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Era una calurosa tarde de verano, pese a la apatía provocada por el calor, decidí acudir a la cita. Me incorporé del sofá, tomé una ducha rápida y me puse un vaquero fino con una camisa blanca; aunque no es mi estilo más habitual, al menos iría fresco. Normalmente, no suelo cuidarme demasiado, procuro mantenerme en 80 kilos los cuales se reparten en un metro setenta y cinco de cuerpo serrano.
De camino a la tetería donde quedábamos años atrás, me puse a recordar cómo había ocurrido todo:
“Hacía mucho tiempo que no tenía noticias suyas, sin embargo, una tarde recibí un mensaje de ella, para quedar y hablar un rato. En el instante de leer el mensaje, estuve reacio a vernos de nuevo. La costumbre de desaparecer sin decir nada para luego volver, cual Guadiana, me estaba empezando a requemar por dentro. Cierto es, que no podía evitar querer saber cómo le había ido durante todo este tiempo y pasar un rato a su lado, era una idea de lo más gratificante. Llegado a esta conclusión, acepté la cita donde le sugerí que fuera este sábado a eso de las 17:30. Ella rauda se despidió con un “lo estoy deseando”, donde pude ver que realmente tenía interés en vernos ese día”.
Una vez llegué al lugar acordado, pude observar que fui el primero, así que para hacer tiempo en lo que ella venía me puse a repasar mentalmente la semana, me resultó curioso cómo ésta se me había hecho más corta de lo habitual, supongo que la idea de volver a verla hizo que se hiciera más amena. Al cabo de unos minutos e interrumpiendo mis pensamientos la vi pasar por una esquina lejana, en lo que se dirigía a mí, me fijé que había cambiado mucho desde la última vez que la vi, llevaba puesto unos pantalones cortos que le llegaban por encima de la rodilla y una camisa amarilla donde tímidamente asomaba un sujetador negro, las sandalias sencillas pero elegantes. A medida que se iba acercando, observé que su tez estaba muy morena por el sol, incluso podría asegurar que su talla de pecho se había incrementado en todo este tiempo. El pelo, moreno, resultaba más brillante que de costumbre y en sus ojos irradiaban una vitalidad y alegría como nunca antes.
Una vez frente a mí, nos saludamos con dos besos en la mejilla.
- Buenas tardes Sam, ¡cuánto tiempo sin vernos! ¿Qué tal estás?
- Hola Nuria, estoy bien, aunque me tienes sorprendido, te noto muy cambiada desde la última vez que nos vimos. ¿Cómo te encuentras?
- Bien, aunque... ¿qué te parece si entramos y tomamos algo para poder contarte mejor?
Al entrar saludamos al dueño, nos dirigimos a una mesa situada en un rinconcito lejano de la entrada, donde podíamos estar más cómodos y tener así la intimidad deseada para charlar con calma. Al sentarnos en la mesa, y tras un breve momento en silencio comencé la conversación:
-¿Y bien?, me pregunto qué quieres decirme después de todo este tiempo. Imagino que sabrás que hace unos años empecé a salir con alguien.... -Se quedó en silencio un momento donde le contesté: - Sí lo se
-Bueno, pues ya han pasado unos tres años de eso, ahora con veinticinco años me he dado cuenta demuchas cosas, y .... ¡hemos roto!
-¡Vaya! -exclamé sorprendido pero a la vez no tanto- ¿y cuál ha sido el milagro que te ha hecho abrir los ojos después de tres años?
- Venga ya...-dijo con tono desanimado y también un poco enfadado- simplemente me di cuenta que cometí un error y me deje llevar, tú mejor que nadie sabes la vida que he tenido.
- Sí, lo sé y también esperaba que este momento llegara hace tiempo-dije serio y directo-.
- Vaya...nunca te había visto así...
- No eres la única que ha abierto los ojos en este tiempo, ya no permito que todos lloren en mis hombros, he empezado a ser más cuidadoso en cuanto a quién le presto mi ayuda.
--Y...¿no me ayudarías si te lo pidiese?-preguntó con curiosidad
- Mira, no es mi intención regodearme en tus problemas, si han contribuido para tener las ideas claras por fin, me alegro por ti...
- Disculpen, -dijo el camarero interrumpiendo en ese instante- aquí tienen el té.
- Muchas gracias -dijimos los dos a la vez-.
El camarero se retiró y continué hablando:
- No podemos cambiar el pasado, pero si me gustaría que te disculparas conmigo.
