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Categoría: Incestos

Una historia violenta

Estaba oscureciendo, como todos los días mi madre volvía del mercado de hacer sus compras, nada de otro mundo. Vivíamos en un barrio cerrado de una comunidad judía, casas separadas y de un alto poder adquisitivo. Hacía años que vivíamos los dos juntos, ella se había separado de mi padre, un empresario e inversor, que nos dejó un alto nivel de vida, no sé si por la culpa de haberse ido con su secretaria, no nos privó de nada en lo económico, pero desapareció de nuestras vidas. Mi nombre es German, en ese momento tenía unos 18 años, era muy inocente en casi todos los sentidos, tal vez mi educación en colegios religiosos, no me permitió otra cosa. Mi madre, Débora, se convirtió al judaísmo cuando se casó con mi padre, en cierto sentido tuvo que adaptarse a una vida religiosa en la ella mucho no creía, pero conservaba todo la apariencia de someterse a ese destino. Ella es de tez un tanto morena, pero ante todo sobresalen sus profundos ojos verdes, que dejan sin habla a cualquier hombre. En ese momento ella tenía unos 35 años y dedicaba su vida a mi cuidado.



Sus amistades eran muy pocas, especialmente vecinos del barrio, pero la mayoría era gente muy ocupada, aunque sus esposas casi siempre se encontraban en sus casas cuidando a sus hijos. Los más allegados a mi madre, eran una pareja de judíos ortodoxos, Samuel y su esposa Sara. Mi madre los visitaba seguido, aunque él era muy reservado, Sara era un poco más expresiva y cariñosa, especialmente con sus tres hijos, dos mellizos de unos dos años y su hermanita de no más de cuatro. Sara era hermosa, su piel blanca resaltaban sus ojos azules y su pelo enrulado rubio, que apenas se podía ver escapando de algún costado de los pañuelos que cubrían su cabeza. Yo era ajeno a esa relación de amistad, casi no estaba permitido por temas religiosos que pudiera tener un trato directo con Sara, aunque no todo era tan estricto. Las pocas veces que hablaba con Samuel, era él el que me hablaba de su trabajo, cortaba diamantes en una joyería propia y ese era su mundo.



Volviendo a ese día que rápidamente se tornó trágico, mi madre estaba entrando a casa, yo me encontraba en el living y veo como abre la puerta de entrada, con dos bolsas en sus manos. De repente veo dos sombras detrás de ella, eran dos personas vestidas de negro, con pasamontañas que le tapaban la cara. Rápidamente la persona con mayor altura, sin que ella se diera cuenta la toma del cuello por detrás, mi madre suelta las bolsas y caen al piso, él la empuja hacia adentro, mientras el otro cierra la puerta. Yo trato de levantarme para salir en su auxilio, pero de inmediato saca un revolver niquelado y me apunta.



-¡No te muevas o la mato!



-¡No a mi hijo no!



-¡Cierra la boca puta!



Quedo petrificado del miedo, mi madre casi no podía respirar, mientras la arrastraba a la cocina.



-¡Vamos, pendejo, a la cocina y no me mires o te mato!



Nos llevan de forma violenta a la cocina y nos sientan en dos sillas de madera, con unas sogas que traían en sus bolsillos, nos atan con fuerza. Yo trataba de no levantar la vista. Mi madre lloraba mientras empiezan las exigencias.



-Vamos, puta, ahora quiero que me digas donde está el oro y los diamantes o mato a tu hijo.



-No, no le haga nada, yo le voy a dar todo, pero no tengo oro ni diamantes. Por favor no le haga nada.



-Vos me mentís, puta, lo voy a matar, puta.



-No, por favor, no miento, tengo algunas joyas pero no son de valor



-Vamos, vayan a buscarla y me la traen, yo me quedo con el pendejo y espero que no se me escape un tiro.



El otro ladrón estaba a mi espalda y toma a mi madre de un brazo y se van a buscar las joyas. Mi madre tenía los brazos atados en su espalda y se notaba que muy apretados por las sogas. Mientras me quedo con el más violento de los dos.



-Pendejo, si no traen el oro, voy a matar a tu mami y quiero que sufra.



En ese momento yo ya estaba atado con fuerza a la silla. Pasan unos minutos eternos hasta que vuelven con mi madre.



-Esto tenía. Son baratijas, es basura



Dijo el otro ladrón, pero me sorprendo cuando escucho la voz de una mujer.



-¡Esta basura! ¡Te voy a matar puta! vas a saber quién es el jefe.



Se pone más violento. Toma a mi madre del pelo y la hace arrodillar.



