, vayamos con las otras.
Me dio la espalda mientras se ponía otra vez el jersey y yo, como un bobo sólo pude admirar su culo, enfundado dentro de unos tejanos que marcaban perfectamente las dos mitades de su culo y dejaban claro que llevaba un tanga.
La seguí como un corderito y cuando llegamos dónde estaban las chicas ya sólo estábamos sólo Andrea, Lourdes, Ana (otra chica de la oficina, casada y de mal carácter) y yo. Los comentarios de las dos chicas, al ver que llegábamos juntos fueron subidos de tono y del tipo de dónde nos habíamos metido, que qué habríamos estado haciendo… Andrea se puso colorada y yo contesté que un caballero nunca cuenta lo que hace o deja de hacer con una dama, pregunté si a alguien le apetecía algo de la barra y me escabullí a buscar algo para apagar, no mi sed, sino mi calentura.
Al volver donde estaban las chicas pude ver risitas de complicidad entre ellas mientras me miraban y supuse que Andrea les había contado mi masaje y mi intento de beso en la nuca. A partir de ese momento, Andrea parecía no querer acercarse mucho a mí, en cambio Lourdes se empeñó en bailar conmigo repetidas veces, cosa que aproveché para admirar sus tetazas, enfundadas en una camiseta verde, con un escote de pico que mostraba una parte de sus melones sujetados por un sujetador casi ortopédico, ahí, calculé que sus tetas debían ser de la talla 110 o 115 (para una mujer pequeñita cómo ella son un poderoso par de tetas).
La noche no duró mucho más, ya que a la hora Ana y Andrea propusieron irnos a dormir y, claro Lourdes y yo les seguimos.
Cuando llegué a casa, llevaba un calentón cómo hacía tiempo, opté por poner un DVD de mi colección porno dónde una tía con un par de melones impresionantes se folla a dos tíos en una oficina. Con la peli y el recuerdo de los dos escotes, el de Andrea y sobretodo el de Lourdes, me corrí de forma abundante.
Durante la semana, ni Andrea ni Lourdes me hicieron ningún comentario, pero el jueves, durante una pausa para tomar un café, coincidí con Lourdes. Mientras esperábamos el café me soltó:
Lourdes: ¿Te lo pasaste bien el viernes? Yo, me lo pasé muy bien, pero se hubiera podido acabar mejor.
Juan: Sí, la verdad es que me fui a casa con ganas de fiesta.
L: Se te veía muy contento (me dijo mientras miraba fijamente mi entrepierna).
J: Iba muy bien acompañado y uno no es de piedra.
L: ¿Lo dices por mí o por Andrea? A ella la pusiste también muy contenta.
Eso despertó mi cerebro y mi polla.
J: ¿Por qué lo dices?
L: Hombre, nos comentó que le habías dado un masaje que la había dejado a punto de caramelo… y a mí no me hubiera importado que me lo hubieras dado a mí.
Cuando iba a responderle, apareció la jefa de compras, que me obligó a cambiar de tema y de forma disimulada escabullirme, bastante cachondo a mi despacho.
Al rato, mandé un mail a Lourdes, diciéndole que quería seguir con nuestra conversación en mi despacho, que diera alguna excusa i viniera en cuanto antes a mi despacho.
Su respuesta me dejó aún más cachondo: "No sabes las ganas que tengo…"
Al cabo de un par de minutos, llamaban a la puerta de mi despacho, y entró Lourdes, con un bloc de notas y vestida con su ropa habitual, pantalones negros poco ajustados y camiseta de pico con botones ancha para no marcar sus enormes tetas aunque, ahora la llevaba con algún botón más desabrochado.
La hice pasar, ella cerró la puerta y se sentó frente a mí mostrándome un fabuloso escote, que hizo calentarme aún más. Su mirada, delataba que ella también estaba cachonda y yo esperaba poder aprovechar la situación para conseguir rebajar la calentura que me había dejado el viernes en el bar.
Juan: ¿Y bien? Me decías que Andrea se quedó cachonda con mi masaje… (no pensaba andarme con tonterías, quería tirármela y quería que ella lo supiera).
Lourdes: Después de volver nos dijo que le habías dado un masaje espectacular y que le habías propuesto seguir, y que por no caer en la tentación te cortó antes de ponerse aún mas cachonda.
J: Y eso a ti te puso muy a tono, ¿no?
L: ¿Te crees que me hubiera pegado tan a ti si no hubiera estado cachondísima?
J: ¿Y ahora te pegarías a mí?
L: ¿Ahora?...Me pegaría tanto a ti que seguro sentiría esa polla que esta creciendo debajo de la mesa…
Me quedé mudo, la tenía por una chica tímida y había descubierto a una leona. Reaccioné rápidamente y le dije:
J: Busca una excusa para disponer de un rato en el almacén, pero en lugar de ir al almacén entra en los baños de la show room… y no tardes.
L: No tardaré…
Y se levantó dándome una espectacular panorámica de sus tetas.
En la empresa, tenemos en la entrada una sala con una muestra de los productos que fabricamos, en la que hay unos baños que no utiliza nunca nadie, además son amplios y separados del resto de fábrica. En resumen, era un buen sitio para poder tener un buen rato de sexo con la leona que había descubierto en la oficina.
