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– ¡Estás preciosa! – Dijo su marido mientras le daba un beso en la mejilla.
Ella sonrió sin hacerle mucho caso mientras se acababa de poner el pendiente. Esa noche tenían la cena de gala que organizaba su empresa y estaba un poco nerviosa. Como nueva coordinadora internacional debía dar un breve discurso y sabía que todos los ojos estarían puestos en ella. Par la ocasión había elegido un bonito vestido de seda rojo que se ajustaba perfectamente a su bien trabajado cuerpo, con un escote en la espalda que llegaba hasta casi su culo y una gran aventura en la falda que le permitía moverse con facilidad. La única pega del vestido es que le era imposible ponerse cualquier tipo de ropa interior. Iba completamente desnuda salvo por la fina tela que cubría sus curvas.
El roce de la seda en sus tetas la hizo estremecerse al darse cuenta de lo expuesta que iba, pero eso no hizo sino que se excitara con la idea.
En la limusina su marido le ofreció una copa de champán para calmar sus nervios y tras un par de tragos empezó a manosear sus accesibles tetas. Ella cerró los ojos y se dejó llevar mientras buscaba la boca de él con la suya. De pronto, la limusina se detuvo y ellos se separaron a regañadientes, pues habían llegado a su destino.
Antes de bajar y enfrentarse a los que hasta ahora habían sido sus compañeros y ahora subordinados, se cubrió con un fino abrigo. No hacía frío esa noche, pero el jueguecito en la limusina había hecho que sus pezones se pusieran duros y se marcaban totalmente en el vestido. Entró con paso firme en la sala del brazo de su marido y comenzó a saludar a los asistentes. Cuando se quitó el abrigo para dejarlo en el guardarropa notó como las miradas se iban desviando hacia ella de forma mal disimulada. Su reacción fue inmediata, levantó la barbilla y pasó altiva por delante de todos. Al fin y al cabo, ahora era su jefa.
En la cena se sentó en la mesa presidencial con su marido y el resto de la junta directiva de la compañía. Al llegar el postre, su marido comenzó a acariciarle la pierna a través de la abertura del vestido por debajo de la mesa. Al principio de forma lenta y sutil, pero poco a poco fue subiendo su mano hasta acercarse peligrosamente a su coño. Ella hizo un gran esfuerzo por disimular lo caliente que le estaba poniendo el juego y justo cuando notó como él comenzaba a meter los dedos en su coño húmedo, una música anunció que comenzaban los discursos oficiales. Él sacó la mano de debajo de la mesa y discretamente se chupó un dedo:
– ¡Un postre delicioso!
Ella sonrió mientras lo miraba con complicidad. De repente su nombre sonó a través de la megafonía, había llegado el momento de dar su discurso. Se levantó y notó como sus fluidos comenzaban a resbalar lentamente por su pierna. En ese momento fue plenamente consciente de lo expuesta que estaba con su atuendo. No había ropa interior que le ayudara a disimular sus duros pezones o que impidiera que apareciera una mancha de humedad en su vestido. Estaba excitada y era evidente para todo aquel que la mirara y tenía una sala llena de un montón de hombres que la observaban atentamente.
Se colocó tras el minimalista atril y comenzó a hablar. A medida que avanzaba en su discurso notó como muchos de los presentes escondían sus manos bajo la mesa e intentaban disimular un movimiento rítmico con ellas. Cuando acabó de hablar todos la aplaudieron mientras volvía a su asiento y se percató de que muchos hombres la devoraban con la mirada. Se sentó junto a su marido y esperó a que terminaran los discursos.
En cuanto el último ponente acabó de hablar, unos camareros apartaron las mesas y despejaron lo que sería la pista de baile a la vez que se anunciaba que la barra libre acababa de abrirse. Tras traerle una copa, su marido la sacó a bailar. Era una canción lenta, perfecta para bailar arrimados. Al hacerlo ella notó como la polla dura de él se le apretaba contra su vestido. Era evidente que él también estaba sufriendo las consecuencias de los jueguecitos que llevaban haciendo toda la noche.
– Has estado magnífica- le dijo en un susurro al oído mientras bajaba ligeramente la mano hasta el comienzo de su culo. – Y me has puesto a mil con tu modelito, mira- y en ese momento la apretó aún más contra él.
