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Categoría: Infidelidad

UNA NOCHE EN UNA TABERNA

Babeaba su mirada sobre mis pezones que se marcaban bajo el vestido blanco. Y me gustaba, me animaba, algo que necesitaba en aquella taberna de puerto, donde llevaba sonriendo toda la tarde noche por obligaciones familiares y profesionales.



 



- El primer Alatriste le sale cómodo. No tiene más que usar el plano ese de Madrid, con maqueta en el Museo Municipal y esa época...un poco de don Alejandro y... a soltar su pluma fácil.



 



El hombretón ríe bajo y me toma la mano con cariño, su mirada ha cambiado y me doy cuenta que empiezo a ser otra.



 



- ¡ Coño! Y yo que creía que eras una señora burguesa y buenorra y me sales una lectora ilustrada... parecía imposible que fueses más atractiva … y resulta que lo eres.



 



Ahora soy yo la que se ríe ante el piropo del marinero y con ganas de lucir otros encantos, a parte de mi físico que valora lujurioso, suelto :



 



- El que tuvo merito es Díaz Yanes con la peli. Aunque hizo que se acabara la serie.



 



Son ahora las dos manos las que toman mis antebrazos, son fuertes, callosas, deben trabajar las maromas del barco, me tiene ganas, y a mi me encanta, así que continuo:



 



- De todas formas a nivel ventas no daba para más.



 



- ¡ Qué voz más sexual tienes! ¿ De donde has salido una sirena como tú?



 



-He salido de Argentina. El tono de mi voz y un cierto aire físico se parecen a la de una cantante: la Varela, que le llaman la gata Varela.



 



- Te llamaré gata, si no hay objeción.



 



Sus dedos recorren la piel de mis brazos y llegan a la palma donde juegan con las rayas de mi mano, me hace estremecer, noto el principio de humedad en mi vagina.



 



-Yo, a vos, te diré Perro. De modo cariñoso, porque tenés un aire a un perro de aguas y sos grande como el personaje Perro, de Juego de tronos, que es un ogro bueno.



 



Sonrío, saco y muevo coqueta la punta de la lengua, como haciendo burla, aunque un buen conocedor, y él lo era, podía pensar que era una mueca de una chupada de pija.



 



- ¿ Esa Varela es la que cita Montalbán en su novela sobre Buenos Aires?



 



- Sí ,esa que tiene un tango que dice “es una atorranta... que se deja y no se deja”.



 



- Y , tú. ¿ Te dejas o no te dejas?



 



Respiro hondo para que mis pechos estallen bajo el vestido, ojeo como va el ambiente, y lo que veo me hace decir muy felina:



 



- Todavía no lo sé... tentame.



 



La verdad que ver como mi marido toquetea y besuquea a una antigua novia me está sacando de mí. Al enojo de todo el día, aquello iba siendo la guinda del pastel.



 



Habíamos volado a España para una reunión de trabajo de mi esposo, dejando a los niños con mis padres en Argentina. En los dos días de su curre, había podido hacer alguna compra, disfrutar de mis suegros, en especial de él, que es mi profe de cultura y pensar en tres días en París, que me encanta.



 



Pues todo a la mierda. Viaje a Vera, a ver una promoción inmobiliaria. El socio capitalista de la sociedad donde trabaja mi cónyuge está casado con una prima suya, que se apuntaba ... hasta ahí , una lata pero la cosa se podía llevar.



 



Como me había dicho mi suegro, dándome un besito: “No tendrás el Sena pero tendrás playa”. Me había hecho sonreír porque, me daba cuenta, que en su mente ya vivía el placer de verme desnuda junto al mar. Y animarle sexualmente me encanta.



 



Lo que me había puesto de mal humor fueron dos cosas con las que no contaba.



 



Una, que el cretino del socio de mi esposo celebrara el cumple de su jermu en Vera con toda su familia para presumir del pedazo de yate que se había comprado. Y así me tocaba aguantar ese aire del español ante la sudaca, o sea yo.