Al par de minutos de que se hubiera marchado Lourdes de mi despacho, avisé a mi secretaria que salía un rato y me dirigí al baño del show room.
Cuando llevaba unos 5 minutos que se me hicieron eternos, oí cómo se abría la puerta de la show room y cómo alguien se acercaba a la puerta de los baños. En el baño sólo entraba la luz de una pequeña ventana, y yo al llevar rato a oscuras y tener la vista acostumbrada a la poca luz, en cuanto se abrió la puerta vi que, efectivamente se trataba de Lourdes, que al venir de una sala con luz abundante no veía con claridad. Sin darle tiempo a nada, la cogí de la mano, tiré de ella y la metí en uno de los baños con puerta que había, pasé el cierre y sin mediar palabra le pegué un morreo mientras mis manos iban a sus abundantes tetas y… sorpresa, por el tacto deducí que se había quitado, antes de venir al baño sus sujetadores y entre mis manos y sus senos sólo había la fina tela de su camiseta. Al haber tan poca tela entre mis manos y sus tetas pude notar sus erguidos y duros pezones.
Mientras mi lengua que se había adentrado en su boca luchaba con su lengua caliente y húmeda. Besaba muy bien la condenada, movía su lengua cómo si hiciera siglos que no besaba a nadie y con muchas ganas. Su maestría con su lengua, me hizo pensar que si usaba siempre así su boca y lengua debía chupar pollas con mucha maestría y me dije a mi mismo que pronto iba a comprobar-lo. Separé nuestras bocas sin dejar de sopesar sus enormes tetas y pellizcar sus pezones.
Lourdes: No sabes las ganas que tenía de esto des del viernes por la noche, cuando noté este pedazo de polla restregándose contra mi barriga. Me dijo mientras ponía su mano derecha sobre mis pantalones y notaba mí ya morcillota polla.
Juan: A mí me dejaste con unas ganas, que al llegar a casa me hice una paja pensando en tus tetas.
L: ¿Ah sí?
Mientras le empecé a subir su camiseta hasta hacer aparecer sus blancos pechos, con un gran pezón de más de un centímetro, durísimo y con una aureola de color marrón de unos 4 centímetros de diámetro.
J: Sí, en estas tetas que me voy a comer.
Y empecé a devorar una de sus tetas, mientras mis manos estrujaban la otra. Ella, se acabó de quitar la camiseta, entre jadeos que me ponían muchísimo y siguió masajeándome mi ya dura polla por encima del pantalón.
Después de un rato de comerle las tetas y que ella me sobara a gusto el paquete, la fui empujando hacia el suelo. Ella entendió lo que quería y empezó a desabrocharme el pantalón. Cuando ya estaba de rodillas dejó caer mis pantalones a mis tobillos y tiró de mis boxers, ya húmedos y mi polla saltó como un resorte. Lourdes abrió los ojos como platos. No soy un superdotado, pero mi polla mide 18 centímetros y es bastante gorda.
L: Vaya rabo, ojala mi novio tuviera una polla como la tuya.
Me dijo mientras sacaba la lengua y empezaba a saborear el primer líquido que salía de mi polla. Después empezó a tragársela entera. Mis sospechas de que era una excelente chupadora se convirtieron en realidad cuando se tragó mi polla entera mientras yo me apoyaba en la pared del lavabo. Miré a Lourdes, que tenía su mirada clavada en mi rostro de gusto mientras ella se había desabrochado el pantalón y se masturbaba con su mano izquierda.
J: Quítate los pantalones. Le ordené.
Lourdes, sin dejar de comerse mi rabo, se bajó los pantalones y las bragas como pudo y pude contemplar su gran y blanco culo, que se mostraba muy incitante. Alargué una de mis manos y con una ayudita de Lourdes llegué a tocar una de las nalgas, que noté blanditas pero muy suaves. La excelente la mamada de Lourdes, que me miraba con cara de vicio, combinada con el sobeteo de sus nalgas, me hizo pensar que no tardaría mucho en estar a punto de correrme. Aunque ganas no me faltaban de llenarle la boca de mi leche, quería metérsela a Lourdes.
J: O lo dejas o te lleno la boca de semen. Date la vuelta, apóyate en la pared y ábrete el culo que te la meteré hasta el fondo.
L: Tu polla sabe riquísima y me encantaría comerme tu corrida, pero ya tendremos oportunidad. Yo tengo el coño deseando recibir tu polla.
Se levantó, me dio un morreo rápido y se puso de cara a la pared mostrándome su blanco culo y asomando un coñito bastante peludo que desprendía un excitante olor a hembra cachonda. Se abrió las nalgas, dejándome a disposición la entrada de su culo. Yo me acerqué a su espalda con mi polla en su máxima longitud y la dirigí hacía su coño. Estaba chorreando y entro con mucha facilidad. Lourdes deseaba de verdad ser follada y así me lo hacía saber con un continuo ronroneo y con sus gemidos. Metí sólo la punta y ella me pidió más. En lugar de metérsela de golpe quise ponerla aún mas cachonda y me retiré.
