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Hola amigos, después de un tiempo sin algún encuentro, les relataré lo que sucedió a mediados de marzo de este año, no doy más explicaciones de mí, pero la sumisa es otra mujer casada, de 42 años, delgada, pero con un poco de panza, con 1.60 m de altura, de piel blanca, no con un cuerpo exuberante, pero para su edad, no está mal. Empezamos a platicar por chat hace algunos meses y ella tenía curiosidad respecto a ser sumisa.
Ella me contaba que su esposo no le daba el sexo que deseaba, además que sabía que tenía una amante, lo que provocaba que le pusiera mucho menos atención. Hace menos de un mes, me comentó que deseaba tener una sesión conmigo, así que nos pusimos de acuerdo e hicimos una cita para un jueves por la tarde; como ya sabrán, le pedí que fuera vestida de la manera más atrevida que pudiera, diciéndome que se cambiaría después de salir de su casa.
Acordé encontrarme con ella en la esquina del hotel a donde suelo ir, el que se encuentra cerca del centro de la ciudad, la cita era a las cuatro de la tarde y cinco minutos antes, me avisaba que ya había llegado, pero, aun así, me lo tomé con calma. Cuando me iba acercando, lo hacía desde la otra acera y pude verla ahí, en la esquina, llevaba una falda gris suelta, que le quedaba una mano abajo de las nalgas, unos zapatos de tacones altos y una blusa verde desabotonada, que dejaba verle su bra y se paseaba nerviosa por la esquina, lo que provocaba que, con el movimiento, el vestido se le subiera justo debajo de sus nalgas.
Así la dejé un par de minutos mientras la observaba voltear a todos lados, buscándome hasta que después de ver como la miraron algunos hombres que pasaron y ella sólo bajaba su mirada avergonzada, me acerqué, le di un beso para saludarla y mientras lo hacía, le agarré las nalgas debajo de su falda. Luego, entramos al hotel, pagué la habitación y empezamos a subir, ya que estaba en el tercer piso, pero cuando llegamos a la mitad, entre el primero y el segundo piso, le dije “ahora, puta, quítate el bra”. Al instante, ella empezó a desabotonarse la blusa, se quitó el bra y me lo dio, tomándolo de inmediato, entonces tomó los botones de la blusa para abrochársela, pero en ese momento, la detuve, ordenándole “quédate así” mientras la miraba a los ojos.
Cuando llegamos a la mitad entre el segundo y el tercer piso, me detuve de nuevo, me di vuelta y ella se detuvo en seco con sorpresa, enseguida le arrebaté sus cosas de las manos, tomándola del cuello y le ordené “ahora quítate la falda y la blusa, perra” mientras la soltaba. De la misma forma, sin decir algo, ella se quitó la blusa pero al quitarse la falda, estaba un poco nerviosa, aunque terminó por entregarme ambas prendas y le dije “camina, perra” mientras me daba la vuelta y comenzaba a subir el último tramo, sintiendo que venía detrás de mí, con la respiración agitada.
Mientras abría la habitación, sin voltearla a ver, le di otra orden “espérame aquí en la puerta de rodillas, perra” pero intentó decirme algo, sólo balbuceó y de inmediato, entré y cerré la puerta, tomándome mi tiempo para acomodar sus cosas y las mías, después encendí el televisor y fui a abrir. Ahí estaba ella, solo con una tanga negra puesta, de rodillas, esperando que la dejara pasar y cuando se lo permití hacerlo en cuatro patas, se escuchó que abrían una puerta de las habitaciones contiguas, así que pasó rápido, sin que nadie notara lo que había estado haciendo.
Ya dentro de la habitación, intentó ponerse de pie pero la tomé de la cabeza y la presioné contra el suelo, mientras le decía “estás aquí solo para ser mi perra, mi puta esclava, así que ese es tu lugar, estarás siempre en el suelo, a menos que te ordene otra cosa, perra, siempre me responderás diciéndome “amo” y hablándome con respeto, perra, ahora quédate así”. Luego, me levanté y empecé a sacar mis cosas mientras ella permanecía como la había dejado, sin moverse y cuando tuve todo listo, me le acerqué de nuevo y me agaché para tocarle la vagina sobre su tanga, estaba mojada.
Rápido, me puse delante de ella, tomándola del cabello y agachándome de nuevo para decirle “así que ya estás mojada, te pone como perra en celo que te traté como lo que eres, perra” mientras la jalaba un poco para arriba y mirarla a los ojos, contestándome entre jadeos “sí, me excita”. Al instante, le grité “se responde sí, amo” mientras le daba una bofetada y añadí “desde ahora, cada vez que falles, tendré que castigarte, perra”, al tiempo que la soltaba y le quitaba la tanga, respondiéndome “sí, amo”, agachando la cabeza. Después, tomé el collar y la correa, me senté en el sillón y se los aventé cerca de donde estaba, indicándole “ahora, perra, tómalos con el hocico y tráemelos”, diciéndome “sí, amo”, acercándose en cuatro, tomándolos con su boca y se aproximó hasta donde estaba.
Tomé el collar y se lo coloqué, después la agarré de la correa y empecé a pasearla por la habitación, jalándola de la cadena para indicarle por donde debía ir mientras iba pensando que sería lo siguiente, incluso le di un par de nalgadas para que caminara más aprisa. Luego de pasearla, me acerqué al sillón y la dejé justo frente a mí, ordenándole poner las manos adelante y la frente, en el suelo; en ese instante, empecé a desnudarme y cuando terminé de hacerlo, puse mi pie en su espalda y la presioné contra el suelo, ella sólo daba pequeños quejidos, pero nada más que eso.