 



Segunda y más importante que acompañando a mi cuñada apareciera la antigua novia de mi marido. Suficientes motivos para tener el cabreo que tenía.



 



No se lo iba a contar al galán que intentaba ligar conmigo. La verdad que cuando entró en el local, andando erguido, fuerte, bronceado, me hizo recordar a Gregory Peck llegando a San Francisco con la cuadrilla detrás. Era menos flaco, un poco sucio, eso hacía que el apetecerle te hiciera un poco cochina. Oteó el local buscando donde sentarse, me vio, sus ojos llamearon y fue a una mesa cercana a la mía para poder contemplarme bien.



 



Yo me estiré, me crucé de piernas y respiré hondo para lucir encantos y sonreí como diciendo: Si vos sos un macizo, yo soy una mina muy linda.



 



Mientras tomaba una cerveza, me desnudó con la mirada, me encantó. Como sabemos hacer casi todas las mujeres, me insinué intentando provocar su lujuria para que deseara tomarme entre sus fuertes brazos y romperme con la verga. El juego de calentarnos con la mirada siguió hasta que se fue.



 



Cuando volvió, uno de la tripulación se había enrollado con el socio de mi esposo hablando de negocios y se había creado una comunidad copas entre la gente de su barco y mi familia política.



 



Él aprovechó y se sentó frente a mí. Me dio un subidón porque, pasado por la ducha y cambiado, era un pedazo de macho de esos que te relames al verlos. Empezó a darme conversación de forma descuidada, para saber de mí y que me sintiera cómoda. Cómoda y cada vez más caliente por cómo me miraba, yo jugaba a responder haciendo que él también se fuera poniendo cachondo. Me dejaba llevar como una niña a la que el lobo engatusa.



 



-¿ Te gusta y sabes de cine?



 



Ha movido la silla y se ha acomodado a mi lado , sin soltar uno de mis brazos. La pregunta me ha llegado junto a su aliento en mi rostro.



 



Está a mi derecha, su mano izquierda se posa en mi muslo. Me arde la piel a través de la fina tela del vestido. El pulgar en la parte interna, el resto de su mano sobre mi pierna. Miro por si alguien se ha dado cuenta del ataque. Nadie nos ha visto.



 



Mi cuñada está ligando al macizo del barco. El chico ya ha empezado el ataque descarado. Mi enojo sube de grado al ver que, la antigua novia de mi marido le ataca, y él responde con ardor. Han sido apenas unos segundos suficientes para contestar.



 



- Un poco y ahora miénteme...dime que me parezco a una actriz, de esas guapas que se entregan a la pasión cuando encuentran un buen galán.



 



Si mi marido se dedica a ponerme en evidencia, yo no me voy a quedar atrás. El pirata lo ha captado todo, así que no me extraño cuando la mano del muslo pasa a la espalda desnuda. Me da un sofocón de deseo, tiene una mano cálida con callos que la hacen mas sexual, que te llevan a sentirte frágil, deseando entregarte.



 



- Te pareces a Raquel Welch. Eres más dulce de cara, pero tienes un cuerpo de diosa como ella. - Y lo dice desnudándome con los ojos, al tiempo que mueve las manos en una caricia que me derrite y me pone a mil.



 



- No me lo han dicho nunca.



 



- Es que mas que gata pareces una leona, una guerrera, un hembra que vuelve locos a los hombres. Y con un par de peras de infarto.



 



- Soy fumadora, voy fuera a echar un pucho.



 



- Te acompaño y nos echamos lo que quieras.



 



Me levanto y voy rápida hacia la puerta. Apenas salgo enciendo un Lucky. Él llega unos segundos más tarde. Ha hecho que nuestras salidas no parezcan coordinadas. Me toma de la mano y me lleva junto al callejón de servicio solo iluminado por la luna llena.