-Toma la cabeza del putito, que vea lo que le hago a su mamita.



Mientras mi madre lloraba, la mujer me obligaba a mirar la escena.



El hombre se baja la cremallera del pantalón y saca su pene erecto y brilloso, era gigante y morado, era un hombre de color, un negro, no lo pude notar hasta ese momento ya que llevaba cubiertas las manos con guantes. Mientras la toma del pelo se lo acerca a la boca de mi madre, ella no tiene otra alternativa, mientras la apuntaba con el revólver, de abrir la boca y chuparlo. Su glande sobresalía por su color rosado de entre su oscuro tronco, casi no entraba en su boca por el tamaño, hacia un esfuerzo para abrirla.



El hombre la penetra por la boca con mucha violencia, la embiste con fuerza muchas veces, ella se queda casi sin respiración, tiene arcadas como queriendo vomitar mientras le chorrea gran cantidad de saliva. Era una escena terrorífica. De repente se detiene.



-Ahora putito, vas a ver cómo le rompemos el culito a tu mami, putito.



Con la misma violencia que antes y ahora con la ayuda de la mujer, levantan a mi madre y le meten un guante, el que llevaba puesta la mujer, en la boca. La mujer le baja el jean a mi madre y se lo saca. Veo a mi madre con una pequeña tanga blanca, el hombre se la arranca de un tirón y la deja desnuda.



-Toma, tápale la boca al pendejo.



Le alcanza a la mujer la tanga que le había arrancado, ella la toma con una mano y me la mete en la boca con mucha fuerza. Enseguida puedo sentir el olor a perfume que de ésta emanaba y lo húmeda que estaba, un gusto que nunca había saboreado, algo salado y amargo, que llegaba a mi garganta.



La inclinan sobre la mesa y le abren el culo con las manos. Me obligan a mirar, yo realmente no me negaba, era un espectáculo que nunca había visto. Tenía al alcance de mi vista una vagina totalmente depilada y un pequeño ano marrón.



-Mira puto éste agujerito, vas a ver como se lo vamos a dejar.



Yo no podía alejar la vista. El hombre se aleja y camina hacia la heladera, de dónde saca una botella de champagne. Se acerca nuevamente y la destapa.



-Ves, putito, primero se lo vamos a limpiar, no queremos que nos llene de mierda.



Fue todo muy rápido, destapa la botella y con un dedo tapa la boca de la misma y la sacude, luego lo arrima al culo, saca el dedo y con rapidez lo introduce en su ano. El resultado es inmediato. El líquido entró en el culo con tal presión que apenas retira la botella, sale un chorro de champagne expulsado a dos metros de distancia, me llega a mojar todo mi pantalón. Se retorcía del dolor, el suelo de la cocina quedó todo mojado por una espuma blanquecina y pequeños pedazos de mierda, la habían limpiado como querían.



-Abrí bien los ojos, puto.



La verga gigante apunta hacia el ano y de un golpe la mete toda entera, casi unos veinte centímetros desaparecen de un golpe, mi madre pega un grito apagado por el guante que tenía en la boca. Comienza a cogerla con mucha violencia, yo podía ver como entraba y salía el pene de sus entrañas mientras se retorcía de dolor. Luego el ladrón gime con fuerza, había acabado dentro del culo y retira el pene de un tirón. El agujero estaba dilatado, el rojo de su ano resaltaba en su culo, era hermoso. Un hilo de leche sale del agujero hasta alcanzar la vagina.



-Ahora te toca a vos.



Ordenó a su cómplice señalando el culo.



Ella, su cómplice, se arrima y apoya la mano que no tenía el guante, su piel era blanca como la leche, sólo una pequeña marca de nacimiento sobre su muñeca, era una mano fina y delicada. Mi madre se contorsionaba con sus caricias, como queriendo alejarla, pero ella seguía con su trabajo. A unos centímetros míos estaba parado el negro, con su pija flácida colgando a mi lado, se agacha y me dice al oído.



-mira lo que le hacemos a la puta, no te pierdas ningún detalle.



Las caricias comenzaron a centrarse alrededor del ano, primero mete un dedo, y lo saca chorreando más leche del negro y se lo mete entre el pasamontaña y lo chupa. Luego arrima la mano con los dedos apuntando el esfínter y comienza a presionar sobre éste. La presión se acentúa y de un golpe mete la mano toda entera en su culo, mi madre pega un grito, pero la ladrona empuja con más fuerza metiendo más adentro la mano. Así como había hecho el negro comienza a meter y sacar con fuerza la mano. Puedo ver como chorreaba un abundante líquido de su vagina. Pasaron unos minutos y saca la mano, el tamaño del agujero queda de unos cinco centímetros.