– Gracias – ella giró su cara para besarlo suavemente, por desgracia aún era muy temprano y había demasiada gente en la sala como para poder besarlo con las ansias que sentía. – Tú también me has puesto a mil. No sé como no te has dado cuenta con este vestido.
– Cariño, me he dado cuenta. Yo y toda la sala – le dio una vuelta de forma que la falda le ondeó levantándose ligeramente – o no has visto cómo todos te miraban. Apuesto lo que quieras a que esta noche se van a hacer más de una paja en tu honor.
Ella se mordió el labio y no dijo nada más. Siguió bailando hasta que finalizó la canción y volvieron a sus asientos a terminar sus copas. Bailaron y bebieron más veces a lo largo de las horas. Cuando ya quedaba poca gente en la fiesta, él la llevó hasta un balcón con la intención de tomar un poco el aire y despejarse de tanto alcohol. Era un balcón estrecho, tanto que más bien parecía una ventana hasta el suelo con un alféizar algo más ancho. Se apoyaron en la barandilla y contemplaron el jardín que había abajo. En él, varios de los asistentes a la fiesta fumaban y charlaban al aire libre. Desde allí se oían perfectamente las conversaciones aunque dada la poca luz, se distinguían las figuras de las personas pero no se reconocía a ninguna.
– Voy dentro un momento, espérame aquí fuera. – Él desapareció tras las cortinas que separaban el balcón de la habitación contigua. Ella se apoyó aún más sobre la barandilla asomándose sobre ella y relajando la espalda. Dado lo estrecho del balcón, tuvo que retrasar sus pies hasta colocar sus piernas al otro lado de las cortinas. Fue ligeramente consciente de que en esa posición su escote se vería más que generoso desde abajo y que desde dentro de la habitación sólo se verían sus piernas y su culo saliendo entre las cortinas, pero el alcohol le impidió pensar mucho en ello.
Al rato, notó como una mano ascendía por sus piernas levantando con ella su falda. Intentó girarse pero otra mano en su cuello se lo impidió. Cuando la mano llegó hasta su culo, colocó la falda sobre su espalda y la dejó totalmente expuesta. Unos dedos comenzaron a jugar con su coño, metiéndolos y sacándolos, acariciándolo con maestría. Ella sólo podía gemir en el balcón sin ver al dueño de esa mano. Sus gemidos iban en aumento a medida que el otro aceleraba el ritmo. La gente del jardín empezó a girarse buscando el origen de aquellos sonidos hasta que la vieron. Aunque no la reconocieron, no habían asistido muchas mujeres a aquella cena y ella pudo oír cómo iban haciendo cábalas sobre quién era. Pudo ver como algunos se separaron de los grupos y comenzaron a oírse gemidos masculinos. Sin duda, alguien más estaba disfrutando de la escena y ella comenzó a correrse.
De pronto pudo sentir como una polla comenzaba a pasearse por su coño y su culo. Despacio, arriba y abajo. Estaba tan mojada que la polla se deslizaba sin problemas hasta que se la metieron de un solo golpe. El ritmo del mete-saca era rápido, sin muchas contemplaciones. No lo pudo aguantar más y volvió a correrse de forma intensa. Pero el otro no paró el ritmo para nada y siguió follándola. Ella enganchó un orgasmo tras otro hasta que sintió como él descargó toda su leche dentro de ella. Se la dejó dentro de un rato y luego la sacó y le acomodó el vestido de nuevo. Ella pudo oír como salía de la habitación y la dejaba d renuevo sola. Estaba agotada tras semejante cogida.
Cuando su respiración hubo vuelto a la normalidad, se enderezó un poco acabó de acomodarse el vestido cuando entró su marido en la habitación con unas copas en la mano.
– Perdona, cariño, me he entretenido hablando con uno de los directivos.- dijo tendiéndole una de las copas. – He avisado ya a la limusina. Nos espera en 10 minutos en la puerta principal. Estoy deseando llegar a casa para quitarte este vestido.
– Y yo estoy deseando que me lo quites – dijo ella dandole un apasionado beso.
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