 



Es enorme, le llego apenas al principio a la barbilla barbada aunque me estire sobre mis sandalias de taco muy alto. Doy un par de caladas sintiendo que él es una fiera que acecha para atacarme. Tiro el cigarrillo al suelo, lo pisa para apagarlo y me pega a su cuerpo macizo. Levanto la cara y el baja su cabeza para poder besarnos. Lo deseábamos los dos. Sus labios se posan en los míos, es mi lengua la que comienza a explorar en su boca. El beso es largo, entregado, siento su cuerpo viviendo junto al mío. Nos despegamos para tomar aliento.



 



Y volvemos a abrazarnos, yo levanto los brazos, enlazo mis manos en su cuello, me aprieto, quiero que sienta la turgencia de mis tetas. Pone sus manos en mi culo y me levanta haciendo que suba notando la erección de su verga. Me coloca frente a su polla dura que siento a través del pantalón, yo rodeo su cuerpo con mis piernas abiertas, el vestido se me ha quedado en la cintura. Me empuja contra su arma, que quiere romper los tejidos que nos separan. Nos comemos la boca, una llama de pasión nos quema los cuerpos. Nos movemos ansiosos como si estuviéramos cogiendo.



 



- Si seguimos te rapto.



 



- Mi pirata. ¡ Hazlo!



 



Mis pies han vuelto al suelo, sus dedos toman posesión de mis pezones erectos bajo el vestido.



 



- Son como dedales. Deja que yo juegue.



 



Entramos en la taberna, nadie se ha dado cuenta que hemos salido, están a los suyo, hablando, bebiendo, coqueteando o ya tocándose como mi marido y su antigua novia.



 



El lobo de mar me deja en la mesa y va hacia la barra y vuelve con una botella de JB empezada y dos vasos, pasa por donde mi cuñada hace algo más que tontear con el joven macizo, le dice algo al oído, les sirve un trago y viene hasta mi lado, me llena uno de los vasos , él se pone en el otro.



 



- Brindemos porque creo que en unos minutos podemos irnos a follar.



 



Me doy cuenta que el juego se va a convertir en una aventura sin retorno. Quiero hacer el amor con él, pero me da miedo. Quiero volver a mi tranquilidad de mujer casada, pero mi sangre hierve buscando la experiencia lujuriosa y salvaje de una hembra que se entrega a un macho desconocido.



 



No sé qué hacer. Decido que decida el destino.



 



- Un chupito de güisqui, que sabes es bebida medicinal que decía el sabio Ford.



 



Yo me lo tomo en dos tragos, estoy callada, he dejado de hacerme la culta y la ilustrada, estoy un poco asustada. Es una fuerza de la naturaleza que me va a arrasar. Noto su lascivia contenida esperando caer sobre mi cuerpo que ha ido poco a poco poniéndose más y más caliente. Lo siento en mi vagina mojada y en mis pezones duros.



 



Él rellena los vasos, me devora con la mirada mientras bebe lento su copa, yo apenas me mojo los labios.



 



Es mi cuñada la que se ha levantado y propuesto grupo por grupo ir a una discoteca. Todos se animan. Sé que es el momento de decidir. Tengo miedo pero estoy caliente y ansiosa. Cuando viene a mi lado para que vaya con ella, bebo de un trago el güisqui, pongo mi mejor cara de tristeza y le digo:



 



- Yo mejor me vuelvo al hotel. Dile a tu hermano que lo pase bien y que le espero dormida.



 



Mi cuñada me sonríe, me da un beso fraternal y comprensivo, y me susurra al oído:



 



-Ve tranquila, sólo te quiere a ti. Le ha dado un poco de nostalgia de juventud.



 



- Pues que la disfrute- le contesto muy digna- Pero yo no quiero verlo. Me vuelvo al hotel.



 



- Id tranquilos, yo le acompaño a tomar un taxi. - añade tranquilizador el pirata con cara de niño bueno.



