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Un viudo joven - Olga, mi empleada

Cuando quede viudo a los 33 años y después de tener casi 6 años trabajando para una gran empresa en el área de Informática, tome la decisión de separarme de ella, para así poder darles más tiempo a mis pequeños hijos de 3 y 1 años.

Inicie, junto con un amigo, un pequeño negocio de compra, renta, mantenimiento y desarrollo de computadoras y sistemas.

Seis años después, buscando crecimiento, decidí regresar a la Ciudad de México, para abrir una pequeña oficina y un ciber café anexo.

Al principio, la contratación de personal, corría directamente de mi parte, y a solicitud y recomendación de un excompañero de escuela, contrate a una chiquilla de escasos 18 años, recién salida de una prepa técnica, para atender el ciber.

Era una mujercita sosa y sin chiste, delgada y sin muchos atributos a la vista, vestía siempre de mezclilla y playeras estampadas. Olga era su nombre, y su trabajo solamente consistía en atender el local y ofrecer los servicios de la empresa por medio de tarjetas de presentación o volantes.

Cuando cumplimos un año de la apertura, se organizó una cena junto con los tres empleados que formaban parte del negocio. Para que la más pequeña de mis colaboradoras pudiera ir, me comprometí con su papa, para regresarla a su casa al término de la misma.

Ese día, Olga, por fin se vistió y se arregló de forma diferente, una cortita falda negra con una blusa a rayas horizontales, de cuello redondo poco escotado y zapatillas de tacón bajo, poco maquillaje y el pelo suelto pero arreglado, dejaron ver una mujercita de busto pequeño, piernas largas muy delgadas y carita de ángel, que a todos impresiono.

La cena fue divertida y amena, se contaron anécdotas personales y chistes, pero también el alcohol se consumió a granel, por lo que todos excepto la pequeña Olga, salimos chispados al final.

Cuando nos retiramos del restaurante, todavía quería seguir la fiesta, pero tenía el compromiso de entregar a Olga en su casa. El alcohol y la cercanía de una linda mujercita a mi lado, me provocaban una curiosa excitación, ella solo se sonreía de la situación, pero se mostraba muy seria. Al llegar a un semáforo, me acerqué a ella queriendo robarle un beso, pero fui rechazado amablemente, Al detenerme en otro alto, volví a probar fortuna, al principio ella no cedió, pero la insistencia y no separar mis labios de los suyos, poco a poco, resquebrajaron su temor, cediendo tiernamente a un ligero beso que termino tan pronto la luz del semáforo cambio.

Ninguno decía nada, ella iba agachada y sumida en sus pensamientos, y yo no me atrevía a hablar, al siguiente semáforo, me arme de valor y contrataque. Fui recibido por una boca lista para un beso más intenso, nuestras lenguas se buscaron y nos fundimos en un pequeño abrazo, más la luz verde y algunos cláxones, nos volvieron a la realidad.

No hubo para más, al llegar a su casa, antes de que apagara el carro, Olga se bajó apuradamente, se despidió y se metió corriendo a su casa.

No volvimos a hablar de lo que paso esa noche, yo comprendí que había sido producto del exceso de alcohol y ella entendió que solamente había sido un exabrupto de su chispado jefe.

Para cuando la empresa cumplió dos años, Olga ya había dejado su trabajo en el Ciber, y formaba parte del área de servicio a clientes. Además, dejo de ser la chiquilla sin chiste y se estaba convirtiendo en una bella mujercita, como estudiaba su carrera profesional, no podía salir de viaje o a visitar a sus clientes, por lo que era común que trabajáramos coordinadamente, y era yo quien realizaba las visitas.

Olga se dedicaba por entero al trabajo y a la escuela, no hablaba de fiestas o amigos, quería terminar su carrera y luchaba por ese objetivo. Yo desde mi lugar, la veía crecer rápidamente y me gustaba en lo que se estaba convirtiendo, se volvió parte medular de la empresa, la cual siempre le apoyaba para que, en sus vacaciones, saliera de viaje a exposiciones o a cursos. A los cinco años de ingresar al negocio, su esfuerzo y dedicación se vieron premiados, el día que se tituló, obtuvo en la compañía un puesto gerencial. La gerente más joven del negocio con tan solo 23 años.

Ya sin obligaciones escolares y con nuevas responsabilidades, era necesario que empezara a viajar, para conocer a los clientes, por lo que pocos días después, programamos nuestro primer viaje juntos.

