Era un día de invierno. Una tormenta aparecía en el horizonte. Toda la mañana estaba pensando en cómo sería la tarde con él, me ponía mojadita pensando en la escena. Comimos con mis padres y nos fuimos para nuestra casa. No paraba de llover y el viento azotaba las ventanas de nuestra habitación. Bajamos los stores, pero dejamos que la luz de la tormenta penetrase en nuestra cama. Puse velas en agua y yo llevaba una braguita y un sujetador color chocolate. Cuando me lo puse después de la ducha, mis tetas estaban excitadas, los pezones se me notaban a distancia y qué decir cuando me puse mi braguita de tul chocolate! Cuando acerqué la tela a mi chochito noté calor, mucho calor.
Acabada la ducha, fui hacia él: cuando me vio con mi cuerpo casi perfecto con esa lencería, se volvió loco. Le gusta mirarme mientras su pene crece y crece. Seguidamente, me cogió y me tumbó en la cama. Empezó a lamer mis pechos y cuando metió su lengua en mis pezones casi me vuelvo loca de placer, noté como mi chochito empezaba a mojarse cada vez más y más. Su sexo crecía hasta convertirse en la polla más grande vista. Eso me excitaba, que su sexo aumentase de tamaño mientras tan sólo me miraba. Tan excitádamos estábamos que él lo notó. Y cuando nota que estoy a punto de irme por mis piernas, empieza a meter su mano por mi braguita de tul, caricias y de pronto, abre mis labios, encuentra mi clítoris y empieza a mover su dedo con movimientos circulares. Seguidamente, comienza a meter suavemente su dedo en mi chocho y cuando nota que no puedo más, empieza a meter y sacar y ahí ya alcanzo el placer jamás vivido. Pero el juego sigue, estoy sin sujetador y ahora la braguita resbala por mis piernas hasta quedarme completamente desnuda. Siento su aliento cerca de mi chochito y es ahí cuando empiezo a gemir, cada vez más alto, y cuando mete su boca en mi chochito, éste se convierte en chochazo de lo enorme que lo tengo y mientras me sigue lameando por todos mis labios e interiores, acerca su dedo pulgar a mi clítoris y es ahí cuando descubro el paraíso. Acordamos seguidamente que me meta su polla, porque ya no puedo más. Un cañón entra dentro de mí, a pesar de estar mi chocho super abierto. Entra-sale-entra-sale y ya no puedo más. El también está a punto de estallar, pero todavía falta algo que no podemos dejar de hacer. Yo acostada, el se pone a cuatro patas detrás, de tal forma que justo deja que su polla caiga suavemente por mi rostro hasta llegar a mi boca. Él se tiende sobre mi, de tal forma que sus labios quedan sobre los de mi chocho y mientras nos chupamos, perdemos el norte, oimos lo truenos de la tormenta. Y nos corremos los dos a la vez, él soltando su semen sobre mi rostro y yo llenándole la boca de mi corrida. Insuperable esta tarde de tormenta.