- ¿Disculparme? -respondió sorprendida mientras le ponía un poco de té en su taza-
- Sí, han sido tres años en los que no has dado señales de vida y se supone que soy tu mejor amigo.
- Bueno....nunca me lo había planteado...quizás tengas un poco de razón...está bien, me disculpo por no habernos puesto en contacto ni una vez en todo este tiempo. ¿Contento?
- Sí, por primera vez he conseguido que una chica se disculpe conmigo -entonces empecé a reír ante la situación-
- ¡Pero que malo eres! -contestó un poco molesta-
- Venga, no te lo tomes a mal, ya que estamos aquí divirtámonos y disfrutemos del momento -dije alegre para acabar con la tensión que se formaba en el ambiente-
- ¡Sí! -respondió contenta-
Nos divertíamos con un juego de mesa, mientras nos contábamos anécdotas y recordábamos tiempos mejores; a medida que pasaron las horas tomábamos unas cuantas bebidas frías con alcohol, aunque no me sientan especialmente bien, no cabía duda que era muy refrescante. Cuando nos quisimos dar cuenta, el reloj marcaba las doce de la noche, fue en ese momento donde nos incorporamos para irnos, pues ya era un poco tarde.
-¿Dónde estás viviendo ahora? -pregunté intrigado-
-Bastante lejos de aquí, de hecho, la última guagua salió hace media hora -dijo mirando torpemente su reloj-.
- Hum... ¿te encuentras bien? Te cuesta centrar la mirada -pregunté preocupado-
- Sí...seguramente sea el alcohol, que se me ha subido de golpe a la cabeza.
- ¿Quieres quedarte esta noche en mi casa? Esta cerca y también estoy un poco cansado.
- No quiero ser una molestia
- No seas boba, no hay nadie a quien puedas molestar, vivo solo -dije sonriendo-
- Bueno... entonces vale.
Dimos un paseo hasta mi coche, por lo que el aire fresco me sentó de maravilla para poder conducir cómodamente. Al entrar en él, me percaté de que su camisa llevaba varios botones desabrochados, de tal manera que se le podía ver la parte superior de los pechos junto con el encaje negro de sujetador. Mientras conducía hasta mi casa, no pude quitarme de la mente la idea de que toda su ropa interior fuera de encaje negro, cosa que me parecía de lo más sexy.
Al llegar, aparqué en el garaje y ella me dijo sorprendida:
- ¡Vaya! Con garaje y todo, ¡qué bien vives!
- Y esto no es nada-le respondí- espera que subamos, es un apartamento para dos personas con una pequeña terraza con vistas al mar, que es mi lugar favorito, me gusta sentarme fuera y contemplar la luna en noches donde el cielo está despejado.
Abrí entonces la puerta del piso, la dejé pasar a ella primero y le pregunté:
- ¿Qué te parece?
- ¡No está mal! Un sillón grande, una estantería llena de libros, una tele enorme...
- Bueno, no me puedo quejar, conseguí un buen trabajo y no gasto en caprichos.
- ¿Dónde me puedo quedar a dormir? - dijo de manera pícara-
- No sé si fueron imaginaciones mías o culpa del cansancio, pero ¿me lo había dicho con segundas? Ven -le dije señalando una habitación- aquí está la cama para invitados, espero que sea cómoda.
- Ajá... ¿traes muchas chicas aquí?-siguiendo con el mismo tono de antes-
- No traigo chicas aquí, si me disculpas -le dije rápidamente- voy al baño, necesito despejarme un poco.
- De acuerdo, voy a quitarme las sandalias que me molestan los pies.
Una vez dentro del baño, mientras me echaba agua fría en la cara, no podía dejar de pensar en esas dos respuestas pícaras que me dio, ¿estaba tonteando conmigo o era el alcohol? Mi cabeza, no dejaba de dar vueltas no paraba de imaginármela en ropa interior. Aunque, esta bonita imagen me acompañaría hasta que me metiera en la cama.
Salí del baño en bóxer, de camino a mi habitación, vi que había dejado la puerta del cuarto entreabierta, no pude evitar asomarme para comprobar que estaba bien. Durante, unos instantes recorrí con mi mirada todo su cuerpo. Estaba tumbada boca arriba, tenía un pie por fuera de la sábana, tapada hasta el ombligo. La camisa, desabrochada completamente de manera que podía ver fácilmente sus pechos turgentes y el sujetador en su totalidad.