-ves cómo le entra toda a tu mami, ahora te toca a vos, puto.



Pensé lo peor, pensé que iba a ser penetrado por el negro, pero no. Me desata de la silla y mientras me pone el revolver niquelado en la cabeza me obliga a chupar el culo de mi madre.



-Dale límpialo bien puto, con la lengua bien adentro del agujero.



Le hice caso y metía y sacaba la lengua de su ano, sentía un sabor salado, no sé si por el semen del negro pero igual no quería parar de chupar.



-Bueno, para. Ahora los vamos a dejar atados como para que no llamen a la policía, no los voy a matar. Pero si me entero que llamaron lo hago. Dame la mano.



Le doy la mano y la toma con fuerza, yo pensaba que la iba a atar con la soga, pero no.



-Dale puto métesela.



Yo me trato de resistir pero presiona el revolver sobre mi cabeza. Apoyo la punta de mis dedos sobre el ano y trato muy despacio de meterlos adentro, pero el negro empuja desde mi codo con fuerza y le meto toda la mano adentro, mi madre grita, mi brazo queda atrapado y puedo sentir la presión de su esfínter sobre mi muñeca. No lo podía creer, en esa posición nos comienza a atar con las sogas muy fuerte casi no nos podíamos mover. Ella inclinada y yo con la mano adentro del culo, atados a la mesa. Cuando terminaron nos advirtió que no llamásemos a la policía y luego se desvanecieron en la noche.



Cuando el silencio empezó a envolvernos, mi madre trataba de decir algo pero no le podía entender, todavía estábamos con las bocas tapadas. Yo no quería mover la mano que tenía dentro suyo, no quería lastimarla más, podía sentir en pleno su temperatura corporal, unos 37 grados centígrados que calentaban mi brazo como en una tarde de verano. De a poco fui aflojando mi otro brazo y logro desatar las sogas. Cuando logro liberar esa mano me saco la tanga que tenía en la boca y le saco el guante que tenía ella en su boca.



-Perdón, perdón, no te quiero lastimar



-No hijo, no te tengo que perdonar nada. Saca la mano despacio, no tengas miedo.



Le hago caso, lo voy retirando lentamente, no podía creer que haya entrado mi mano entera. El ano comienza a elevarse como un volcán, noto unos pequeños cortes en la piel de donde brotan unos hilos de sangre, sigo tirando y puedo sacar la mano junto a un ruido muy semejante al descorche de una botella. El ano estaba completamente dilatado, era un agujero enorme, no volvía a su forma anterior. Mi madre gira y me abraza con fuerza, mientras lloraba.



-perdón hijo, perdón.



-Voy a llamar a la policía.



-¡No! ¡No! No podemos, sería humillante, me da mucha vergüenza.



-Pero puedo llamar a la tía o al doctor.



-No hijo, no. Me vas a tener que hacer un favor, si es que quieres.



-Si como, no.



-Me vas a tener que curar.



Mi madre me estaba pidiendo, casi suplicando, con esos ojos verdes irritados por las lágrimas que la ayude, era imposible negarme y algo que me excitaba muchísimo.



-me voy a duchar y voy a mi habitación, luego te llamo.



Así como estaba, desnuda con sólo una remera, se aleja caminando con dificultad. La imagen de ese hermoso culo de donde salían unos finos ríos de sangre hacia los pies, era lo más hermoso que vi. Pensar que hasta hacia un rato lo estuve chupando con ganas.



Me quedo limpiando los restos de la faena, escucho que cierra la ducha y se dirige a su habitación.



-¡German!



Salgo corriendo hacia la habitación.



-Sí ma.



-Me puedes ayudar, creo que tengo lastimado el ano, me sale sangre.



Estaba completamente desnuda sobre la cama, con una toalla manchada de rojo. Se da vuelta y se pone en cuatro sobre la cama, separo con mis manos los glúteos y me muestra el esfínter.



-¿Cómo está? ¿Lastimado?



-si tiene unos pequeños cortes en los bordes de donde sale un poco de sangre.



-Mira tengo, una crema cicatrizante, me la puedes pasar, no quiero que se infecte.



Toma de un cajón cercano a la cama, un pomo de crema blanca y me lo da. Vuelve a la posición y me ofrece el culo, me siento en un borde de la cama y con el dedo índice se la pasó muy despacio por el ano, podía sentir cada grieta, cada arruga, casi podía contarlas. Termino y me dice.



-Gracias German, voy a dormir, mañana hablamos.



