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Un día de aquel caluroso verano, decidí pasarlo desnudo en la playa dejando que el mar me meciera y que el sol, el aire y la luz me acariciaran durante largas horas entre bocanadas de marihuana. Es algo que me gusta hacer: dejar que el humo me inunde y se mezcle con cada célula de mi cuerpo, eliminar tensiones, sentir mi propio “yo”, dejar que mi espíritu me posea, excitarme y pajearme. Normalmente prefiero hacerlo en soledad en playas, montañas y bosques aislados, pero en aquella ocasión fui a la playa de Es Trenc, una de las playas vírgenes con zona de cruising más conocida de Mallorca. Seguramente fui allí porque necesitaba contacto humano y sexual. Ya lo había hecho otras veces. Era divertido y sensual. Personalmente pienso que este tipo de lugares de encuentro están bien para aquellos que desean o necesitan sentir su lado más erótico, sensual, y sexual de una forma rápida, fácil y cómoda. Tienen algo de misterioso, atrayente…y adictivo.
Una de mis fantasías sexuales más salvajes ya desde adolescente ha sido la orgía. Muchos cuerpos desnudos y juntos gozando del placer que proporciona el sexo con total desinhibición.
Aquel día quería disfrutar de una gran fiesta.
Paseaba desnudo por las dunas y el bosque, admirando la belleza de la naturaleza, embelesándome con cada detalle: los diferentes tonos de verdes y de marrones, los aromas de pino y romero, las diferentes texturas del suelo bajo mis pies desnudos, los sonidos de la brisa, los cantos de las aves y de las cigarras; todo se elevaba hasta lo sublime, seguramente potenciados por el poder mágico del cannabis. Me sentía de puta madre. Todo aquel bienestar se transmitía y se demostraba en una placentera erección. De vez en cuando me cruzaba con otros hombres; hombres de todo tipo, algunos vestidos y otros desnudos. En mi opinión, un paraje como aquel, es un sacrilegio deambular con el cuerpo cubierto. Me sentía tan bien, tan relajado y tan a gusto en aquel jardín del Edén que no me importaba que me vieran empalmado, meneándome la polla, chupando de mis dedos el líquido preseminal que manaba de mi excitada polla y que recogía y saboreaba con fruición. Nada de eso me importaba, al contrario, me gustaba pensar que me estaba siendo observado. Por supuesto, sabía que a todos los que estábamos allí nos unía un algo concreto. Supongo que la gente se daba cuenta de que estaba “kolokao”. Hablaba en voz alta expresando el placer que estaba sintiendo. De vez en cuando, me detenía y ejecutaba una danza sexual moviendo sensualmente las caderas, con las piernas bien abiertas y masturbándome con ganas durante unos segundos, mientras decía en voz alta: “!Dios, qué bueno ser maricón!”, “¡Cómo me gusta menearme polla!”.
Al cabo de un buen rato en mi locura, me percaté de que me seguían varios tipos, casi todos desnudos y tocándose las pollas; mi erección aumentó aun más: era el momento de vivir mi fantasía.
Anduve hasta encontrar un claro en la espesa vegetación; los rayos del sol todavía lo iluminaban y lo calentaban. Me detuve, me giré y sonreí, al tiempo que abría y extendía mis brazos para dar la bienvenida a mis invitados. En mi dulce turbación pude contar unas diez u once cabezas. Sus rostros estaban algo tensos, algunos se miraban entre si con cierta desconfianza. En cierto modo, aquella situación me parecía divertida: todos queríamos gozar. ¿Por qué no hacerlo con alegría, como una gran fiesta de morbo , gozo y libertad?
La acción empezó rápidamente; los manos se entrecruzaban buscando cuerpos, culos y pollas; las piernas se abrían, los cuerpos se frotaban, los ojos se cerraban, nos abrazábamos en grupo, algunos culos se movían dibujando sensuales círculos, las pollas lucían erectas y orgullosas pasando de mano en mano, piernas bien abiertas se fundían con otras piernas, el simple roce de alguna polla caliente en la raja de mi culo hacía ponerme más cachondo aún haciéndome jadear de gusto. Me acordé de los cuartos oscuros, del morbo y gran placer que producen las relaciones de grupo, y de la facilidad con la que se organizan este tipo de encuentros refugiados en la penumbra. Personalmente prefiero, un millón de veces más, hacerlo con la luz el sol y al aire libre: es infinitamente más liberador; es como mostrar tu orgullo, tu ser tal cual es, sin miedo, delante de los demás, ante los ojos del mundo, de la naturaleza y del cosmos entero sin nada que ocultar.