Me fijé que estaba empezando a sudar puesto que, unas gotas de sudor resbalan por su cuerpo. Al llegar a su cara, vi una expresión de felicidad y relax al mismo tiempo. Un momento antes de dirigirme al cuarto, noté como mi miembro empezaba a tomar vida propia ante tal imagen. Así que sin más dilación me fui a la cama, puesto que ya empezaba a estar calentito.
No sé si era el calor del cuarto o la imagen que había acabado de contemplar lo que me impedía dormir. Estaba tan excitado ya que era la primera vez que podía disfrutar de tal imagen en directo. No se me ocurrió otra cosa para aliviar el calor que quitarme los bóxer, así estuve un rato hasta que el sueño me venció. Pasaron un par de horas hasta que noté cómo alguien me rozaba. Pero, como estaba teniendo un sueño de lo más húmedo, no le di mayor importancia. Me desperté cuando noté que besaban dulcemente en los labios. Sorprendido, di un salto y me la vi a ella en ropa interior abalanzada sobre mí. Su mirada felina, dejaba ver cómo yo era su presa; puesto que no me podía mover sin rozarle toda.
- ¿Qué te pasa?, ¿te incomodo? - preguntó
- Nunca había estado en una situación como esta. No quiero estropear nuestra amistad.
- ¿Te parece que esto lo está estropeando? - dijo susurrándome al oído, mientras dirigía su mano a mi miembro.
- Umm, no, no. – respondí nervioso-Sólo que no estoy seguro, de que no lo hagas por despecho.
- Hace unos años, te declaraste y aunque intenté hacer mi vida como si nada, no pude soportar más el hecho de estar con mi pareja, ya que no conseguí olvidar mi deseo por ti. Y ahora que te tengo aquí no te pienso dejar escapar. –dijo mientras me cogía la mano y la dirigía hasta su pelvis, justo debajo de las braguitas; donde pude notar que estaba totalmente depilada.
Después de quedarme por unos segundos alucinando, le respondí:
- ¡Qué bien lo has disimulado todo este tiempo! Pensé que me odiabas.
- Ya ves que no, sólo que no quería aceptar mis sentimientos por ti. -dijo mientras se le resbalaba una lágrima por la mejilla.
Me incorporé para secarle la lágrima, así que dulcemente la agarré por debajo del mentón y comencé a besarla con toda la dulzura del mundo. Poco a poco, nuestros besos fueron tornándose a más pasionales. Es en ese momento, donde ella se quita el sujetador y a modo de broma, me lo cuelga en la cabeza. Ahí me percaté de que no tenía la marca del bikini, hecho que me sirvió para excitarme aún más. Estaba sentado en la cama, y ella a horcajadas encima de mí, mientras nos besábamos, yo podía recorrer con mis manos su cuerpo, suavemente le acariciaba los pechos mientras mis labios se peleaban con los suyos a ver quién denotaba mayor pasión. Al poco, pude sentir como los pezones se iban erizando producto de su excitación. En ese momento, mi boca bajo hasta ahí para jugar suavemente con ellos. En esa postura, ella también podía sentir cómo mi excitación le rozaba por fuera de las bragas. Estaba claro que le volvía loca esa sensación, pero no quería dejar de sentir mi lengua en sus pezones.
Para estar más cómodo, la tumbé de espaldas. De esta manera, podía verle mejor la cara y quitarle esas braguitas tan bonitas y sexys que me vuelven loco. Aproveché al quitárselas, para sutilmente rozarle con mi pene y así lograr que ella se fuera poniendo más y más loca. De hecho, apenas un segundo después de quitárselas, me agarra de las manos y me tira sobre ella. De tal manera que era inevitable el seguir rozándola con mi miembro en su vulva. Estuve así unos minutos, besándola por el cuello y las orejas, mientras ella, me acariciaba la espalda. Era una sensación extraña, pero me ponía muy cachondo.
Mientras la besaba por el cuello, me giré para poder acariciarla mejor de lado. Con mi mano, empecé a recorrer todo su cuerpo, salí desde su espalda, continué por el cuello, los pechos, barriga, hasta llegar a su vulva, donde pude comprobar que estaba muy húmeda. Suavemente, acaricié su clítoris. En ese momento, a ella se le escapó un pequeño gemido de placer. Tras un instante, ella bajó su mano hasta mi pene y comenzó a acariciarlo muy suavemente también. Ahí es donde pude observar que sus pupilas estaban completamente dilatadas, ¡no podía estar más excitada!