Olga era ahora una mujer joven y hermosa, inteligente y atrevida en los negocios, casi mi mano derecha en la empresa, se convirtió en una amiga más que en una empleada, y muy atrás quedo esa aventura de la cena de aniversario.

Y como mujer, ¡¡Vaya cambio!! Morena, de piel apiñonada, con una larga y bien arreglada cabellera castaña hasta los hombros, delgada, pero con unas muy buenas y bien paraditas tetas, sus piernas largas, pero con unos muslos firmes, de ensueño, su culito redondito y bien llenito digno de muchos piropos. Al contrario de la ropa que usaba cuando la conocí, ahora gustaba de vestir a la moda, con pantalones ajustados o minifaldas sin mostrar de más, pero siempre coqueta.

En ese primer viaje y después de varios días de visitar a clientes, viajamos hacia Guadalajara, para que conociera la otra parte de la empresa y a mi socio, pero el viaje en carretera resulto bastante complicado, una tormenta nos cayó en el camino, por cuestiones de seguridad y debido al cansancio, la tensión provocada por manejar de noche y bajo la fuerte lluvia, nos obligó a detenernos en una población intermedia, donde buscamos un pequeño hotel, y solicitamos dos habitaciones. Decidimos que cenaríamos algo ligero, pasaríamos a nuestras habitaciones a darnos una ducha para relajarnos y después reunirnos para terminar unos reportes.

Cuando estaba listo, le hable a Olga a su habitación y me dijo que porque no nos reuníamos ahí mismo para terminar el trabajo. Mi mente voló en ese momento, pues, aunque en los días anteriores mantuvimos siempre una relación respetuosa y jamás hubo intento de nada, el solo escuchar su invitación para ir a su cuarto, sabiendo que la encontraría recién bañada, imagine esas tetas paraditas y ese culo respingón que me hicieron arder en calentura.

Después de vestirme con unos pants holgados, fui y toque a su puerta, me atendió vestida con un pijama rosa de pantalón largo y chaqueta, en ese momento, no sé si fue mi imaginación, pero creí ver, por la forma en que colgaban sus tetas bajo la pijama, que no traía nada abajo, lo cual me empezó a prender brutalmente.

Hablamos un poco sobre el informe, Olga estaba sentada en el borde de la cama, mientras yo me paseaba comentando los temas de trabajo, vi que ella permanentemente movía el cuello, como queriendo aliviar una contractura. Le pregunte si estaba tensionada y me dijo que si, seguimos conversando y me acerque por atrás, la tome delicadamente del cuello y empecé a darle un suave masaje. A medida que la masajeaba, Olga hizo silencio, cerro sus ojos y empezó a relajarse, hasta aquí, todo era un simple masaje amistoso y ni yo mismo sabía si quería avanzar a más.

Continúe con el masaje muy lentamente, presionando entre el cuello y los hombros, donde se sentía más la tensión, para después bajar poco a poco por la espalda, en ese recorrido confirme mi impresión de que Olga no llevaba corpiño. Así seguí muy despacio, mi joven compañera se iba aflojando totalmente y mantenía sus ojos cerrados, como disfrutando el momento. Cuando llegue a la cintura, tome la decisión de probar hasta donde, la suerte estaba de mi lado, por lo que volví por un momento al masaje del cuello y después subir mis manos para pasar mis dedos suavemente por los ojos, nariz y boca de Olga. Al tocar sus labios, creí percibir un leve beso sobre mis dedos, nada definido, pero si excitante.

Volví a la cintura y empecé el masaje de la espalda en camino inverso, subiendo y aprovechando para arrastrar hacia arriba el saco de su pijama, con lo cual casi naturalmente, el masaje era directo en su piel. Todo esto con sumo cuidado y esperando cualquier reacción negativa de Olga para detenerme y hacer pasar todo como un descuido. Después de todo, y aunque deseaba echarme un buen polvo con ella, por nada del mundo me arriesgaría a perder una amiga y empleada tan buena, y hasta ahora no tenía indicio de que ella respondiera en ningún sentido.

Aquí paso algo que no esperaba, mientras avanzaba con mi masaje y sin decir una palabra, Olga cambio de posición, de estar sentada al borde de la cama, como había estado todo ese tiempo, paso a extenderse boca abajo, para que yo pudiera seguir actuando, con lo cual tenía ante mi vista, ese maravilloso culo cubierto por el pantalón pijama, a solo centímetros de mi mano y de mis ojos, además de eso y para calentar más el momento, se asomaba ligeramente, parte del resorte de lo que seguramente era una tanguita color rojo. Me era difícil contenerme, no sabía si acelerar, con el riesgo de echar todo a perder o seguir lentamente, mientras tanto mi pija estaba que reventaba, ni imaginar si en ese momento Olga se levantaba y yo tuviera que pararme a su lado, sin poder disimular el bulto tan notorio bajo mis pants.

