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Tras dejar a Paz, volví a mi casa pensando lo que había pasado, si era real, recordando cada momento. Aunque me lleve una tremenda bronca por llegar tarde y por no avisar, no me importó, apenas puede dormir pensando en ella.
A la semana siguiente Juan no fue a la reunión del grupo parroquial y no vi a Paz. ¿Qué pasaría? ¿Me estaba evitando? La respuesta fue más sencilla, el niño estaba pasando el fin de semana con su padre pues este, que vivía en el extranjero, estaba unos días en la ciudad.
Esto me lo explico Paz al siguiente sábado. No me comentó nada más y no hizo referencia a lo que había pasado entre nosotros. Yo estaba fuera de mí pues quería volver a verla y estar con ella.
Así pasaron algunos meses sin que pasara nada entre nosotros y llegó el verano por lo que íbamos a tener la última reunión del grupo que acabaría con una pequeña fiesta con los padres de los niños en el patio de la parroquia.
Cuando llego Paz con Juan, no pude evitar no mirarla, solo tenía ojos para ella. Ella me saludo como en otras ocasiones y siguió saludando a otros padres y a otros monitores.
La tarde avanzaba Paz no me dirigía la palabra. Algunos me notaban enfadado.
Javier ¿te pasa algo?, no nada.
Cuando acabo la fiesta los padres y los niños se empezaron a ir y vi a Paz que venía hacía mí.
-¿Estas enfadada conmigo? ¿Te he hecho algo?
No nada, solo que tú me has evitado.
-No es cierto, quien me lleva evitando estos meses eres tú.
Y así seguimos un rato hasta que ella corto los reproches pues jugando con otros niños le estaba esperando su hijo. Acompáñame hacia casa y hablamos.
No puedo, tengo que ayudar a recoger y no es una escusa.
-Pues vamos a hacer una cosa, dejo a Juan en casa de mi hermana y paso a buscarte en una hora.
El resto de los compañeros me miraban y me preguntaban de hablábamos. De nada importante, de su hijo, les dije cuando me preguntaron. Yo no les había dicho nada por el qué dirán, por los curas de la parroquia y por pensar que no se creerían lo que me había pasado con ella.
Acabamos antes de lo pensado y el resto de monitores se fueron a tomar unas cañas y yo con un pretexto me quede esperando a Paz.
Al cabo de un rato vi a Paz que venía hacia mí. Estaba radiante con unos pantalones blancos, de campana que estaban de moda esos años y una camisa que sin ser ceñida dejaba ver sus muchas curvas.
-Firmamos la paz y comenzó a reír. No seas tonto y vamos tomar algo.
Nos dirigimos a una pizzería cercana y poco a poco empecé a relajarme. Resulta que ella esperaba que yo la buscara pero al ver que yo no hacía nada pensó que era un cabrón y que se lo había comentado a mis compañeros por algunas miradas que recibía de ellos.
No seas tonta, yo no les dije nada, y si te miran es porque estás muy buena y nos pones a todos como otras.
-Qué quieres decir, que habláis me mi y del resto de las madres.
Claro que si, que te has pensado, seguro que tu estas en el pensamiento de algunos cuando se hacen una paja, le dije con intención de provocarla.
-Que cabrones sois, si en el fondo sois unos niños, me dijo haciéndose la ofendida.
-Y tu también te pajes. Pues si de vez en cuando.
-Y piensas en mí. Desde luego, siempre, le dije poniéndome colorado.
-¿Quieres venir a mi casa?. Si desde luego. ¿No tienes que llamar a tu casa?
No hace falta, pues pensando que luego nos iríamos todos los monitores a tomar algo avisé que llegaría tarde. Además ya he cumplido los 18 años.
-Pues eso hay que celebrarlo. Y pidió dos cubatas que nos bebimos charlando, hablando de lo decíamos de ellas, de lo burros y salidos que estamos todos.
Cuando acabamos salimos de la pizzería empezamos a andar hacia su casa. En un momento determinado la miré e intente besar y ella me lo impidió.
-No aquí nos conoce la gente y además tú eres un “niño” y yo una “vieja”.
No digas eso, es que me pones a mil le dije algo lanzado por la conversación que tuvimos.
-Vamos a casa y allí seguimos.
Llegamos a su casa y me dejo en el salón. Volvió de la cocina con dos cubatas de ron y se sentó a mi lado.
-Hoy estamos solos, tenemos la casa para nosotros y sin transición se puso a besarme como el primer día.
Yo que empezaba a conocer su cuerpo le respondí y empecé a quitarle la camisa. Cuando lo conseguí vi sus pezones bajo su sujetador y no puede evitar el mordisquearlo.
-Como has aprendido, que cabrón eres, ¿has estado con otra?.
No, solo he pensado en ti. Yo seguía chupándosela cuando ella empezó a quitarme el polo que llevaba.
Le quite el sujetador y seguimos tocándonos, recorriendo cada parte de su torso, de su espalda, besándonos.
