Actuando Yessenia con muchisimo gusto y apetición del populacho como una ramera que entretiene igualmente divierta todos los calentones hasta fogosos machotes que tienen insatisfechas sus vergas cabronas. Trabajando ahora en un prostibulo todas las noches desde hace cuatro meses y medios al quedar botada de su trabajo en la facultad de derecho y ciencias políticas por comportamiento pornográfico; vistiendo con mini faldas ceñidas y ajustadas de cuero mostrando la prominencia, ricura, voluptuoso, colopsal inclusive ardientes nalgotas y muslones buenisimos de una autentica ramera, con unas medias de ligas que encantada un hilo dental escotado y transparentado con una blusa destapada en la espalda amarrable mostrando lo apetitoso y fascinantes senos puntiagudos voluminosos muy parecidos a unos fructiferos como jugosos melones con botas hasta la rodilla.
Aproximandose a la concurrencia de hombres asiduos al prostibulo emplea sus tácticas de ventas como ella lo afirma siempre, dejandose abrazar como atraparse por las manos en sus caderas hasta quedar poseida con la tocada y caricias que es objeto de los clientes, hablandoles de papi, mi rey, etcétera; al ser besada en sus hombros le pide invitame un trago y pagas todo el tiempo para que hagamos el sexo libertino como extraordinario.
Entrando a la habitación comienza la verdadera rebolcada y masturbación nunca vividas cuando estaba casada al tener sus amantes clandestinos estos hombres son unos verdaderos animales saciadores de bajos instintos como infernales que maltrantan a las mujeres con todas las fuerzas y sobretodo, furiosos porque los irrespetan al serles celosos por los hombres que rodean a sus mujeres.
Metiendose a los baños acompañados para que la vean a Yessenia orinar y admirar su vagina rasurada como disfrutar de manoceadas, acariciadas, meneadas, poces y por supuestos, mamadas en la regadera aseandose totalmente después de una cabalgata degenerada y polvorosa por parte de la potranca de hembrota de la ramera de Yessenia, que gana el sustento de más que las quincenas que le pagaban ni le quedaba nada para su disfrute personal y sexzual.
Esa noche trabajo como condenada atendiendo a ciento cincuenta clientes en el prostibulo, convirtiendose en toda una ramera millonaria en vergas cabronas y en plata.