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"De esas veces que te decepcionas pero ya es demasiado tarde"
Mi teléfono móvil no dejaba de sonar y yo enredada entre mis sabanas no me quería levantar de la cama. Pensé en no contestar y continuar durmiendo pero recordé que tenía algo importante que hacer. Rápidamente alargué mi mano hacia la mesita de noche y contesté la llamada.
—Alo —Mi voz ronca y débil de todas las mañanas
—¿Estás en tu apartamento? —Respondió Luis Javier.
—Si, ¿qué sucede? —pregunté, aunque ya sabía a qué venía esa llamada.
—En una hora paso. Anoche se me quedó mi teléfono.
—¡Oh, sí! Lo dejaste en el sofá. Te espero pero no tardes porque tengo que salir, si puedes venir antes mejor.
—Tienes que salir y estabas dormida, qué mentirosa eres —se rió de mi.
—Sí, bobo, ya estaba desayunando cuando me llamaste. Apúrate.
—Voy, voy. No tardo, trataré de llegar antes, media hora tal vez.
Apenas culminó la llamada me metí a la ducha. La noche anterior le habíamos hecho una pequeña fiesta de despedida a Luis Javier. Éramos Claudia y Enrique su novio, Fernando y su novia Rebeca, Luis Javier y su novia Angélica y yo. Siete compañeros de estudio reunidos en el apartamento 706 del séptimo piso de un condominio muy cerca del centro de la ciudad y de la universidad en la que estudiábamos. Compartimos toda la noche hasta la una y media de la madrugada, comimos y bebimos aunque yo no tanto como ellos pues no me agrada mucho el licor. Cuando todos se despedían tomé el teléfono de Luis Javier y lo escondí.
No había terminado de ducharme cuando volvió a sonar mi teléfono, quien quiera que fuera debía esperarse un momento, odio que me llamen mientras me ducho. El teléfono sonó durante unos dos minutos y me decidí a contestar.
—Alo!
—Coño, al fin contestas
—¿Luis Javier?
—No, soy Chàvez llamándote desde el más allá
—Ay, ridículo
—Ya lleguè, ábreme
—¿Qué?
—Ya llegué, me vine en taxi. Ábreme
El muy estúpido casi me arruina el plan. Fui a mi habitación, me puse una pantaleta y me volví a poner la toalla, así iba a recibirlo.
Abrí la puerta.
—Ahora no me puedo bañar tranquilamente, ¿qué te parece?
Luis Javier sonrió tímidamente y se sentó en el sofá, abriéndose de piernas y extendiendo ambas manos sobre el espaldar del sofá.
—¿A qué hora te vas? —pregunté, quedándome de pie frente a él, con la puerta a mi espalda.
—A las seis, debo estar en el aeropuerto como a las dos, tú sabes, para el chequeo de equipaje y demás.
Él siguió detallándome el por qué tenía que estar tan temprano en el aeropuerto, yo le miraba a los ojos y notaba timidez, como si el verme en toalla de baño le incomodara.
Yo no soy un monumento de mujer, soy delgada y pequeña, de unos 157 centímetros de estatura, lo que resalta de mi físico son mis senos, yo diría que no son grandes pero debido a mi delgadez sobresalen, se hacen notar.
Luis Javier es guapo, alto y delgado, siempre luciendo su barba que le hace ver más sexy y atractivo, tiene ojos claros y cabello castaño pero es tímido. Antes de hacerse novio de Angélica estuvimos saliendo por unos días pero yo no quise ir a más y él desistió, ahora él había decidido irse a Argentina porque la situación en Venezuela se estaba tornando difícil. Su novia se iría unos meses después, cuando reuniera el dinero necesario, además él prometió ayudarla a emigrar una vez se estableciera en Argentina.
Yo sabía que Luis Javier aún gustaba de mi, había muchas señales que me lo confirmaban y no tenía ninguna duda de ello. Él también me parecía un chico agradable, atractivo y hermoso pero su personalidad de chico conservado y bastante tímido fue lo que impidió y me desanimó a ser su novia.
Ahora estábamos a solas en mi apartamento, yo notaba lo incómodo que lo hacía sentir el verme en toalla y descalza.
Yo tenía mi plan establecido pero el hecho de que él llegó media hora antes me puso un poco nerviosa, además no se suponía que lo iba a recibir en toalla y descalza. Yo no encontraba por dónde empezar.
—Voy a usar el baño —me dijo señalando con su mano hacia el baño y levantándose del sofá.
El baño, pensé. Y mientras èl iba camino al baño le sugerí:
—Pero usa el baño de mi cuarto que este se le tapó el retrete, lo estoy limpiando.