Poco a poco fui bajando mi mano nerviosa y empecé a acariciarle el coño por encima de los pantalones.
-Sigue así, mete la mano por el pantalón, no te cortes. Así, así, joder que bien.
Ella empezó a desabrocharme el pantalón sacando mi polla de entre el calzoncillo y se puso a pajearla. Yo no sabía qué hacer, si dejarla o seguir yo acariciándola, pues la posición en el sofá no era la más adecuada. Finalmente decidí dejar que ella hiciera.
Se dio cuenta de mis intenciones y me dijo, no creas que no vas a seguir luego conmigo pero ahora déjate hacer. Se levanto y se arrodillo frente a mí. Me bajo los pantalones y los calzoncillos y empezó a chupármela.
Yo veía su cabeza subir y bajar, con una mano se apoyaba en mi polla y con la otra me tocaba los cojones. Yo todo estirado no sabía qué hacer así que la cogí del pelo y con la mano acompañaba su cabeza.
-No déjame, me tiras del pelo, me dijo mirándome.
Yo fui obediente y me deje hacer. Qué locura, como me la comía y con lo excitado que estaba no tarde en correrme, entre espasmos, dentro de su boca.
En esta ocasión se dejó mi semen en su boca dejándolo caer de forma provocativa por todo su cuello y extendiéndolo con su mano por sus tetas.
Yo alucinaba, tenía a una tía mayor y cachonda solo para mí y no sabía muy bien cómo seguir pues me había dejado vacio.
-Descansa un poco, relájate mientras me aseo un poco.
Cogí mi copa tal y como que había quedado, en una pose algo ridícula, con los pantalones entre las piernas, con la polla de recogida, así que empecé a beberme mi copa.
Paz no tardó en volver, no se había cambiado y se sentó a mi lado, con los pantalones puestos y las tetas al aire.
Quítate los pantalones, me dijo, estarás más cómodo y así lo hice quedándome en pelotas en su sofá.
Seguimos hablando de cosas intrascendentes. No me acuerdo de que pues no podía dejar de mirarla, de ver esas tetas a mi lado. De pensar que sería lo siguiente.
Al cabo de un rato mientras seguíamos hablando empezó a cogerme mi polla caída y empezó a acariciarla con naturalidad, con naturalidad, sin prisas, como si fuera lo más normal de mundo lo que estaba haciendo.
Mi polla empezó a responder a sus caricias poniéndose tiesa enseguida. Cuando se dio cuenta paró.
-Ven vamos a la habitación.
Una vez allí, al pie de la cama empezamos a besarnos. Yo no podía más así que la tiré sobre ella y empecé a quitarle los pantalones apareciendo poso a poco sus braguitas y bajo ellas, insinuándose su húmedo coño. Le fui a bajar las bragas, por cierto las recuerdo muy bien blancas de encaje, y me lo impidió.
-Para no hace falta desnudar a una mujer rápidamente, hay que ir poco a poco. Échate a mi lado.
Los dos tumbados sobre la cama, besándonos tocándonos, revolcándonos, no sabía muy bien como seguir. Yo intenté ponerme encima para empezar a follar cuando me paró pues ella tenía claro lo que quería y tomo la iniciativa.
-Javier, no puedo más vamos a follar. Déjate llevar mi amor.
Me tumbó encima de mí y me empezó a besar y a chuparme todo el cuerpo, yo la tocaba las tetas, la acariciaba, la susurraba. Ella me la mamaba.
Se giró hacia un cajón y saco un preservativo. Yo aunque los había visto, debo confesar pasado los años que no sabía cómo ponerlo, no dejaba de ser mi primera vez y esas cosas no se enseñaban en los colegios de curas. Ella lo abrió con cuidado y me lo puso.
-Quédate quieto. Y se puso encima de mí.
No me lo podía creer, estaba siendo mi primera vez, tenía a toda una mujer dentro de mí. Empezó a moverse encima de mí, primero lentamente, con sus manos en mis pechos, luego más rápido, sube y baja. Yo no sabía dónde poner mis manos, me estremecía.
-Sigue así aguanta, así, así, vamos muy bien.
Y cuando ya no pude más exploté dentro de ella, con una gran corrida, fruto de la juventud y de la excitación. Ella siguió encima sacándome todo mi jugo.
-Que bien cariño, como me has excitado, me decía como si yo hubiera tenido merito.
Se echo a mi lado y nos abrazamos. Así estuvimos sin hablar durante un buen rato, en ocasiones con los ojos cerrado, en otras mirándonos, acariciándonos.
Al cabo de un buen rato nos levantamos y los dos desnudos fuimos a la cocina a beber algo. Empezamos a hablar de temas intrascendentes, del verano, a donde íbamos a ir de vacaciones, como si lo que hubiera pasado fuera lo más normal. Desde luego para mí no lo fue.
Como se hacía tarde para mí, me vestí y nos despedimos quedando en que nos volveríamos a ver antes de irnos de vacaciones.
Pero ese encuentro será otra historia.
(Continuará)
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