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Hola mi nombre es Kal-El, tengo 28 años mi piel es de un tono moreno, mi complexión normal tirándole a delgado, mido 1.70 m. y soy muy caliente, lo que relatare es algo 100 % verídico que me ocurrió hace 4 años.
Soy un adicto al Messenger y en una de tantas navegadas, conocí a una persona mayor que yo de unos 45 años aproximadamente, una mujer simpática y muy interesante a quien llamare Elizabeth. Como ella también es muy asidua a los contactos vía Internet pronto entablamos conversación. Nos caímos tan bien que de inmediato nos hicimos muy buenos amigos.
Para conocernos a fondo, cada uno decidió contar algunas cosas sobre su vida. Mi cibernética amiga está casada con un hombre mayor que ella, de quien tiene 4 hijos. También me confió que su relación matrimonial no es muy buena, por eso buscó una pareja además de su esposo, pues éste ni caso le hace y ella necesitaba sentirse amada.
Me platicó que tuvo un "novio" sin embargo este sólo la utilizó, era casado y tenía familia. Así que decepcionada del amor, buscó refugio en la red, donde la encontré y sin proponérmelo, la hice sentir mejor:
- Contigo me siento muy bien. – Me dijo, así que le propuse:
- ¿Por qué no nos conocemos personalmente? – Ella aceptó gustosa. La cita fue en un súper.
El día del gran encuentro llegó. En el lugar encontré a una mujer muy delgada para mi gusto, pero extremadamente simpática. Enseguida rompimos el hielo y hablamos sobre varios temas, entre ellos el sexo, el tópico preferido de Elizabeth. La calidez del encuentro y el tono de la plática elevaron el calor de nuestros cuerpos y el deseo. Con cierta timidez le propuse.
- Vamos a un lugar privado, donde estemos solos y pueda hacerte el amor como deseas. -
Al principio ella no accedió, pero cuando sintió un poco más de confianza, aceptó la invitación y se dejo conducir hasta un hotel.
Estábamos un poco nerviosos al llegar, así que pedimos unas bebidas y seguimos la conversación por un rato. Yo tome la iniciativa y me acerqué para darle un tierno beso que correspondió con algo de pudor. Fue el segundo trago el que nos desinhibió por completo y provocó que nos enlazáramos con un atrevido beso de lengua que me llego hasta la campanilla. Tras el beso susurró unas palabras que más que una confidencia parecían una súplica.
- Hace tanto tiempo que no tengo relaciones, que ya olvidé lo que es sentirse amada. -
Sin más comencé a despojarla de sus ropas, le saqué la blusa y aparecieron ante mí un par de tetas, tan pequeñas y firmes como dos limones, que culminaban en grandes pezones marrones sobre los que deslicé mi boca, mientras ella suspiraba de placer, así continué besando su cuello y todo su cuerpo. Con la respiración entrecortada me ordenó:
- Hínchate. -
Obedecí y bajé hasta su cintura, hábilmente le saqué los jeans para dejarla solo con un bikini.
- ¿Te gusta lo que ves? – Preguntó.
- Tu culo es pequeño pero muy apetitoso. – Le contesté al tiempo que descubrí bajo su bikini una conchita blanca, rasurada, lista para ser comida.
En la habitación que nos servía de escondite, comencé a explorar su conchita con mi lengua y su estrecho culito con un dedo, como no permitió que lo metiera más, ahí me detuve. Entre jadeos escuché:
- ¡Ohhhh! Siento divino. – Lo que me incitó a no dejar de chupar y mordisquear para complacer a mi frágil y deseosa amiga:
- ¡Mááááás, no pares! -
Como respuesta me empapó la cara con el néctar divino que derramó al experimentar su primer orgasmo. Temblando de pasión se colocó frente a mí para bajarme los pantalones y coger mi pene:
- Lo tienes muy bien y gordito. Me gusta mucho. -
De inmediato comenzó a lamerlo, desde el glande hasta las bolas, como si fuera un suculento manjar, chupaba con tal habilidad que parecía una experta. Elizabeth siguió gozando con mi palo entre sus labios hasta que llego el momento de sentirlo dentro de su concha, entonces la conduje hasta la cama, abrí sus piernas y se lo introduje mientras dejaba escapar grititos de satisfacción:
- Ahhh, que rico. Sigue, así, así. -
Eso me excitó tanto que continué bombeando sin parar. Levanté sus piernas sobre mis hombros para metérselo completito y lograra venirse otra vez, debo decir que al ser ella muy flaquita tenía una conchita muy estrecha, cuando sintió el dolor que le causaba el choque de mi verga con las paredes de su vagina, aceleró sus movimientos y no paro de gritar, yo seguí penetrándola profundamente hasta que ella se desvaneció en un orgasmo monumental de satisfacción y yo descargue torrentes de mi leche en su conchita, extraje mi verga ya flácida por la pelea de su concha, ella se quedo en la cama.
Al verla nuevamente expuesta, sin ropa, sensual, mi verga volvió a la carga y no pensé en otra cosa que seguir con mi juego de deseo y seducción. La puse en cuatro patas o de a perrito para que continuara con el goce que su marido nunca le había dado y la hacía sentir muy bien. La empecé a bombear y ella gritaba de placer, pero sin pedirle permiso, comencé a meter un dedo por su rico culito, ella se estremeció, y al no oír reclamo, le metí otros dos dedos y cuando vi que su culo estaba dilatado, le saque la verga de su concha y la dirigí a su culo, intento liberarse pero la sujete muy fuerte, y le empecé a meter mi verga en su culo, cuando ya había entrado la cabeza ella se resignó y solo me dijo:
- Ya entiérrala por favor. -
Yo se la metí de un golpe al cual ella grito de dolor, la deje un rato adentro sin moverme, para que sus paredes anales se acostumbraran al grosor de mi verga, comencé el movimiento lentamente, ella ya para ese momento ya no gritaba de dolor sino de placer.
- ¡Ahhh, no pares, no pares, rómpeme el culo, hazlo! -
Cuando estaba a punto de venirme se lo dije, así que se apartó para que se la sacara y me la mamara como sólo ella sabía hacerlo. El semen salió en un chorro que inundo su boca y se tragó hasta la última gota.
No pensé que hiciera eso, pero fue algo que disfrutó. De un impulso Elizabeth saltó de la cama para dirigirse al baño, turbado la seguí y al entrar la descubrí bajo la regadera deslizando sus manos por cada rincón de su delgada figura, con la mirada me invitó a poseerla una vez más.
Excitado reaccioné a su insinuación y de inmediato me paré junto a ella, la tome por la cintura. No dudé y la incliné para deslizar mi lengua por su trasero una y otra vez. Cuando su concha la sentí húmeda me incorporé para metérsela, ella me detuvo y me dijo que por ahí no, mientras se inclinaba de nuevo para apoyarse en el cancel y moverse a placer, se la metí por su culito. En cuestión de segundos comenzó a estrujarme una y otra vez hasta dejarme sin habla y con los ojos en blanco. Nos acoplábamos tan bien que acabamos juntos.
Nos dimos un baño, nos cambiamos y al salir cada uno tomó su camino con la satisfacción reflejada en el rostro. Desde ese día no deje de conectarme al Messenger para conversar con ella de lo bien que lo pasamos, pero desgraciadamente se tuvo que mudar de ciudad y ya no hemos podido seguir con nuestros juegos.
Espero sus comentarios sobre mi relato.
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