A Luis Javier debió parecerle extraño pero se fue hacia mi habitación sin decir nada.
Yo me fui tras él un poco después, cuando escuché que abría la puerta del baño de mi habitación. Cuando entré me sorprendí que èl dejara la puerta del baño abierta teniendo en cuenta lo timido y respetuoso que es. Mejor para mi, pues, me fui hasta la puerta y ahí me quedè viéndolo. Pero él no me veía ya que la ubicación de el retrete quedaba al fondo y él quedaba de espalda a la puerta donde yo estaba. Se tardó unos 40 segundos en orinar y al terminar de arreglarse se dio la vuelta y se sorprendió al verme. Yo sonreí.
Qué silencio tan incómodo, por qué era tan tímido me pregunté. Pero yo no me iba a quedar ahí esperando que él se tomara todo el tiempo del mundo para emitir una palabra.
—Te quiero dar una despedida —le dije.
Tengo que admitir que me sentí una cualquiera al pronunciar aquellas palabras pero luego me sentí tan tranquila conmigo misma, estaba decidida a llevar a cabo mi plan, a cumplir otra de mis fantasías y los tabúes de la sociedad no me lo iban a impedir, solo Luis Javier podía evitar lo que yo quería sucediera.
Él se quedó callado viéndome aproximarme hacia él. Yo le sonreía también con un poco de timidez que él mismo me contagiaba pero mi personalidad era más fuerte y más decidida.
Dirigí ambas manos hacia su jean de color azul y comencé a desabrocharle todo, la correa primeramente y luego el botòn y cierre en el que se escondía aquello que lo identificaba como hombre, todo esto mirándole a los ojos, con un poco de miedo de saber que él podría recharzarme pero decidida, estaba decidida. Él me miraba pero sus iris le bailaban, como si quisiera escapar de allí pero mi propuesta le ataba a dejarse llevar. Una vez que bajé su cierre pude sentir su pene aún cubierto por su bóxer. Esa erección no podía esconderla y mucho menos me iba a esconder que la situación lo estaba excitando.
Me fui poniendo de rodillas al mismo tiempo que terminaba de bajar su pantalón hasta lo más bajo que podía. Ya puesta de rodillas al frente de mi cara tenía a su pene todavía cubierto por su bóxer. No esperé mucho para deslizarle poco a poco el bóxer y dejar que fuera el mismo pene que se presentara ante mi. Créanme, me humedecí un poco al ver aquel trozo de carne palpitar y volverse cada vez más grande. Hice lo mismo con el bóxer, se lo deslicé hasta debajo de sus rodillas junto a su jean. Lo miré y le sonreí. Notaba que estaba disfrutando de la escena tanto como yo aunque no decía una palabra pero su sonrisa había cambiado de tímida a cómplice.
Lo primero que hice fue lamer el glandé y de inmediato percibí el olor y saboreé el salado sabor a orina. De inmediato pensé en que acababa de cumplir una fantasía imprevista: probar un pene oloroso a orina. A él debió fascinarle, pues, su pene continuó creciendo un poco más hasta quedar totalmente erecto. En menos de un minuto ya me encontraba dándole una riquísima mamada al novio de mi amiga y él simplemente disfrutaba de lo mas callado, encontrándose con mi mirada cada vez que yo buscaba la suya. No sé cuánto tiempo transcurrió, debieron ser casi 10 minutos y el continuaba callado aunque cada vez oía más a menudo sus jadeos que me indicaban que le estaba encantando mi felación. Me dediqué a hacerlo mucho mejor, me metí aquel trozo de carne hasta donde pude, produciéndome yo misma las arcadas, ahogándome cada vez que el glandé golpeaba la campanilla en mi garganta. Lo escuché jadear con más intensidad hasta que al fin se decidió a hablar:
—Dani, voy a acabar —me advirtió con voz muy suave, como pidiéndome permiso
No le presté atención y continué en mi labor, disfrutando de aquel riquísimo pene.
—Dani, me voy a correr —volví a escuchar.
Yo no me detuve, ya con una mano masturbándole mientras mi boca chupaba y lamia, con mi otra mano me puse a sobarle los testículos. Aquello fue determinante para lo que vendría a continuación.
—Daniela, me...
No terminó la frase cuando sentí mi boca siendo inundada de semen, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete. Me llenó la boca de leche y yo me la fui tomando toda aunque con dificultad y arcadas producidas por el sabor amargo. Luis Javier jadeaba descontrolado por aquel orgasmo y yo continuaba chupándole el pene, lo oía gemir, parecía sufrir pero también disfrutar. No me detuve, me tomé toda su leche, me humedecí toda y deseé sentir aquel pene dentro de mi. El orgasmo placentero y sufrido le duró aproximadamente como un minuto, todo ese tiempo estuve tomándome su semen y chupando desesperada como si quisiera más. Cuando me detuve lo miré y sonreímos mutuamente. Me levanté y salí del baño sabiendo que él iría tras de mi.