Le ordené poner sus manos en la espalda y que se quedara así mientras iba por los condones, entonces tomé un par, acercándome de nuevo a ella y me senté en el sillón, puse un condón en una repisa y en ese instante, le ordené venir hacia mí, colocándome el otro condón y le ordené subirse en mi verga, así de frente. Luego, le ordené “muévete, puta” mientras le apretaba sus senos con fuerza y me respondió “sí, amo”, empezando a moverse. En ese instante, empecé a chuparle sus pezones y a mordérselos, enseguida soltó un quejido fuerte mientras decía “me muerdes fuerte”.
De inmediato, me detuve por completo mientras la miraba a los ojos y le solté una bofetada, ella se tomó la mejilla mientras me observaba, diciéndole “te lo advertí, puta, aprenderás por las buenas o por las malas, llevas una” mientras volvía a agarrarle sus senos y empezaba a moverla, jalándola de ellos mientras decía entre gemidos “está bien”. Volví a detenerme y la observé unos segundos esperando, pero al no obtener la respuesta que esperaba, le di otra bofetada mientras le decía “te puse muy claro cómo debes hablarme, puta, ya son dos”, sujetándole la mejilla y contestó “sí, entiendo, amo”.
Luego, la tomé de sus caderas y empecé a penetrarla de nuevo, entonces ella me sujetó de mi cuello, lo que aproveché para agarrarla de las nalgas y levantarme; mientras la penetraba de pie, le ordené que volteara y mirara al espejo, diciéndole “mira, puta, esa eres tú, apuesto que tu esposo nunca te ha cogido así”, contestándome “no, amo, soy una puta”, sin dejar de mirarse al espejo. Después de estar un par de minutos en esa posición, la aventé a la cama, le abrí las piernas y empecé a penetrarla poniendo sus piernas en mis hombros mientras gemía con fuerza y comenzó a lamerme mi pecho; en ese momento, la penetraba con más fuerza hasta que me dijo “me coges fuerte”.
En ese momento, sin decirle más, volví a abofetearla mirándola a los ojos y otra vez, ella se tomó la mejilla de nuevo, comentándome “perdón, amo” mientras se la sobaba y seguí penetrándola así hasta que me levanté, la tomé del cabello y jalándola, la puse frente a espejo, donde apoyó sus manos y le di un par de nalgadas, ordenándole “levanta más el culo, perra”, al tiempo que le agarraba sus nalgas. De inmediato, ella lo hizo y empecé a penetrarla, empujándola contra el espejo de forma que tenía las manos y la cara apoyadas en él mientras le daba algunas nalgadas hasta que volví a jalarla del cabello y levantándole la cara, la hacía mirarse, indicándole “mira la perra que eres, puta, eso es para lo que sirves nada más” mientras la miraba a los ojos a través del espejo.
Ella no respondió y en ese momento, me senté en la cama, jalándola conmigo, luego le abrí bien las piernas y estando en esa posición, comencé a frotarle su clítoris mientras ella se veía sentada sobre mí, con mi verga en su vagina y mientras le frotaba su clítoris, sólo gemía. Después, me levanté, apoyándola en la cama y volví a penetrarla fuerte, agarrándola por los hombros hasta que me dijo “estoy a punto de terminar, amo” y le contesté “puedes terminar, perra” mientras sujetaba su cabello y me movía más fuerte.
Pasados unos momentos, ella gritó “soy tu puta”, estaba viniéndose y cuando terminó, le di la vuelta y le solté otra bofetada, diciéndole “son cinco, perra, ya sabes que no debes olvidarlo, es hora que aprendas”. En ese momento, fui por el cinturón, dejándola empinada, apoyada en la cama y al regresar, le agarré las nalgas y mientras lo hacía le dije “ahora, perra, serán dos azotes por cada falta, perra estúpida, ¿cuántas fueran, puta?”, me contestó “no sé, amo”, manteniendo la cabeza en la cama y le reiteré “a ver, perra, ¿cuántas bofetadas te di por estúpida?” y le di una fuerte nalgada, contestándome de inmediato “cinco, amo, fueron cinco” y le señalé “entonces serán 10, perra”.
En ese momento, solté el primer azote y ella emitió un quejido, enseguida solté el segundo y el tercero de manera continua hasta que al llegar al quinto, apretó su cabeza en la cama ahogando su grito. Al llegar al octavo, me dijo con un grito “ya, amo, por favor” mientras se levantaba un poco por el dolor y afirmé “aún faltan dos, perra y no quiero gritos” mientras preparaba el siguiente azote. Para estos dos últimos azotes, me tomé mi tiempo y le solté el noveno con fuerza, ella obedeció apretando los dientes y aguantando el grito, luego agarré el cinturón con ambas manos mientras ella volvía a poner la cara en la cama y le solté el último azote con más fuerza que los anteriores; como le había ordenado, ella ahogó su grito de nuevo en la cama.
Al terminar, me senté en el sillón de nuevo y mientras descansaba, le veía sus nalgas rojas y escuchaba sus pequeños quejidos, entonces creí que era suficiente y le ordené “ven y chúpame la verga, puta”. De inmediato, ella se dio vuelta, se puso en cuatro y empezó a hacerlo, al tiempo que le explicaba que haría algo que como sabrán, disfruto de hacer siempre, ordenándole “mira, perra, te vas a poner la falda sin la tanga, la blusa sin el bra y vas a comprarme un poco de agua abajo”; mientras le decía esto, ella no dejaba de chupármelo.
Cuando consideré que era suficiente, la aparté, jalándola del cabello y ordenándole “ve ahora, perra” y de inmediato, me respondió “sí, amo”, entonces se vistió justo como se lo ordené y salió de la habitación.
Esta es la primera parte del relato, pronto vendrá la segunda y como siempre, espero sus comentarios o sus dudas.
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