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Tengo un año y medio de diferencia con mi hermana Alejandra, y esta historia aconteció en nuestra adolescencia.
Hasta ese momento, nunca le había prestado atención, al fin y al cabo era mi hermana, el equivalente a tema tabú, pero una tarde en la que estábamos solos en casa, se presentó la oportunidad de espiarla mientras ella se preparaba para tomar una ducha. No sé lo que me llevo a hacerlo, pero al entrar ella al baño, me tendí de forma que no se notara mi sombra a través del vidrio esmerilado y mirando por el ojo de la cerradura, la observe desnudarse.
Cuando comencé a mirar, tenía una tanga blanca que resaltaba el monte de Venus, la fuerza de unas piernas acostumbradas a practicar patinaje y un corpiño negro, que a duras penas contenía unos pechos en el esplendor de su existencia. El solo mirarla me produjo una gran erección, máxime cuando desprendiendo los breteles quedaron ante mis ojos unos pezones oscuros y erectos, producto de las caricias que mi hermana se regalaba. Baje muy cuidadosamente el cierre de mi jean y comencé a masturbarme, siempre tratando de no producir el mas mínimo sonido. La tanga blanca también cayó al piso, y entonces su sexo, con apenas una fina capa de vello púbico cubriéndolo, quedo expuesto a los dedos de Alejandra, que lentamente se recorría con una mano, sin dejar de acariciar sus senos con la otra.
El espectáculo me llevo directamente al orgasmo, el semen brotaba caliente de mi verga, y la súbita llegada de mi madre me obligo a encerrarme rápidamente en mi cuarto, con una sensación indescriptible de placer. Pasaron algunos años y nunca más se repitió una situación similar a esa, ni nunca hubo un comentario sobre el tema, pero la imagen de mi hermana desnuda y acariciándose no dejo de acompañarme. Ya con más de 20 años, mi hermana se había convertido en una mujer muy sensual, y una noche, algo especial iba a suceder. Mis amigos vinieron a casa a ver películas y comer un asado, regado con bastante vino. Alejandra estaba particularmente hermosa, con un jean azul muy ajustado y un sweater rojo ceñido, el cual resaltaba aún más sus hermosos senos. Compartió unos momentos con nosotros y luego se retiró, siendo el comentario obligado de mis amigos, imagínense en que tono.
La noche paso entre anécdotas, chistes y mucho vino. Luego que se fue el último de mis invitados, pase por el baño antes de ir a dormir. Al dirigirme a mi cuarto, note que la luz del cuarto de mi hermana estaba encendida, por lo cual entre a preguntarle si estaba bien. “Si, todo bien, solamente no me puedo dormir”. Estaba aún vestida, recostada sobre un montón de almohadas, incluso tenia las botas puestas. Le pregunte si quería que trajera algo de tomar, así se podía dormir más rápido, y asintió con un leve gesto de su cabeza. Fui a buscar una botella de vino y comenzamos a tomar y charlar animadamente, pero en voz baja, porque el dormitorio de nuestros padres estaba solamente dos habitaciones más lejos. Seguramente el alcohol empezó a hacer efecto, y para estar más cómoda me pidió que la ayudara con las botas. Corrí el cierre que tenían al costado y las retiré suavemente, y ella me dio un pequeño puntapié en forma de juego. Ese comienzo lúdico me recordó que mi hermana era también una mujer hermosa, y dentro de mi pantalón una pulsión comenzaba a surgir.
Subí la apuesta y le sugerí que se sacara el jean, así se acostaba más cómoda, y supongo que con inocencia, acepto de buen modo, desprendiendo el botón, bajando el cierre y comenzando a bajar ese pantalón ajustado, muy ajustado. “Te ayudo” le dije, y comencé a bajar el jean, siendo imposible no sentir la tibieza de sus piernas en mis manos, y dejando al descubierto una tanga negra sema transparente, que no podían ocultar los labios abultados de su depilada vagina. Ya mi erección era imposible de esconder, pero parecía que ella no le prestaba atención, dedicada ahora a sacarse el sweater, que por lo ajustado se trabo a la altura de la cabeza. Fui en su ayuda, y entre tirones logramos sacar la prenda, pero en el forcejeo, quedamos prácticamente cara a cara. No pude resistirme, y busque la boca de Alejandra, que sorprendida, aparto su cara de la mía. Me quedo mirando desconcertada, y yo pensé que había cometido el error de mi vida. Entonces ella se percató de mi estado y preguntando con una mezcla de inocencia y lujuria me pregunto: “que te pasa?” y sin dejarme contestar me beso larga y profundamente, mientras su mano se posaba en mi entrepierna.
Comenzamos entonces una sucesión de besos y caricias que iban aumentando el voltaje, el corpiño voló por el aire y me dedique a besar esos senos deliciosos, mi lengua recorría esos pezones duros y erectos mientras ella, bajando el cierre de mi pantalón, introducía su mano en busca de mi miembro, acariciándolo suavemente, sintiendo la humedad que me provocaba. Quedamos desnudos en un instante, todo en el mayor silencio posible, y casi sin darnos cuenta, estábamos uno arriba del otro practicando un sexo oral increíble. El sabor de su sexo era delicioso, estaba completamente húmeda y mi lengua se metía en todos los rincones lubricándola a la perfección. En el otro extremo, mi verga era lamida, chupada, mordida, llevándome a la locura.
Mi hermana gemía apagadamente, pero los temblores que le provocaba el primer orgasmo que tuvo no podían detenerse, dejando mi cara empapada de sus fluidos. En un rápido movimiento, se dio vuelta en la cama y quedo de espaldas a mí. “Cógeme”, me susurro. Me puse encima de ella, y apoye mi miembro a la entrada de su conchita, pero me dijo: “por ahí no, por el culo”. Entonces lubrique un poco más ese estrecho orificio y lentamente comencé a penetrarla, mientras ella apagaba sus gemidos en la almohada. Ya totalmente dentro de Alejandra, dominando el ritmo, sintiendo la presión de ese culo hermoso, no pude resistir más y termine dentro, llenándola de leche. Quedamos en esa posición unos instantes, para luego vestirme, y sin palabras irme a mi cuarto. Cuando estaba saliendo mi hermana dijo “Siempre supe que me mirabas”. Nunca más se habló del tema, pero esa noche será inolvidable, para los dos.
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