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Categoría: Maduras

UNA EXCITANTE COMIDA

"Una comida en un restaurante puede dar mucho de sí, es cuestión de imaginación"

 

Aquél día me fui al lejano restaurante del centro comercial, tras esperar no se cuánto tiempo, me dieron una mesa para un solo comensal  en un apartado rincón; al otro lado de una mampara de cristal había otro mesa ocupada por un seboso hombretón, que viéndole comer daban ganas de pedir al camarero, no el menú , sino el bote de bicarbonato.

 Al final llegó mi comida, abrí el periódico, y allí metí la cabeza para no ver al bruto deglutir, en un momento dado levanté del periódico la vista y la escena había cambiado, al otro lado del cristal, ya no estaba el simio, sino una pareja de unos cuarenta, él de barriga desfondada y calvo, pensando también tan solo en el plato, ella a pesar de los años más juvenil de buen porte y con un escotado  y minifaldero vestido, él estaba sentado a mi vera, y ella frente a los dos, aunque de mí la separaba la mampara de cristal.

 Lo cierto que me pronto sus rellenitas curvas me atrajeron, y prácticamente no quitaba la vista de sus escote  y de sus piernas, que a cada movimiento sus muslos quedaban más al  aire. Estaba enfrascado en aquella escena de ver si el vestido se corría un poco más y  me dejaba, al menos, entrever el color de  sus braguitas... , hasta llegué a dejar caer el periódico por ver si así alcanzaba a  ver algo más .

 La mujer debió ver mis esfuerzos eróticos festivos, y la verdad es que en vez de cerrarse como una valva de perlas de majórica , se abrió más de piernas dejándome ver sus tostados muslos, casi donde pierden su nombre. Me quedé sorprendido, mire para ella  y recibí un cómplice guiño, mientras el mastodonte que la acompañaba tenía sus narices metidas en la fuente de los espaguetis. Al cabo de un momento  cerró sus muslos, bien creí que todo de había acabado, cuando por medio de pequeños movimientos casi imperceptibles  para su acompañante, vinieron a darme la sorpresa del mes, pues vi aparecer entre sus rodillas unas diminutas braguitas moradas, que fueron cayendo paulatinamente  piernas abajo, cuanto hubiera deseado  ser su acompañante, descalzar el pie y penetrar en aquél cálido desfiladero.

 Mi calentura era de 3000º centígrados, por lo cual tuve que meter la mano entre mis partes, para acomodar la banana, maniobra de la cual mi oponente en el juego erótico festivo, no quitaba ojo, hasta me atreví medio tapándome con el periódico, a dejarle el ver el cebollón de la polla, su respuesta fue pasarse la lengua por los labios, como relamiéndose, pero el juego no acabó ahí , sino que se medio giró y  me dejó  ver como  uno de sus dedos penetraba en su chumino, tras lo cual se lo llevó  a  la boca. A todo esto el acompañante si enterarse de nada.

 No pude más, salí  casi corriendo, tras pagar el menú hacia los servicios, para acomodar y sí acaso aligerar el bálano, medio estaba en ello, y ya estaba cerrando la puerta del water para hacerme una paja allí mismo, cuando me empujaron dentro, iba a revolverme cuando mi vecina de mesa ya había levantado su vestido y hacia las maniobras necesarias para mi acomodo en el water. Allí me senté estupefacto polla en ristre que fue literalmente engullida por una ardiente almeja, que ya dejaba notar un incipiente orgasmo. La lengua de la propietarias de tan ávida almeja, me llegó  hasta el campanil, para luego penetrar de forma deliciosa por mis oídos,  hasta casi la trompa de eustaquio . La verdad es que se lo sabía hacer, se levantó tras un breve pero intensa corrida y dándose  vuelta  se la medio fue introduciendo en su otro agujero, dúctil  y extensible como el solo, que pronto dio con el quid de mis sentidos, me cogí a sus tetas, hinqué los dientes en sus hombros y nos fuimos mutuamente  por el  desagüe del  placer. Sentí luego como poco a poco se iba de mí , aquello no parecía tener fín, cuando sentí una suave y húmeda caricia de su lengua limpiando los restos de la vorágine, y allí me quedé medio atontado, ensoñado en el cansancio y el ese dulce placer postcoital, cuando unos golpes en la puerta del water y una voz bronca en la puerta, me despertaron de aquél dulce sueño, que a día de hoy no sé si fue real, aunque semanas más tarde no sé como pero en el bolsillo superior de la americana aparecieron unas diminutas bragas moradas...

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