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Categoría: Maduras

Una mujer más mayor que yo me inicia en el sexo

Ya he cumplido los cincuenta y, como nos sucederá a todos, me acuerdo perfectamente como me inicié en el sexo.



España, segunda mitad de los setenta, nada de educación sexual y todo lo aprendíamos en la calle lo que nos comentábamos los amigos.



Yo vivía en una capital de provincias, tenía 18 años, y participaba en un grupo parroquial en que hacíamos actividades con los niños del barrio algunos fines de semana, en los locales de la parroquia y con salidas al campo...



Como monitor manteníamos contacto con los padres de los niños o sobre todo con las madres que sobre todo eran las encargadas de llevar y recoger a los niños. Por cierto la parroquia estaba en la zona bien de la ciudad, en un barrio que hoy sigue siendo “pijo”.



Cuando venía a traer o a recoger a los niños no podíamos dejar de hacer comentarios sobre lo buenas que estaban las madres, madres jóvenes, pues en aquella época la gente se casaba antes que hoy en día, aunque a nosotros nos parecían algo mayores. Que diferentes se ven las cosas con el paso de los años pues nosotros teníamos 17/18 años y ellas quizás no más de diez años.



Aunque mayores para nosotros no podíamos dejar de comentar los buenas que estaban y a ponernos burros pensando que haríamos con ellas, aunque la mayoría no nos hubiéramos estrenado.



Con el paso del tiempo empecé a tener más contacto con Paz, madre de uno de los niños de 8 años del grupo, que siempre estaba dispuesta a echar una mano en la organización de actividades pues estaba separada, no existía el divorcio, y estaba dedicada solo a su hijo.



Paz no era del grupo de madres destacada, tendría unos treinta años, nunca se lo pregunté, morena, guapa pero no un belleza, algo rellenita y con dos tetas que se insinuaban dentro de su jersey.



En algunas ocasiones, si ella no podía, me pedía que le llevara a su hijo, Juan, a su casa al acabar las actividades. Eso lo hice varias veces pues vivía cerca de la parroquia y no era una molestia. Llegaba a su casa dejaba a su hijo y me volvía con mis amigos.



Un día su hijo tuvo problemas con otro niño y acabaron pegándose por lo que al acabar la reunión se lo comenté a Paz que se preocupo mucho por la situación, empezamos a hablar y la acompañe a casa pues quería saber los detalles. Como os he dicho estaba sola y no sabía muy bien cómo reaccionar.



Al llegar a su casa me invitó a entrar y estuvimos charlando de su hijo y luego pasamos a hablar de otras cosas, de los otros padres, de los otros monitores, de música, etc.  Me invitó a cenar en su casa, pero como yo había quedado, gilipollas de mí, me fui.



Luego con mis amigos, a los que no comenté nada,  no dejé de pensar en la situación. La verdad es que no había habido nada, ni una insinuación, ni una palabra o gesto fuera de lugar, pero no podía dejar de pensar en ella y a fantasear con la situación.



Pasaron algunos fines de semana u un sábado organizamos una actividad de todo el día, fuera del barrio, con otros grupos parroquiales. Cuando estábamos de vuelta al barrio empezó a llover, era primavera y por la mañana hacía un día despejado, y todos acabamos calados.



Paz no podía pasar ese día a recoger a su hijo por lo que le llevé  a casa. Al vernos todos calados no dudo en hacerme pasar a su casa para que me secara.



Me dio una toalla y mientras se preocupaba de Juan no dejaba de pensar en la última vez que estuvimos juntos y lo bien que lo pasee con ella.



Cuando volvió de atender a su hijo yo hice por irme y no me dejó.



Javier, me dijo, no puedes irte pues ahora pues llueve a mares y me debes aceptar una cena en casa. Acepté y  empezamos a chalar, de cómo evolucionaba su hijo, de cómo crecía y de una cosa a otra empezó a decirme lo sola que estaba.



Cenamos los tres juntos y tras acostar a Juan me iba a marchar, Paz, me ofreció una copa.



Seguimos hablando de los cambios que se estaban produciendo en el país, de cine y de las nuevas películas que llegaban a España, del Último tanto en Paris o de Emanuelle que recuerdos.



Cuando empezamos a hablar de estas película, ella no había visto ninguna de las dos yo solo había visto Emanuelle, se me notaba cortado pues ella me preguntaba de que iba la película y cuando le empecé a contar la historia no dejaba de preguntarme por los detalles.



En un momento determinado, y cuando nos habíamos bebido dos cubatas, me pregunto por si tenía novia, yo no tenía en ese momento, que a que esperaba, que con si era encantador y que no sabía cómo no me habían cazado. Yo me ponía rojo y no entendía nada hasta que me di cuenta que cada vez me hablaba con más confianza, se acercaba más a mí y no se cortaba al preguntarme por los detalle de sexo de la película. Yo cada vez estaba más cortado pues no sabía cómo iba a acabar la visita y con miedo a meter la pata.