 



Sale el grupo, nos quedamos solos. No me toca, solo sonríe dulce y poderoso. Pone su mano sobre la mía y como lo más normal me suelta:



 



- En un hotelucho, aquí al lado, tengo alquilada una habitación. Si quieres vamos.



 



- Por favor, no te rías de mí. Te puedo haber parecido una mujer fácil. Pero hace más de veinte años que solo he estado con un hombre. Tengo miedo... pero me gustas... me haces sentirme



 



- No sigas, ven y decide lo que quieres. Siempre vas a poder decir no.



 



- Ahora digo sí.



 



Nos levantamos y salimos. Es muy alto, a su lado me veo pequeña, como una niña que va a jugar y la protegen. Se da cuenta y me pasa un brazo sobre el hombro, me da paz. El hotel está media cuadra en una calle que sale del puerto. Se acerca a por la llave. Subimos en el ascensor. Es un primer piso. Enciende la luz, la habitación es pequeña, tiene una cama de matrimonio y un sofá que parece posible cama supletoria.



 



- La alquilo por si alguien del curso la necesita. Solo la pago si se usa.



 



- ¿ Qué querés que haga?- no sé cómo seguir.



 



- Querría verte desnuda. Eres una belleza y me gusta admirar los monumentos.



 



Respiro, me siento más segura, me gusta la vena exhibicionista que me está saliendo . Me muevo despacio, levanto las manos, mis tetas suben y me suelto el broche del vestido, que dejo en la cintura, mis senos quedan al aire. Paro unos segundos para lucirlos. Sé que tengo buenas lolas y cuando están los pezones excitados son un lujo para la vista. Me ayudo de las manos y muevo las caderas hasta que la tela cae al suelo. Me planto ante él, que me estudia callado, con hambre contenida. Para acabar de desnudarme y bajarme la bombachita debo inclinarme, lo hago de modo que disfrute de mi perfil y vuelvo a pararme ante él, totalmente desnuda sobre los altos tacos de las sandalias.



 



- Eres una diosa. Estás muy buena.



 



Se saca la remera, tiene torso fuerte de atleta retirado. El vello, negro, ensortijado recorre el camino de la pradera del pecho hasta el boxer que muestra la montaña de su deseo. Lo baja y aparece entre el matojo del pubis la verga en alto, dura, poderosa.



 



Me gusta, rezuma hombría. Nos quedamos mirándonos. He perdido el miedo, me ha ganado el deseo.



 



- Y vos, un titán ...¡ Tomame!



 



Voy a la cama, la abro, me coloco una almohada bajo las nalgas cuando me tumbo. Él se acerca, toma la otra almohada, y la pone levantando más mi pubis. Yo abro los muslos y espero húmeda que me la meta. Y lo hace tranquilo, tomando propiedad de mi vagina que recibe jugosa la tranca que la llena.



 



No deja que su peso me aprisione, se apoya en las manos ,que coloca rodeando mi cabeza y empieza a moverse sin dejar de mirarme a los ojos. Una amiga me dijo un día que los polvos mejores son con los ojos abiertos, disfrutando de tu pareja. Si alguien los cierra a lo mejor está pensando en otra persona. Y mi lobo estaba claro que lo que quería era estar conmigo y disfrutar me y ...hacerme disfrutar. Sé lo que es una cogida lenta. No era así como me cogía, era un ritmo de oleaje en las arenas de mi feminidad. A veces suave, otras más fuerte y siempre buscando mi más profundo yo, esa mujer sensual que vuela en el interior de todas nosotras. Yo subo la montaña del placer , descansada, disfrutando de la escalada, notando como respiro más fuerte, más necesitada de oxigeno.



 



-Sigue... por favor sigue- le ruego mimosa y entregada.



