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Mi nombre es Roxi, soy una joven colombiana, pero vivo en Galicia con mis padres desde hace dos años. Mido un metro sesenta, soy bisexual, trigueña, todo curvas y me alivio leyendo tus relatos. Me gustaría tener sexo contigo para saber si al follar haces las cosas que escribes.
P.D.- Puedes preguntarme lo que quieras.
A su correo, le respondí:
-Cuéntame cómo fue tu última relación lésbica y con quien.
Su respuesta fue:
La última vez fue también la primera.
Volvía de clase con mi amiga Carmen y comenzó a llover de forma torrencial. Nos tapamos la cabeza con las carpetas, echamos a correr y nos abrigamos bajo un balcón. Al rato estaba toda la calle inundada. Pasó a todo gas una cabrona en un auto y nos bañó con el agua de una charca que se había formado. Carmen, mirando para el auto que se alejaba, dijo:
-¡Maldita desgraciada!
-Ojala se estampe contra una farola.
-Mi casa queda a la vuelta de la esquina. ¿Vienes a secarte?
Carmen, me gustaba, me gustaba mucho. Oyera algún comentario acerca de sus inclinaciones sexuales. En aquel momento decidí aclarar mis dudas.
-Sí, pero antes dime: ¿Eres lesbiana?
-Me gustan las chicas, sí. ¿Y a ti?
Le mentí.
-¡No!
-Es bueno tener las cosas claras. ¿Vienes a mi casa o no? Mi padre y mi madre están trabajando.
-¿Por qué me lo dices?
-Para que no pienses mal al ver que no están, eso si vienes.
-Voy.
Carmen es una chica morena de ojos azules, largo cabello negro, guapa, más baja que yo, y tiene un culo precioso, y para él le miraba de camino a su casa.
Al entrar en su casa sentí un calorcillo muy agradable y un fresco olor a pino. En la sala, Carmen, puso la carpeta encima de uno de los calefactores, y yéndose, me dijo:
-Pon tu carpeta al lado de la mía.
No tardó en volver con cuatro toallas de baño, dejó tres encima del calefactor y con la otra se puso a secar mi cabello. Comencé a temblar. Sonriendo, me dijo:
-El tembleque no es de frío. Son los nervios. No te preocupes. No te voy a comer. Quita la chaqueta y la blusa.
-No llevo sujetador.
-Ya te dije que no te iba a comer.
Me quité la chaqueta y la blusa y vio mis tetas con forma de pera, areolas negras y finos pezones.
-Tienes unas tetas preciosas.
Sonreí con nerviosismo, y le dije:
-Gracias.
Cogió la toalla que había puesto sobre el calefactor, se puso detrás de mí, y con ella calentita secó mi cuello, mi espalda, mi barriguita, y al final mis tetas. Me besó el cuello, le dije:
-No.
-Como quieras. Acaba de desnudarte.
Al quitar la falda, las medias los zapatos y las bragas me estaba entregando y ella lo sabía.
-Tienes un cuerpo maravilloso.
-Gracias.
Me secó las nalgas y me las besó. No la reprendí. Me secó las piernas. Me di la vuelta. Se agachó. Me secó el chocho, que tenía totalmente depilado y me besó el clítoris. Después se levantó, cogió otra toalla de las que estaban sobre el calefactor, y me dijo:
-Sécame la cabeza.
Enfrente de ella comencé a secar su cabello. Carmen se quitó la chaqueta, la blusa y el sujetador. Tenía unas tetas redondas, preciosas. Cogí otra talla y le sequé todo, espalda, nalgas, vientre... Al secar las tetas sentí como de mi chocho salía flujo calentito que bajaba por uno de mis muslos. Carmen se acabó de desnudar. Cuando me agaché para secar su chocho peludo, las piernas y los pies, cogió mi cabeza con las dos manos y llevo mi boca a su cuevita.
Yo había visto bastante porno lésbico, así que metí mi lengua entre la raja y lamí de abajo a arriba. La lengua se me llenó de babitas, calentitas, deliciosas. Tiré la toalla. La cogí por la cintura y le hice un delicioso cunnilingus... No sé el tiempo que pasó hasta que le comenzaron a temblar las piernas y se corrió en mi boca. No era como yo que me corro como un río, Carmen, eyaculó muy poco, pero eso sí, sus gemidos de placer erizaban la piel. Cuando acabó de correrse miré para el piso del salón. Sobre la alfombra había un charco de jugos, no eran suyos, eran míos, y eso sin haberme corrido, cuando me corriera la iba a ahogar en jugos, y de hecho, casi la ahogo.
Bueno. ¿Qué me dices, Quique? ¿Quieres ser el primer hombre que me penetre y que me haga de todo? Espero tu respuesta.
Un beso.
No sé qué contestar. ¿Tú qué harías?
Quique.
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