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~Yo soy Thibisay tengo treinta y tantos años, pero aparento mucho menos edad. Soy alta, morena, de abundante y lacios cabellos negro azabache, labios carnosos, nariz respingada, grandes ojos rasgados. De caderas muy bien formadas, con senos impresionantemente parados. Cuando camino por la calle, hasta los ciegos voltean para verme, modestia aparte. Muchas mujeres de seguro me envidian y una cantidad no menor de hombres de seguro me desean.
Estando casada, Ricardo y yo nos mudamos a una casa en las afueras de la ciudad, el proceso de mudanza no había concluido, cuando Ricardo se presentó a la casa, con un perro Gran Danés de color negro, con la idea de que fuera el guardián de la propiedad. Por mal nombre Ricardo le puso Diablo.
A medida que fueron pasando los meses, Ricardo comenzó a pedirme que anduviera sin ropas en la casa, lo que en el fondo no me molestaba para nada, ya que como no tenemos vecinos, en ocasiones salía así tan desnuda como Dios me trajo al mundo, ha tomar el sol al lado de la piscina. Lo único que me desagradada de eso, era que en ocasiones su perro Diablo se me acercaba mucho. Por lo que yo le ordenaba que se marchase, pero para Ricardo eso no tenía sentido alguno que me comportase tan dura con su can.
Pero es que sencillamente le tenía miedo. En más de una ocasión Ricardo y yo mantuvimos relaciones sexuales en la piscina o sus alrededores, siempre bajo la mirada de su perro. Hasta que un día estando en la piscina tomando sol, Ricardo se me acercó sin nada de ropa, y me insinuó que se lo mamase. Como a mí también me agrada que él me mame el coño, no me negué. Así que tomé su miembro con ambas manos y mientras me encontraba sentada en el reclinado de la piscina, Ricardo se mantuvo de pie frente a mí. Por un corto rato le lamí su glande, para posteriormente introducirlo dentro de mi boca. Con la que se lo estuve chupando hasta que finalmente Ricardo, personalmente sacó su miembro y comenzamos a mantener una divina relación sobre ese mueble.
Lo raro fue que cuando en cierto momento levanté la mirada, observé bastante asustada, como Diablo se lamía insistentemente su propio miembro. Aunque Ricardo y yo disfrutamos de lo que habíamos estado haciendo, me quedé de verdad con la imagen de lo que Diablo había estado haciendo, bastante cerca de nosotros. Se lo comenté a Ricardo, y este pareció no darle importancia al principio, pero al rato me preguntó, de manera bien descarada, si me agradaría dejarme coger por su perro.
Al principio me pareció una broma de muy mal gusto, pero al ver su insistencia sobre el tema. Le pedí que dejase de hablar de eso, desde esa noche comencé a tener una serie de pesadillas o sueños muy raros. En los que me veía a mí misma, al principio teniendo relaciones con Ricardo, pero de momento como que él se convertía en su perro. Con decir que me despertaba bien asustada, esos sueños o pesadillas se los conté a mi marido, y él dándosela de analista me decía. Eso sencillamente es un deseo reprimido, que no quieres aceptar que te ronda la cabeza.
La verdad es que en parte eso era cierto, no porque yo lo deseaba, sino porque temía que eso sucediera. A la siguiente noche, antes de que cenar, Ricardo insistió en ponerse a jugar conmigo, un juego de damas, pero en lugar de fichas usábamos tragos de ron y ginebra. Después del cuarto o quinto trago que me tomé, la verdad es que me quedé noqueada.
Cuando me desperté me encontraba atada, boca abajo, sobre uno de los bancos en el patio de atrás de la casa, al lado de la piscina. Sin nada de ropa, con mis piernas completamente abiertas y mis brazos sujetados al condenado banco por medio de varias sogas. Me imaginé que se trataba de algunos de los juegos, que en ocasiones a mi marido le agradaba hacer. De momento comencé a sentir, como de una manera como nunca antes mi marido, me lamía el coño divinamente. Por lo menos eso pensé por unos instantes, hasta que lo escuché preguntarme, de tras de mí. ¿Cómo que te gusta lo que Diablo te hace? La verdad es que no lo podía creer, que Diablo me estuviera lamiendo el coño y que Ricardo lo dejase hacerlo.