 



Y sigue, sus ojos tienen la profundidad y el ritmo del mar que paladea la costa que soy yo, que tiemblo, que noto que voy a despeñarme en un enorme abismo de placer. Me doy que llevo rato con mis piernas enroscadas a sus muslos buscando y gozando de la profundidad de sus estocadas. Y empiezo a venirme.



 



- Aaaahhhh- me sale un largo gemido de gozo.



 



Y me deslizo sobre una ola que me lleva en volandas hasta llegar al final del camino, en la orilla.



 



- Ha sido maravilloso. No sé explicártelo. Gracias.



 



Le beso colgándome de su cuello, busco el alma de ese hombre que me ha hecho sentirme una mujer en plenitud. Él, se ha dejado caer a un lado, para que yo no cargue con el peso de su cuerpo macizo. Me veo como una niña que descubre el paraíso en la verga sabia de un hombre.



 



Voy volviendo en mí, bajando de la nube. Me doy cuenta que mis miedos se han convertido en felicidad y alegría. Y le vuelvo a besar , esta vez con ganas de juego, de seguir haciendo el amor. Tiene la polla dura, apuntando al cielo. Me ha cogido, me ha hecho irme y sigue dispuesto a la batalla. Me siento juguetona.



 



Le muerdo el pezón y le agarro la pija. Da un respingo. Y su manaza cae en mis nalgas como el jinete que acaricia a una yegua haciéndola ver que él es el dueño.



 



-Gatita...¿no quieres un descanso?



 



- No. Quiero montarte. Sos un galán muy sabio cogiendo y yo una señora que desea cabalgar con ese rabo dentro hasta reventar.



 



- Pues a ello, vaquera.



 



Y voy a ello, me monto sobre él, me empalo en su pija, entra fácil, estoy muy mojada, me clavo hasta que su punta llega a lo más profundo de mi vagina, me quedo quieta para que que se de cuenta que la cabalgada va a empezar, sonrío y empiezo a moverme.



 



No tengo experiencia de mujer infiel, pero sí de hembra que folla y da placer follando. Pongo todo mi arte en la cogida. Juego con mi vagina, apretando y soltando, subo, bajo, adelante, atrás, me empotro y el vello de la base de su polla roza mi concha depilada mientras roto mi cuerpo ardiente. Él ha comenzado a acariciarme mientras me muevo. Sabe hacerlo, mi piel arde ante su toque, recorre mi cuerpo, muslos, espalda, nalgas hasta que llega a mis tetas ansiosas, necesitadas de su atención. Las atiende. Sabe tocarlas con las palmas y los dedos como si fueran violines, mimoso, haciendo que saquen lo más sensible de ellas y de vez en cuando un pellizco donde mezcla el placer y el dolor.



 



Estoy de nuevo casi en la cima, se da cuenta y culea acompañando mi ritmo haciendo que el choque de mi concha en su cuerpo sea más fuerte y mi placer más intenso. Sus dedos aprietan mis pezones erectos, sin llegar al dolor, pero marcando que me posee, que soy suya, que ese orgasmo en el que me desplomo como un río en cascada es una entrega de una hembra a su macho.



 



Inclino el torso y busco su boca con la mía, él se alza, el beso es largo, profundo, fundiéndonos en un encuentro de dos seres que saben que están para el placer y la locura del sexo.



 



Su verga sigue dura, clavada en mí. Le lamo la cara como una gata satisfecha. Mi miedo, mejor mi resquemor, se ha convertido en un ansia de libertad, de juego lujurioso donde me he soltado y quiero el disfrute del hombre que me está poseyendo.



 



Respiro hondo, mis pechos se alzan orgullosos de su turgencia con sus puntas enhiestas.



 



- ¿ Querés ver como me hago una pajita mientras te monto?



 



- Tienes un punto de putilla que quieres sacar y me va a encantar.



 



- De verdad, ¿ crees que soy un poco putita? - le repregunto coqueta.



 



- Eres una gata juguetona que me vuelve loco.