L: Métemela ya cabrón, que me tienes mojadísima.
J: Te la meteré cuando quiera zorra.
Y mientras le decía esto aparte mi polla y le di un pequeño azote en el culo con mi mano. Lourdes dio un respingo y un largo gemido, que me indicó que le gustaba que la trataran de forma ruda.
Volví a acercar mi polla a su culo y la puse en la entrada. Lourdes sin darme tiempo a reaccionar se echó para atrás y se la clavó entera.
L: Uff…que gusto...Juan, tengo tu polla hasta mis entrañas…fóllame cabrón…
Se empezó a echar adelante y atrás follándome lentamente entre gemidos. Yo llevé mis dos manos a sus tetas, que estaban aplastadas contra la pared, busqué sus pezones, estaban enormes, cogí uno con cada mano y se los pellizqué con dureza.
L: Aaaahhhhhh…que gustazo…sigue con mis pezones…estrújalos…me voy a correr…
Acelere el ritmo de la follada, mientras los gemidos de Lourdes aumentaban de volumen, dejé una de sus tetas para dirigir mi mano al coño de Lourdes, busqué su clítoris hinchado y lo masturbé sin compasión al tiempo que mi otra mano le retorcía aún mas los pezones. Lourdes ya estaba desbocada.
L: Aaaahhhhh…mas, mas…me corro…que gusto…me voy a correr…aaahhh…que pollón…me muero de gusto…ya, ya, ya…no pares…me corro…cabrón…me corrooooooo…
Entre espasmos de Lourdes mordiéndose los labios para no chillar, me mojó la polla y mis dedos. Sin parar de metérsela y de masturbar su clítoris Lourdes se fue relajando.
L: Que corrida…me has dejado a gusto…te voy a devolver el favor…
Le pegué un azote en el culo y le dejé mi polla quieta enfundada por las paredes de su coño. Llevé mi mano mojada a mi nariz, olía a hembra caliente, me llevé los dedos a la boca y los lamí.
L: Ummmm…me gusta que me trates como a una niña mala…
Le di otro azote y Lourdes con los músculos de su coño me empezó a masajear la polla, después de unos cuantos masajitos, empezó un lento mete-saca, del que fue aumentando el ritmo mientras yo le azotaba el culo dejándoselo rojo y con la otra mano le estrujaba los pezones.
L: Córrete cabrón…quiero tu leche…me matas de gusto…aaaahhhh…sigue, sigue…que gustazo…
J: No pares…me corro…me corro…
Lourdes se sacó la polla de su coño, se arrodilló, puso mi polla entre sus tetas y me masturbó con fuerza. Mi polla se tensó, a punto de descargar. Lourdes abrió la boca para recibir mi leche y un lechazo fue a parar a su cara, el segundo fue a su barbilla y los siguientes fueron a para a sus tetas.
L: Me encanta tu leche…está calentita…
Me pegó un lengüetazo a mi polla mientras se restregaba mi semen por sus tetas.
L: Mira cómo me has puesto…voy a llevar tu semen todo el día conmigo…voy a estar muy caliente en la oficina…
Se llevó sus dedos pringados a su boca y me limpió la polla con ganas, hasta dejármela bien limpia. Lourdes miró la hora y ya llevábamos más de media hora en el lavabo.
L: Debo volver al trabajo, se ha hecho tarde…espero poder repetirlo…
J: Se repetirá…pero debes ser buena niña y ayudarme con Andrea y no te faltará mi polla.
L: Si me tratas así te ayudaré en lo que sea, además me encantará ayudarte con Andrea si me cuentas con pelos y señales como te la tiras mientras me la metes o te como la polla.
Nos empezamos vestir, Lourdes se limpió un poco, se arregló el pelo y antes de salir nos pegamos un morreo en el que metí mis manos debajo de su camiseta para sobarle a gusto sus tetas y despedirme de sus pezones. Lourdes salió del baño comprobando que no había nadie y volvió a su trabajo.
Había sido un buen día, le había echado un polvazo a una tía cachonda que me prometía sexo cuando y donde quisiera.
A partir de ese día, Lourdes y yo seguimos follando de forma regular en distintas situaciones, pero mi historia con Andrea parecía que no avanzaba, hasta que tuvimos que asistir a una feria internacional, hace unos 15 días, en la que todo se desató.
Yo, había estado insistiendo con Lourdes que le insinuara a Andrea las ganas que le tenía y que le dijera, de forma velada, que lo iba a pasar bien dejándose ir.
En esa feria, asistíamos mi compañero de exportación y yo des del primer día y a los dos días de estar allí llegaba Andrea, para pasar 6 días y 5 noches en la feria. Al tratarse de una feria en el centro de Europa, los horarios eran muy buenos (a las seis de la tarde cerraba y antes de las siete ya estábamos en el hotel).
Durante los dos primeros días de estar Andrea no pasó nada fuera del habitual, después de llegar al hotel y ducharnos, quedábamos en el hall y salíamos a cenar a algún restaurante cercano, pero el tercer día abrió una nueva esperanza para mí.
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