Lo peor de todo era que mientras que no supe que era Diablo quien lo hacía, pensé en cómo sería sentir la lengua del perro de mi marido pasándola sobre mi coño. Por unos momentos me quedé como congelada, pero esa manera tan particular en que el perro me estaba lamiendo, hizo que yo misma me traicionase. Lo digo porque traté de verdad de pensar que no me agradaba para nada eso, pero al mismo tiempo, mi cuerpo reaccionaba de forma contraria a mis pensamientos.
Nuevamente escuché la voz de mi marido que me decía. Por lo visto, lo estas disfrutando en grande, cuando terminen me llamas y te suelto. Tras lo cual regresó a la casa. Yo pensaba llamarlo, para que me soltase, pero a cada lamida que Diablo le daba a mi coño, mi cuerpo se estremecía del todo. Por unos instantes me dejé ir por el extraordinario placer que eso me estaba causando, cuando me pregunté a mi misma que había querido decir Ricardo con eso de que, cuando terminen.
Pero las lamidas de Diablo realmente me sacaban de concentración, casi de forma o manera involuntaria, movía mis caderas buscando disfrutar más y más de esas deliciosas lamidas. Por causa de esas lamidas experimenté, un tremendo orgasmo, y mi coño se humedeció creo que más que nunca. Hasta que Diablo dejó de lamer. Pensé, tontamente que ya había terminado, cuando sentí que buscaba colocar su cuerpo sobre el mío.
Me entró un pánico de momento, aparte de su cosa que rápidamente encontró el camino dentro de mi mojado y bien lubricado coño. Mi temor no era por lo que me estaba comenzando hacer que de paso me estaba gustando bastante. Mi temor era que mi marido me viera disfrutando de eso, o peor a un que alguna otra persona me viera, se que estaba atada, pero la manera que en mi cuerpo respondía a los embates de Diablo, era más que evidente que lo estaba disfrutando.
Cuando pensé que en cualquier momento todo pasaría, comencé a sentir otra rara y gratificante experiencia, dentro de mi vulva sentía como algo que estuviera creciendo. La verdad para esos momentos apenas y en una ocasión y había escuchado a una persona hablar de relaciones sexuales perros y mujeres. Lo único que me acordaba en ese instante era sobre la bola, o como le digan, que tienen los perros, que se hincha y hace una especie de tapón dentro del coño de la mujer, activando el punto G. y eso mismo era lo que me estaba sucediendo en ese instante.
Diablo por unos instantes previos a que yo sintiera eso aceleró sus embates, pero cuando comencé a sentir eso dentro de mi vulva. Como que se detuvo, su bajó pero quedamos pegados. Les diré si sentí otros orgasmos, pero el permanecer pegada a Diablo por espacio de no sé cuanto tiempo. Fue algo completamente nuevo para mí. Al rato Diablo finalmente sacó su miembro de mi cuerpo. Yo estaba completamente agotada, no tenía fuerzas ni para llamar a Ricardo, para que me soltase, además no deseaba que me viera así. Hasta que sentí nuevamente, la lengua de Diablo pasándola por mis muslos y coño.
Supuse que volvería a montarme eventualmente, pero no sucedió, me parece que más bien como que me limpiaba. Después de eso, apenas pude tener fuerzas para llamar a mi marido así lo hice. El me soltó, me ayudó a levantarme, me condujo dentro de la casa, y hasta me llevó a la tina donde me tenía un sabroso baño con agua caliente. Donde me dejó, hasta que recuperé nuevamente todas mis fuerzas. Mientras bajaba las escaleras pensé mandarlo al demonio, pero me puse a pensar en lo sucedido, y finalmente me di cuenta que yo también lo había disfrutado, lo que su perro me había hecho.
invitado-ru 13-05-2016 00:51:21
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muy bueno....te faltó una fotito de tu concha abotonada con el perrito..jeje!!