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Hola amigos, aquí les relato la segunda parte de mi encuentro con Jaz en marzo.
Después de que le ordené vestirse con su blusa verde y su falda, sin ropa interior, le indiqué comprar una botella de agua, de inmediato salió de la habitación y bajó a la recepción a comprarla, lo que aproveché para descansar. Regresó a los cinco minutos, abrí la puerta y cuando entró, me dijo “aquí tienes la botella de agua” pero mientras le daba una bofetada, le comenté “ya se te olvidó cómo debes hablar siempre, perra, empezamos de nuevo, perra, llevas una” y me respondió “sí, amo, disculpe”, a la vez que agachaba la cabeza.
A continuación, me dirigí al sillón y me senté mientras ella se mantenía de pie, cerca de la puerta, sin saber qué hacer, entonces le ordené “encuérate, perra, tráeme el agua y ofrécemela de rodillas, con las manos en alto, puta”. De inmediato, ella dejó la botella en una repisa, se quitó toda la ropa, luego se acercó a mí y al estar enfrente, se arrodilló, levantó la botella, agachando la cabeza y dijo “aquí está el agua que me ordenó comprar, amo”. Al instante, la agarré y empecé a bebérmela hasta que luego de un par de tragos, la tomé del cabello y le levanté su cabeza para que me mirara, diciéndole “ahora, perra, vas a mamarme la verga mientras me termino el agua y hago otras cosas”.
Luego, la solté y pasé mi mano por su mejilla, en ese momento ella empezó a cumplir lo que le había ordenado y lo hacía con calma mientras me tomaba mi tiempo para terminarme el agua, después empecé a revisar algunos pendientes que tenía. Pasaron unos 10 minutos que la tuve así, en ocasiones se detenía, pero la tomaba del cabello y volvía a ponerle a mamar hasta que decidí que era hora de lo siguiente. La separé jalándola del cabello y me agaché para poner su cabeza en el suelo y mantenerla ahí, al tiempo que le tocaba su vagina con la otra mano, notando que ya estaba mojada y le señalé “estás mojada, puta, parece que el ir a comprarme mi agua como puta y estar de rodillas mamándomela, te pone como perra en celo” y dijo entre gemidos “sí, soy una perra en celo”.
En ese momento, me quedé inmóvil presionando su cabeza hasta que luego de un instante, le levanté su cabeza y le solté otra bofetada, gritándole “¿acaso no aprendes cómo debes responder siempre, perra pendeja” mientras la jalaba con más fuerza del cabello y me contestaba “soy su perra en celo, amo, lo siento, perdóneme, amo” mientras se tomaba la mejilla. Después, acerqué mi mano a su mejilla y ella cerró los ojos pensando que vendría otra bofetada, pero sólo la coloqué sobre ella y le dije “ahora son dos, perra”.
A continuación, me levanté, tomé las tobilleras y las muñequeras, las coloqué en la repisa junto a la cama y le ordené “ponte en cuatro arriba de la cama, perra”, de inmediato dejó lo que estaba haciendo y se colocó tal como se lo había ordenado. Luego, proseguí diciéndole “ahora pon tus manos en tus nalgas, perra y ábrete el culo”, respondiéndome “sí, amo”, al tiempo que ponía la cabeza sobre la cama y se abría sus nalgas. Posteriormente, me coloqué detrás de ella, con una mano en su cintura mientras le acariciaba una de sus nalgas con la otra.
Pasados unos minutos, le acomodé mi pene en su vagina y empecé a penetrarla de un solo golpe, con movimientos rápidos y fuertes, en ese momento tomé sus manos, se las coloqué en su espalda y se las sujeté de las muñecas con una mano, jalándole su cabello con la otra mano. En esa posición, sus gemidos se ahogaban en la cama mientras la jalaba de las muñecas y del cabello contra mí, sin dejar de penetrarla, incluso me subí a la cama y empecé a recostarme sobre ella, haciéndola que volteara al espejo y después, le coloqué mi mano sobre su cabeza otra vez, diciéndole “mírate, perra, eso es para lo que me sirves y para eso estás aquí, perra”, sin dejar de penetrarla y mientras la veía a los ojos por el espejo, me susurraba “sí, amo, para esto vine”.