 



Me echo hacia atrás, la polla roza mi parte delantera de la vagina, la que tengo más sensible, hago que sea una funda que aprieta esa verga que me taladra. Mi clítoris queda a la vista. Está duro, me imagino que brillante por el flujo que le ha empapado. No dejo de mirarle a los ojos que brillan cuando los dedos de mi mano derecha empiezan a mimar mi botón rosado y la izquierda juega con mis pechos al tiempo. Busco que sea él el que pierda el control. Me relamo como la viciosa que estoy siendo, la puta que desea que su hombre se dispare, que aplauda como le lleva al abismo del sexo. Poco a poco me voy metiendo en una espiral en la que su lujuria que muestra su mirada ansiosa me va calentando, no sé como dos veces me he ido y voy hacia la tercera.



 



¡Que lindo cómo me siento! Es una sensación maravillosa, una nirvana en la que navego y su voz susurrante que me dice frases que no entiendo, pero que me doy cuenta que son términos marineros, como si mandara a un grumete lo que debe hacer para llevar el barco a buen puerto, pero que lo que me llevan es a una tempestad donde el viento en las velas de mi lujuria me hace volar hasta reventar en otro orgasmo salvaje casi me desmaya.



 



Me apoyo en su ancho pecho, rendida, pero con la polla dura y dentro. Le beso los pectorales, mordisqueo sus pezones, mimoseo juguetona mientras voy volviendo a la realidad. Me muevo para hacer que la pija quede al aire, orgullosa, brillante y empapada de mis flujos.



 



- Tres cero. Yo he tenido tres orgasmos y vos no has soltado la leche.



 



- Es que soy capaz de aguantar has que cambie la marea.



 



Y me entra la risa, mientras agarro, por el capullo, su verga mojada de mi placer, y empiezo a hacerle una paja. Uso la mano para enfundar su glande, la muevo arriba y abajo despacio, hago que el cabezón asome en la ventana del prepucio y se esconda, lo hago decidida, sin pedir permiso.



 



Y le beso mimosa . Se deja morrear y cuando puede hablar, me pregunta:



 



- ¿De que te has reído antes?



 



- Que yo he visto la película de la resistencia y las mareas - Sigo masturbándole mientras le contesto- “Cuentos inmorales”, la vi en un video de novia con mi marido. El chico que aguanta una paja mientras baja la marea.



 



- ¿ Te gustó?



 



- Tenía su morbo, como vos. Te voy a sacar toda la leche. No quiero presumir, pero soy buena haciendo “manuelas” como dicen los gallegos.



 



Y es verdad, que creo serlo y además me encanta. Ese agarrar la polla de un hombre y jugar con ella, el dominio que sientes al ver como le llevas hacia la cumbre del placer, hasta que largan su carga, me vuelve loca. Lo he hecho desde jovencita con los chicos que he salido, y como dice mi marido: eres una pajillera de matrícula.



 



Y con mi marino me apetecía lucirme, él me había follado como un campeón, yo le iba a sacar la leche como una niña, un poco puta y muy viciosa.



 



Me coloco cómoda, para poder menearla con la mano derecha y lamer y chupar con la boca el rabo orgulloso de su dureza. Subo, bajo con los dedos, paso la lengua por el cipote y por el anillo de la base, a veces me meto la ciruela en la boca y lo sorbo jugando con los labios. Disfruto de tener una pija para disfrutar de llevar a su dueño a la suelta de su semen.



 



- ¿ Te gusta lo que te hago, mi pirata?



 



- Me quitas años, pareces una novia adolescente...pero no pares...sigue.



 



Él ha comenzado a acariciarme mientras le masturbo, sus manos recorren mi piel desnuda poniéndome muy cachonda. Me dejo hacer mientras le hago. La paja lleva su maravilloso tiempo, sus dedos son cada vez más atrevidos, han tomado posesión de mi clítoris y lo miman haciendo que vayamos juntos hacia la cima.



 



- Estoy a punto de soltarte la leche.



