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Ya llevábamos varios años de casados, con una niña. Ella dormía y yo deseaba tener intimidad con mi esposo, así que me puse sexy para la ocasión, pues noches antes él era quien me había buscado y yo me había negado cuando al iniciar, él quiso que viésemos una película porno.
Pero el motivo del que yo quisiera, era que ese día me había encontrado con un antiguo compañero de estudio y que siempre había querido tener sexo conmigo. Hacía muchos años que no lo veía. Nos alegramos mucho de habernos encontrado y nos fuimos a tomar algunas cervezas. Empezamos a ponernos nostálgicos y mi excompañero puso su mano en mi muslo subiéndolo.
Resultamos besándonos como en alguna oportunidad de compañeros y antes de conocer a mi esposo ocurrió. Tiempo después los dos se conocieron, pero no se caían bien entre sí.
Mi excompañero se atrevió a proponerme que, si nos hubiésemos vuelto a besar, podríamos quizás intimar después de dichas cervezas.
Estuve a punto a decirle que sí, pero reaccioné y no acepté. Resulté tan mojada y fue cuando me le insinué a mi esposo. Le dije que aceptaba ver la película que él deseaba que ambos viésemos. El título: “PROPUESTA INDECENTE A UNA SEÑORA DECENTE”
El tema me dejó muy inquieta, primero, por la propuesta de mi ex compañero de estudio horas antes, luego por la temática de la película. Tuve sexo con mi esposo, pero pensando en mi excompañero y con la temática de la película.
Quedé insatisfecha, con muchas ganas. Ante tal situación, recordé de una conocida de la cual yo sabía que ella trabajaba como escort en una Boutique. Sí, las vendedoras en dicha Boutique, tenían mayores ingresos trabajando como prepagos, el cual funcionaba cuando allí llamaban clientes y estos sin saber del sitio, se les enviaba la chica a domicilio. Ella de su parte en una ocasión me lo había manifestado como secreto.
A los 2 días me le hice presente. Tania al verme, se le hizo extraño, pero creyó de inmediato que yo iba de compras. Estaba un poco ocupada atendiendo clientela del almacén, detrás del mostrador. Yo esperé a que dichas personas se alejaran un poco.
La formalidad:
—Cómo estás, que andas haciendo, ese milagro?...
Entonces decidí guardar silencio unos instantes, milésimas de segundos. Ella me miró fijo y le pidió a su compañero de almacén y dueño, se ocupara de la caja por un momento. Tania salió detrás del mostrador y nos hicimos a un lado.
Sin tapujos me dijo:
—Estás dispuesta? .... ¿Sabes y estás consciente de lo que me pides? ...Porque si accedes, muy posiblemente te resulte gustando.
Yo le respondí:
—Estoy consciente y sé que sólo sería una vez.
Tania apretó los labios, diciéndome:
—En estos momentos no estamos atendiendo por medio del almacén, pues una chica se ha dejado caer y nos tienen entre ojos. Tal vez en unas 3 o 4 semanas… Pero (apretó los labios de la boca mirando al dueño) … Veamos, que podemos hacer… Hay una casa a unas cuadras de aquí, eso sí, pasando la avenida, unas 6 o 7 cuadras, ya te doy la dirección. —Me la escribió en un papel, con el color y me dio una ligera descripción— Ya llamo y aviso que vas para allá, si es que estás dispuesta a asumir ese rol.
Acentué y despidiéndome a distancia del dueño, para que la otra chica no me mirase tanto, me retiré del sitio.
—Si quieres te pido un taxi —dijo ella.
—No. No es necesario.
Me fui caminando, no me importaba. Estaba radiante el sol y me arrepentí de no haber hecho caso de aceptar el taxi.
A una cuadra de haber pasado la avenida, se me acercó un taxi:
—No te asustes, ¡me ha enviado Tania a que te recoja, sube! Mucho calor, ¿eh? —señaló el taxista.
—Eh, sí. ¿Ya sabes a dónde?
—Sí, ¡claro! Soy el conductor de confianza, acabo de llegar y Tania me ha enviado a buscarte y llevarte.
—Entiendo.
Me había caído como anillo al dedo. Todavía había distancia y el sol era abochornante. Se estacionó diciéndome:
—Es sólo empujar la puerta.
Salí del auto y antes de empujar la puerta sonó el ruido de que se abría la puerta. Entré y era subir una escalera angosta. Arriba me esperaba una mujer madura un poco robusta.
—Bienvenida como quiera que se llame, espero sí, ya tengas uno nuevo en mente, para así llamarte.
Al pasar ella detrás de la barra una chica en culi-falda se le acercó:
—2 rones para la mesa 4, doña Rosa, por favor, le pago lo de la habitación y dejo lo mío.
Le entregó papel y preservativo, el cual la chica una mujer de unos 23 años, menuda de estatura, trigueña, delgada, bonita de cabello oscuro rizado, le recibió en una bandeja donde llevaba los 2 rones hacia la habitación.
Retirándose la chica con una mirada hacia mí, doña Rosa me dijo:
—¿Siempre has sido tan acartonada, niña? .... ¡No vas a conocer a tus nuevos suegros, vienes a putear! o no tienes claro?
Me lo decía por el pantalón largo azul oscuro de sastre, la chaqueta similar y la blusa blanca, zapatos negros.
-Es lo que suelo usar doña Rosa, pero si le molesta…
Me miró por mi contestación un poco brusca. Contestó:
—Es sólo que si vienes a lo que creo que vienes, no levantas un polvo. Me alzó un tanto la manga del pantalón y vio que tenía medias— ¿¡Aparte viene con medias?! ¡Mejor dicho! —Sonó el teléfono— Aló?... Eh, si la niña ya sale para allá…. Si, si, ella es muy implicada, bonita, de buena estatura, buen cuerpo, ya sabe le paga al taxista.
—Ya pensaste en el nombre?
—“Karen”, me llamo Karen.
Sacó una culi-falda de la barra, sostén de media copa, gabán y un papel.
—Bien, ponte esto, quítate lo que traes, ¡todo! Te pones lo que te acabo de dar y esa es la dirección, el taxista te lleva y el trae el dinero. Así se trabaja, es por tu seguridad, ¿alguna pregunta?
—Pues qué servicios le debo dar al señor?
—Pues chupárselo, mamárselo, dar coño y si das culo, es adicional, lo cobras por aparte, niña, ¡estás sobre el tiempo! —me dijo señalándome el pasillo donde están las habitaciones.
Al darme cuenta, no me daba panty, me vestí dejándome el panty y rápido me presenté ante ella, mis prendas enrolladas en mi bolso.
Me levanta la culi-falda diciéndome:
—Joder tía! Vas de puta! Y te lleva el taxi, ¿qué más da?
Reaccioné, no me podía indisponer con ella, total, era lo que yo deseaba vivir, llevar a cabo mi fantasía, ser puta por una experiencia. Así que tomé mi bolso y bajé las escaleras de manera sumisa cerré la puerta sin hacer mayor ruido, me subí al taxi y le pregunté a él:
—Ya sabes dónde es? ¿Qué dirección te ha dado la patrona?
—La carrera 4 con….
—Sí, unas RESIDENCIAS, supongo que ya has entrado a alguna en tu vida.
Casi desde el momento empezó a mirarme por el espejo retrovisor a mi culi−falda. Sí, me veía el coño debajo de mi escaza culi−falda, pues doña Rosa me había ordenado despojarme del panty.
Llegamos al sitio, era una calle solitaria, por lo estrecha quizás. (TO BE CONTINUE)
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