Aquello era como un sueño. ¡No, me equivoco! ¡Mejor que un sueño!. En aquel momento me di cuenta de que la realidad estaba superando a la ficción. Aquello era algo mucho más intenso que un mero desahogo erótico. En mi fantasía, tan morbosa, tan sensual, tan sexual, me había olvidado de añadir lo más importante: la sensación de libertad; la libertad de estar allí por voluntad propia, la libertad de gozar mi cuerpo, mi mente, mi sexualidad, mi espíritu… Me sentí sexual y vivo; y, de alguna forma, en conexión con aquellas personas a las que no conocía y con el universo entero. Inspiré con fuerza para impregnarme por dentro de aquel momento, al tiempo que grababa aquella imagen en mi retina y aquellos sonidos en mis oídos.
En mi excitación comencé a hablar en voz alta; entre tacos y frases cortas iba expresando mis emociones. “¡HOSTIA PUTAAAAAA!, ¡QUÉ GUSTO SER MARICÓOOON!, ¡VAMOS A GOZAAAAR, HERMANOS!” Alguien me hizo un gesto con la mano para que bajara la voz; no podía…ni quería. ¿Quién nos podía escuchar?¿Más tíos buscando sexo? Por mi parte serían todos bienvenidos. Me abandoné a mis propias sensaciones. Sé que mis palabras y gemidos subían la temperatura del grupo.
En mi turbación, imaginé rituales primitivos de fertilización de la tierra, eróticas y lascivas danzas de celebración de la vida, de unión entre hermanos; ritos sagrados y misteriosos que solamente los que formábamos parte de él alcanzábamos a entender.
La respiración profunda parecía intensificar mi sensación de kolokón. Me sentía macho, guarro, puta, animal, salvaje… Me sentía orgulloso. Era YO. Sin inhibiciones, sin prejuicios, sin vergüenza. Bailaba, gritaba, blasfemaba. Me gustaba que los otros me vieran en se estado y ver a los otros gozando de esa excitación. Notaba cómo mi culo se abría ansioso por recibir pollas calientes y babeantes. Me sentía libre y lo gozaba. Recuerdo que intentaba buscar los ojos de mis compañeros en aquellos rostros perlados por el sudor; conseguí algunas miradas furtivas, otras lascivas, y algunas de admiración.
“¡QUIERO MAMAR TODAS LAS POLLAAAS!” grité perdiendo el control y dejándome caer de rodillas ante mis hermanos sexuales. A partir de este momento, me abandoné a la lujuria más lasciva. Empecé a chupar pollas con ansia y desenfreno agarrándolas por los huevos; pajeaba y mamaba a todos aquellos que se encontraban a mi alcance. Otros dos hicieron lo mismo. Éramos tres arrodillados mamando ocho pollas sabrosas que nos intercambiábamos mientras exclamábamos “!QUÉ BUENAS, JODER!, ¡QUIERO MÁS, DADME MÁS!, ¡QUÉ RICA ESTÁ TU POLLA!, ¡QUÉ BUENOS ESTÁIS, CABRONES!. ¡QUÉ MACHOS MÁS BUENOS! Algunos de los tíos se agachaban y nos metían dedos en nuestros culos, que se abrían con facilidad, por la excitación, por el sudor y por el bronceador.