Decidí jugármela, ya estaba en un momento crítico del masaje, porque al ir subiendo el saco de la pijama para dar el masaje directo sobre su espalda, estaba a punto de llegar al lugar donde normalmente se encontraría el brassiere, con lo cual, ya no habría vuelta atrás, por lo que redoble mi apuesta y sin cambiar mi posición de rodillas sobre la cama, con una mano avance sobre la espalda subiendo su saquito casi hasta los hombros mientras que con la otra mano, fui hacia la cintura empezando a bajar lentamente bajo el elástico del pantalón y sobre el resorte de su tanguita.

Era el momento del todo o nada, en pocos segundos sabría la verdad, y vería si Olga me daba un cachetadon o me dejaba seguir con nuestro erótico juego. Y lo que siguió fue mucho más que una fantasía erótica, porque tras un breve gemido de goce relajado, Olga levanto un poco su torso para que el saco subiera también de la parte frontal, dejando libres de cualquier prenda sus bellísimas tetas. Me fue difícil contenerme pero había que ser muy profesional en el trabajo que estaba haciendo, para no echar nada a perder, sentía que mi compañera estaba entregada, pero no quería parecer un troglodita queriendo tragarme ese manjar que se me ofrecía.

Seguí avanzando a dos manos, la mano que tenía en la espalda, inicio suavemente su camino hacia un lado dirigiéndose directamente a uno de sus senos, la otra mano inicio el avance bajo el pantalón, sobre las nalgas descubiertas de ropa y en dirección a ese canal que me llevaría hacia ese rico culo que había admirado por años. Y que ya para esos momentos, se me entregaba con un ligero levantar de su pelvis. Obvie detenerme en el agujero del ano, para no crear conflictos, ya habría tiempo después, y seguí directamente hacia la zona húmeda de su concha, más que húmeda, inundada de jugos para cuando llegue ahí.

Confirme que estábamos camino al paraíso y que esa noche seria inolvidable, Olga había dejado de hablar desde hace tiempo. Con ligeros gemidos, me hacía ver lo mucho que disfrutaba lo que estaba pasando. Siempre en silencio, levanto más su culito, para facilitar la llegada de mi dedo mayor a su clítoris inflamado de pasión, al que me dedique a rozar apenas y a sobar a todo lo largo su conchita mojada por el deseo. Mientras, la otra mano ya estaba magreando cada uno de los lindos senos de mi compañera, para después levantarla y retirar totalmente el saco del pijama, Olga no solamente se dejaba hacer, sino cooperaba activamente para que yo lograra mis sexuales objetivos.

Al tener totalmente expuestas sus tetas, pude por fin admirar esos lindos pezones de aureola rosa que se mostraban erguidos al máximo y que contrastaban con la blancura de sus bubis redondas y firmes, nunca quemadas por el sol.

Todas estas experiencias juntas, provocaban un efecto que casi me hacían acabar ahí mismo, era momento de pasar al momento crucial de este encuentro, Olga empezó a jadear al sentirse en éxtasis total, empezó a retorcerse y a tener movimientos espasmódicos que terminaron en un agónico grito que anunciaba su primer orgasmo.