Así desnuda como estaba se tapa con una sábana mientras yo me alejo por la puerta.



Me voy a duchar, estaba empapado en semen de las veces que había acabado, cada vez que pensaba en ese culo se me paraba la verga, ya me dolía de tenerla tanto tiempo dura.



A la mañana siguiente me llama a su habitación y continua desnuda, me pide que la ayude nuevamente con la crema pero que primero tendría que ir al baño. Luego de unos minutos regresa y mientras le paso la crema hablamos.



-¿te molesta que esté desnuda?



-No, ma, no hay problema.



-No quiero que te sientas mal. Sé que es muy feo por lo que tuviste que pasar, pero ya nos vamos a olvidar de todo esto. ¿Qué sentiste cuando tenía la mano adentro de mio?



-eeeh, nada, calor



-jaja, ¿calor?



-Sí, era caliente



-¿pero no te dio asco? Tener que chuparlo y meter la mano.



-No ma, lo haría todos los días.



Le dije la verdad, pero no sabía si eso era lo mejor, se me escapó.



-Jajaja, gracias hijo, será nuestro secreto.



Después de un rato largo de acariciarla con la crema. Me dice que pase por lo de mi vecina Sara, que le lleve unas telas que le había encargado y que aproveche que su marido estaba de viaje. Mi madre no quería que Sara sospeche nada y que le diga que estaba engripada.



Le hago caso, voy a la casa de Sara y le explico que mi madre estaba engripada y que apenas pueda la iba a llamar. Le alcanzo la caja con las telas, pero en ese momento ocurre algo inesperado, cuando extiende el brazo para agarrar la caja puedo ver por sobre su muñeca, una marca de nacimiento, sí, la misma marca que tenía el brazo que violó a mi madre. Quedé mudo, la mire pero no quería levantar sospechas, me alejo cuando dos de sus hijos tiran de su pollera y nos saludamos con naturalidad.



Llego a casa y voy derecho a la habitación para contarle.



-¡Ma! Recién fui de Sara y es ella.



-¿quién es?



-Es ella, la ladrona.



-¿Quién Sara? Jajajaja.



-Si es ella, vi su marca en el brazo.



-¿Marca? ¿Qué marca?



-tiene una mancha en la muñeca. Voy a llamar a la policía.



-No, no, no puedes.



-Sí, es ella



-No, no puedes



-Pero porque no puedo, se va a salir con las suyas, hay que atraparla, te violó



-No hijo, no puedes, ya lo sabía.



-¿Cómo que lo sabías? ¿Por qué?



-Fue mi idea.



-¿Cómo tu idea? No entiendo.



-Me juras que no te vas a enojar.



-sí, no me enojo, pero quiero una explicación.



-Bueno, es una historia larga. Hace mucho que nos conocemos con Sara, el marido es un idiota con esas cosas de la religión ni la toca, es un anormal, está más preocupado por sus trencitas que por su mujer. Yo estoy sola desde que me dejo tu papá. Como Samuel se la pasa viajando por sus diamantes de mierda ella queda sola con sus hijos, entonces aprovechamos para estar juntas. Hace unos años contrató una niñera, aunque su esposo no quería, pero lo convenció, entonces cuando voy a su casa, la niñera, se lleva a los chicos por largas horas y quedamos solas.



-Pero que tiene que ver con que es una ladrona.



-Espera. Cuando quedábamos solas empezamos a jugar entre nosotras y nos dimos el sexo que nos faltaba a las dos. Todo empezó despacio pero de a poco fuimos pasando límites. Nos satisfacemos con nuestras manos, yo la penetro a ella y ella a mí. Ella es increíble cuando está conmigo es otra persona, es salvaje, se descontrola por el sexo. Hace unos meses que planeamos el robo y la violación, nos excitaba, fue su idea incluirte. Perdón hijo.



-Pero, pero ¿el negro?



-El negro, no sé lo consiguió ella, es un trabajo para él, cobra por dar sexo, lo usan muchas mujeres en el barrio. Yo nunca le vi la cara. Sara lo contactó y le dijo de la idea, que sería un juego entre nosotras y lo entendió.



-¿Pero todo fue una mentira?



-Perdón hijo no quise usarte para mi placer, espero que te haya dado placer también.



-Bueno, si me gustó.



-¿me romperías el culo de nuevo?



-Sí, puta



-¿y a Sara?



-Sería un placer.



Ese fue el comienzo de un trio que dura hasta estos días.



No sé cómo paso el tiempo hasta terminar con mis dos brazos a la vez en el culo de mi mamá y su amiga.



Piensan si soy feliz. Si soy el hombre más feliz del mundo.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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