 



Su caricia se ha hecho rápida y me tiene al borde del orgasmo.



 



- Yo también me voy a venir. Vos primero, que sos el capitán y luego voy yo, que soy tu grumete.



 



Apenas lo digo, ataco con los labios, la lengua y la mano su rabo hasta que dispara su semen en mi boca que la recibe con una mezcla de orgullo y gozo, al tiempo que sus dedos me llevan al orgasmo.



 



Nos quedamos abrazados, le besuqueo el pecho, me gusta sentir el vello en el rostro. Su mano recorre mi espalda hasta descansar en las nalgas. Es un momento de paz, pero yo quiero más. Ese hombre ha soltado un nudo que me ataba y quiero buscar más placer en el poco tiempo que nos queda. Creo que sé el camino.



 



- Me veo en tus brazos como una chica mala- le muerdo la tetilla- como Lolita o...



 



- ¿La antigua o la moderna?



 



Ha entrado en el juego, la verga que se amorcillaba vuelve a intentar endurecerse. Está pringosa cuando mi mano la agarra, me embadurno bien de la mezcla de mis flujos y los suyos y me chupo la palma, luego los dedos uno a uno como si fueran pequeñas pijas.



 



- Siempre la antigua , pero me veo quizás más, como Carol Baker en Baby doll, siempre me ha parecido que es de las que sabe poner cara más guarrilla, y es como me siento. Una guarrilla en tus brazos, una prisionera de un pirata que ha abordado la nave donde viajo y me tiene para poseerme una y otra vez.



 



- Gatita, eres una caja de sorpresas. La señora que nunca ha engañado al marido, se ha convertido en una insaciable...ahora ¿qué quieres?



 



- Se te ha vuelto a poner gorda y dura. Me siento muy perra, quiero hacerlo en cuatro como una yegua que la coge su semental. Que seas el toro que me cubre.



 



Me besa, es ahora él el que mete la lengua, rebusca en mí hasta que no podemos más.



 



- Te voy a romper, me vuelves loco.



 



- Eso quiero



 



Me suelto, y me coloco en cuatro, dispuesta a recibirle. No tarda en ponerse tras mío y tantear con su cipote la puerta de mi sexo. Me quedo quieta, ansiosa, esperando que entre. Me la mete despacio hasta dentro. Mete y casi saca dos veces. Luego me agarra los muslos y los cierra, de modo que son los suyos los que me rodean. Me he cerrado con su pija dentro. Queda quieto



 



-¿Querés sentirla bien apretada?



 



- Sí, un coño bien estrecho como de una potra.



 



Soy yo la que vuelvo a moverme, adelante, atrás, él me agarra de las caderas y acelera la cogida. Me penetra como un semental a su hembra, duro, fuerte, profundo y haciendo que comience a gemir de placer. Me quedo parada, me gusta que sea él el que me lo haga, y yo ser su vasija, su receptora de pasión. Así estamos un rato, hasta que teniéndome empotrada se aquieta.



 



Son unos segundos en que dejamos de movernos , respiramos hondo, como tomando fuerzas para otra carrera. Va deslizándose hacia afuera, se queda con solo el glande dentro.



 



Y me da una nalgada.



 



- Vamos, yegua. Muévete.



 



Y me da otro azote, no son fuertes pero sí contundentes, tiene unas manos de piedra. Y me muevo, y lo hago cada vez más rápido, él está quieto, soy yo la que llevo el ritmo del mete y saca. Y vuelvo a subir la escalera del placer, y me doy cuenta que me voy a volver a venir, y que el marino está jugando con mi lujuria y entonces casi le grito:



 



- Cabrón, ¡rompeme!...¡dame duro!... ¡ hazme tu hembra!...



 



Se ha convertido en una taladradora que se mueve rápido, me taladra y me está volviendo loca. Hace que me venga en un orgasmo que debilita mis brazos y hace que mi torso caiga en la cama sin dejar de tener su polla dentro de mí.