Era virgen como la mayoría de los españolitos de esa edad y de esa época, como mucho había tenido escarceos con alguna amiga del barrio en alguna fiesta pero nada serio.



Envalentonada con mi timidez de pronto me pregunto si lo había hecho alguna vez a lo que le conteste que si, mentía, y ella, aunque enseguida me di cuenta que no se lo había crido, me siguió el cuento.



-¿Con quién lo has hecho por primera vez?



Pues, me inventé, con una amiga del barrio, hacía un año, en su coche le dije



-¿Y cómo fue?



Pues muy bien, le dije cortado, nos besamos, nos tocamos y cuando la tuve dura follamos, le dije en plan duro al pedirme más detalles.



-Javier no me engañes, tú no has estado con una mujer nunca.



Me di cuenta que me había pillado por lo que le dije que me iba pero al levantarme del sofá me cogió de la mano y llevó hasta ella estampándome un beso brutal.



No me dejaba hablar, me metió la lengua hasta el fondo y yo solo  me dejaba hacer.



-Perdona pero no me he podido aguantar, me comentó, si quieres lo dejamos, no sé que me ha pasado.



Le dije que estaba encantado, que me gustaba, pero que me sentía muy mal por haberla mentido y que nunca lo había hecho.



-Cállate y sígueme en silencio.



Pasamos delante de la habitación de su hijo y me llevó a su habitación.



Me quede parado, estaba excitado por lo que podía pasar pero al mismo tiempo acojonado por meter la pata, por fallar.



Paz se dio cuenta de mi estado, de mi timidez, de mi excitación. Se acerco a mí y me empezó a besar  dulcemente, en la boca, por el cuello y a quitarme la camiseta. Empezó a besarme los pezones y yo empecé a acariciarla, a tocar sus esplendidas tetas por encima de su jersey a devolverle los besos a intentar subirle el jersey.



-Espera me dijo y se lo quito dejando al aire dos estupendas tetas dentro de un sujetador blanco, todavía me acuerdo, que apenas podían contenerlas.



Seguimos besándonos y ella acerco su mano a mi polla por encima del pantalón. Mi polla estaba todo tiesa luchando por salirse del pantalón.



-Que cosa tienes ahí, me decía, tocándola y no dejando de besarme.



Yo torpemente conseguí quitarle el sujetador y poder ver en todo su esplendor sus teta, unas tetas que me parecieron espectaculares, y lo eran. Grandes ligeramente separadas, con unos pezones no muy grandes que estaban tiesos pues ella estaba excitada.



-Qué te parece lo que ves, te gusta.



Si mucho, le decía no dejando de tocarlas.



-Ten cuidado, no seas bruto, trátalas dulcemente, besamelas.



Y yo me puse a ellos, le empecé a besar el cuello y primero una teta, luego la otra. A besar sus pezones, primero uno, luego el otro, luego la boca y de repente me mete mi cara entre sus tetas.



-Muérdeme los pezones, pero con cuidado.



Empecé a mordisquearlos y vi como se re estiraba, como se retorcía de placer. Ella me dirigía.



Me hizo parar y se sentó en el borde de la cama. Me empezó a besar el ombligo y alrededores y me bajó los pantalones saliendo como si tuviera un resorte mi polla todo tiesa y con algo de líquido seminal saliendo por ella.



-Déjate llevar, y empezó a chuparla.



-Cuanto me gusta, que rico me sabe,



Yo tenía no podía dejar de mirar cómo se metía la polla en su boca, como me limpiaba el capullo con su lengua, como me chupaba los huevos.



-Te gusta lo que te hago, relájate.



Y tanto me relaje que no pude más y empecé a correrme en su boca que ella no apartaba. Mi leche se le salía por los lados pues, como os podeis imaginar, mi corrida era enorme.



Se levantó y se fue al baño quedándome allí de pie con la polla en retirada. Mirando su espalda y dándome cuenta del culo que escondía dentro de los pantalones.



Le pedí perdón cuando volvió.



-No digas nada, me ha gustado mucho volver a saborear el semen de un hombre. No te rías si te digo que no me gustaba al principio. Mi marido me pedía que se la chupara pero yo no quería me parecía algo asqueroso pero con el tiempo le fui cogiendo gusto.



Comencé a sacarme el pantalón corto de entre las piernas cuando vi la hora y me di cuenta que tenía que volver a casa ya que iba a llegar tarde aunque en ese momento era lo que menos me importaba. No os sorprendáis con 18 años había toque de queda.



Me tengo que ir, le dije. No quédate, sigamos. No puedo.



-Vale vete, lo entiendo. Fue a buscar mi ropa ya seca. Me vestí y me despidió muy seria.



(Continuara)


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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