Aprovechando su excitación, decidí bajar hasta su vulva y comenzar a lamerle el clítoris. Mi lengua subía y bajaba por él muy lentamente, ella respondía con gemidos de placer y eso me motivaba para seguir lamiendo con suavidad. A la par que mi lengua estaba en su sexo, mi mano pasó al mío y me empecé a acariciar. Cuando ella recuperó un poco la conciencia, propuso que hiciéramos un sesenta y nueve, de tal modo que ninguno se quedara a medias. Rápidamente nos colocamos en posición y ella me lamía como si fuera un helado, muy lento de arriba abajo. Por mi parte, no sólo la lamía, sino que también succionaba los labios y el clítoris. Ella se mostraba muy encantada con esa forma de comérselo. Su pelvis se iba agitando poco a poco de forma inconsciente. Lo que me permitió introducirle mis deditos en su vagina, intercalaba el lamerle y succionarle con meterle mis dedos.
Ella, por el contrario, también iba introduciendo mi pene en su boca, mientras lo deslizaba de arriba abajo cada vez más rápido. Por lo que, me iba excitando cada vez más, de hecho, no paraba de gemir del placer.
¡Era tan placentero!.....
De repente, ella para en seco y me dice susurrando:
-¡Entra en mí!
Sin pensármelo dos veces, cogí un condón y me lo puse. La tumbé de espaldas para poder penetrarla, en lo que lo hacía, pude sentir cómo su cuerpo se arqueaba un poco, me incliné a besarle los pechos de manera que el pene se deslizara por el interior su vagina más fácilmente. Empecé entonces, a moverme sobre ella.
Estuvimos así durante un buen rato, pero ella decidió que me tumbara para poder cabalgar sobre mí.
Tumbado en esta posición podía ver cómo botaban sus pechos, de hecho, me dedique a sobarlos mientras lo hacían. Ella se movía como una culebra sobre mi pene, estaba tan extasiado que me volvía loco cuando ella hacía pequeños círculos con su cintura. Ambos gimiendo como locos de placer, en ese momento me di cuenta de que me iba a correr y así se lo hice saber. Ella no tardó en decirme que prefería que lo hiciera dentro, ya que así también se correría ella. Así lo hice, a los pocos segundos ella también se corrió.
Agotados en la cama, ella se tumba a mi lado. Me saco el condón y lo dejo a un lado para tirarlo por la mañana. Nos miramos a los ojos y le dije:
- Me hubiera gustado correrme en tus pechos.
- No te preocupes, que lo harás. Además, me gustaría que me penetraras a cuatro patas.
- Pensé que no te gustaba que se corrieran en tus pechos.
- Bueno, los gustos también pueden cambiar ¡eh!
Cuanto más la escuchaba hablar así, más excitado me ponía, pero el haberme corrido en ella me había dejado exhausto. La rodeé con mis brazos, la besé suavemente y le acaricié el pelo hasta que nos dejamos dormir así, uno en brazos del otro.
Me desperté sobre las doce del mediodía y fui desnudo hasta el baño. Aproveché además para tirar el condón de anoche, y me di una buena ducha. Al salir, prepare algo de comer. En ese momento, ella se levantó y vino a dar conmigo. Me besó en los labios y restregándose suavemente con mi miembro, me dio los buenos días.
Le sugerí que se diera una ducha fresca en lo que terminaba de hacer el desayuno. Ella, así lo hizo. Al salir me comentó:
- ¿Sabes una cosa? Me encantó lo de anoche- dijo con una sonrisa pícara en los labios.
- A mí también, aunque....
- ¿Qué? - preguntó intrigada-
- No entiendo por qué no podías olvidar tu deseo por mí.
- ¡Uy, eso!... Porque no era consciente de que te amaba.
- Bueno, nunca deje de hacerlo. Por eso, me molestó tanto que no me hablaras en tres años... Te quiero- le dije impulsivamente- Te quiero-dijo mientras se emocionaba.
- Umm, ¿sabes? Hoy tengo el día libre si quieres podernos bajarnos un rato a la playa y luego.... Volver a repetir.
- ¡Oh, sí! Pero, prefiero empezar ya por la parte divertida-dijo mientras se sentaba encima de mí y comenzaba a acariciar mi miembro con su mano. Y así volvíamos a empezar nuevamente, aunque esta vez estuvimos probando nuevas posturas....
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