Me levanté. Deseaba ser follado. Necesitaba ser follado.”¡QUE ALGUIEN FOLLE A ESTE MARICÓOOON!”, “QUIERO POLLAS EN MI CULOOOO!” Abrí mis piernas al máximo apoyándome en un tronco. Enseguida sentí una polla super lubricada en la entrada de mi culo “!PERO QUÉ PUTA ERES!” dijo una voz a mi espalda.”!VENGAAAA, ASÍ; FOLLADME TODOOOS, CABRONES!”. De repente, sentí un dolor agudo, grité; alguien me penetró hasta el fondo, pero enseguida el dolor dió paso al mayor de los placeres. Sentí sus pelotas rebotando en mi culo mientras yo lo movía lujuriosamente. Me embistió una docena de veces y salió de mi para dejar paso a otro macho. Mientras mi culo abierto esperaba a cualquier otro tío, me pajeaba con furia; vi a un tipo tumbado sobre la pinaza pajeándose la polla mientras le comía el culo a un chico sentado en su cara; fuí hacia él sentándome en cuclillas con mis piernas abiertas al máximo sobre su polla, la ensalibé bien y me la ensarté hasta el fondo. Era una polla larga y no muy gruesa que me hacía disfrutar como una puta viciosa: ¡QUÉ BIEN ME FOLLÁIS TODOS!,¡QUÉ GUSTOOOOOO! ¡MORRÉAME, HERMANO!, le imploré al chico al que mi follador le estaba comiendo el culo, fundiéndonos en un morreo de lenguas serpenteantes con sabor a pollas mientras alternaba sensuales círculos con mi culo de puta y la polla del macho tumbado en el suelo que me metía hasta sentir su deliciosas pelotas rebotar en mis cachetes.
Era tal la excitación que tuve miedo de correrme. Me salí de mi follador quedándome vacío de polla. Espontáneamente formamos un círculo. El momento de la eyaculación colectiva se acercaba. Los gemidos sonaban gloriosamente orgiásticos y sensuales, las respiraciones se agitaron aun más, los movimientos se aceleraban. Todas las pollas se movían frenéticas mientras escupían babas. Tuve la sensación de unión plena. El panorama era maravilloso: un círculo de machos gozando de aquella manera: muriéndonos de gusto. Una imagen para recordar. Fue fantástico y espectacular. Me agarré con fuerza a mis dos compañeros. No podía parar de mover mis piernas y mis caderas, meneaba mi culo, aún abierto, como si un gran falo que surgiera de la tierra me estuviera follando, mi polla bailaba extasiada al ritmo de mis movimientos. No pude controlarme; no quise controlarme. Fui el primero en correrse. Tuve la necesidad de gritar como nunca antes lo había hecho. Un grito primario, duradero y placentero, mientras mi esperma fecundaba la tierra y sellaba aquel momento de comunión con mis hermanos desconocidos. Me deje caer de rodillas de nuevo. Los chorros de semen comenzaron a ser lanzados con fuerza por mis compañeros, salpicándonos a todos, sintiendo ese calor tan agradable que no se puede comparar con nada. Baño de semen; baño masculinidad, de vida y de unión.
Me dejé caer al suelo. Me quedé allí tumbado, sucio, con chorros de semen que cruzaban mi cuerpo desnudo, drogado, excitado, extenuado, jadeando, con orgasmos incesantes, con los ojos cerrados, percibiendo interminables sensaciones, temblando… No sé cuanto tiempo me quedé allí. De repente noté unos chorros calientes en mi torso y hasta en mi cara; entreabrí mis ojos y pude ver a dos de los tíos meándome encima mientras uno de ellos decía:”¡Este maricón no se entera de nada. Vamos a dejarle un bonito recuerdo!, mientras reían. Luego, las voces se fueron apagando, mientras decían: “¡Vaya pasada, tío. Cómo hemos disfrutado! ¿Has visto cómo estaba pasado de rosca el maricón ese?”
Me quedé allí solo; recordando .La experiencia resultó toda una orgía para mis sentidos, para mi alma, y para mi forma de entender y disfrutar de la sexualidad y de la libertad a partir de entonces.
Al cabo de un rato volví paseando tranquilamente con la polla aún medio empalmada moviéndose rítmicamente, y aún pringado de semen y meados, hasta donde tenía mis cosas en la playa. Apenas quedaba gente. Me lié otro porro con la planta sagrada: me lo fumé tranquilamente mientras caminaba lentamente por la orilla; y aunque no había nadie cerca que pudiera verme, caminaba y lucía con orgullo los restos de leche y meados de mi cuerpo. Al cabo de un rato, el sol ya se había puesto, me metí en un hermoso y tranquilo mar de colores rosáceos y púrpura, me quedé allí haciendo el muerto…y recordando.
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