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Una noche de verano, caliente

"Una noche de verano caliente"

(Autosatisfacción)

El calor me despertó y el bañó que tomé, me despertó otras pasiones…

 

Me dicen Siam de cariño, pues siempre me han fascinado los gatos siameses. Les contaré un poco como soy, antes de empezar con mi relato: tengo 20 años, cumplidos hace seis meses, mido 1,75 y peso 68 kg. Mi piel esta bronceada por el sol, pues vivo en una zona costera; llevo el cabello largo, es rizado y de color castaño claro, hay mechones mucho más claros, por el efecto del sol. Mis ojos son de color miel, boca provocativa y un cuerpo que no tiene queja de mi parte yo diría que como 95-65-95: mis tetas son preciosas, paradas no demasiado grandes, pero generosas, la cintura mas bien estrecha y un culo que para el tráfico, por donde sea que paso. Ahora les contaré como empezó todo, espero que les guste y se masturben en mi nombre:

 

 

Hacía demasiado calor. Era imposible dormir, menos aun con la ventana cerrada, así que algo molesta, me levanté y abrí ambas hojas de la puerta, que daba al balcón. Me quedé de pié allí, esperando alguna pequeña brisa que me refrescara, pero no había viento. Me acostumbré a dormir en camiseta, durante los años que estudié en el internado, y como el calor era insoportable, me la saque, dejándola en el piso. Me quedé de pié, desnuda en la entrada del balcón, esperando que el calor se disipara un poco, pero aquello no ocurrió. El sudor se escurría por mi cuello, bajando hacia mi torso, metiendo entre mis tetas… lo sequé con mis manos, que acariciaron la piel húmeda.

 

Pensé que para poder volver a dormir, lo que me hacía falta era un baño de agua fría, así que fui al baño, abrí el agua de la ducha y me metí bajo el chorro, dejando que el agua mojara mi cuerpo y refrescara mi piel caliente. Cerré los ojos, mientras el agua corría desde mi cabeza, mojándome el cabello, que se pegó a mi cuerpo. Por fin el calor se disipaba. Me quedé bajo el chorro, durante varios minutos, disfrutando de la frescura del agua fría; sentía como el líquido acariciaba mi piel, los hilos de agua caían por mis tetas, usando mis pezones duros y parados, como un tobogán para formar pequeñas cascadas que se precipitaban hasta el suelo. El agua se escurría por entre la hendidura de mis nalgas bajando por mis largas piernas, aquello me producía placer, pues era como sentir miles de pequeñísimas manos acariciándome.

 

Cerré la llave y tomé la toalla, envolviéndome en ella y regresé a la habitación; no me movía mucho, pues no deseaba comenzar a sudar tan pronto. Dejé caer la toalla, con la piel húmeda aún, me puse un poquito de aceite, para suavizarla. Acaricié mi cuerpo, suavemente con el aceite en la palma de mis manos, concentrándome en mis tetas. Mis manos giraban en ellas, la sensación me encantaba. En un momento mis dedos aprisionaban mis pezones, tirando de ellos y retorciéndolos, para producirme placer. Las sensaciones eran maravillosas; dirigí mi otra mano hacia mi monte de Venus y me acaricié la piel, cubierta por un cuidado vello púbico. Mis dedos se introdujeron por mi raja, separando un poco los labios y rozaron mi clítoris…. aquello me hizo brincar y gemir… Mis pezones seguían torturados por mi otra mano, pero era una tortura deliciosa. Mi concha se mojó, con mis jugos y lamí mis dedos, sonriendo por el sabor de los líquidos que emanaban de ella.

 

Mis dedos seguían tirando de mis pezones a intervalos, para simular la succión y aquello me enloquecía, acaricié mi clítoris con suavidad, separando los pliegues de piel que lo escondían y noté como se había endurecido, saliendo de su capuchón. El corazón me latía deprisa y murmullos, salían de mis boca; me estaba cachondeando de una manera deliciosa, estaba caliente y pensé "lastima de no tener una buena verga… Es hora de hacerme una paja, a ver si así logro volver a dormir"

Me levanté y busque un consolador que tengo; es hermoso, simula a una polla, de unos 18-20 CMS de largo y con una circunferencia de unos 6-7 CMS. en un hombre, aquella sería una macana considerable.