En silencio, y continuando mi avance a dos frentes, busqué por primera vez su boca y humedecí con sus jugos mi dedo pulgar para buscar su ano. Lo primero fue inmediatamente correspondido con mucha pasión, lo segundo se encontró con un movimiento involuntario por parte de Olga, para evitar la invasión. Por lo que, junto con el aumento apasionado de los besos, opte por continuar las caricias en su vulva por varios minutos hasta lograr una segunda sacudida en el cuerpo de ella, producida por su segundo orgasmo. Recordando lo sucedido muchos años atrás, sabía que si insistía, ella poco a poco aceptaría lo que yo le proponía, por lo que nuevamente humedecí mi pulgar y reintente insertárselo en su ojete, esta vez, ni siquiera hubo un intento de su parte para rechazarlo, más bien, se acomodó y suavizo su cuerpo para permitir que el invasor entrara hasta el fondo de su cuerpo. Yo ya estaba al máximo de mi éxtasis, no creía soportar mucho tiempo antes de venirme, mis huevos estaban como cantimploras a punto de reventar. Olga intuyo la situación, por lo que por primera vez se dio vuelta y me enfrento, mientras las lenguas se buscaban con desesperación de años de calentura mutua contenida, me arranco mi playera, me pidió que nos desnudáramos, me acosté boca arriba en la cama, ofreciéndole mi dura verga, para que ella misma se la acomodara en la entrada de su cueva empapada y con un movimiento lento pero constante y con un grito agónico lleno de pasión, empalarse hasta el fondo, cabalgamos así un ratito hasta que ambos nos vaciamos al unísono en un prolongado orgasmo, donde la llene de mi leche mientras sentía las convulsiones de sus labios vaginales que me apretaban y exprimían hasta la última gota, para después dejarse caer encima de mí, apoyando esos pechos plenos y palpitantes sobre mi torso, así estuvimos minutos hasta recuperarnos un poco.

Pasados unos minutos y queriendo aprovechar la mayor cantidad de tiempo, empezamos con besos suaves y caricias leves, Olga bajaba por mi mentón, cuello, pecho, estómago y ombligo hasta enredar su lengua con el vello de mi pelvis, al tiempo que me decía lo mucho que había soñado este día, las veces que se había masturbado, pensando en su jefe, empezando por la noche misma, cuando bajo apresuradamente de mi auto, hirviendo internamente, debido al placer experimentado en esos besos que provocaron su primer calentura sexual.

Olga, aparto delicadamente mi floja y vacía pija, para besar tiernamente mis huevos con esa boquita cálida y plena de saliva, después regreso a mi flácido miembro y empezó a lamerlo y besarlo, limpiaba todos los líquidos que habían quedado del polvo anterior y ponía todo su empeño en lograr que mi verga volviera a la vida. Al tiempo de que ella se entretenía en eso y aprovechando que estaba arrodillada sobre mí, dejando su culo expuesto hacia mi cara, volví a atacar el bello agujero entre sus nalgas, insertándole primeramente un dedo y metiéndolo y sacándolo suavemente para aflojar su esfínter anal, al sentir que mi segundo dedo la invadía, dejo de hacer todo y empezó a disfrutar la violación de la que era objeto, con voz baja me pidió que le metiera el pulgar hasta el fondo, pues estaba a punto de correrse nuevamente, cosa que sucedió casi de inmediato, junto con la resucitación de mi miembro, que gozando lo que sucedía, volvió a llenarse de sangre para mostrarse nuevamente como una estaca lista para ingresar al primer hoyo que se le ofreciera.

Después de su orgasmo, Olga se giró de espaldas a la cama, ofreciéndome por primera vez la visión de los labios de su concha, unos labios carnosos, rosados y delicados, cubiertos por una marañita de pelos castaños. En un largo 69, me chupo la pija mientras que mi lengua y labios jugaban con su clítoris y su rajita. Mi deseo era vencer ese apretado agujero marrón de su culo, por lo que continuaba insertando mi dedo en él, pero Olga fue clara cuando me dijo que ese noche no deseaba tener sexo anal y que prefería mil veces que volviera a poseerla por su coño, por lo que me gire para quedar cara a cara, al tiempo que ella se acomodaba abriendo sus piernas, listas para recibir a tan ansiado miembro, el cual sin dilatar ni un segundo volvió a introducirse hasta el fondo del cuerpo de mi amada, empezando un bombeo a diferentes volúmenes, a veces lento a veces rápido, al haber tenido un orgasmo tan grande anteriormente, hizo que mi aguante fuera casi infinito, lo que dio pie a probar varias posiciones, Olga estaba extasiada y por esos caprichos de la naturaleza, se entregaba placenteramente a varios orgasmos, hasta que le dije que no faltaba mucho para correrme, por lo que se puso a cuatro patas y amenazándome previamente para no intentar penetrar su culo, levanto su colita para dar paso a mi firme tranca en su panocha y con movimientos salvajes lograr otra excelente corrida dentro de ella.

Con esto dimos termino a tan fantástica sesión de sexo, quedamos rendidos, recostados uno encima del otro, hasta que me puse de lado, nos tape con las cobijas y acurruque a un costado a mi amiga y amante, que antes de dormirse y con voz como un susurro me dijo, “Si después de los besos del día de la cena, me lo hubieses pedido, esa noche me habrías hecho tuya”.

Datos del Relato
  • Categoría: Hetero
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