Después, me levanté un poco y la tomé de las piernas para girarla, luego la volví a penetrar y me puse sus piernas en mis hombros, entonces volví a penetrarla con fuerza mientras ella sólo gemía y me lamía mi pecho, diciéndome entre jadeos “voy a venirme, amo” y le respondí “bien, perra, puedes terminar” mientras no dejaba de penetrarla. No tardo en terminar y cuando lo hizo, soltó un pequeño grito y empezó a decir “soy tu puta, soy toda una puta”; al escuchar eso, le solté otra bofetada, de inmediato abrió los ojos y se quedó observándome mientras le señalaba “acaso no entiendes, perra estúpida, nunca debes olvidar tu lugar y lo que eres para mí, perra pendeja, ahora ya son tres”. Al momento, ella quiso balbucear una respuesta, pero la tomé del cabello, la levanté de la cama y coloqué su cabeza en el sillón, quedando empinada.
Ya en esa posición, le ordené “quédate así, perra pendeja” mientras iba a la repisa y me contestó enseguida “como ordene, amo”. Luego, tomé las muñequeras y las tobilleras, entonces regresé y me agaché, colocándoselas de manera normal en las muñecas, pero le coloqué las tobilleras justo debajo de sus rodillas y después de estar aseguradas, tomé los broches y sujeté sus muñequeras, de modo que únicamente se sostenía con la cabeza en el sillón. Luego, caminé a donde estaba mi cinturón, lo tomé y me le acerqué de nuevo, acariciándole sus nalgas y diciéndole “como eres una perra tan pendeja, esta vez serán tres azotes por cada falla, perra, contarás cada azote y pedirás perdón en todos, perra”, balbuceando en voz baja “sí, amo”.
En ese momento, le solté el primer azote mientras le decía “empieza, perra” y la escuché gemir “uno, perdón, amo”, luego “dos, perdón, amo”, así continúe hasta que, en el séptimo, empezó a gritar con más fuerza, aunque eso no impidió que continuara sin bajar la fuerza de mis azotes. Cuando le di el noveno, me senté un momento para observar sus nalgas rojas mientras ella intentaba alcanzárselas para sobárselas, pero le era imposible, entonces me levanté, me le acerqué de nuevo y le apreté sus nalgas, ella dio un pequeño grito mientras decía “ya, amo, perdóneme, le prometo que no vuelvo a olvidar mi lugar, por favor, amo” y sólo seguía apretándole sus nalgas.
Después, le abrí un poco las piernas y me acomodé detrás de ella, luego la sujeté con fuerza para penetrarla de nuevo y ella se movió un poco para adelante, pero empecé a penetrarla, diciéndole “cumpliste con los azotes, perra, ahora me complaceré con tu cuerpo de puta” mientras la tomaba con ambas manos de la cintura y me movía con fuerza, oyéndola decirme “sí, amo, usted puede hacer de mi cuerpo lo que guste”. Luego de unos minutos y sin dejar de penetrarla, le solté sus muñecas, de inmediato ella las colocó en el sillón, que estaba colocado justo frente a la ventana, así que la levanté del cabello y fui empujándola hasta que subió sus rodillas al sillón y apoyó sus manos en la base de la ventana.
Entonces, abrí las cortinas con una mano y le apoyé su cara contra el cristal, diciéndole “ahora, perra, verán cómo te cojo como la puta que eres” mientras observaba a la gente que pasaba frente al hotel, viendo si alguno volteaba a la habitación y me comentó “sí, señor, que vean como se coge a su puta, solo su puta”. Pasados unos minutos de tenerla así, tiempo en el que no observé que alguien notara como la tenía, aunque justo frente al hotel hay otro hotel, donde había muchas cortinas entreabiertas, así que no puedo asegurar que nadie la observó.
Decidí que era suficiente y dejé de penetrarla, entonces la puse de rodillas en el suelo y me senté en el sillón, jalándola para que empezara de nuevo a mamármela para terminar en su boca y le ordené “trágate todo, perra” mientras le sujetaba su cabeza para que no se sacara mi pene mientras me venía. Cuando terminé, me quedé quieto un rato y observando que ya se lo había tragado todo, le dije “límpiame bien la verga, perra” y lo hizo de inmediato hasta que ya me había recuperado y le ordené “espera ahí, perra, justo como estás” y me respondió “sí, amo”.
En eso, me levanté y fui al baño, ahí tomé una ducha, tomándome mi tiempo y cuando regresé, seguía justo como le había ordenado y sin decirle algo más, me vestí, preparé mis cosas y ya cuando estaba listo, me le acerqué, me agaché, la tomé de la barbilla y le dije “en cuanto salga, perra, podrás levantarte y tomar un baño con calma, saldrás cuando estés lista, espero que pronto pueda usarte de nuevo, perra”; antes que me respondiera, la besé, me incorporé y me salí del cuarto.
De nuevo, cualquier duda o comentario, es bienvenido.
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