 

Volvía a la cama, que por la época del año, estaba frente a las puertas del balcón, y me arrodillé en el borde, dando el culo hacia la noche. Separé mis piernas, abriéndolas mucho, hasta donde llegaran, quedando mi coño a unos 15-20 CMS. del colchón. Mojé mis dedos con mi saliva y me acaricié toda la rajita, humedeciendo mi clítoris y toda la suave piel que lo rodeaba. Chupé la polla artificial, mientras seguía pajeandome, me imaginaba a mi vecino, quien era un hombre mayor, muy apuesto aun. Me incliné hacia adelante, con mis piernas muy abiertas y sentí como mis tetas quedaban aplastadas contra la cama.

Los tendones de mi entrepierna se estiraban, produciéndome un dolor que me encantaba sentir. Mis piernas seguían abriéndose, tanto que cuando mi mano masajeaba mi clítoris, ésta rozaba el colchón. Chupé de nuevo la polla y la ensalivé para luego ponerla en la entrada mi concha, penetrándome lentamente, sin que mis dedos le dieran descanso a mi clítoris. Echaba mi cadera hacia atrás y hacia delante, así como hacen los perritos cuando cogen, mientras me metía aquella maravillosa herramienta y mis dedos seguían en la tortura del pequeño botón, que parecía que iba a estallar. Lo que sentía me encantaba, pero algo faltaba, necesitaba sentir algo mas (la verga de mi vecino hubiese sido lo mejor)… Saqué la polla de mi coño y la chupé, disfrutando del sabor de mis jugos y luego la puse en la entrada de mi culito; sostuve la respiración y traté de meter la cabeza dentro de mi ano… Me costaba hacer que entrara, pues estaba estrecho, no lo había dilatado, pero en aquel momento de mi calentura no me importaba, un poco de dolor no le hacía mal a nadie. Cerré mis ojos, sintiendo la cabeza de la polla, dentro de mi culito y comencé a empujarla lentamente, los primeros centímetros, mientras mi esfínter se acostumbraba al grosor; mis dedos no dejaban de moverse alrededor de mi clítoris y yo empujaba más y más, aquella macana dentro de mi culo.

 

Cuando estuvo toda dentro, la saque para volver a meterla una y otra y otra vez, cada vez más rápido y más fuerte. Mis dedos aprisionaban, por segundos, mi botón y eso me hacia saltar, lo que me producía dolor, pues mis piernas se abrían mas, forzando los tendones, metía de nuevo aquella verga maravillosa, rotándola dentro de mi culo, para sentir como acariciaba las paredes de mi intestino. Mi coño destilaba jugos que caían en el borde de la cama, y yo seguía pajeándome con gusto.

 

Con mis ojos cerrados imaginé que la verga que se alojaba en mi ano, era la de Luís Carlos, mi vecino; un maduro de unos 50 años, deportista, muy metrosexual él. Luís Carlos vivía un piso mas arriba que yo, pero en el ala opuesta a mi departamento, con lo que podíamos ver las ventanas del uno y del otro desde nuestras respectivas casa. Con fuerza me clavaba aquella verga en mi culo, imaginando que era Luís Carlos quien me cogía. Sentí el cosquilleo en mi clítoris, señal inequívoca de que mi orgasmo se acercaba; los músculos internos de mis muslos se contrajeron, el anillo de mi ano también se contrajo y mi clítoris creció más. Lo acaricié con mis dedos, mas rápidamente, mientras seguía perforándome el culo con aquella polla que era, en mis fantasías, la de Luís Carlos. El dolor de mis piernas extremadamente abiertas era delicioso, aumentando el placer que sentía, por la masturbación, por la cogida que me estaba dando.

 

Las sensaciones se juntaron, moví mis dedos, casi con furia, contra mi clítoris; me clavé aquella verga hasta el fondo, grité mientras explotaba en un orgasmo liberador. Seguí cogiéndome, alargando las palpitaciones y mi clítoris continuaba mandando impulsos y contracciones por toda mi concha, por mi culo, que se extendían por mi cuerpo. Me derrumbé sobre el colchón, con las piernas abiertas, el coño palpitante y lleno de jugos y la polla clavada en mi culo. Sonreí satisfecha por los momentos, lamí mis dedos llenos de mis líquidos y me quedé allí disfrutando de las sensaciones obtenidas en la privacidad de mi departamento. Pero estaba equivocada, del otro lado Luís Carlos había observado toda la escena desde su hogar, en primera fila. De la punta de su verga colgaban restos de semen, sonreía sin dejar de mirar hacia mi cuarto.

 

Ah!!!! Pero esa es otra historia

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