Yo lo esperaba sentada en la cama pero él se estaba tardando un poco en el baño. Cuando salió supe el por què. Se había vuelto a vestir.
Se quedó en la puerta mirándome como queriendo decir algo pero sin decir nada.
—No te vistas, todavía falta —le dije sonriente.
Me levanté, me quité la toalla y la tiré al suelo y de inmediato me quité la pantaleta que también tiré al suelo junto a la toalla, quedando totalmente desnuda ante Luis Javier. Le volví a sonreír.
Me subí a la cama con mucha delicadeza, sensualmente, invitándolo a unirse a mi. Me puse en posición de perrita dándole la espalda y le dije:
—Ven, métemela, Luis Javier.
Sonreí dentro de mi, pues, yo era la que estaba haciendo todo, Luis era extremadamente timido.
Sin poder ver lo que hacía ya que estaba de espalda hacia èl pude oír que se acercó a la cama. Volteé a ver y se había quitado el pantalón y el bóxer y lo había tirado al suelo. Me encantó saber que Luis Javier quería seguir el juego a pesar de no decir nada. Yo quería decir tantas cosas y que él también me las dijera para darle más emoción al momento pero él continuaba callado.
Sentí que me tomó de la cintura y me jaló un poco hacia él, que estaba junto a la cama pero no se subió, se quedó de pie. Al fin tomó la iniciativa y me dio dos nalgadas muy suaves en cada nalga y sentí su glandé rozar la entrada de mi vagina.
—Por ahí no —le dije con voz de madre regañona.
—¿Por detrás? —preguntó tímidamente
Demasiado educado para mi gusto. Yo esperaba una frase más sucia, más morbosa pero eso fue lo que dijo: por detrás.
—Si, por mi culito. El lubricante está ahí en la mesita —le indiqué.
Luego de tomar el lubricante y untármelo en la entrada de mi culito se dispuso a intentar meter su pene. Se tardó un buen tiempo no sé si por inexperiencia o timidez o porque tenía miedo de hacerme daño, confieso que me decepcioné.
Despuès de fracasados intentos al fin pude sentir que su glandé entró en mi agujerito y él empujó para asegurarse de que no volviera a salirse. Yo me quejé de placer y el preguntó si me dolió. Le dije que dejara la preguntadera y me cogiera, que a mi me encantaba el sexo anal.
—Dame duro y deja de preguntar —le dije con voz que pareciera molesta aunque no lo estaba. Solo me incomodaba tanta timidez de su parte.
Los siguientes minutos fueron emocionantes, se dio cuenta aunque tarde de que yo quería que me partiera el culo y que lo iba a disfrutar. No podía creer lo increíblemente timido que se había comportado hasta ahora, no podía creer que todavía estuviera ahí con él, deseando su pene dentro de mi pero decepcionada de tener que hacerlo todo, de indicarle las cosas como si fuera un niño.
Me tomó de mi cintura y comenzó a cogerme esta vez sin pena ni miedo ni timidez alguna. Tal vez porque me tenía de espaldas y no tenía que conseguirse con mi mirada intimidante.
Créanme, disfruté de su trozo de carne yendo y viniendo una y otra vez. No hubo más indicaciones, no hizo falta, se concentró en cogerme como una perra y con el pasar de los minutos lo fue haciendo mejor, aceleró las embestidas y también me apretaba de la cintura llevándome hacia él y metiéndome su verga hasta el fondo.
Hubo momentos en los que se quedaba pegado a mi culo, enterrándome toda su verga y dejándola quieta por unos segundos. Yo gemía de todas las formas y sabía que él lo estaba pasando genial. Lo oí decir que se iba a venir y le dije que me llenara el culo y eso hizo. Me inundó una vez más de semen, esta vez en mi culo. Cuando me la sacó me volteé y me metí su verga en la boca probando nuevamente los restos de semen de su segunda corrida. En total silencio, nos vestimos y salimos a la sala, le entregué el móvil, lo abracé y le deseé feliz viaje. Una hora más tarde me escribiría por texto que le encantó el momento que pasamos juntos. Qué decepción. Por llamadas y por mensajes de texto se comportaba diferente, pero al tratar conmigo en persona era otra cosa, extremadamente tímido. Me prometí que jamás volvería a tener sexo con un hombre tímido. Lo bueno es que sé que no le contará a nadie lo que hicimos.
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