 



- Soy tuya.



 



Lo digo en un suspiro de entrega, y me doy cuenta que quiero regalarle algo muy mío, algo que muestre que me he entregado toda. Siento su polla dura en mi vagina, me acomodo para tocarme el clítoris y poder seguir siendo poseída por el lobo de mar incansable.



 



- Ponémela en el culo... aunque me duela un poco, soy tu prisionera, mi pirata.



 



- Va a ser un placer, bella dama.



 



La saca despacio, yo sigo con el culo en alto, dispuesta, apoyada y empezando a acariciarme mi pequeño botón rosado. Quiero gozar de ese macho que me ha surgido como un milagro en mi noche triste y me ha llevado al más allá de la lujuria. Mete los dedos en el charco de mi concha y empapados los usa para lubricar el orto. Apoya la punta de la polla y entra despacio ensanchando mi estrecho canal hasta sus huevos me golpean. Yo ya estoy lanzada a tocarme el clítoris, él se da cuenta y empieza a sodomizarme sin violencia, haciendo que me de bien cuenta que la tengo dentro, bien metida por el culo. Se mueve dueño de mi cuerpo, haciendo que me sienta su presa. Él se ha dado cuenta que soy su hembra, su esclava, su puta y poco a poco va aumentado el ritmo de las metidas. Yo sollozo entregada, estoy volviendo a estar en el principio del orgasmo, quiero que note como me voy.



 



- Ya casi estoy...sigue...¿puedo pedirte un favor?...mi pirata..



 



- Lo que quieras … princesa.



 



- No te vayas dentro. Echame tu leche encima...quiero sentirla en la cara.



 



- Eres una señora muy puta...lo intentaré.



 



El hablar mientras me encula y me masturbo, me hace un extraño efecto de fiesta, de juego, que me lleva a un orgasmo especial, en que gozo y me veo feliz gozando.



 



- Ya he acabado- musito .



 



La saca, sé lo que quiero y cómo me voy a entregar. Rápida, bajo de la cama, me arrodillo ante él, que se para y se la menea buscando su estallido.



 



- Tu leche, quiero tu leche...mi señor .



 



Y mi cara recibe su semen, mi mirada le dice todo.



 



Volvemos a la cama, descansamos abrazados unos minutos, sabemos que nuestro tiempo se acaba, he sido suya esa noche en que me habían dejado sola en medio de la gente y él me ha hecho totalmente feliz. Le beso agradecida, cuando me devuelve el beso hay algo más que deseo satisfecho.



 



Me ducho ligera para limpiar mis flujos y su semen, cuando salgo , ya se ha vestido. Me pongo la braguita, me ayuda a abrocharme el vestido, bajamos en silencio, pide un taxi, esperamos en la calle.



 



- Yo suelo estar en los finales de julio en Alicante.- le digo cuando veo las luces del taxi.



 



- Yo intentaré amarrar en Campello los 22.



 



- Como en Avanti...seguro que la has visto.



 



Su risa me acompaña cuando me monto en el coche.



 



Llego al hotel, mi marido no ha vuelto, me desnudo y me pongo un baby doll que he llevado para el viaje. No tengo sueño, paladeo los recuerdos de la noche y espero.



 



Mi esposo llega, el día clarea entre las rendijas de la persiana cerrada.



 



- ¿ Lo has pasado bien? ...cariño- le pregunto con tono comprensivo.



 



- Siento que te hayas venido pero ya sabes que uno no se puede ir cuando quiere.



 



- Y además no te querías ir... Anda...ven, lo comprendo.



 



Se ha desnudado y se ha metido en la cama. Le beso como una reina poderosa y a la vez generosa.



 



- Me he tenido que hacer un par de pajitas... solita. Vamos a dormir que estás cansadito ...pero mañana al levantarnos, quiero que me cojas bien cogida. Me lo merezco.


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